Abad

Un abad es el superior de una comunidad monástica de al menos doce monjes, cuyo título deriva del siríaco abba, que significa «padre»1. Originalmente, en Siria y Egipto, este título se usaba como una señal de honor y respeto para monjes de edad venerable o santidad eminente, sin implicar necesariamente autoridad sobre una comunidad religiosa1. Sin embargo, al extenderse al Occidente, el término abad llegó a designar al superior de una abadía o monasterio1.
Tabla de contenido
Origen Histórico
Las comunidades monásticas surgieron en Egipto a principios del siglo IV1. San Antonio estableció la vida eremítica alrededor del año 305 d.C., organizando a los ermitaños que se congregaban a su alrededor en la Tebaida1. Casi al mismo tiempo, San Pacomio fundó el monacato cenobítico o conventual en Tabennæ1. Ambos sistemas se difundieron rápidamente por Palestina, Siria, Mesopotamia y Asia Menor, llegando a Europa a mediados del siglo IV1.
Fue San Benito de Nursia, a principios del siglo VI, quien dio al monacato occidental su forma y constitución definitivas con su Regla, escrita alrededor del año 5291. En esta Regla, San Benito estableció la posición del abad como superior del monasterio, fijando el uso del título en Occidente1. Con el tiempo, el derecho de los monjes a elegir a su propio abad fue ampliamente reconocido y confirmado por los cánones de la Iglesia1.
Durante la Edad Media, el creciente poder y riqueza de los monasterios llevaron a la intromisión de reyes y príncipes en la elección de abades, lo que resultó en numerosos problemas y desórdenes en la disciplina monástica1. El Concilio de Trento finalmente restauró los derechos del claustro1.
Naturaleza del Oficio
La concepción de San Benito de una comunidad monástica era la de una familia espiritual, con el abad como su padre y el monasterio como su hogar permanente1. Por lo tanto, el abad es responsable del gobierno y dirección de aquellos bajo su cuidado, y su liderazgo debe caracterizarse por una solicitud paternal1.
San Benito enfatiza que un abad digno debe recordar su título y que «en el monasterio se le considera representante de la persona de Cristo, ya que es llamado por Su nombre» (Regla de San Benito, ii)1. El sistema monástico benedictino se basa en la supremacía del abad, y aunque la Regla proporciona principios de gobierno y exige consultar a otros en asuntos difíciles, los monjes deben obedecer sin cuestionar las decisiones del superior1. Esta obediencia, sin embargo, no se extiende a la comisión de actos inmorales1. La obediencia al abad se considera obediencia a Dios mismo, y el respeto que recibe es por amor a Cristo, a quien representa como padre en la comunidad1.
El abad ejerce un gobierno supremo en la casa religiosa, aunque siempre dentro de los preceptos del Señor1. Nombra y puede destituir a todos los oficiales que le asisten en el gobierno1. Por su oficio, el abad administra los bienes temporales de la comunidad, supervisa el mantenimiento de la disciplina monástica, asegura el cumplimiento de la Regla, castiga y, si es necesario, excomulga a los refractarios1. También preside el coro durante el rezo del Oficio y el Servicio Divino, y otorga bendiciones1. En resumen, el abad une en su persona los tres oficios de padre, maestro y gobernante, asegurando que todo se administre sabiamente en la Casa de Dios1.
Modo de Elección
Según la legislación actual, el abad es elegido de por vida por sufragio secreto de los miembros profesos in sacris de la comunidad1. Para ser elegible, debe cumplir con las calificaciones requeridas por los cánones de la Iglesia: ser sacerdote, miembro profeso de la orden, de nacimiento legítimo y tener al menos veinticinco años de edad1. La elección debe realizarse según lo establecido por el derecho común de la Iglesia y las constituciones de cada congregación1. En las congregaciones inglesas y americanas, el abad es elegido de por vida por una votación de dos tercios de los miembros profesos in sacris del capítulo1. Los propios abades eligen al abad presidente1.
Clases de Abades
Un abad canónicamente elegido y confirmado, que ejerce las funciones de su oficio, es un Abad Regular1. La dignidad de los abades regulares, que son prelados en el pleno sentido de la palabra, se clasifica en tres grados1:
Abades de Grado Inferior (Exención Pasiva)
Un abad que preside únicamente sobre las personas, tanto eclesiásticas como laicas, adscritas a su monasterio1. Su jurisdicción implica una exención pasiva de la autoridad del obispo diocesano1.
Abades de Grado Medio (Exención Activa)
Si la jurisdicción de un abad se extiende más allá de los límites de su abadía, abarcando a los habitantes (clérigos y laicos) de un distrito o territorio que forma parte integral de una diócesis episcopal, se le considera un prelado cuasi nullius dioecesis1. Su exención se denomina activa1. Los abades de este segundo grado, aunque con autoridad cuasi-episcopal e intra-territorial, no son considerados ordinarios ni pueden reclamar los derechos y privilegios de los obispos, salvo aquellos específicamente concedidos por la Santa Sede1.
Abades Vere Nullius Dioecesis (de ninguna diócesis)
Este es el tercer y más alto grado de dignidad1. Un abad posee esta jurisdicción cuando su autoridad se extiende sobre el clero y los laicos de un distrito o territorio (que puede incluir una o varias ciudades) que no forma parte de ninguna diócesis1. Exceptuando algunos derechos que requieren el ordo episcopalis, su autoridad es en todo igual a la de un obispo1. No existen abadías vere nullius en Estados Unidos o Inglaterra, pero ejemplos incluyen la archiabadía de Monte Cassino en Italia y la abadía de Einsiedeln en Suiza1. Todos los abades nullius están bajo la jurisdicción inmediata de la Santa Sede1. Dentro de su territorio, un abad nullius tiene, con pocas excepciones, los derechos y privilegios de un obispo y asume todas sus obligaciones1. Son preconizados por el Papa en un consistorio público, y su nombre se inserta en el canon de la Misa dentro de su territorio, al igual que el de un diocesano1.
Otros Títulos Abaciales
Archimandrita o Hegúmeno: Títulos dados a los superiores monásticos en la Iglesia Oriental1. El título de archimandrita se reservaba para los superiores de monasterios más antiguos o importantes después del período de Justiniano1.
Abad Presidente o Abad General: Cuando los monasterios con la misma observancia regular o las abadías de una misma provincia, distrito o país forman una congregación (una federación para promover el interés general de la orden), el abad que preside recibe este título1. Su autoridad se define en los estatutos de cada congregación1.
Abad Primado: En la confederación de la Orden Benedictina, todos los monjes negros de San Benito se unieron bajo la presidencia de un Abad Primado (León XIII, Summum semper, 1893)1. Este cargo está adscrito a la Abadía y Colegio Internacional Benedictino de San Anselmo en Roma1. El Primado tiene precedencia sobre todos los demás abades y está facultado para pronunciarse sobre asuntos disciplinarios dudosos, resolver conflictos entre monasterios, realizar visitas canónicas si es necesario y supervisar la observancia regular de la disciplina monástica1.
Abad General (Cistercienses Reformados): Los Cistercienses de la Estricta Observancia (Trapenses) están bajo la autoridad de un Abad General, quien tiene plena autoridad para decidir sobre asuntos y dificultades actuales1.
Archabbot: Título honorífico concedido a los superiores de ciertos monasterios debido a su antigüedad o preeminencia, como Monte Cassino1.
Derechos y Privilegios
Los abades, como prelados, ocupan un rango inmediatamente después de los obispos, precedidos únicamente por los protonotarii participantes y el vicario general en su diócesis1.
Insignias Pontificales
El uso de insignias pontificales — mitra, báculo, cruz pectoral, anillo, guantes y sandalias — es uno de los privilegios más antiguos de los abades1. Aunque no se sabe con certeza cuándo se concedió por primera vez, la abadía de Bobbio en Italia ya las habría obtenido en el año 6431.
Los derechos de los abades a las pontificalia están regulados por el Decreto del Papa Alejandro VII (1659), que limita los días en que un abad puede pontificar a tres al año1. Además, se prohíbe el uso de la séptima vela en la Misa pontifical solemne1. La mitra del abad debe ser de material menos costoso que la de un obispo, y el báculo pastoral debe usarse con un velo blanco colgante1. El abad no tiene un trono permanente en su iglesia monástica, pero se le permite usar un trono móvil con dos escalones y un dosel simple solo cuando celebra pontificalmente1. También tiene el privilegio de usar mitra y báculo cuando las funciones rituales lo requieran1. Como distinción especial, algunos abades pueden usar la cappa magna, y todos los abades nullius pueden vestir birreta y solideo violeta1.
Ordenaciones y Cartas Dimisorias
Desde el Segundo Concilio de Nicea (787), a los abades (siempre que fueran sacerdotes y hubieran recibido la solemne bendición) se les permitió dar la tonsura y avanzar a sus monjes al orden de lector1. Este privilegio se extendió gradualmente para incluir todas las órdenes menores1. Sin embargo, el Concilio de Trento decretó que los abades solo pueden conferir la tonsura y las órdenes menores a sus súbditos regulares, y no pueden conceder cartas dimisorias a clérigos seculares para ser ordenados por otros1. Los abades vere nullius, aunque ejercen jurisdicción episcopal en su territorio, no pueden conferir órdenes menores a sus súbditos seculares sin un privilegio especial1.
Otras Facultades
Los abades pueden conceder cartas dimisorias a sus súbditos regulares, autorizándolos y recomendándolos para la ordenación1. Tienen el privilegio de dedicar su iglesia abacial y el cementerio del monasterio, y están autorizados a reconciliarlos en caso de profanación1. También pueden bendecir vestimentas eclesiásticas, linos de altar, copones, custodias, etc., para sus propios súbditos, y consagrar altares y cálices para sus propias iglesias1.
Abades en la Actualidad
La Orden Benedictina, que incluye diversas congregaciones como la Cassinese, la Inglesa, la Americano-Cassinese y la Americano-Suiza, cuenta con abades presidentes o generales1. Otras ramas del monacato, como los Camaldulenses, Vallombrosanos, Silvestrinos y Olivetanos, también tienen abades1. La abadía de Monte Oliveto Maggiore, de los Olivetanos, es una abadía nullius dioecesis1. Algunas casas de Canónigos Regulares, Antonianos, Benedictinos Armenios y Basilianos también están bajo la dirección de abades1.
En los Estados Unidos, existen varios abades mitrados, incluyendo los de la Archicofradía de San Vicente en Beatty, Pensilvania; la Abadía de San Juan en Collegeville, Minnesota; y la Abadía de San Benito en Atchison, Kansas, entre otros1. Los Cistercienses de la Estricta Observancia (Trapenses) tienen treinta y ocho abades, con presencia en Francia, Bélgica, Italia, Estados Unidos, Austria, Irlanda, Canadá, China, Inglaterra, Alemania, Holanda y España, y también cuentan con dos abades nullius dioecesis1.
Conclusión
El abad, como «padre» de su comunidad monástica, desempeña un papel central en la vida religiosa católica, especialmente dentro de la tradición benedictina1. Su oficio combina la autoridad espiritual y administrativa, con la responsabilidad de guiar a los monjes en la observancia de la Regla y la búsqueda de la santidad1. A lo largo de la historia, la figura del abad ha evolucionado, pero su esencia como representante de Cristo en el monasterio y garante de la disciplina monástica permanece fundamental1.
Citas
Abad, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Abad. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34 ↩35 ↩36 ↩37 ↩38 ↩39 ↩40 ↩41 ↩42 ↩43 ↩44 ↩45 ↩46 ↩47 ↩48 ↩49 ↩50 ↩51 ↩52 ↩53 ↩54 ↩55 ↩56 ↩57 ↩58 ↩59 ↩60 ↩61 ↩62 ↩63 ↩64 ↩65 ↩66 ↩67 ↩68 ↩69 ↩70 ↩71 ↩72 ↩73 ↩74 ↩75 ↩76