Ad Apostolorum Principis
Ad Apostolorum Principis es una encíclica importante promulgada por el Papa Pío XII el 29 de junio de 1958. Su nombre se traduce como «Sobre el Príncipe de los Apóstoles». Esta encíclica abordó la difícil situación de la Iglesia Católica en China, particularmente las acciones del gobierno comunista chino que buscaban establecer una iglesia nacional independiente del control papal. El documento condenó enérgicamente la persecución de los católicos, la expulsión de misioneros, el encarcelamiento de clérigos y la creación de la «Asociación Patriótica», que el Papa Pío XII consideró un intento de subvertir la fe católica y promover el materialismo ateo. La encíclica reafirmó la autoridad universal del Romano Pontífice y la unidad esencial de la Iglesia, destacando que la jurisdicción de los obispos proviene del sucesor de Pedro y no de ninguna autoridad civil o asociación patriótica. También advirtió contra las consagraciones episcopales realizadas sin el mandato apostólico de la Santa Sede, declarándolas ilícitas y cismáticas.
Tabla de contenido
Contexto Histórico
La publicación de Ad Apostolorum Principis tuvo lugar en un período de intensa persecución contra la Iglesia Católica en China. Después del establecimiento de la República Popular China en 1949, el gobierno comunista adoptó políticas que buscaban controlar todas las instituciones religiosas, incluyendo la Iglesia Católica1. Ya en 1952, el Papa Pío XII había expresado su profunda preocupación por la situación en China en su encíclica Cupimus imprimis, donde denunció los ataques injustos contra la Iglesia y afirmó que los misioneros no promovían intereses nacionales sino la difusión del Reino de Dios2,3. Dos años después, en Ad Sinarum gentem (1954), refutó las acusaciones contra los católicos chinos y advirtió contra la doctrina de las «tres autonomías» tal como la entendían sus autores, por considerar que atentaba contra la unidad esencial de la Iglesia4.
Para 1958, la situación se había deteriorado aún más5. El gobierno chino había intensificado sus esfuerzos para crear una iglesia «patriótica» que estuviera libre de la influencia extranjera y, en particular, de la autoridad de la Santa Sede6. Esta campaña implicó la expulsión de misioneros, el encarcelamiento de obispos, sacerdotes, religiosos y muchos fieles1,2. Se creó una asociación, denominada «patriótica», bajo una apariencia de amor a la religión y al país, con el objetivo de fomentar sentimientos patrióticos, promover la paz internacional, aceptar y difundir el socialismo introducido en China, y cooperar con las autoridades civiles en la defensa de lo que ellos llamaban libertad política y religiosa7. Sin embargo, el Papa Pío XII dejó claro que esta asociación era un intento de implementar políticas «ruinosas»7 y hacer que los católicos abrazaran gradualmente los principios del materialismo ateo, negando a Dios y rechazando los principios religiosos8.
La Condena de la «Asociación Patriótica»
En Ad Apostolorum Principis, el Papa Pío XII condenó enérgicamente la llamada «Asociación Patriótica» establecida en China6. Aunque la asociación se presentaba como un medio para unir al clero y a los fieles en el amor a su religión y a su patria, el Papa la identificó como un instrumento para ejecutar políticas perjudiciales7. Sostuvo que, bajo el disfraz de patriotismo, la asociación buscaba socavar los principios de la fe católica, promoviendo el materialismo ateo y rechazando los principios religiosos9,8. Además, la encíclica denunció cómo la asociación difundía rumores falsos y acusaciones contra el clero, los obispos e incluso la Santa Sede, afirmando que conspiraban contra la nación china o explotaban al pueblo10.
La encíclica enfatizó que la Iglesia Católica no busca ventajas terrenales ni promueve intereses de ninguna nación, sino que, con caridad maternal, abraza a todos los pueblos y busca la difusión del Reino de Dios3. Por lo tanto, cualquier intento de vincular la fe católica con una agenda política específica o de presentar a la Iglesia como hostil a una nación era inherentemente falso2,10.
La Autoridad del Romano Pontífice y la Unidad de la Iglesia
Un punto central de Ad Apostolorum Principis es la reafirmación de la autoridad universal del Romano Pontífice como sucesor de San Pedro1,6. El Papa Pío XII recordó la definición solemne del Concilio Vaticano I, que establece que «la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice tienen la primacía sobre todo el mundo, y el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro y continúa siendo el verdadero Vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia, padre y maestro de todos los cristianos, y a él, en el bienaventurado Pedro, nuestro Señor Jesucristo le confirió el pleno poder de apacentar, regir y gobernar la Iglesia Universal»6.
La encíclica subrayó que la disciplina establecida por la Santa Sede es válida para toda la Iglesia, no solo para China, y que esta disciplina se basa en el poder universal y supremo que el Señor otorgó a los sucesores de San Pedro para cuidar, regir y gobernar1. En este sentido, la encíclica criticó a aquellos que, aunque profesaban obediencia al Romano Pontífice en materia de fe, se negaban a obedecer las prescripciones de la Santa Sede, argumentando falsamente que estas se referían a asuntos políticos o que provenían de una conspiración secreta contra su nación11.
La encíclica también insistió en que la potestad de jurisdicción que reciben los obispos no proviene directamente de un derecho divino sin la mediación del Papa, sino que les llega a través del sucesor de Pedro12. Esto implica que no solo los fieles, sino también todos los obispos, deben estar constantemente sujetos y adheridos al Romano Pontífice, tanto por reverencia de obediencia como por el vínculo de unidad12.
Las Consagraciones Episcopales Ilícitas
Uno de los aspectos más críticos de Ad Apostolorum Principis fue su condena de las consagraciones episcopales realizadas sin el mandato apostólico de la Santa Sede. El gobierno chino, a través de la «Asociación Patriótica», comenzó a seleccionar y consagrar obispos sin la aprobación papal, con el fin de establecer una jerarquía eclesiástica controlada por el estado. El Papa Pío XII declaró que estas consagraciones eran ilícitas y constituían un acto cismático.
La encíclica explicó que la Santa Sede no había podido obtener los datos necesarios sobre candidatos cualificados para el episcopado en China debido a la imposibilidad de comunicarse libre y seguramente con las diócesis del país13. Por lo tanto, cualquier sugerencia de que la Santa Sede era culpable de estos «terribles y trágicos acontecimientos» era completamente falsa, ya que eran el resultado deliberado de los perseguidores de la Iglesia13.
Conclusión
Ad Apostolorum Principis es un documento fundamental en la historia de las relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno comunista chino. En ella, el Papa Pío XII defendió firmemente la independencia de la Iglesia y la primacía del Sucesor de Pedro frente a los intentos de control estatal6. La encíclica sirvió como una condena inequívoca de la persecución religiosa en China y como una reafirmación de los principios de la eclesiología católica, especialmente la unidad de la Iglesia bajo la autoridad del Romano Pontífice4,12. Aunque el documento se publicó en un contexto específico, sus enseñanzas sobre la autoridad papal y la independencia de la Iglesia del poder secular siguen siendo relevantes para comprender la posición de la Santa Sede en situaciones similares de tensión y persecución.
Citas
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 44 (1958). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 5 (1958). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 6 (1958). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 7 (1958). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 8 (1958). ↩
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 45 (1958). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 10 (1958). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 11 (1958). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis (1958). ↩
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 12 (1958). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 35 (1958). ↩
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 40 (1958). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Ad Apostolorum principis, § 52 (1958). ↩ ↩2