Adopcionismo
El adopcionismo es una herejía cristológica que surgió en la Iglesia primitiva y se manifestó principalmente en el siglo VIII, afirmando que Jesucristo, en su naturaleza humana, era solo el Hijo adoptivo de Dios, en contraste con su filiación divina eterna y natural. Esta doctrina, considerada un error grave por la tradición católica, implica una separación entre la divinidad y la humanidad de Cristo, similar al nestorianismo, y fue condenada por varios concilios y papas. A lo largo de la historia, variantes como el neo-adopcionismo de Abelardo y reflexiones teológicas posteriores han intentado matizarla, pero la Iglesia Católica mantiene firmemente que Cristo es el Hijo natural de Dios en su persona única, uniendo ambas naturalezas en la unión hipostática. Este artículo explora sus orígenes, desarrollo, condenas y la posición doctrinal católica.
Tabla de contenido
Definición y características generales
El adopcionismo, en su sentido amplio, representa una teoría teológica que cuestiona la unidad de la persona de Cristo al postular una doble filiación: una natural y eterna por su divinidad, y otra adoptiva y temporal por su humanidad. Según esta visión errónea, el hombre Jesús sería elevado a la condición de Hijo de Dios no por naturaleza, sino por gracia o adopción, lo que socava la doctrina de la Encarnación. La Iglesia Católica rechaza esta idea porque, como enseña el Concilio de Calcedonia, Cristo es una sola persona en dos naturalezas, divina y humana, sin confusión ni separación.1
Esta herejía no es unívoca; sus formas varían según el contexto histórico. En esencia, el adopcionismo implica que la humanidad de Cristo no participa de la filiación divina de manera intrínseca, sino extrínseca, lo que podría llevar a una comprensión dualista de su ser. Teólogos católicos como santo Tomás de Aquino han aclarado que la filiación pertenece a la persona, no a la naturaleza, por lo que la Encarnación no altera la sonship eterna del Verbo.1
Orígenes en el siglo VIII: Elipando y Félix
Contexto histórico
El adopcionismo clásico surgió a finales del siglo VIII en la península ibérica, en un período marcado por la dominación musulmana en gran parte de Hispania. Elipando de Toledo, arzobispo de la sede toledana bajo dominio islámico, y Félix de Urgel, obispo en territorio franco, fueron sus principales promotores. El origen de esta doctrina, conocida como el «error hispánico», es oscuro, pero se vincula a influencias nestorianas provenientes de colonias orientales refugiadas en España, así como al impacto del islam, que enfatizaba la estricta unidad de Dios y podía haber influido en interpretaciones cristológicas.1
Elipando desarrolló su pensamiento al refutar las ideas de un tal Migetio, quien negaba la preexistencia eterna del Hijo. Para contrarrestar esto, Elipando separó radicalmente la divinidad y la humanidad de Cristo, llamando al «hombre Cristo» solo Hijo adoptivo. Félix se unió más tarde, aportando argumentos eruditos, lo que dio origen a la «herejía feliciana». Esta enseñanza se extendió temporalmente por España y sur de Francia, favorecida por la debilidad del control eclesial romano en la región.1
Argumentos de los adopcionistas
Los defensores del adopcionismo citaban pasajes bíblicos como Juan 14:28 («El Padre es mayor que yo») o Romanos 8:29, interpretándolos como referidos a la adopción humana de Cristo, no a su filiación eterna. Félix apelaba también a expresiones patrísticas como adoptio o homo adoptivus en la liturgia mozárabe y en Padres griegos (huios thetos), sugiriendo que se aplicaban a la humanidad de Jesús.1 Dialécticamente, argumentaban que el «Hijo natural de Dios» no podía predicarse del hombre Jesús, nacido temporalmente, inferior al Padre y relacionado con la Trinidad entera, no solo con el Padre.1
Sin embargo, estos argumentos fueron refutados por la tradición católica. Las Escrituras atribuyen al «hombre Cristo» todos los predicados del Hijo eterno (por ejemplo, Juan 1:18; 3:16), y las expresiones de los Padres se refieren a la humanidad asumida por el Verbo, no a la persona de Cristo.1 Además, Romanos 8:29 alude a nuestra adopción, no a la de Jesús, quien nunca es llamado «Hijo adoptivo» en la Biblia.1
Condena eclesial
La Iglesia respondió con rapidez y firmeza. En 785, el papa Adriano I, en su epístola Institutio universalis a los obispos españoles, condenó la doctrina como blasfema, comparándola con el nestorianismo y afirmando que ningún hereje previo había osado llamar al Hijo de Dios «adoptado».2 El papa Hadrian también escribió a Carlomagno en 794, reiterando la filiación natural de Cristo.1
El Concilio de Fráncfort (794), convocado por Carlomagno pero presidido por legados romanos, declaró herética la adopción en el Hijo de Dios, exigiendo su erradicación total de la Iglesia. Los obispos franceses, en su epístola sinodal a los españoles, rechazaron las tesis de Elipando y Félix, subrayando que Cristo es Hijo por naturaleza, no por adopción.3,4 Figuras como Alcuino de York, en sus tratados Contra Elipandum Toletanum y Contra Felicem Urgellensem, defendieron la ortodoxia, equiparando el adopcionismo al nestorianismo por dividir a Cristo en dos hijos y, por ende, en dos personas.1
Elipando murió en su error, mientras Félix recantó varias veces, aunque con dudas. Misioneros como san Benito de Aniane y el propio Alcuino extinguieron la herejía hacia el año 800, convirtiendo a miles.1 En el Concilio de Nicea II (787), aunque enfocado en los iconoclas tas, el papa Adriano condenó nuevamente las ideas adopcionistas en su epístola Si tamen licet, negando que la Iglesia haya creído jamás en la adopción de Cristo según la carne.5
Variantes posteriores: Neo-adopcionismo y reflexiones teológicas
El neo-adopcionismo de Abelardo
En el siglo XII, el adopcionismo resurgió en forma neoadopcionista con Pedro Abelardo, filósofo francés. Sus errores cristológicos derivaban de una interpretación errónea de la unión hipostática, viendo la humanidad de Cristo como un mero hábito o instrumento externo del Verbo, negando su realidad sustancial como hombre.1 Abelardo cuestionaba expresiones como «Cristo es Dios» o «Cristo es hombre», lo que implicaba que el hombre Jesús no era verdadero Hijo de Dios, sino adoptivo.
Sus discípulos, como Luitolfo en Roma y Folmar en Alemania, radicalizaron la idea, afirmando que Cristo como hombre es hijo natural del hombre y adoptivo de Dios, negando incluso su adoración.1 El papa Alejandro III condenó estos principios en 1177, prohibiendo bajo anatema afirmar que Cristo como hombre no es una realidad sustancial.1 Esta variante no se vincula directamente al adopcionismo hispánico, sino a problemas en la comprensión de la unión de naturalezas.
Formas calificadas en teólogos medievales y modernos
Desde el siglo XIV, teólogos como Duns Scotus (1300), Durandus de San Porciano (1320), Vázquez (1604) y Francisco Suárez (1617) analizaron las fórmulas de «Hijo natural» y «Hijo adoptivo». Aceptando la doctrina de Fráncfort, afirmaron que Jesús como hombre es Hijo natural por la unión hipostática, pero postularon una segunda filiación por la gracia de unión (gratia unionis), análoga a nuestra adopción sobrenatural.1
Algunos la llamaron «adoptiva» por similitud, otros «natural» para evitar implicar extrañeza a Dios. Estas teorías no contradicen dogmas definidos, pero la Iglesia advierte del riesgo de multiplicar filiaciones y, por tanto, personas en Cristo, ya que la filiación es atributo personal.1 El error común radica en equiparar la gracia de unión en Cristo con la gracia habitual en nosotros, ignorando que a Él se le dice «Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado» (Hebreos 1:5), mientras que a nosotros «Estabais lejos» (Efesios 2:13).1
En la teología católica, la adopción se aplica a los fieles por gracia santificante, haciendo de Dios nuestro Padre (Romanos 8:15), pero nunca a Cristo, cuya filiación es eterna y única.6
Posición de la Iglesia Católica
La doctrina católica, fiel al depósito de la fe, enseña que Cristo es el unigénito Hijo de Dios por naturaleza, desde la eternidad, y que en la Encarnación su humanidad es asumida por la segunda persona de la Trinidad sin menoscabo de su divinidad.1 El Catecismo de la Iglesia Católica, aunque no menciona explícitamente el adopcionismo, reafirma la unión hipostática y la filiación divina en secciones sobre la Encarnación (nn. 464-469).
La condena del adopcionismo subraya la integridad de la fe cristológica: negar la filiación natural de Cristo como hombre equivale a nestorianismo, dividiendo su persona.1 Concilios como el de Fráncfort y epístolas papales establecen que la Iglesia nunca ha creído en una adopción que excluya la naturaleza filial.3,2,5 Esta enseñanza protege la redención: solo el Hijo verdadero puede reconciliarnos plenamente con el Padre.
Legado e influencias
El adopcionismo, aunque efímero, ilustra los desafíos de la cristología en contextos periféricos y culturales mixtos. Su resurgimiento en formas matizadas alerta sobre los peligros de interpretaciones dialécticas que fragmentan la unidad de Cristo. En la apologética católica moderna, sirve para contrastar la ortodoxia con herejías que diluyen la divinidad de Jesús, reforzando la fe en la Trinidad y la Encarnación.
En resumen, el adopcionismo representa un error doctrinal superado por la magisterial católica, que afirma la filiación única y natural de Cristo, base de nuestra salvación y adopción filial por gracia.
Citas
Adopcionismo, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Adopcionismo. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19
Los errores de los adopcionistas - De la epístola «institutio universalis» a los obispos de España, en el año 785, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 595. ↩ ↩2
Concilio de Frankfurt 794 - Cristo, el hijo natural, no adoptado, de Dios - De la epístola sinodal de los obispos de Francia a los españoles, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 615. ↩ ↩2
Concilio de Frankfurt 794 - Cristo, el hijo natural, no adoptado, de Dios - De la epístola sinodal de los obispos de Francia a los españoles, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 612. ↩
Concilio de Nicea II 787 - Ecuménico VII (contra los iconoclastas) - Los errores de los adopcionistas - De la epístola de Adriano «si tamen licet» a los obispos de Galia y de España, 793, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 610 (1854). ↩ ↩2
Adopción sobrenatural, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Adopción Sobrenatural. ↩
