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Agustinos

Los Agustinos son una orden religiosa católica que ha dejado una profunda huella en la Iglesia y en la cultura occidental. Fundada en el siglo XIII, la orden combina varias sociedades monásticas bajo la Regla de San Agustín, una guía espiritual inspirada en la vida comunitaria de San Agustín de Hipona y sus escritos. Conocidos oficialmente como los Eremitas de San Agustín, se distinguen por su dedicación a la enseñanza, el estudio científico, el cuidado pastoral y las misiones. La espiritualidad agustiniana se caracteriza por la búsqueda de la interioridad, la caridad fraterna y un profundo amor por la Iglesia, y ha producido numerosos santos, pensadores y pastores de gran relevancia.

Tabla de contenido

Origen y Fundación

La orden de los Agustinos tiene sus raíces en la vida comunitaria iniciada por San Agustín de Hipona (354-430)1. San Agustín vivió en comunidad, primero con amigos y luego con su clero, promoviendo una vida monástica donde la propiedad privada estaba prohibida, aunque los votos no eran estrictamente obligatorios en un inicio1. Las instrucciones para esta forma de vida se encontraban en varios de sus escritos, especialmente en De opere monachorum y en sus cartas, que más tarde se conocieron como la Regla de San Agustín1.

Esta regla fue adoptada por diversos grupos monásticos y hermandades, particularmente en Italia, a partir del siglo XI. En 1059, un sínodo en Letrán decretó que los canónigos que desearan vivir una vida apostólica común debían adoptar la Regla de San Agustín, lo que dio origen a los Canónigos Regulares de San Agustín1.

Sin embargo, la orden que hoy conocemos como los Eremitas de San Agustín se consolidó en el siglo XIII. En ese periodo, varias sociedades monásticas se unieron bajo esta denominación, aunque conservando algunas particularidades en su vida y vestimenta. Esta unificación fue crucial para el establecimiento de la orden tal como existe en la actualidad1.

Estructura y Gobierno

La Orden de San Agustín está organizada jerárquicamente. A la cabeza se encuentra el Prior General, quien es asistido por cuatro colaboradores y un secretario, todos elegidos por el Capítulo General1. Esta estructura se conoce como la Curia Generalitia1.

Cada provincia de la orden es gobernada por un provincial, mientras que los comisariados están a cargo de un comisario general1. Las dos congregaciones de la orden son dirigidas por un vicario general, y cada monasterio tiene un prior1. Los miembros se dividen en sacerdotes y hermanos legos1.

Al igual que la mayoría de las órdenes religiosas, los Agustinos cuentan con un cardenal protector1. Desde finales del siglo XIII, el sacristán del palacio papal ha sido siempre un Agustino, un privilegio ratificado por el Papa Alejandro VI y concedido a la orden de forma perpetua en 14971. Este oficio implica la custodia de una Hostia consagrada para el Papa y la administración de los últimos sacramentos en caso de enfermedad del Pontífice, además de celebrar la Misa y administrar los sacramentos durante un cónclave1.

Hábito y Ramas

El hábito coral y de calle de los monjes Agustinos es de lana negra, con mangas largas y anchas, un cinto de cuero negro y una capucha puntiaguda que llega hasta el cinto1. El hábito de interior consiste en un hábito negro con escapulario. Antiguamente, en algunos monasterios, el blanco era el color del hábito de casa y también se usaba en público, en lugares donde no había Dominicos1. Zapatos y un sombrero negro completan el atuendo1.

Dentro de la orden, existen los Agustinos Descalzos, quienes tienen constituciones propias que difieren de las de otros Agustinos1. Sus ayunos son más estrictos y sus ejercicios ascéticos más rigurosos. Utilizan sandalias en lugar de zapatos (por lo que no son estrictamente «descalzos») y no suelen cantar Misas solemnes1. Practican un estricto silencio y mantienen casas de recolección en lugares apartados en cada provincia, donde los monjes que buscan una mayor perfección pueden retirarse para practicar una penitencia severa, viviendo solo de agua, pan, frutas, aceite de oliva y vino, como una reminiscencia de la vida eremítica1.

Espiritualidad Agustiniana

La espiritualidad agustiniana es profunda y se centra en la búsqueda de Dios a través de la interioridad2,3,4. San Agustín, con su profundo conocimiento del corazón humano, entendía que en la inquietud de la persona reside Dios mismo, la «belleza tan antigua y tan nueva» (Confesiones 10,27,38)2. Los Agustinos son considerados «maestros de la interioridad» al servicio de quienes buscan a Cristo, recordándonos que no se puede alcanzar a Dios por un camino superficial, sino a través de un viaje hacia el propio centro de gravedad interior2.

Este camino requiere una inmersión en uno mismo, liberándose de las condiciones del mundo exterior y escuchando atentamente la voz de la conciencia2. La Regla Agustiniana, según el Papa Juan Pablo II, «todo se centra en Cristo, todo se articula en torno a Cristo, el sublime Maestro interior»5. Esto implica una constante dedicación a comprender y practicar el Evangelio, viviendo una caridad fraterna genuina y generosa en comunidad5.

Entre las devociones particulares fomentadas por la orden, destacan:

Obras de San Agustín y su Influencia Doctrinal

San Agustín es reconocido como un genio filosófico y teológico de primer orden, cuya influencia ha sido fundamental en el pensamiento occidental6,7. Sus obras son numerosas y abarcan una vasta gama de temas teológicos y filosóficos8,9.

Entre sus escritos más destacados se encuentran:

San Agustín también fue un incansable polemista, defendiendo la fe católica contra diversas herejías de su tiempo, como el Maniqueísmo, el Donatismo, el Pelagianismo y el Semipelagianismo7,9. Sus escritos en estas controversias, como De peccatorum meritis et remissione y De Baptismo contra Donatistas, son pilares de la teología cristiana9.

El Papa Pablo VI destacó que «todos los torrentes del pensamiento del pasado se encuentran en sus obras y forman la fuente que provee a toda la tradición doctrinal de las edades sucesivas»7. Los Agustinos, con su valioso patrimonio doctrinal y el Instituto Patrístico Augustinianum, continúan ejerciendo un importante apostolado intelectual y cultural2.

Santos y Misioneros Agustinos

La orden agustiniana ha producido una «larga lista de santos y místicos», así como pensadores y pastores de gran envergadura11. Algunos de los santos más conocidos son:

Los Agustinos también han tenido un papel honorable en la historia de las misiones extranjeras1. Ya antes de mediados del siglo XIV, el Padre Nikolaus Teschel y otros hermanos predicaron el Evangelio en África1. La orden sigue participando activamente en la evangelización, las misiones y el cuidado de las almas en cuarenta naciones11,1.

Actualidad y Desafíos

En la actualidad, la Orden Agustiniana continúa su labor en la Iglesia, con alrededor de 3400 hermanos, de los cuales 2570 son sacerdotes, distribuidos en diversas naciones11. Los Capítulos Generales de la orden son momentos de gran importancia para la renovación espiritual y la consideración de cuestiones que afectan la vida de la orden13.

Los Agustinos son invitados a profundizar su adhesión a la Iglesia, evitando actitudes críticas o reformistas que puedan socavar las doctrinas tradicionales y las estructuras eclesiásticas14. Se les exhorta a ser «maestros de la interioridad» y a vivir su carisma plenamente, contribuyendo a los objetivos misioneros de la Iglesia a través de la Nueva Evangelización2,5.

La herencia de San Agustín, con su énfasis en la búsqueda de la verdad, el amor a Dios y al prójimo, y la vida en comunidad, sigue siendo una fuente de inspiración vital para la orden y para toda la Iglesia2,5.

Conclusión

La Orden de San Agustín, inspirada en la rica vida y enseñanzas de su fundador, San Agustín de Hipona, es una fuerza vital en la Iglesia Católica. Desde su consolidación en el siglo XIII, los Agustinos han contribuido significativamente a la teología, la espiritualidad, la educación y las misiones. Su compromiso con la interioridad, la caridad fraterna y la fidelidad a la Iglesia sigue siendo un faro para los creyentes en el tercer milenio, ofreciendo un camino hacia un encuentro más profundo con Dios en el corazón humano.

Citas

  1. Eremitas de San Agustín, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Eremitas de San Agustín. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31

  2. A la Orden de San Agustín, Papa Juan Pablo II. A la Orden de San Agustín (7 de septiembre de 2001), § 3 (2001). 2 3 4 5 6 7

  3. Papa Juan Pablo II. Mensaje a las Hermanas Misioneras Agustinas (11 de octubre de 2001) - Discurso, § 2 (2001).

  4. Papa Juan Pablo II. Mensaje a las Hermanas Misioneras Agustinas (10 de octubre de 2001), § 2 (2001).

  5. Papa Juan Pablo II. Al Congreso de los Canónigos Regulares de San Agustín (6 de septiembre de 2001) - Discurso, § 3 (2001). 2 3 4

  6. Enseñanza de San Agustín de Hipona, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Enseñanza de San Agustín de Hipona.

  7. San Agustín de Hipona (1), Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 9 de enero de 2008: San Agustín de Hipona (1) (2008). 2 3

  8. Genadio de Marsella. Suplemento a De Viris Illustribus, §Capítulo 39 (480). 2

  9. Obras de San Agustín de Hipona, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Obras de San Agustín de Hipona. 2 3 4 5

  10. Concelebración Eucarística con los obispos italianos de Lombardía, los sacerdotes de la diócesis de Pavía y un grupo de padres agustinos, Papa Benedicto XVI. 22 de abril de 2007: Concelebración Eucarística con los Obispos Italianos de Lombardía, los Sacerdotes de la Diócesis de Pavía y un grupo de Padres Agustinos (2007).

  11. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de la Orden Agustiniana (25 de agosto de 1983) - Discurso (1983). 2 3

  12. A la Orden de San Agustín, Papa Juan Pablo II. A la Orden de San Agustín (7 de septiembre de 2001), § 4 (2001).

  13. Papa Pablo VI. A los participantes en el Capítulo General de la Orden de San Agustín (20 de septiembre de 1971) - Discurso (1971).

  14. Papa Pablo VI. Al Capítulo General de la Orden Agustiniana (30 de agosto de 1965) - Discurso, § 3 (1965).