Alianza
En la teología católica, la alianza (en hebreo berît) es un concepto fundamental que describe la relación que Dios establece con la humanidad, caracterizada por su don de amor y vida, y que exige fidelidad y obediencia. A lo largo de la historia de la salvación, Dios ha forjado una serie de alianzas con su pueblo, que culminan en la Nueva y Eterna Alianza establecida por Jesucristo. Estas alianzas son expresiones de la voluntad de Dios de reunir a la humanidad en una comunión de vida, caridad y verdad, y constituyen la preparación remota e inmediata para la Iglesia.
Tabla de contenido
La Naturaleza de la Alianza
La alianza es una realidad dinámica que se concreta en una serie de acuerdos a lo largo de la historia bíblica1. Más que un simple contrato o una alianza política, la alianza es un vínculo sagrado donde Dios compromete su palabra y su vida, lo que a su vez demanda amor y ternura por parte de la humanidad2. Este concepto central en las Escrituras es a la vez complejo de definir3.
En la erudición bíblica moderna, se ha observado que la comprensión de Israel de su relación de alianza con Dios tiene un trasfondo en los tratados o juramentos de lealtad del Antiguo Cercano Oriente3. Se identifican principalmente tres tipos de alianzas:
Alianza de parentesco: Unía a dos partes (generalmente iguales) bajo la sanción divina de un juramento o sacrificio, enfatizando la naturaleza mutua de la relación4.
Alianza de tratado: Un superior imponía obligaciones a un inferior. A menudo se sellaba con auto-maldiciones del partido inferior en caso de incumplimiento, destacando la servidumbre del inferior4.
Alianza de concesión: La iniciativa y las obligaciones residen principalmente en el superior, quien las ofrece libremente al inferior, generalmente en respuesta a la virtud o fidelidad de este último4.
Aun cuando el término berît implica principalmente la asunción de una obligación, no se puede abstraer de él la noción de relación. Las obligaciones asumidas casi siempre se dan en un contexto de mutualidad, aunque con una asimetría distintiva. La elección de Israel, por la cual se establece una relación especial, se expresa a menudo en términos de berît5.
Alianzas en el Antiguo Testamento
La revelación de la creación es inseparable de la forja de la alianza del Dios único con su pueblo. La creación se revela como el primer paso hacia esta alianza, el primer y universal testimonio del amor omnipotente de Dios6. Después de la caída de Adán y Eva, Dios les prometió la salvación y les ofreció su alianza7. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios estableció diversas alianzas que prepararon el camino para la venida de Cristo y la Iglesia.
La Alianza Noéica
Después del diluvio, Dios estableció una alianza con Noé y con toda criatura viviente8, prometiendo no volver a destruir la vida por un diluvio9. En esta alianza, Dios se compromete incondicionalmente sin imponer obligaciones a Noé o sus descendientes. Este compromiso incondicional de Dios hacia la creación es el fundamento de toda vida8. Esta alianza permanece en vigor mientras dure el mundo9.
La Alianza Abrahámica
Dios escogió a Abraham y estableció una alianza con él y sus descendientes, prometiendo que se convertiría en padre de un gran pueblo y que la tierra de Canaán sería su herencia10,11. Esta alianza, descrita como universal e incondicional, es fundamental para la dispensación cristológica1,5. La promesa divina en esta alianza no impone una obligación correspondiente a Abraham, aunque puede depender de su obediencia5,1.
La Alianza Mosaica (Sinaí)
La preparación inmediata para la reunión del Pueblo de Dios comienza con la elección de Israel. A través de Moisés, Dios reveló su ley a su pueblo y estableció la Alianza del Sinaí10. Esta alianza es una promesa de lealtad al Señor y exige la fidelidad del pueblo12. La revelación de los «diez mandamientos» (el Decálogo) se concede entre la propuesta y la conclusión de la alianza, después de que el pueblo se comprometiera a «hacer» y «obedecer» todo lo que el Señor había dicho13.
El Decálogo nunca se transmite sin antes recordar la alianza13. Los mandamientos de Dios adquieren su verdadero significado en y a través de esta alianza14. Sin embargo, los profetas acusaron a Israel de quebrantar la alianza15.
Algunos estudiosos distinguen entre la Alianza del Sinaí (Éxodo 24) y la Alianza Deuteronómica (Deuteronomio), identificando la primera como una alianza de parentesco y la segunda como una alianza de tratado4. La Alianza Deuteronómica, establecida en las llanuras de Moab, es referida como «otra alianza» y presenta diferencias significativas, como la ubicación de la ley (dentro o fuera del Arca)4.
La Alianza Davídica
La promesa hecha a David es una alianza de Dios sin una obligación correspondiente para el rey. Dios se compromete bajo juramento a una «alianza eterna» con David y su casa, prometiendo: «Yo seré un padre para él, y él será un hijo para mí»12,11. Esta promesa incondicional establece que si el sucesor de David peca, Dios lo castigará como un padre, pero no retirará su favor12. Aunque la dinastía davídica terminó, la promesa de su reino sin fin se cumplió en Cristo1.
La Nueva y Eterna Alianza en Cristo
Todas las alianzas del Antiguo Testamento fueron una preparación y una figura de la nueva y perfecta alianza que sería ratificada en Cristo16,17. Los profetas, al acusar a Israel de romper la alianza, anunciaron una nueva y eterna alianza15,18. Jeremías, en particular, predijo esta nueva alianza: «He aquí que vienen días, dice el Señor, en que haré una nueva alianza con la casa de Israel y con la casa de Judá… Pondré mi ley en sus entrañas, y la escribiré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo»17.
Cristo instituyó esta Nueva Alianza en su sangre15,17. Mediante esta alianza, Él congregó a un pueblo compuesto de judíos y gentiles, haciéndolos uno no según la carne sino en el Espíritu. Este es el nuevo Pueblo de Dios17. Aquellos que creen en Cristo, que renacen de una semilla imperecedera a través de la palabra del Dios vivo y del agua y el Espíritu Santo, son establecidos como «raza elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido»17.
La Iglesia, establecida por Cristo Jesús, es este nuevo pueblo de la alianza. La Iglesia en Cristo es como un sacramento o un signo e instrumento de una unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano19. Su ley es el nuevo mandamiento de amar como Cristo nos amó, y su fin es el Reino de Dios17.
La «Alianza Nunca Revocada»
La expresión «la alianza que Dios hizo con su pueblo Israel perdura y nunca es invalidada» ha sido incorporada al Catecismo de la Iglesia Católica (n. 121)1. Este concepto, pronunciado por primera vez por San Juan Pablo II en 1980, ha llegado a ser parte de la enseñanza actual de la Iglesia Católica1. Esto implica que la teoría de la sustitución, que afirmaba que la Iglesia sustituía a Israel, no es adecuada para describir la relación entre el judaísmo y el cristianismo1.
En realidad, el Antiguo Testamento presenta la alianza como una realidad dinámica concretada en una serie de alianzas, no solo en un singular «Antigua Alianza» en contraposición a la «Nueva Alianza»1. Las promesas divinas, como la hecha a Noé y a Abraham, son irrefragables11. La definitividad y universalidad de la alianza abrahámica no son abrogadas por la alianza mosaica, la cual, aunque limitada y condicionada al cumplimiento de la ley, tiene una función intermedia1. La Nueva Alianza, anunciada por los profetas, reemplaza a las alianzas anteriores, las cuales se agrupan bajo el título de la «primera alianza»1.
La Alianza en la Vida Cristiana
La alianza matrimonial es un ejemplo de cómo el concepto de alianza se extiende a la vida personal. La pareja casada forma una «íntima comunidad de vida y amor» establecida por el Creador, arraigada en la alianza conyugal, es decir, en su consentimiento personal irrevocable20. Esta alianza impone a los esposos la obligación de mantener su matrimonio indisoluble y su amor fiel21,20.
La economía de la salvación, a través de las alianzas, ha sido desarrollada para que los actos y la historia del pueblo elegido tengan una relación particular con Dios. Esta relación de alianza es una participación anticipada y continuada en la unión misteriosa del Verbo de Dios con la humanidad de Jesucristo, quien mismo es un hijo de la alianza3.
Citas
B4 - La «alianza nunca revocada», Papa Benedicto XVI. Gracia y vocación sin remordimientos: Comentarios sobre el Tratado De Iudaeis, §Communio: International Catholic Review, vol. 45, nº 1 (Primavera 2018) (2018). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
El misterio de la alianza, Papa Juan Pablo II. A los miembros de los «Foyers des Equipes Notre-Dame» (23 de septiembre de 1982) - Discurso, § 1 (1982). ↩
Parte II: La alianza, el concepto central, Francis Martin. Elección, Alianza y Ley, § 14. ↩ ↩2 ↩3
Brant Pitre, Christopher A. Franks, David B. Burrell, C.S.C. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 9, Nº 1), § 3. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Párrafo 4. El Creador, Catecismo de la Iglesia Católica, § 288 (1992). ↩
En breve, Catecismo de la Iglesia Católica, § 70 (1992). ↩
II. - Temas fundamentales en las escrituras judías y su recepción en la fe en Cristo - B. Temas fundamentales compartidos - 5. La alianza: A) en el Antiguo Testamento, Pontificia Comisión Bíblica. El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana (24 de mayo de 2001), § 37 (2001). ↩ ↩2
En breve, Catecismo de la Iglesia Católica, § 71 (1992). ↩ ↩2
En breve, Catecismo de la Iglesia Católica, § 72 (1992). ↩ ↩2
II. - Temas fundamentales en las escrituras judías y su recepción en la fe en Cristo - B. Temas fundamentales compartidos - 5. La alianza: A) en el Antiguo Testamento, Pontificia Comisión Bíblica. El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana (24 de mayo de 2001), § 38 (2001). ↩ ↩2 ↩3
Sección II: Los Diez Mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2060 (1992). ↩ ↩2
En breve, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2077 (1992). ↩
Párrafo 1. La Iglesia en el plan de Dios, Catecismo de la Iglesia Católica, § 762 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Párrafo 2. La Iglesia - Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 781 (1992). ↩
Capítulo II - Sobre el Pueblo de Dios, Concilio Vaticano II. Lumen Gentium, § 9 (1964). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Parte IV: La alianza nunca revocada y la Torá cristiana, Francis Martin. Elección, Alianza y Ley, § 29. ↩
Capítulo I - El misterio de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Lumen Gentium, § 1 (1964). ↩
III. El amor del esposo y la esposa, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2364 (1992). ↩ ↩2
En breve, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2397 (1992). ↩