Anunciar el Evangelio

Anunciar el Evangelio es la misión fundamental de la Iglesia Católica, inherente a su propia naturaleza y encomendada por Jesucristo a sus discípulos. Implica llevar la Buena Nueva de Jesucristo a todas las personas y culturas, transformando la humanidad desde dentro a través de su influencia salvífica. Esta misión exige una conversión personal de los evangelizadores, una sólida formación doctrinal y catequética, y una vida de testimonio cristiano que manifieste la caridad. La proclamación del Evangelio se realiza de diversas formas, incluyendo la predicación, la liturgia de la Palabra, la catequesis y la evangelización inculturada, siempre centrada en la persona de Cristo y en la edificación del Reino de Dios.
Tabla de contenido
El Mandato de Cristo y la Naturaleza Misionera de la Iglesia
Jesucristo, el primer y principal evangelizador, fue enviado por el Padre para anunciar una alegre noticia a los pobres1. Él mismo es la Buena Nueva1. Antes de ascender al cielo, Jesús encomendó a sus discípulos la misión de ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura, enseñando a todas las naciones y bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo2,3,4. Este mandato es perentorio y decisivo para la Iglesia5.
La Iglesia, enviada por Dios para ser «sacramento universal de salvación», es por naturaleza misionera5. Esta exigencia radical de su catolicidad la impulsa a anunciar el Evangelio a todos los hombres5. Por lo tanto, la Iglesia encuentra su identidad en evangelizar, y cada cristiano está personalmente llamado a esta tarea en virtud de su Bautismo, que lo inserta en Cristo6,7.
La Esencia de la Evangelización
Anunciar el Evangelio es, en primer lugar, proclamar a Jesucristo: su vida, su doctrina, sus valores y elecciones, su muerte y su Resurrección8. No hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, la enseñanza, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios9. Es la comunicación de que Jesús Cristo «por obra de Dios ha llegado a ser para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención» (1 Cor 1,30)2.
La evangelización implica llevar la Buena Nueva a todos los estratos de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro a la humanidad misma10. Busca hacer «hombres nuevos» y, por tanto, es un anuncio que se hace cargo de la totalidad doctrinal, sin descuentos ni olvidos11. Debe penetrar en lo más íntimo de la vida y la cultura, moldeando los sentimientos y orientando los comportamientos11,12.
Requisitos del Evangelizador
Para ser heraldos sinceros del mensaje evangélico, los evangelizadores deben:
Convertirse ellos mismos: Aspirar a que sus vidas se conformen más profundamente a la persona de Cristo, con sus criterios y actitudes10. Esto implica purificar el corazón de todo sincretismo religioso, materialismo práctico y espiritualismo desencarnado y descomprometido10.
Testimoniar la caridad cristiana: La opción o amor preferencial por los pobres es un signo para conocer el grado de evangelización de una comunidad10.
Poseer valentía, amor, respeto, prudencia y comprensión: Estas cualidades deben acompañar el anuncio5.
No predicarse a sí mismos: Los evangelizadores deben anunciar, con la palabra y con la vida, a Cristo y a Cristo crucificado, comunicando el Evangelio que es «potencia de Dios para la salvación de quien cree» (Rm 1,16)13.
Los sacerdotes, en particular, son evangelizadores que hacen presente a la Iglesia en el mundo para realizar la misión confiada por Cristo9. Su predicación debe ser siempre un testimonio de su encuentro personal con Cristo y de su dedicación total a difundir el Evangelio y edificar el Reino de Dios en la comunión eclesial14.
Formas de Anunciar el Evangelio
El anuncio del Evangelio se expresa y concreta de diversas maneras, según las circunstancias y las personas13.
La Predicación y la Liturgia de la Palabra
La predicación y la liturgia de la Palabra son tareas esenciales12. La fe depende de la predicación, y la predicación se realiza por la palabra de Cristo (Rm 10,17)2. Por ello, es necesario ir, hablar, predicar, enseñar y anunciar para que los hombres puedan creer e invocar2.
La lectura de la Sagrada Escritura es una parte integral de la liturgia cristiana15. En la liturgia, Dios habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra, anuncia el Evangelio16,15. La liturgia de la Palabra es un momento de suma importancia y debe ser cultivada con esmero16.
La proclamación del Evangelio constituye el culmen de la liturgia de la Palabra17,18,19,20. Este momento goza de una preeminencia especial en la celebración eucarística18. Para resaltar su importancia, se sugiere que, especialmente en las grandes fiestas litúrgicas, la proclamación del Evangelio se haga más solemne17. Se puede utilizar el Evangeliario, llevado en procesión durante los ritos iniciales y luego llevado al ambón por un diácono o sacerdote17,19. La lectura del Evangelio está reservada al ministro ordenado, no siendo permitido a un laico proclamarlo durante la Santa Misa20. Además, la proclamación del Evangelio puede realzarse con el canto, especialmente en ciertas solemnidades17,19.
Los textos del Leccionario, que presentan el misterio de Cristo, están organizados para favorecer la meditación21,19. En el Leccionario dominical, la lectura del Antiguo Testamento se elige a la luz del Evangelio, y el salmo responsorial se inspira en la lectura que lo precede22. La homilía, parte integrante de la liturgia, tiene como fin explicar la palabra de Dios anunciada a los fieles y adaptarla al sentido de la época actual16,15.
La Catequesis
La catequesis es una realidad amplia y omnicomprensiva en relación con la misión de enseñar confiada por Cristo a la Iglesia4. Es un «momento» fundamental en el proceso de evangelización7,23.
La catequesis busca dos objetivos principales: hacer madurar la fe inicial de los creyentes y llevarlos a un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y el mensaje de Jesucristo7,24. No es un primer anuncio del Evangelio que suscita la conversión, sino la explicitación sistemática de ese primer anuncio25,24. Educa a quienes se disponen a recibir el Bautismo o a ratificar sus compromisos, y los inicia en la vida de la Iglesia y en el testimonio concreto de la caridad25.
Los catequistas son figuras misioneras que, incluso trabajando en comunidades cristianas, vuelven siempre a las raíces de la fe, anunciando el Evangelio como si fuera la primera vez26. Los obispos son los «catequistas por excelencia» y deben prestar plena atención a esta misión7. Una catequesis sólida es necesaria para profundizar la amistad personal con Jesucristo y permitir dar razón de la esperanza que hay en los fieles12,27. Para ello, es útil una madura redescoberta de la palabra de Dios y un conocimiento profundo y sistemático de la enseñanza eclesial, como el presentado en el Catecismo de la Iglesia Católica11,25.
Evangelización y Cultura
La evangelización debe respetar y potenciar las culturas, permitiendo que el Evangelio penetre en ellas3. Es necesario encontrar la aplicación concreta del Evangelio en función de cada cultura y situación actual, especialmente en el contexto africano12.
Sin embargo, en regiones de antigua tradición cristiana, la fe puede reducirse a una superficialidad incapaz de incidir profundamente en la vida, llevando a una práctica religiosa poco iluminada que convive con actitudes escasamente evangélicas11. La evangelización debe combatir este fenómeno, haciendo que la fe y la vida caminen juntas11.
Conclusión
Anunciar el Evangelio es la razón de ser de la Iglesia, un imperativo misionero que toca a cada cristiano6. Es una tarea continua que exige no solo la proclamación explícita de la Palabra, sino también el testimonio de una vida cristiana auténtica, la dedicación a la catequesis y la inculturación del mensaje en los diversos contextos humanos12. La misión de evangelizar es un objetivo permanente para toda la Iglesia, un compromiso que ningún miembro puede considerar dispensado14,28. Es la vocación de llevar a todos los pueblos el misterio de Cristo, el Verbo de Dios hecho carne, para redimir al hombre y devolverlo a la amistad con el Padre24.
Citas
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 27 de abril de 1988, § 1 (1988). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A la I Conferencia Nacional sobre las misiones populares durante los años 80 (6 de febrero de 1981) - Discurso, § 1 (1981). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Encuentro con indígenas amazónicos (5 de febrero de 1985) - Discurso (1985). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 28 de junio de 1984: Encuentro con el Colegio Cardenalicio, los colaboradores de la Curia Romana y las diversas administraciones de la Santa Sede - Homilía (1984). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los peregrinos de diversas diócesis italianas (15 de octubre de 1983) - Discurso, § 2 (1983). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 14 de diciembre de 1989: Misa para los universitarios de Roma - Homilía, § 1 (1989). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A un grupo de obispos de Australia con ocasión de su visita ad Limina (2 de julio de 1983) - Discurso (1983). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 7 de mayo de 1990: Liturgia de la Palabra en Veracruz (México) - Homilía, § 6 (1990). ↩
Papa Juan Pablo II. Mensaje a los miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano reunidos para la XXVI Asamblea General (14 de septiembre de 1997) (1997). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 12 de mayo de 1988: Misa en el 450.º aniversario de la evangelización de Bolivia en Sucre - Homilía, § 8 (1988). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Encuentro con los sacerdotes y religiosos reunidos en la Catedral de Agrigento (9 de mayo de 1993) - Discurso, § 4 (1993). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. 5 de mayo de 1980: Viaje Apostólico a África, Brazzaville - Homilía, § 6 (1980). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. Al clero secular y religioso (27 de mayo de 1984) - Discurso, § 2 (1984). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los obispos de Bolivia con ocasión de su visita ad Limina (8 de noviembre de 1990) - Discurso (1990). ↩ ↩2
C. El uso de la Biblia - 1. En la liturgia, Pontificia Comisión Bíblica. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993). ↩ ↩2 ↩3
Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Instrucción Liturgicae instaurationes (5 de septiembre de 1970), § 2 (1970). ↩ ↩2 ↩3
Parte segunda: Verbum in Ecclesia - La liturgia, marco privilegiado de la palabra de Dios - Sugerencias y propuestas prácticas para promover una participación más plena en la liturgia - C) la proclamación solemne de la palabra de Dios, Papa Benedicto XVI. Verbum Domini, § 67 (2010). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Con ocasión de la presentación del Evangeliario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (15 de diciembre de 2000) - Discurso, § 2 (2000). ↩ ↩2
B4. Los momentos de la celebración - C) liturgia de la palabra, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guida per le Grandi Celebrazioni, § 25 (2014). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo III - La recta celebración de la Santa Misa - 3. Las otras partes de la Misa, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Instrucción Redemptionis Sacramentum (19 de marzo de 2004), § 63 (2004). ↩ ↩2
Parte segunda - Ars praedicandi - V. Los domingos del tiempo ordinario, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio Homilético (29 de junio de 2014), § 140 (2015). ↩
Parte primera - La homilía y el ámbito litúrgico - II. La interpretación de la palabra de Dios en la liturgia, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio Homilético (29 de junio de 2014), § 19 (2015). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 5 de diciembre de 1984, § 3 (1984). ↩
Papa Juan Pablo II. A los obispos europeos nombrados en los últimos cinco años (17 de septiembre de 1992) - Discurso, § 2 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A la Congregación para el Clero (29 de abril de 1993) - Discurso, § 3 (1993). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Congreso Nacional de Catequistas Italianos (25 de abril de 1988) - Discurso, § 2 (1988). ↩
Papa Juan Pablo II. 5 de mayo de 1980: Viaje Apostólico a África, Brazzaville - Homilía (1980). ↩
Papa Juan Pablo II. A los obispos de Argentina con ocasión de su visita ad Limina (23 de noviembre de 1989) - Discurso (1989). ↩