Apostolado misionero
El apostolado misionero en la Iglesia Católica se refiere a la labor de difundir el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones, en cumplimiento del mandato de Cristo a sus apóstoles. Esta misión universal es intrínseca a la naturaleza misma de la Iglesia, involucrando a todos los bautizados, tanto clérigos como laicos y religiosos, en la tarea de llevar la luz y la alegría de la Buena Nueva a quienes aún no conocen a Dios. A través de la proclamación de la fe, la solidaridad y el servicio, la Iglesia busca hacer perceptible la presencia de Cristo en el mundo y extender su reino de salvación, enfrentando los desafíos contemporáneos con renovado fervor y audacia.
Tabla de contenido
Naturaleza y Fundamento del Apostolado Misionero
El término apostolado proviene de la palabra griega apostello, que significa «enviar»1. La Iglesia, en su Credo, se profesa «apostólica», lo que subraya su naturaleza de ser enviada1. Jesús mismo eligió a doce apóstoles, los llamó y los envió a proclamar el Evangelio1. Después de su Resurrección, les encomendó la misión de continuar su propia obra, insuflándoles el Espíritu Santo para el perdón de los pecados, diciendo: «Como el Padre me envió, así también os envío yo» (Jn 20, 21-22)2,1. Este mandato se extendió a «id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15)3.
La Iglesia fue fundada sobre los Apóstoles para perpetuar la misión de Cristo, que es guiar a toda la humanidad, a través de la fe, a la vida eterna2. Toda actividad que la Iglesia emprende con este fin forma parte de su apostolado, y este apostolado es su respuesta a la misión que Cristo le ha confiado2. El Concilio Vaticano II afirmó que toda la Iglesia es misionera por su propia naturaleza4,5, y por ende, cada bautizado está llamado a contribuir a la proclamación del Evangelio5.
La Apostolicidad y la Catolicidad
La apostolicidad de la Iglesia es la fuente de su vocación a la catolicidad6. La apostolicidad, encarnada en la persona de quien dirige la Iglesia, da el mandato y reitera a los anunciadores de la Buena Nueva el divino precepto: «Id, enseñad a todas las gentes. Predicad el Evangelio a toda criatura»7. Por otro lado, la catolicidad asegura la expansión perpetua de los campos y las florecidas misioneras en todas las partes de la tierra7. Ambas características, apostolicidad y catolicidad, resplandecen con singular evidencia en el centro de la Iglesia, y el Vicario de Jesucristo anhela infundir en los misioneros todo el fervor de la apostolicidad y el celo de la catolicidad7.
El Papa Pablo VI instó a los fieles a reflexionar sobre el deber perenne de mantener e infundir este espíritu apostólico-misionero, que es consustancial a todo aquel que ha recibido la vocación cristiana8.
Agentes del Apostolado Misionero
El apostolado misionero es una responsabilidad que recae sobre todo el Pueblo de Dios. Dentro de la diversidad de ministerios y carismas en el Cuerpo de Cristo, todos los bautizados son llamados y enviados a promover el apostolado de la Iglesia1.
El Papel de los Consagrados
Los consagrados y consagradas han estado históricamente a la vanguardia de la acción misionera ad gentes5. Dada su dedicación al servicio de la Iglesia, derivada de su misma consagración, tienen la obligación de desempeñar un papel especial en la actividad misionera, de manera apropiada a su instituto5. El «sentido de misión» está en el corazón de cada forma de vida consagrada5. La fidelidad gozosa a Cristo y la audaz proclamación de Él como Señor permiten a los consagrados ayudar a otros a conocerle, experimentando así la plenitud de su vocación misionera9.
La Contribución de los Laicos
El Concilio Vaticano II confirmó el carácter misionero de todo el Pueblo de Dios y, en particular, el apostolado de los laicos, destacando la contribución específica que están llamados a hacer a la actividad misionera10. La necesidad de que todos los fieles compartan esta responsabilidad no es solo para hacer el apostolado más efectivo, sino que es un derecho y un deber basado en su dignidad bautismal10. Por el bautismo, los fieles participan en la triple misión de Cristo como Sacerdote, Profeta y Rey10.
Los laicos están obligados y tienen el derecho, ya sea individualmente o en asociaciones, de esforzarse para que el mensaje divino de salvación sea conocido y aceptado por todas las personas en todo el mundo10. Esta obligación es aún más apremiante en circunstancias en las que solo a través de ellos las personas pueden escuchar el Evangelio y conocer a Cristo10. Debido a su carácter secular, están especialmente llamados a «buscar el reino de Dios dedicándose a los asuntos temporales y ordenándolos según la voluntad de Dios»10. Su actividad es tan necesaria en las comunidades eclesiales que, sin ella, el apostolado de los pastores a menudo no puede alcanzar su plena eficacia11.
Las mujeres, en particular, desempeñan un papel importante en la familia, las escuelas, la vida política, social y cultural, y especialmente en la enseñanza de la doctrina cristiana10. Algunas Iglesias deben sus orígenes a la actividad de misioneros laicos y laicas10.
Desafíos y Urgencia de la Misión Ad Gentes
La misión ad gentes, dirigida a aquellos que aún no han escuchado de Jesús, sigue siendo una tarea inmensa y no está en absoluto en vías de extinción; de hecho, está todavía en sus comienzos12,13. Al inicio del tercer milenio, la misión de la Iglesia es nutrir su celo apostólico para llevar la luz y la alegría de la Buena Nueva a todos aquellos que aún no conocen el amor de Dios, manifestado en Jesucristo para salvar a todas las personas13.
El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Redemptoris Missio, confirmó la validez permanente del mandato misionero, señalando su creciente urgencia y complejidad3. Es necesario un renovado fervor para responder adecuadamente a los desafíos de la época contemporánea12. La actividad misionera sigue siendo un gran desafío para la Iglesia12.
Las Obras Misionales Pontificias
Las Obras Misionales Pontificias son cuatro organizaciones (la Obra de la Propagación de la Fe, la Obra de San Pedro Apóstol, la Obra de la Infancia Misionera y la Pontificia Unión Misionera) que apoyan el trabajo del Dicasterio para la Evangelización de los Pueblos14. Estas obras tienen como objetivo mantener vivo el espíritu misionero en sacerdotes y fieles, y ofrecer una contribución concreta y eficaz a las iniciativas misioneras en todo el mundo14.
Gracias al compromiso de estas obras, las Iglesias de antigua fundación pueden dirigir su solidaridad hacia los campos más urgentes de la evangelización12. Así, el Pueblo de Dios crece y se desarrolla, con las comunidades cristianas de reciente fundación recibiendo apoyo de otras más establecidas12.
Conclusión
El apostolado misionero es una parte esencial e ineludible de la identidad católica, un llamado a todos los miembros de la Iglesia para participar activamente en la difusión del mensaje de Cristo. Es un testimonio de fe que disipa las tinieblas y fomenta la esperanza, llevando el sentido y la dignidad a quienes buscan un propósito en sus vidas9. A medida que la Iglesia avanza, el mandato de Cristo «id y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28, 19)9 sigue resonando con una urgencia renovada, impulsando a los fieles a un compromiso generoso y audaz para que el amor de Dios sea conocido y aceptado por todos los pueblos de la tierra13,15.
Citas
Papa Francisco. Audiencia General del 15 de marzo de 2023 - Catequesis. La pasión por evangelizar: el celo apostólico del creyente 7. El Concilio Vaticano II. 2. Ser apóstoles en una Iglesia apostólica (2023). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. 13 de septiembre de 1984, Celebración de la Palabra con sacerdotes, religiosos y laicos, § 3 (1984). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los miembros del Consejo Supremo de las Obras Misionales Pontificias (11 de mayo de 1992) - Discurso, § 2 (1992). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los jóvenes participantes en un encuentro organizado por el Camino Neocatecumenal (27 de marzo de 1988) - Discurso (1988). ↩
Papa Juan Pablo II. A la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (31 de mayo de 2002) - Discurso (2002). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Pablo VI. 17 de mayo de 1964, Solemnidad de Pentecostés (1964). ↩
Papa Pablo VI. A los miembros de la Familia Misionera (3 de octubre de 1963) (1963). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pablo VI. Mensaje al VII Congreso Mexicano de Misiones (20 de noviembre de 1977) - Discurso (1977). ↩
Papa Juan Pablo II. Mensaje a las Hermanas Misioneras del Apostolado Católico (22 de enero de 2004) (2004). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo VI - Responsables y operadores en el apostolado misionero - Todos los laicos son misioneros por el bautismo, Papa Juan Pablo II. Redemptoris Missio, § 71 (1990). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Capítulo III: Los diversos campos del apostolado, Concilio Vaticano II. Apostolicam Actuositatem, § 10 (1965). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en la Asamblea General del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias (11 de mayo de 1996) - Discurso, § 4 (1996). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. A los miembros de las Obras Misionales Pontificias de Aquisgrán - Alemania (3 de septiembre de 2001) - Discurso, § 5 (2001). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias (8 de mayo de 1987) - Discurso (1987). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de las Obras Misionales Pontificias (8 de mayo de 1981) - Discurso (1981). ↩