Apuestas
Las apuestas, entendidas como la puesta de dinero u otro bien de valor sobre el resultado de un juego de azar o de un evento incierto, han sido objeto de reflexión moral dentro de la tradición católica desde los primeros concilios hasta la enseñanza contemporánea del Magisterio. Este artículo examina la definición y el desarrollo histórico de las apuestas, la doctrina del Catecismo, los aportes de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, la teología moral de Santo Tomás de Aquino, así como las orientaciones pastorales actuales, con especial atención a la responsabilidad personal y al bien común.
Tabla de contenido
Definición y contexto histórico
Concepto básico
En la enciclopedia católica se define el juego de azar como «el staking de dinero o de otro bien de valor sobre la cuestión de un juego de suerte»1. La distinción esencial es que el resultado depende de un evento incierto y no de la habilidad del jugador, aunque en algunos casos coexistan elementos de destreza.
Evolución normativa
Desde la antigüedad, los concilios eclesiásticos prohibieron los juegos de azar por su potencial de escándalo y daño social. El Cuarto Concilio de Letrán (1215) incluyó una cláusula que prohibía a los clérigos participar o asistir a juegos de azar, reflejando la preocupación de la Iglesia por la pérdida de tiempo y la corrupción moral1. Posteriormente, el Concilio de Trento reiteró la necesidad de observar los antiguos cánones, dejando a los obispos la tarea de determinar la licitud según el contexto local1.
Enseñanza del Catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) aborda directamente la cuestión en el número 2413, señalando que los juegos de azar no son intrínsecamente injustos, pero se vuelven moralmente inadmisibles cuando privan a alguien de lo necesario para su subsistencia o la de su familia, y cuando la pasión por el juego conduce a la esclavitud del adicto2. Esta enseñanza subraya tres criterios esenciales:
Propiedad legítima: lo apostado debe ser bien propio y disponible sin comprometer necesidades básicas.
Libertad: la participación debe ser libre, sin coacción ni presión externa.
Justicia y ausencia de fraude: no debe haber engaño ni manipulación de resultados1.
Perspectiva de la Sagrada Escritura
Aunque la Biblia no menciona explícitamente el término «apuestas», varios pasajes revelan la actitud moral de la Iglesia frente a la avaricia y al juego. En 1 Timoteo 6,10 se advierte que «el amor al dinero es la raíz de todos los males», mientras que Proverbios 13,11 señala que «la riqueza obtenida de manera apresurada disminuirá». Estas enseñanzas refuerzan la necesidad de moderación y justicia en cualquier forma de ganancia, incluidas las apuestas.
Doctrina de los Padres y teólogos
San Francisco de Sales
En su Introducción a la vida devota, San Francisco de Sales condena los juegos de azar como «plagados de peligros y ansiedades» que alejan al hombre de la razón y la virtud, describiendo la victoria como una satisfacción vacía que se logra a expensas del adversario3.
Santo Tomás de Aquino
En la Summa Theologiae (II‑II, q. 32, a. 7) Santo Tomás analiza la ilícitud de los frutos de los juegos de azar, argumentando que, aunque el beneficio sea «ilícito», puede ser destinado a obras de caridad solo si no se perpetúa el daño y se restituyen los perjuicios causados4. Este razonamiento destaca la distinción entre la fuente del bien y su uso posterior.
Consideraciones morales contemporáneas
Enfoque de la Iglesia actual
El Papa Francisco, en una carta a la National Council of Anti‑Usury Foundations (2018), describió el juego como una «patología que mata», vinculándola con la usura y subrayando su impacto devastador sobre los más vulnerables5. El Pontífice llama a políticas públicas que limiten la proliferación del juego y promuevan la solidaridad y la dignidad humana.
Principios de moralidad económica
El documento Veritatis Splendor (n. 100) enfatiza que la virtud de la templanza debe moderar la atracción a los bienes materiales, y que la justicia y la solidaridad prohíben prácticas que conduzcan a la esclavitud o al despojo de los necesitados6. Estas virtudes son particularmente relevantes al evaluar la licitud de las apuestas en la vida cotidiana.
Pastoral y guía práctica
Orientación para los fieles
Evaluar la necesidad: antes de apostar, considerar si el dinero está destinado a cubrir necesidades básicas propias o familiares.
Buscar la libertad: evitar la presión social o la adicción; la participación debe ser una decisión plenamente libre.
Practicar la moderación: limitar la cantidad apostada a una pequeña fracción del ingreso y nunca usar recursos destinados a la caridad o a la familia.
Reparar daños: si se ha causado perjuicio a otro, la restitución es obligatoria antes de cualquier uso caritativo de los fondos obtenidos.
Rol del sacerdote y la comunidad
Los pastores están llamados a acompañar a los fieles que luchan contra la adicción al juego, ofreciendo confesión, dirección espiritual y, cuando sea necesario, derivación a programas de rehabilitación. La comunidad parroquial puede fomentar actividades recreativas y solidarias que sustituyan el juego de azar, reforzando la solidaridad y el bien común.
Conclusión
Las apuestas, aunque no siempre constituyen un pecado per se, presentan riesgos morales y sociales que la doctrina católica aborda con claridad. El Catecismo, la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia y el Magisterio contemporáneo coinciden en que la libertad, la justicia y la templanza son los criterios esenciales para discernir la moralidad de participar en juegos de azar. La pastoral actual invita a los fieles a vivir una economía personal responsable, orientada al bien común y a la caridad, evitando que el juego se convierta en una forma de esclavitud o de daño a los más vulnerables.
Citas
Juego de azar, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Juego de azar. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección dos los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2413. ↩
Parte III. Que contiene consejos acerca de la práctica de la virtud. - Capítulo XXXII. De los pasatiempos prohibidos, Francisco de Sales. Introducción a la vida devota, §Parte III, Capítulo XXXII (1609). ↩
Segunda parte de la segunda parte - De la limosna - ¿Se puede dar limosna de bienes mal habidos? , Tomás de Aquino. Summa Theologiae, § II-II, Q. 32, A. 7 (1274). ↩
Papa Francisco. A los miembros del Consejo Nacional de Fundaciones Anti-Usura (3 de febrero de 2018) (2018). ↩
Capítulo III - «para que la cruz de Cristo no sea vaciada de su poder (1 Co 1,17)» - Bien moral para la vida de la Iglesia y del mundo - Moral y renovación de la vida social y política, Papa Juan Pablo II. Veritatis Splendor, § 100 (1993). ↩