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Arrianismo

Arrianismo
Bautismo de Cristo. Mosaico en el Baptisterio Arriano. Rávena, Italia. Original, Ввласенко, CC BY-SA 3.0 📄

El arrianismo fue una herejía cristiana significativa del siglo IV que negaba la plena divinidad de Jesucristo, afirmando que el Hijo de Dios fue una criatura creada por el Padre, y por lo tanto, no co-eterno ni consustancial con Él. Esta doctrina desafió la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la Santísima Trinidad y provocó una de las disputas teológicas más grandes de la historia del cristianismo, culminando en el Primer Concilio de Nicea en el año 325 d.C. y el posterior Concilio de Constantinopla en el año 381 d.C. Su impacto se extendió por el Imperio Romano y entre las tribus bárbaras, dejando una huella duradera en la historia eclesiástica y la formulación del dogma cristiano.

Tabla de contenido

Orígenes y Doctrina de Arrio

El arrianismo toma su nombre de Arrio (c. 260–336), un presbítero de Alejandría, Egipto1,2. Arrio, de ascendencia libia y educado en Antioquía, se opuso a la enseñanza de su obispo, San Alejandro de Alejandría, en un sínodo público alrededor del año 319 d.C.1. La controversia se centró en la relación entre Dios Padre y el Logos (el Verbo) o Hijo2.

La doctrina fundamental de Arrio sostenía que «hubo un tiempo en que [el Logos] no existía»2. Esta afirmación implicaba que el Hijo no era divino por naturaleza, sino una criatura hecha de la nada por el Padre1,2,3. Arrio lo describió como un «segundo Dios» o un «Dios inferior», que actuaba como mediador entre la Causa Primera y las criaturas1. Según Arrio, el Hijo fue la primera de todas las criaturas, preexistente a los mundos, y por medio de Él todo lo demás fue creado. Sin embargo, carecía de la perfección que residía únicamente en el Dios ingénito y sin principio1.

En términos griegos, el arrianismo negaba que el Hijo fuera de la misma esencia, naturaleza o sustancia que Dios Padre. Por lo tanto, no era consustancial (homoousios) con el Padre, ni semejante a Él en dignidad, ni co-eterno, ni parte de la esfera divina verdadera1. Para los arrianos, el Logos exaltado por San Juan no era una persona distinta, sino un atributo o razón perteneciente a la naturaleza divina del Padre, y la filiación del Hijo era meramente figurativa1. Los seguidores de Arrio que razonaban lógicamente fueron denominados anomeos (que significa «desemejantes»), porque sostenían que el Hijo era «desemejante» al Padre, definiendo a Dios simplemente como el «Inengendrado»1. También fueron conocidos como exucontianos (ex ouk onton), por su creencia de que el Hijo fue creado «de la nada»1.

Las declaraciones de Arrio, según las registró San Atanasio de Alejandría, incluían que Dios no fue siempre Padre, que el Hijo no existió siempre, que el Hijo de Dios fue hecho de la nada, y que era una criatura y una cosa hecha. También afirmaban que hubo un tiempo en que el Verbo de Dios no existía, y que Él tenía un principio de existencia. Creían que el Hijo era mutable por naturaleza y solo permanecía bueno por su propia voluntad, siendo capaz de cambiar. Por lo tanto, decían que Cristo no era verdaderamente Dios, sino que se le llamaba Dios por su participación en la naturaleza de Dios, al igual que otras criaturas3.

El Primer Concilio de Nicea (325 d.C.)

La doctrina de Arrio provocó una gran controversia y división dentro de la Iglesia. El emperador Constantino, quien se había convertido en señor del mundo romano tras su victoria sobre Licinio en el año 324 d.C., estaba decidido a restaurar el orden eclesiástico en Oriente1. Inicialmente, Constantino consideró la disputa una discusión ociosa sobre palabras, pero la gravedad del asunto se hizo evidente1.

Para resolver la controversia, se convocó un concilio en Nicea, Bitinia, en junio del año 325 d.C., conocido como el Primer Concilio Ecuménico1. El Papa San Silvestre estuvo representado por sus legados, y asistieron 318 Padres, en su mayoría de Oriente1. Entre los participantes clave se encontraba San Alejandro de Alejandría, acompañado por su joven diácono, el memorable Atanasio, quien se convertiría en el principal defensor de la ortodoxia durante casi cincuenta años1.

El Concilio condenó y excomulgó a Arrio2,4. Para refutar las «impías afirmaciones inventadas por los arrianos» —como que el Hijo fue creado de lo no existente, que es una criatura, y que hubo un tiempo en que no existió—, los obispos acordaron propugnar la declaración de que el Hijo es por naturaleza unigénito de Dios, Verbo, Poder y Sabiduría única del Padre5. Para aclarar aún más la relación, los Padres conciliares enfatizaron que el Hijo es «de la sustancia de Dios», estableciendo que esta filiación es peculiar del Hijo unigénito, a diferencia de las criaturas que solo se dicen «de Dios»5.

La fórmula crucial adoptada en Nicea fue el término homoousios (consustancial), que significa «de la misma sustancia» con el Padre1,6. Este término se convirtió en la piedra de toque de la ortodoxia6. Arrio fue exiliado por negarse a retractarse de sus puntos de vista2.

Después de Nicea: Resurgimiento y Facciones

A pesar de la condena en Nicea, el arrianismo no desapareció de inmediato. La herejía continuó perturbando la paz de la Iglesia, a menudo debido a intrigas en la corte imperial2,4. El emperador Constantino y su hermana Constantia protegieron a Arrio y a los arrianos, y el siguiente emperador, Constancio, llegó a asegurar el triunfo de la herejía y persiguió a los católicos4.

Se pueden distinguir varias fases y facciones dentro del arrianismo post-niceno:

Figuras como San Atanasio de Alejandría fueron clave en la defensa de la fe nicena, sufriendo exilios repetidos por su firmeza doctrinal1,6.

El Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla (381 d.C.)

La causa de Atanasio, aunque falleció en el año 373 d.C., finalmente triunfó en el Concilio de Constantinopla en el año 381 d.C., que es reconocido como el Segundo Concilio Ecuménico1. Este concilio consolidó la doctrina nicena. Aunque San Gregorio Nacianceno presidió brevemente, un credo que incorporaba la fórmula nicena fue elaborado por San Gregorio de Nisa1.

El Concilio de Constantinopla, mediante la aceptación del Papa y el apoyo de Occidente, se convirtió en ecuménico1. A partir de este momento, el arrianismo, en todas sus formas, perdió su lugar dentro del Imperio Romano1.

Impacto y Legado del Arrianismo

Aunque el arrianismo fue erradicado del Imperio, sus desarrollos entre los pueblos bárbaros fueron más de naturaleza política que doctrinal1. Úlfilas (311–388), quien tradujo las Escrituras al gótico, enseñó una teología homea (semi-arriana) a los godos1. En consecuencia, surgieron reinos arrianos en España, África e Italia, entre los gépidos, hérulos, vándalos, alanos y lombardos1. Sin embargo, la acción de obispos católicos, monjes y el Papado, junto con eventos como la conversión de Clodoveo, llevaron a su fin antes del siglo VIII1.

La forma original del arrianismo, tal como la enseñaron Arrio, Eusebio de Cesarea y Eunomio, nunca se ha revivido directamente1. Aunque algunas figuras posteriores como Milton y Sir Isaac Newton pudieron haber tenido tendencias arrianas, las doctrinas unitarias modernas deben poco a la escuela de Antioquía o a los concilios que se opusieron a Nicea1. El arrianismo fue un intento de racionalizar el credo despojándolo de misterio en lo que respecta a la relación de Cristo con Dios, y de haber triunfado, habría anticipado el Islam al reducir al Hijo Eterno al rango de un profeta, deshaciendo así la revelación cristiana1.

Conclusión

El arrianismo representó una amenaza fundamental para la comprensión de la divinidad de Cristo y la Santísima Trinidad en la Iglesia primitiva. Su refutación y condena en los Concilios de Nicea y Constantinopla fueron cruciales para la clarificación del dogma cristiano, afirmando la plena divinidad de Jesucristo como consustancial y co-eterno con el Padre. La lucha contra el arrianismo no solo fortaleció la ortodoxia católica, sino que también sentó las bases para futuras formulaciones teológicas sobre la naturaleza de Dios.

Citas

  1. Arrianismo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Arrianismo. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32

  2. Arrianismo, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Arrianismo (2015). 2 3 4 5 6 7

  3. Declaraciones arrianas, Atanasio de Alejandría. Ad Episcopus Aegypti et Libyae, §Capítulo 2. 12 (356). 2

  4. Herejía, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Herejía. 2 3

  5. Capítulo 7. Confutación del arrianismo deducida de los escritos de Eustacio y Atanasio, Teodoreto de Ciro. Historia Eclesiástica, §Libro I, Capítulo 7 (440). 2

  6. Eunomianismo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Eunomianismo. 2 3 4 5 6