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Arzobispo

Un arzobispo en la Iglesia Católica es un obispo que posee una dignidad y jurisdicción especial, presidiendo sobre una arquidiócesis y una provincia eclesiástica. Esta provincia está compuesta por su propia arquidiócesis y varias diócesis sufragáneas, cada una gobernada por un obispo ordinario. Aunque la figura del metropolitano es antigua en la Iglesia, el término «arzobispo» en su sentido actual se consolidó más tarde, denotando una autoridad por encima de los obispos simples, pero generalmente por debajo de un primado o patriarca. Los arzobispos tienen responsabilidades específicas dentro de su provincia, como convocar concilios provinciales, pero su jurisdicción sobre las diócesis sufragáneas está definida y limitada por el derecho canónico, siendo en gran medida una posición de honor y dignidad.

Tabla de contenido

Origen Histórico

La figura del arzobispo, o más precisamente del metropolitano, tiene raíces profundas en la historia de la Iglesia. Algunos autores han sugerido erróneamente que figuras como San Timoteo y San Tito, discípulos de San Pablo, fueron los primeros arzobispos. Sin embargo, es más exacto decir que probablemente actuaron como metropolitanos en un sentido amplio, supervisando regiones extensas como Asia Menor o la isla de Creta1.

El concepto de metropolitano como una institución bien establecida es evidente en los concilios tempranos de la Iglesia. El Concilio de Nicea (325 d.C.), en sus cánones cuarto, quinto y sexto, y el Concilio de Antioquía (341 d.C.), en su séptimo canon, mencionan a los metropolitanos1. Este último canon es un texto clave, indicando que «los obispos de cada provincia deben saber que el obispo que preside en la metrópolis tiene a su cargo toda la provincia». Esto se debía a que las cuestiones importantes se centralizaban en la metrópolis, y se esperaba que el metropolitano no excediera sus atribuciones más allá de lo que concernía a las diócesis y distritos adyacentes1.

Aun así, durante este período temprano, el término «metropolitano» se utilizaba de manera indistinta para referirse a rangos superiores al simple episcopado1. El término «arzobispo» (del griego Archiepiskopos y latín archiepiscopus) no aparece en su significado actual antes del siglo VI1. No obstante, la función del arzobispo o metropolitano en el sentido estricto, como un rango jerárquico superior a los obispos ordinarios pero inferior a los primados y patriarcas, ya era substancialmente la misma en el siglo V que lo es hoy1.

Una condición peculiar se dio en África, donde el cargo archiepiscopal no estaba ligado a una sede metropolitana específica, sino que recaía en el obispo más antiguo de la provincia, independientemente de su sede. A este se le conocía como «el primer o principal obispo»1.

Arzobispo en la Iglesia Católica

En la Iglesia Católica contemporánea, un arzobispo es un obispo que gobierna su propia diócesis, conocida como arquidiócesis, y al mismo tiempo preside sobre los obispos de un distrito geográfico bien definido, que forma una provincia eclesiástica1. Los obispos de las diócesis dentro de esta provincia son conocidos como sufragáneos o comprovinciales1. Es importante destacar que ninguno de estos obispos sufragáneos está subordinado a otros obispos dentro de la provincia, sino que dependen del arzobispo metropolitano1.

El Código de Derecho Canónico de 1983 establece que «el metropolitano, que es el arzobispo de su diócesis, preside una provincia eclesiástica. El oficio de metropolitano va unido a una sede episcopal determinada o aprobada por el Romano Pontífice»2. El conjunto de derechos y deberes que el derecho canónico atribuye al metropolitano, no para su propia diócesis sino para las diócesis sufragáneas y la provincia, se denomina metropoliticum3.

Nombramiento y Atribuciones

La vacante de una sede archiepiscopal se cubre de la misma manera que la de un obispado ordinario: por elección, presentación, nominación o nombramiento papal directo1. Si el nuevo arzobispo es un sacerdote, recibirá la consagración episcopal; si ya es obispo, será solemnemente instalado en su nuevo cargo. Sin embargo, lo que le confiere el título de arzobispo es su nombramiento para una arquidiócesis, no la consagración o la instalación1.

Antes de recibir el palio de Roma, un arzobispo no puede ejercer ninguna función metropolítica ni oficiar con vestiduras pontificales dentro de la provincia, a menos que tenga un privilegio especial de la Santa Sede1.

Derechos Honoríficos

Los arzobispos gozan de varios derechos honoríficos dentro de su provincia1:

Jurisdicción Archiepiscopal

La jurisdicción de un arzobispo es de doble naturaleza: episcopal y archiepiscopal1.

La autoridad efectiva de los metropolitanos sobre sus provincias ha disminuido gradualmente a lo largo de los siglos. El Concilio de Trento restringió aún más los derechos de los metropolitanos, ya que cada obispo está más fuerte y directamente ligado a Roma, y por lo tanto, menos a su provincia y a su metropolitano1,3. La jurisdicción del metropolitano sobre sus diócesis sufragáneas es, en cierto sentido, ordinaria al estar establecida por la ley, pero es mediata y restringida a los objetos previstos por los cánones3.

Después del Concilio de Trento, los derechos de un arzobispo en la Iglesia Latina se redujeron a los siguientes1:

Es importante notar que, aunque estos son los derechos de un arzobispo según la ley, su ejercicio es rara vez necesario hoy en día, de modo que su posición es más de honor y dignidad que de jurisdicción real1.

Tipos de Arzobispos

Dentro de la Iglesia Católica, existen diferentes categorías de arzobispos:

Distinciones Jerárquicas

Los arzobispos se sitúan en la jerarquía eclesiástica por encima de los obispos diocesanos simples y por debajo de los primados y patriarcas, aunque el primado generalmente tiene solo una preeminencia de honor sobre los metropolitanos, con la excepción del Primado de Gran (Strigonia) en Hungría4. Los metropolitanos, por su parte, tienen derechos reales sobre los obispos dentro de su provincia eclesiástica y sobre la provincia misma4.

En las Iglesias Orientales Católicas de Asia y África, el antiguo oficio metropolitano se ha fusionado en gran medida con el oficio patriarcal. Los arzobispos bajo esos patriarcas no tienen provincia ni jurisdicción archiepiscopal, sino que solo ostentan el rango o dignidad archiepiscopal1. Sin embargo, en algunas regiones como Austria, Hungría, Rumanía, Serbia y Herzegovina, los católicos de diferentes ritos orientales (Rutenos, Griegos y Armenios) todavía tienen arzobispos en el sentido propio, quienes conservan una parte considerable de su antigua jurisdicción, incluso más que los del rito latino1.

Conclusión

El oficio de arzobispo, aunque arraigado en la antigüedad de la Iglesia, ha evolucionado a lo largo de los siglos. Desde su consolidación como metropolitano en los primeros concilios hasta las delimitaciones de su jurisdicción por el Concilio de Trento y el Derecho Canónico moderno, el arzobispo ha mantenido una posición crucial en la estructura eclesiástica. Hoy en día, su rol es una combinación de autoridad pastoral sobre su propia arquidiócesis, liderazgo en la provincia eclesiástica, y un importante signo de honor y dignidad dentro de la jerarquía católica, actuando como un vínculo vital entre las diócesis locales y la Sede Apostólica.

Citas

  1. Arzobispo, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Arzobispo. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43

  2. Capítulo II. Metropolitanos. Código de Derecho Canónico, § 435 (1983).

  3. Metropolitano, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Metropolitano. 2 3 4

  4. Jerarquía, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Jerarquía. 2 3 4 5