Basílica de San Juan de Letrán

La Archibasílica Papal de San Juan de Letrán, a menudo conocida como la Basílica de San Juan de Letrán, es la catedral de la diócesis de Roma y la iglesia madre de todas las iglesias católicas del mundo. Posee el título honorífico de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput» (Madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo). Su historia se remonta al emperador Constantino, quien donó el palacio de Letrán a la Iglesia. A lo largo de los siglos, ha sido el centro de la vida cristiana en Roma, la residencia principal de los papas y el lugar de importantes concilios. A pesar de numerosas destrucciones y reconstrucciones, la basílica mantiene su preeminencia y significado espiritual como símbolo de la unidad y comunión de la Iglesia universal.
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Orígenes y Fundación
El terreno donde se asienta la Basílica de San Juan de Letrán fue, en la antigüedad, propiedad de la familia Laterani. Uno de sus miembros, Plautius Lateranus, fue acusado de conspirar contra el emperador Nerón, lo que llevó a la confiscación de sus bienes. El palacio de los Laterani pasó eventualmente a manos de Constantino, el primer emperador cristiano, a través de su esposa Fausta, y por ello a veces era conocido como «Domus Faustæ»1.
Constantino donó este palacio a la Iglesia alrededor del año 311, durante el pontificado de San Melquíades. Desde el año 313, el concilio contra los donatistas se reunió en sus muros, estableciendo la basílica como el epicentro de la vida cristiana en la ciudad de Roma. Se convirtió en la residencia de los papas y en la catedral de Roma, un estatus que aún conserva, aunque los papas dejaron de residir allí hace mucho tiempo1.
Aunque la tradición cuenta que Constantino contribuyó personalmente a la construcción, es probable que no se erigiera una basílica completamente nueva en ese momento, sino que se adaptara y quizás se ampliara una gran sala existente del palacio. San Jerónimo se refiere a ella como la «basilica quondam Laterani» (antigua basílica Lateranense)1. La iglesia original fue dedicada al Salvador, con el nombre de «Basilica Salvatoris». La dedicación a San Juan es posterior, surgiendo de un monasterio benedictino cercano dedicado a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, cuyos monjes estaban a cargo del mantenimiento de los servicios en la basílica. Esta dedicación posterior a San Juan ha suplantado la original en el uso popular1.
Debido a su esplendor inicial, la basílica fue conocida como la «Basilica Aurea» o Iglesia Dorada. Sin embargo, este mismo esplendor la hizo blanco de los vándalos, quienes la despojaron de sus tesoros. San León Magno la restauró alrededor del año 460, y Adriano I la restauró nuevamente, pero en el año 896 fue casi completamente destruida por un terremoto1.
Evolución Arquitectónica
A lo largo de los siglos, la Basílica de San Juan de Letrán ha sufrido numerosas reconstrucciones y alteraciones debido a incendios, terremotos y el deseo de los papas de embellecerla.
Reconstrucciones Medievales
La iglesia original, aunque pequeña, mantuvo su forma tras la destrucción por el terremoto del 896. La reconstrucción respetó las líneas del edificio antiguo y mantuvo sus dimensiones. Esta segunda iglesia perduró cuatrocientos años hasta que fue incendiada. Fue reconstruida por Clemente V y Juan XXII, y nuevamente en 1360 tras otro incendio, por Urbano V1.
Durante estas vicisitudes, la basílica conservó su forma antigua, dividida en naves por hileras de columnas, con un atrio al frente rodeado de columnatas y una fuente en el centro. La fachada tenía tres ventanas y un mosaico que representaba a Cristo Salvador. Los pórticos del atrio estaban decorados con frescos que conmemoraban eventos como la flota romana bajo Vespasiano, la toma de Jerusalén, el Bautismo del Emperador Constantino y su «Donación» a la Iglesia1. Es probable que en una de las reconstrucciones, posiblemente la de Clemente V, se introdujera una nave transversal, inspirada en la de San Pablo Extramuros, y la iglesia fue ampliada1.
Cuando los papas regresaron a Roma después de su largo exilio en Aviñón, encontraron la ciudad desierta y las iglesias en ruinas. Martín V y sus sucesores emprendieron grandes obras en Letrán. Sin embargo, el palacio nunca volvió a ser su residencia, ya que el Vaticano, situado en una posición más seca y saludable, fue elegido en su lugar1. El pavimento actual de la basílica data de la época de Martín V1.
Restauraciones y Apariencia Actual
La basílica adquirió su aspecto actual en la última parte del siglo XVII, con una restauración llevada a cabo por Inocencio X y el arquitecto Borromini. Durante esta intervención, las antiguas columnas fueron encerradas en enormes pilastras y se añadieron estatuas gigantescas. Como resultado, la iglesia perdió por completo su apariencia de basílica antigua y su carácter se vio alterado1.
A pesar de estas modificaciones, algunas partes de los edificios más antiguos aún sobreviven, como el pavimento medieval de estilo Cosmatesco y el agraciado baldaquino sobre el altar mayor, que data de 13691. El baldaquino gótico, sostenido por cuatro columnas de mármol, alberga las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo, consideradas un gran tesoro de la basílica1.
El altar mayor es singular en el mundo católico por ser de madera y no de piedra, y por no contener reliquias de santos. La razón es que el propio altar es una reliquia, siendo la mesa de madera sobre la cual se cree que San Pedro celebró la Misa durante su estancia en Roma. Fue conservado durante las persecuciones y trasladado por Constantino y Silvestre desde Santa Pudenciana para ser el altar principal de la catedral de Roma1.
El Bautisterio
El bautisterio de la Basílica de Letrán, siguiendo la costumbre de los primeros siglos del cristianismo, era un edificio separado de la iglesia principal, aunque conectado por una columnata o ubicado muy cerca. El derecho a bautizar era un privilegio exclusivo de la iglesia catedral, y aquí, como en otros lugares, personas de toda la ciudad venían a recibir el sacramento1.
Existe una sólida tradición que atribuye la fundación del bautisterio actual a Constantino, y su estilo arquitectónico respalda esta afirmación. Es un edificio octogonal con ocho grandes columnas de pórfido que sostienen un arquitrabe, sobre el cual se encuentran ocho columnas más pequeñas, también de pórfido, que a su vez soportan los tambores octogonales de la linterna. A lo largo del tiempo, varios papas lo han restaurado y embellecido, como Sixto III y San Hilario1.
En el centro del edificio, varios escalones descienden a la pila bautismal de basalto verde. Aunque existe la leyenda de que el emperador Constantino fue bautizado en esta pila por San Silvestre, esta creencia carece de fundamento, siendo una confusión derivada del hecho de que él fue el fundador del bautisterio1.
El Palacio de Letrán
Desde principios del siglo IV, cuando Constantino lo donó al Papa, el palacio de Letrán fue la residencia principal de los pontífices durante aproximadamente mil años1.
En el siglo X, Sergio III lo restauró después de un incendio, y más tarde fue embellecido considerablemente por Inocencio III, período en el que alcanzó su mayor magnificencia. Dante incluso lo describió como superior a todos los logros humanos. En este tiempo, la plaza frente al palacio albergaba el «Aula Concilii», un magnífico salón con once ábsides, donde se celebraron los diversos concilios de Letrán durante la época medieval1.
La decadencia del palacio como residencia papal comenzó con la partida de los papas a Aviñón. Dos incendios devastadores en 1307 y 1361 causaron daños irreparables. Aunque se enviaron grandes sumas de dinero desde Aviñón para su reconstrucción, el palacio nunca recuperó su antiguo esplendor. Cuando los papas regresaron a Roma, fijaron su residencia primero en Santa María en Trastevere, luego en Santa María la Mayor, y finalmente en el Vaticano1.
Significado Litúrgico y Título
La Basílica de San Juan de Letrán es fundamental para la Iglesia Católica Romana, no solo por su antigüedad sino también por su rol como catedral de Roma y, por extensión, como la iglesia madre de todas las iglesias. Su título de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput» subraya su primacía y su importancia como símbolo de la unidad católica2,1.
La festividad de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, celebrada el 9 de noviembre, es una ocasión en la que toda la Iglesia católica y romana dirige su mente y corazón hacia esta basílica, en señal de unidad y comunión con el Obispo de Roma2. La Pontificia Universidad Lateranense, por ejemplo, fue ubicada en este lugar por Pío XI para que tanto su ubicación como su apelativo «lateranense» expresaran el vínculo especial que tiene con la Iglesia de Roma, que «preside en la caridad universal»2.
Reliquias y Devociones
Entre los tesoros más importantes de la basílica se encuentran las cabezas de los Apóstoles Pedro y Pablo, custodiadas en el baldaquino sobre el altar mayor1.
Desde el siglo V, la basílica estuvo rodeada por siete oratorios, que con el tiempo se incorporaron a la iglesia. La devoción de visitar estos oratorios dio origen a la devoción similar de los siete altares, aún común en muchas iglesias de Roma y otros lugares1.