Biblia Septuaginta

La Septuaginta (LXX) es la traducción más antigua del Antiguo Testamento hebreo al griego koiné, realizada antes de la era cristiana. Esta versión tuvo una importancia fundamental para los judíos de habla griega y, posteriormente, para los primeros cristianos, quienes la adoptaron como su Antiguo Testamento. Su nombre, que significa «setenta», se deriva de la tradición de que fue traducida por setenta o setenta y dos traductores. La Septuaginta no solo facilitó la difusión de las Escrituras entre los gentiles, sino que también influyó profundamente en el vocabulario teológico y fue la fuente principal de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento y en la liturgia de la Iglesia primitiva, especialmente en la Iglesia griega y en las primeras versiones latinas.
Tabla de contenido
Importancia Histórica y Teológica
La Septuaginta posee una relevancia histórica y teológica considerable por varias razones1. Es la traducción más antigua del Antiguo Testamento, lo que la convierte en una herramienta invaluable para los estudios críticos del texto hebreo (masorético)1. Dado que el texto masorético fue establecido en el siglo VI d.C., los manuscritos disponibles para los traductores de la Septuaginta en los siglos III y II a.C. pueden haber sido superiores en ciertos aspectos, ayudando a identificar posibles corrupciones, adiciones, omisiones o transposiciones que se introdujeron en el texto hebreo a lo largo de los siglos1.
Además, la Septuaginta fue crucial para la difusión de las ideas mesiánicas entre los gentiles, especialmente en los países de habla griega1. Al ser aceptada primero por los judíos alejandrinos y luego por todos los judíos helenísticos, ayudó a establecer una terminología teológica griega que preparó el camino para la propagación del Evangelio de Cristo1. Los apóstoles y evangelistas la utilizaron ampliamente, citando el Antiguo Testamento de esta versión, especialmente en lo que respecta a las profecías1,2,3. San Agustín incluso señala que los apóstoles usaron la Septuaginta2. Por esta razón, se convirtió en el Antiguo Testamento de la Iglesia y fue tan estimada por los primeros cristianos que varios Padres de la Iglesia la consideraron inspirada1.
En la actualidad, la Septuaginta sigue siendo el texto oficial de la Iglesia griega1. Las antiguas versiones latinas utilizadas en la Iglesia occidental, como la Vetus Itala, se hicieron directamente a partir de la Septuaginta1,4. Esta influencia se observa en los significados adoptados, los nombres y palabras griegas empleadas (como Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio), e incluso en la pronunciación del texto hebreo que pasó a la Itala y, en ocasiones, a la Vulgata1. Particularmente, la traducción de los Salmos en la Vulgata es una corrección de la Vetus Itala basada en el texto hexaplar de la Septuaginta1.
Origen y Desarrollo
El origen de la Septuaginta se explica tanto por una tradición legendaria como por una visión comúnmente aceptada por los estudiosos1.
La Tradición de Aristeas
La primera mención de la Septuaginta se encuentra en la Carta de Aristeas a Filócrates1. Según esta tradición, Ptolomeo II Filadelfo, rey de Egipto (287-247 a.C.), deseaba enriquecer su valiosa biblioteca en Alejandría con una copia de los libros sagrados judíos1. A sugerencia de su bibliotecario, Demetrio de Falero, el rey envió una delegación a Jerusalén. Setenta o setenta y dos ancianos judíos, seis de cada tribu, fueron enviados a Alejandría, donde, según la leyenda, fueron confinados en celdas separadas y, milagrosamente, produjeron traducciones idénticas de la Torá en setenta y dos días1,4. Aunque San Agustín relata la versión de que trabajaron separados y sus traducciones coincidieron palabra por palabra, él mismo reconoce que la colaboración pudo haber dado lugar a un acuerdo unánime4. Muchos Padres de la Iglesia primitiva consideraron esta versión inspirada, dada su providencial difusión entre los gentiles1,4.
Visión Comúnmente Aceptada
La visión moderna, más aceptada, sostiene que la traducción fue un proceso gradual motivado por las necesidades de la numerosa comunidad judía en Egipto, especialmente en Alejandría1. Durante los últimos dos siglos a.C., los judíos constituían una parte significativa de la población alejandrina y, con el tiempo, muchos dejaron de usar o incluso olvidaron en gran medida el hebreo. Para evitar que olvidaran la Ley, se hizo costumbre interpretar la Torá en griego durante las lecturas de la sinagoga1.
Alrededor de mediados del siglo III a.C., hombres celosos de la Ley emprendieron la traducción del Pentateuco al griego1. Posteriormente, a medida que el conocimiento del hebreo disminuía, los judíos alejandrinos que usaban el Pentateuco traducido en sus reuniones litúrgicas, desearon tener también los demás libros hebreos. Así, los libros proféticos e históricos, y al menos parte de las hagiografías, fueron gradualmente traducidos al griego, su lengua materna1. Se sabe que la Ley, los Profetas y parte de los otros libros existían en griego antes del año 130 a.C., como lo atestigua el prólogo del Eclesiástico1.
Aunque es difícil determinar con precisión el tiempo y las ocasiones de estas traducciones, la evidencia lingüística, como palabras y expresiones egipcias, sugiere que la mayoría de los libros fueron traducidos en Egipto, probablemente en Alejandría. Sin embargo, el libro de Ester fue traducido en Jerusalén1. Los traductores no fueron los mismos para todos los libros, como lo demuestran las diferencias de terminología y método, y no eran judíos palestinos llamados a Egipto1. No se puede asegurar si el trabajo fue oficial o una iniciativa privada, pero una vez traducidos, los diferentes libros fueron rápidamente reunidos y aceptados como oficiales por los judíos de habla griega1.
Historia Posterior, Recensiones y Manuscritos
La versión griega de la Septuaginta fue rápidamente adoptada por los judíos alejandrinos y se extendió por todos los países de habla griega, suplantando el texto original en los servicios litúrgicos1. Filón de Alejandría la utilizó en sus escritos, considerando a los traductores como profetas inspirados, y finalmente fue aceptada incluso por los judíos de Palestina, siendo empleada notablemente por el historiador Josefo1.
Recensiones
Con el tiempo, surgieron diferentes recensiones (revisiones) del texto de la Septuaginta. Las más conocidas son:
Recensión de Orígenes (Hexapla): Orígenes produjo una monumental obra conocida como la Hexapla, que presentaba el texto hebreo, una transliteración griega del hebreo, y cuatro versiones griegas: Aquila, Símaco, la Septuaginta (revisada por Orígenes y marcada con asteriscos para adiciones y óbelos para omisiones con respecto al texto hebreo) y Teodoción1,3.
Recensión de Luciano: Utilizada principalmente en Antioquía y Constantinopla1.
Recensión de Hesiquio: Desarrollada por Hesiquio, un obispo egipcio, y empleada principalmente en Egipto1.
Manuscritos Importantes
Los manuscritos más célebres de la Septuaginta son tres códices unciales (escritos en mayúsculas):
Códice Vaticano (Codex Vaticanus, B): Data del siglo IV y es considerado el más puro y antiguo de los tres, reflejando generalmente un texto más arcaico1.
Códice Sinaítico (Codex Sinaiticus, Aleph o S): También del siglo IV, descubierto por Tischendorf, se encuentra en parte en Leipzig y en parte en San Petersburgo1.
Códice Alejandrino (Codex Alexandrinus, A): Del siglo V, se conserva en el Museo Británico de Londres. Este códice, sin embargo, incorpora mucho del texto hexaplar y ha sido alterado según el texto masorético1.
Además, la Biblioteca Nacional de París posee el Códice Ephraemi rescriptus ©, un importante palimpsesto de la Septuaginta, y otros manuscritos cursivos de menor valor1.
Ediciones Impresas
Todas las ediciones impresas de la Septuaginta se derivan de estas recensiones1.
Edición Complutense o de Alcalá: La editio princeps, impresa entre 1514 y 1518, no se publicó hasta la Políglota del Cardenal Cisneros en 15201.
Edición Aldina: Apareció en Venecia en 1518, con un texto más puro que el Complutense y más cercano al Códice Vaticano1.
Edición Romana o Sixtina: Publicada en 1586 bajo la dirección del Cardenal Caraffa y por autoridad de Sixto V. Esta edición reproduce casi exclusivamente el Códice Vaticano y se convirtió en el textus receptus del Antiguo Testamento griego, con numerosas reimpresiones y nuevas ediciones a lo largo de los siglos, como las de Holmes y Pearson, Tischendorf y Swete1.
Valor Crítico y Lingüístico
La Septuaginta, aunque transmite el verdadero sentido de los Libros Sagrados en forma y sustancia, presenta diferencias significativas con respecto a nuestro actual texto hebreo1. Sin embargo, estas discrepancias no suelen ser de gran importancia, sino más bien cuestiones de interpretación1. Por ejemplo, San Jerónimo, al traducir la Vulgata del hebreo, señala adiciones y omisiones notables en la Septuaginta comparada con los originales hebreos, aunque reconoce que la Septuaginta mantuvo su lugar en las iglesias por ser la primera versión y por haber sido usada por los apóstoles en pasajes donde no difería del hebreo3.
La comparación de la Septuaginta con otros traductores que se adhirieron más estrictamente a las palabras hebreas puede ser valiosa para aclarar el significado4. La riqueza de la exposición de la Septuaginta subraya su importancia para la interpretación bíblica católica, ya que el Nuevo Testamento es «ininteligible sin referencia a la Septuaginta»5. Sin embargo, se ha observado que, aunque los académicos reconocen estas interconexiones, los católicos que no conocen el griego no las perciben, pues las traducciones modernas se basan en el hebreo5. Esto plantea la cuestión de facilitar un acceso más amplio a la forma del Antiguo Testamento utilizada por muchos escritores del Nuevo Testamento5.
Las recientes excavaciones en el Mar Muerto han revelado que varios libros del Antiguo Testamento circularon en múltiples formas literarias, a veces con dos formas hebreas preservadas o una forma en griego y otra en hebreo5. Este fenómeno de «múltiples ediciones literarias» sugiere que, en sus inicios, hubo una multiplicidad textual, y la crítica textual no siempre puede determinar cuál de estas formas fue la más temprana5.
La Septuaginta en la Liturgia Católica
Como se mencionó, la Septuaginta es el texto oficial de la Iglesia griega y fue la base para las primeras traducciones latinas1. La Vetus Itala, la traducción latina más antigua adoptada por la Iglesia latina, se hizo directamente de la Septuaginta1,4. La influencia de la Septuaginta en la Vulgata de San Jerónimo es evidente, especialmente en los Salmos, que son una corrección de la Vetus Itala1. Los Padres de la Iglesia, tanto griegos como latinos, se basaron en la Septuaginta, directa o indirectamente, a través de versiones como la siriaca, etíope, árabe y gótica1. Por lo tanto, el conocimiento de la Septuaginta es esencial para comprender perfectamente estas literaturas patrísticas1.
A pesar de su histórica importancia, hoy en día, las traducciones modernas de la Biblia utilizadas en la liturgia católica occidental se basan predominantemente en los textos hebreos originales para el Antiguo Testamento5. Sin embargo, el reconocimiento de que el Nuevo Testamento incorpora numerosas citas y alusiones de la Septuaginta resalta la necesidad de una mayor apreciación de esta versión en el ámbito católico5. Algunos estudiosos abogan por un mayor acceso popular a la forma del Antiguo Testamento que utilizaron muchos de los escritores del Nuevo Testamento5.
Conclusión
La Septuaginta es una obra monumental de la antigüedad, cuya influencia en el desarrollo del judaísmo helenístico y, crucialmente, en la formación y teología de la Iglesia primitiva, es innegable. Desde su origen en Alejandría para satisfacer las necesidades de los judíos de habla griega hasta su adopción como el Antiguo Testamento de los primeros cristianos, esta traducción griega sentó las bases para la difusión del mensaje evangélico. Aunque las traducciones modernas se basan principalmente en el hebreo, la Septuaginta sigue siendo una fuente indispensable para la comprensión crítica del texto bíblico, el estudio patrístico y la riqueza intertextual del Nuevo Testamento. Su legado perdura como un testimonio de la providencia divina en la preparación de las naciones para la llegada de Cristo.
Citas
versión de los Setenta, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Versión de los Setenta. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34 ↩35 ↩36 ↩37 ↩38 ↩39 ↩40 ↩41 ↩42 ↩43 ↩44
Agustín de Hipona. Carta 71 De Agustín a Jerónimo, §Capítulo 4.6 (403). ↩ ↩2
Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 57 - A Pamaquio sobre el Mejor Método de Traducir, § 11 (395). ↩ ↩2 ↩3
Libro II - Capítulo 15.— entre las versiones se da preferencia a la Septuaginta y la Ítala, Agustín de Hipona. Sobre la Doctrina Cristiana, §Libro II. Capítulo 15 (426). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Richard B. Hays. Simposio del Libro: El Futuro de la Erudición Bíblica Católica: Una Conversación Constructiva, § 40. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8