Biblia y ciencia
La relación entre la Biblia y la ciencia es un tema de continuo interés en el catolicismo, caracterizado por un diálogo que busca la armonía entre la fe revelada y el conocimiento empírico. La Iglesia Católica enseña que la fe y la razón, lejos de ser opuestas, son como «dos alas» que elevan el espíritu humano hacia la contemplación de la verdad, y que ambas proceden, en última instancia, de Dios. Este artículo explorará la perspectiva católica sobre cómo la Sagrada Escritura se relaciona con los descubrimientos científicos, enfatizando la importancia de una interpretación adecuada y reconociendo los límites de cada disciplina.
Tabla de contenido
Introducción a la perspectiva católica
La Iglesia Católica ha mantenido históricamente una postura que busca la complementariedad entre la fe y la razón1. Lejos de ver la ciencia como una amenaza a la fe, la considera una vía legítima para comprender el mundo creado por Dios2. Los avances científicos y tecnológicos son admirados, y la Iglesia alienta a los científicos a continuar sus esfuerzos sin abandonar el horizonte sapiencial que une sus logros con los valores filosóficos y éticos2.
Sin embargo, es crucial evitar el cientificismo, una visión filosófica que rechaza la validez de cualquier forma de conocimiento que no provenga de las ciencias positivas, relegando el saber religioso, teológico, ético y estético al ámbito de la mera fantasía3. El cientificismo empobrece el pensamiento humano al no abordar las preguntas fundamentales sobre el significado de la vida, y puede llevar a la falsa conclusión de que si algo es técnicamente posible, es moralmente admisible3.
La Sagrada Escritura contiene elementos, tanto implícitos como explícitos, que ofrecen una visión del ser humano y del mundo de una excepcional densidad filosófica4. La convicción fundamental de la «filosofía» presente en la Biblia es que el mundo y la vida humana tienen un significado y tienden a su plenitud en Jesucristo4.
Principios de interpretación bíblica frente a la ciencia
Para entender la relación entre la Biblia y la ciencia, la Iglesia ha desarrollado principios de interpretación bíblica que reconocen la naturaleza y el propósito de los textos sagrados.
El propósito de la Escritura
La Iglesia enseña que los autores sagrados, o más precisamente, el Espíritu Santo que habló a través de ellos, no tuvieron la intención de enseñar la naturaleza esencial de las cosas del universo visible, ya que estas no son de utilidad para la salvación5. Por lo tanto, no buscaron penetrar los secretos de la naturaleza, sino que describieron y trataron las cosas de manera más o menos figurada, o en términos comúnmente usados en su tiempo5. La Biblia principalmente describe lo que se presenta a los sentidos, y los escritores sagrados «se guiaron por lo que aparecía sensiblemente», o registraron lo que Dios, al hablar a los hombres, significaba de una manera que estos podían entender y estaban acostumbrados5.
En este sentido, cuando la ciencia demuestra hechos verdaderos sobre la naturaleza física, la fe católica busca conciliar estos descubrimientos con las Escrituras5. Si alguna afirmación científica contradice las Escrituras o la fe católica, debe ser probada como falsa o, en cualquier caso, debe creerse que lo es sin dudar5.
Los primeros capítulos del Génesis
Un ejemplo clave de la interacción entre la Biblia y la ciencia se encuentra en la interpretación de los primeros once capítulos del Génesis. La Iglesia ha aclarado que estos capítulos, aunque no se ajustan al método histórico utilizado por los mejores escritores griegos y latinos o por autores competentes de nuestro tiempo, pertenecen a la historia en un sentido verdadero6. Este sentido, sin embargo, debe ser estudiado y determinado por los exegetas6.
Estos capítulos, con un lenguaje sencillo y metafórico adaptado a la mentalidad de un pueblo poco culto, exponen verdades fundamentales para la salvación y ofrecen una descripción popular del origen del género humano y del pueblo elegido6. Si los antiguos escritores sagrados tomaron algo de narraciones populares, lo hicieron con la ayuda de la inspiración divina, que los hizo inmunes a cualquier error al seleccionar y evaluar esos documentos6.
La no-contradicción entre verdad revelada y verdad científica
La Iglesia sostiene que no puede haber una verdadera contradicción entre las verdades de la fe y las de la razón, ya que ambas provienen del mismo Dios7,8. La fe y la razón se apoyan mutuamente1. La fe agudiza la mirada interior, abriendo la mente a descubrir en el flujo de los acontecimientos la acción de la Providencia8. Por otro lado, la razón ayuda a la teología a comprender mejor la Palabra de Dios, mientras que la revelación de la Palabra de Dios incita a la razón a explorar caminos que por sí misma ni siquiera habría sospechado7.
Es fundamental reconocer que el mundo creado y la vida humana no son autosuficientes4. Cualquier ilusión de autonomía que niegue la dependencia esencial de Dios de toda criatura lleva a situaciones dramáticas que subvierten la búsqueda racional de la armonía y el significado de la vida humana4.
Límites de la ciencia y la razón
A pesar del gran valor del conocimiento científico, la Iglesia también señala los límites de la razón humana y de las ciencias.
El riesgo del relativismo y el escepticismo
El cierre de la razón a la existencia de una verdad última y objetiva ha llevado a un escepticismo y relativismo generalizados9. Esto no conduce a una humanidad más «madura», sino a la desesperación y la irracionalidad9. Muchas personas han sido llevadas a creer que las únicas verdades son las que pueden ser demostradas por la experiencia o la experimentación científica, lo que reduce el ámbito de la investigación racional a las dimensiones tecnológicas, instrumentales, utilitarias, funcionales y sociológicas de las cosas9.
Esta visión relativista y pragmática de la verdad, que reemplaza un pluralismo legítimo por una pluralidad indiferenciada donde todas las posiciones son igualmente válidas, es preocupante9. Si la razón no puede alcanzar verdades últimas, la fe pierde su carácter razonable e inteligible y se reduce al ámbito de lo indefinible, sentimental e irracional, lo que conduce al fideísmo9.
La búsqueda de la verdad última
La fe, sin embargo, impulsa a la razón a ir más allá de todo aislamiento y a arriesgarse voluntariamente para alcanzar lo bello, lo bueno y lo verdadero10. La filosofía es llamada a verificar la capacidad humana de conocer la verdad, de llegar a un conocimiento que puede alcanzar la verdad objetiva11. La Sagrada Escritura asume que el individuo, incluso si es culpable de duplicidad y mendacidad, puede conocer y comprender la verdad clara y simple11. La tradición católica no se equivocó al tomar ciertos textos de San Juan y San Pablo como afirmaciones sobre el ser mismo de Cristo, y para entender y explicar estas afirmaciones, la teología necesita la contribución de una filosofía que no niegue la posibilidad de un conocimiento objetivamente verdadero11.
La Iglesia anima a los filósofos a confiar en el poder de la razón humana y a no fijarse metas demasiado modestas en su filosofar10. Es necesario no abandonar la pasión por la verdad última, el afán de buscarla o la audacia de forjar nuevos caminos en esa búsqueda10.
La sabiduría de los relatos bíblicos y la ecología
La Biblia también ofrece una perspectiva sapiencial sobre la creación que tiene implicaciones para nuestra relación con el mundo natural, un tema que resuena con la ciencia moderna, particularmente en el campo de la ecología.
La responsabilidad por la tierra de Dios significa que los seres humanos, dotados de inteligencia, deben respetar las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios existentes entre las criaturas de este mundo12. Los mandatos bíblicos enfatizan las relaciones no solo entre individuos, sino también con otros seres vivos. Por ejemplo, se prohíbe ignorar un animal caído o tomar la madre junto con los jóvenes de un nido12. El descanso sabático no es solo para los seres humanos, sino también para el buey y el asno12. Claramente, la Biblia no concibe un antropocentrismo tiránico despreocupado por otras criaturas12.
Este enfoque resalta que la Biblia no es un manual de ciencia, sino una fuente de sabiduría que guía al ser humano en su relación con Dios, consigo mismo, con los demás y con toda la creación.
Conclusión
La relación entre la Biblia y la ciencia desde una perspectiva católica es una de armonía complementaria, donde la fe y la razón son vistas como medios válidos para llegar a la verdad. La Iglesia anima la investigación científica, al mismo tiempo que advierte contra el cientificismo y el relativismo, que limitan la capacidad humana de conocer la verdad última y objetiva. La Sagrada Escritura, si bien no tiene como fin enseñar ciencias naturales, provee verdades fundamentales para la salvación y una sabiduría esencial sobre la creación y la responsabilidad humana hacia ella. A través de una interpretación adecuada, que considera el género literario y el propósito de los textos bíblicos, la fe y la ciencia pueden enriquecerse mutuamente en la búsqueda del conocimiento de Dios y de su creación.
Citas
Conclusión, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 100 (1998). ↩ ↩2
Conclusión, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 106 (1998). ↩ ↩2
Capítulo VII - Exigencias y tareas actuales - Los requisitos indispensables de la palabra de Dios, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 88 (1998). ↩ ↩2
Capítulo VII - Exigencias y tareas actuales - Los requisitos indispensables de la palabra de Dios, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 80 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La autoridad de la Sagrada Escritura; crítica moderna; ciencia física, Papa León XIII. Providentissimus Deus, § 18 (1893). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Pío XII. Humani Generis, § 38 (1950). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Mats Wahlberg. Fe, Realismo y Razón Universal: Reflexiones MacIntyreanas sobre Fides et Ratio, § 3. ↩ ↩2
Capítulo II - Credo ut intellegam - «la sabiduría lo sabe y lo comprende todo» (Sab 9:11), Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 16 (1998). ↩ ↩2
Al cuarto grupo de obispos de los Estados Unidos de América en su visita «ad limina», Papa Juan Pablo II. Al cuarto grupo de Obispos de los Estados Unidos de América en su visita «ad Limina» (24 de octubre de 1998), § 5 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo V - Las intervenciones del Magisterio en cuestiones filosóficas - El discernimiento del Magisterio como diakonía de la verdad, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 57 (1998). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo VII - Exigencias y tareas actuales - Los requisitos indispensables de la palabra de Dios, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 82 (1998). ↩ ↩2 ↩3
capítulo dos - II. La sabiduría de los relatos bíblicos, Papa Francisco. Laudato Si, § 68. ↩ ↩2 ↩3 ↩4