Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas son el corazón de la predicación de Jesús, un conjunto de solemnes bendiciones que marcan el comienzo del Sermón de la Montaña en el Evangelio de San Mateo (Mt 5:3-12) y que también aparecen en una forma más breve en el Evangelio de San Lucas (Lc 6:20-22). Representan la quintaesencia de la enseñanza moral de Cristo, describiendo el rostro de Jesús y delineando las actitudes y acciones características de la vida cristiana, así como la vocación fundamental de los fieles. Más que meras promesas de felicidad futura, las Bienaventuranzas son promesas paradójicas que sustentan la esperanza en medio de las tribulaciones y revelan el orden de la felicidad, la gracia, la belleza y la paz que ya ha comenzado en la vida de los discípulos de Cristo, siendo un camino a la santidad que culmina en la posesión del Reino de Dios.
Tabla de contenido
Origen y Contexto Bíblico
Las Bienaventuranzas se encuentran principalmente en el Evangelio de San Mateo, en el pasaje conocido como el Sermón de la Montaña1.
El Sermón de la Montaña
Jesús pronunció estas bendiciones después de subir a un monte y sentarse, con sus discípulos acercándose a Él, un escenario que recuerda la entrega de la Ley en el Monte Sinaí1. Este discurso, el primero y más extenso de Jesús registrado por Mateo, presenta las Bienaventuranzas como una especie de síntesis de Su enseñanza2. La forma en que Jesús propone estas bendiciones es notable, ya que utiliza un género literario que se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, atribuyendo alegría y felicidad a ciertas personas y disposiciones, a menudo vinculadas con una promesa de bendición futura2,3.
Las Ocho Bienaventuranzas de Mateo
El Evangelio de Mateo registra ocho Bienaventuranzas formales, seguidas de una novena que se dirige directamente a los oyentes («Bienaventurados sois vosotros…»)1,4. La versión más completa y prominente en Mateo se alinea con el propósito de este Evangelio, que consistentemente enfatiza el carácter espiritual del Reino Mesiánico, contrastando con las expectativas judías de la época5.
El texto de Mateo (5:3-10) es el siguiente:
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»1.
«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados»1.
«Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra»1.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados»1.
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»1.
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»1.
«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios»1.
«Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos»1.
Una novena bendición se añade, dirigida específicamente a los discípulos: «Bienaventurados sois cuando os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros»1.
Las Bienaventuranzas en Lucas
En el Evangelio de San Lucas (Lc 6:20-22), las Bienaventuranzas aparecen en una forma más breve, con solo cuatro bendiciones, y están acompañadas por cuatro «ayes» o maldiciones (Lc 6:24-26)2,5.
Significado Teológico y Moral
Las Bienaventuranzas son consideradas una iconografía en palabras que retrata el Reino de Dios6. Ellas son la expresión de la vocación cristiana y el camino hacia la perfección, yendo más allá del mero cumplimiento de los Diez Mandamientos hacia la práctica del amor abnegado7,8.
El Rostro de Cristo y la Vocación Cristiana
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que las Bienaventuranzas «describen el rostro de Jesucristo y retratan su caridad»9. Ellas expresan la vocación de los fieles, que están asociados a la gloria de la Pasión y Resurrección de Cristo, e iluminan las acciones y actitudes que deben caracterizar la vida cristiana9.
El camino hacia la santidad, según la enseñanza de la Iglesia, se encuentra en la práctica de las ocho Bienaventuranzas10,8.
Virtudes y Disposiciones Fundamentales
Las Bienaventuranzas presentan una lista de virtudes y disposiciones fundamentales que reflejan el comportamiento del propio Jesús2.
Pobres en espíritu: Son aquellos que viven en una situación precaria y, sobre todo, reconocen su total dependencia de Dios y que no poseen nada por sí mismos2. El «pobre en espíritu» es el humilde, cuyo corazón está libre de prejuicios y condicionamientos, y totalmente dispuesto a la voluntad divina, lo que presupone renuncia y desapego coherente de sí mismo11,12. La pobreza es la virtud de compartir, que llama a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales por amor13.
Los que lloran: Se refiere no solo a quienes sufren las desgracias de la condición humana mortal, sino también a los afligidos que no se encierran en sí mismos, sino que participan con compasión en las necesidades y sufrimientos de los demás, y a aquellos que aceptan valientemente los sufrimientos que resultan de la sincera profesión de la moral evangélica2,11.
Los mansos: Son aquellos que no recurren a la violencia, sino que respetan a sus vecinos tal como son2. A los mansos se les da una herencia, como el testamento de un padre a quienes lo buscan con diligencia14.
Hambre y sed de justicia: Este deseo intenso es el de actuar de acuerdo con la voluntad de Dios, en espera del Reino2. Jesús piensa en la justicia mayor que consiste en buscar la voluntad salvífica de Dios11.
Los misericordiosos: Son los que ofrecen ayuda activa a los necesitados y están dispuestos a conceder el perdón2. Son felices aquellos que superan la dureza de corazón y la indiferencia, reconociendo en la práctica la primacía del amor compasivo11.
Los limpios de corazón: Son aquellos que buscan la voluntad de Dios con un compromiso integral e indiviso2. Buscan la rectitud interior absoluta que excluye todo engaño y duplicidad11. La recompensa de ver a Dios se concede a aquellos que tienen un ojo puro para discernir las cosas eternas14.
Los pacificadores: Son aquellos que hacen todo lo que está en su poder para mantener y restablecer la comunión inspirada por el amor entre los seres humanos2. La paz es la suma de todas las bendiciones mesiánicas y una tarea exigente que implica promover la armonía fraterna al superar hostilidades y conflictos11. San Agustín interpreta la paz en este sentido como una condición del alma, donde se someten todas las emociones a la razón, y señala que ambos sentidos (paz interior y exterior) son importantes y están relacionados15.
Perseguidos por causa de la justicia: Son aquellos que permanecen fieles a la voluntad de Dios a pesar de las dificultades consecuentes2. La última bienaventuranza «vuelve al punto de partida» y manifiesta al hombre perfecto14,12.
Las Bienaventuranzas como Camino a la Perfección
San Agustín de Hipona interpretó las Bienaventuranzas como un camino gradual de siete etapas hacia la perfección, con la octava bienaventuranza actuando como una recapitulación y manifestación de lo que es completo y perfecto12,16.
Según San Agustín, estas etapas se corresponden con los siete dones del Espíritu Santo (aunque en orden inverso)17:
Pobres en espíritu (Humildad): Corresponde al Temor de Dios, que es el principio de la sabiduría14,17.
Los mansos: Corresponde a la Piedad, honrando la Sagrada Escritura y no ofreciendo resistencia17.
Los que lloran: Corresponde a la Ciencia (Conocimiento), al descubrir los males que los atan por el pecado17.
Hambre y sed de justicia: Corresponde a la Fortaleza, en el esfuerzo por desviar el amor de las cosas terrenales17.
Los misericordiosos: Corresponde al Consejo (Prudencia), el remedio para escapar de los males, perdonando a los demás como deseamos ser perdonados17,18.
Los limpios de corazón: Corresponde al Entendimiento, el ojo purgado que puede contemplar el bien supremo17.
Los pacificadores: Corresponde a la Sabiduría, donde todas las cosas están ordenadas y ninguna pasión se rebela contra la razón, obedeciendo el espíritu de Dios17.
La octava bienaventuranza, «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia», es la consumación de la perfección, que vuelve al punto de partida, pues la recompensa es de nuevo el Reino de los Cielos14,12.
La Felicidad Verdadera (Beatitud)
El término «Bienaventurado» (Makarios en griego) se traduce como «feliz» o «dichoso»3. Las Bienaventuranzas responden a la pregunta universal sobre cómo vivir una vida feliz3. Para los antiguos, tanto en la filosofía clásica como en las Escrituras, la beatitud era un término clave en la ética moral3.
En el contexto católico, las Bienaventuranzas proclaman las bendiciones y recompensas ya aseguradas, aunque de forma tenue, para los discípulos de Cristo9. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes ya pertenece el Reino19,20.
Las Bienaventuranzas son la promesa de la alegría que se encuentra en la vida en el Espíritu, una felicidad que es paradójica porque se encuentra en estados que el mundo consideraría infelices (pobreza, luto, persecución)9. La recompensa prometida en las Bienaventuranzas está intrínsecamente relacionada con la condición que la califica, aunque a menudo hay una discontinuidad evidente. Por ejemplo, aquellos que tienen hambre y sed de justicia no están satisfechos ahora, sino que anhelan lo que les falta, lo cual será rectificado con la llegada plena del Reino21.
En última instancia, la vocación del hombre, creado a imagen de Dios, es la beatitud, y las Bienaventuranzas son el medio para alcanzarla a través de la conducta correcta, elegida libremente con la ayuda de la ley y la gracia de Dios22.
Citas
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Mateo 5. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
B3. La nueva alianza en Jesucristo como don final de Dios, y sus implicaciones morales - 3.1. La venida del reino de Dios y sus implicaciones morales - 3.1.2. La proclamación del reino de Dios y sus implicaciones morales - B. Las bienaventuranzas (disposiciones especialmente destacadas), Comisión Bíblica Pontificia. La Biblia y la Moral: Raíces Bíblicas de la Conducta Cristiana, § 47 (2008). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
William C. Mattison III. Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, § 5. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, William C. Mattison III. Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, § 1. ↩
Las ocho bienaventuranzas, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Las Ocho Bienaventuranzas. ↩ ↩2
Primera parte - La fe de la Iglesia - III. Creemos en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra, y en nuestro Salvador Jesucristo, y en el Espíritu Santo, Señor, dador de vida - B. «Dios se hizo hombre para que los hombres pudieran hacerse Dios”139 - 2. La proclamación del reino de Dios - A. El anuncio del reino:, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 204 (2016). ↩
John Makdisi. Una respuesta cristiana a las leyes que exigen actos inmorales, § 2. ↩
Papa Juan Pablo II. 28 de enero de 1996: Visita a la Parroquia de San Cleto Papa en Roma - Homilía (1996). ↩ ↩2
Sección primera La vocación del hombre: la vida en el Espíritu, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1717. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 1 de noviembre de 2000: Solemnidad de Todos los Santos - Homilía, § 3 (2000). ↩
Papa Juan Pablo II. 1 de noviembre de 2000, Solemnidad de Todos los Santos, § 3 (2000). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Sobre la primera parte del sermón de la montaña (Mateo 5), Agustín de Hipona. Sobre el Sermón de la Montaña, Libro I, §Capítulo 3. 10 (393). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Sección segunda La oración del Señor, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2833. ↩
Sobre la primera parte del sermón de la montaña (Mateo 5), Agustín de Hipona. Sobre el Sermón de la Montaña, Libro I, §Capítulo 4. 12 (393). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
William C. Mattison III. Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, § 20. ↩
William C. Mattison III. Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, § 10. ↩
Sobre la primera parte del sermón de la montaña (Mateo 5), Agustín de Hipona. Sobre el Sermón de la Montaña, Libro I, §Capítulo 4. 11 (393). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Sobre la segunda parte del sermón de la montaña (Mateo 6-7), Agustín de Hipona. Sobre el Sermón de la Montaña, Libro II, §Capítulo 11. 38 (393). ↩
Sección segunda Los Diez Mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2546. ↩
Sección segunda I. Los Credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 544. ↩
William C. Mattison III. Las Bienaventuranzas y la Teología Moral: Un Enfoque de la Ética de las Virtudes, § 28. ↩
IV. Estructura de este Catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 16. ↩