Blasfemia
La blasfemia se define como cualquier expresión de odio, reproche, desafío o falta de respeto hacia Dios, ya sea de forma interna o externa. Esta ofensa grave no solo incluye el mal uso del nombre de Dios, sino que se extiende también al lenguaje despectivo contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es un pecado grave que atenta directamente contra el segundo mandamiento, que prohíbe tomar el nombre del Señor en vano, y es considerado una de las transgresiones más serias contra la virtud de la religión. La gravedad de la blasfemia radica en el desprecio que manifiesta hacia la majestad divina, pudiendo manifestarse de diversas formas, incluyendo herejía, imprecación o simple contumacia. A lo largo de la historia, la Iglesia y las leyes civiles han impuesto diversas penas contra este acto, reflejando su profunda preocupación por la reverencia debida a Dios.
Tabla de contenido
Significado y Naturaleza de la Blasfemia
Etimológicamente, la palabra blasfemia proviene del griego blaptein (injuriar) y pheme (reputación), sugiriendo una irreverencia grave hacia algo o alguien digno de gran estima1. Sin embargo, en su sentido estricto dentro de la teología católica, se refiere exclusivamente a la derogación del honor debido a Dios1. Francisco Suárez la define como «cualquier palabra de maldición, reproche o contumelia pronunciada contra Dios»1.
La blasfemia es primariamente un pecado de la lengua, aunque puede cometerse también en el pensamiento o en la acción1. Se opone directamente al acto religioso de alabar a Dios1. El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) especifica que consiste en proferir contra Dios —ya sea interior o exteriormente— «palabras de odio, de reproche o de desafío; en hablar mal de Dios; en faltarle al respeto en sus expresiones; en abusar del nombre de Dios»2,3. Santiago condena a quienes «blasfeman el nombre glorioso [de Jesús] por el cual han sido llamados»2,3.
Extensión de la Blasfemia
La prohibición de la blasfemia se extiende más allá de las palabras dirigidas directamente a Dios2. Incluye el lenguaje contra la Iglesia de Cristo, la Santísima Virgen María, los santos y las cosas sagradas2,4,3. Es también una forma de blasfemia usar el nombre de Dios para encubrir prácticas criminales, esclavizar pueblos, torturar o matar personas, ya que el mal uso del nombre divino para cometer un crimen puede llevar a otros a repudiar la religión2,3.
Tipos de Blasfemia
La blasfemia puede clasificarse de varias maneras, según la naturaleza de las palabras o intenciones expresadas:
Blasfemia Herética
Ocurre cuando el insulto a Dios implica una declaración contraria a la fe, como afirmar que «Dios es cruel e injusto»1. En este caso, la blasfemia no solo se opone a la virtud de la religión, sino también a la de la fe1.
Blasfemia Imprecatoria
Se da cuando se invoca una maldición sobre el Ser Supremo, como decir «¡Fuera Dios!»1. Esta forma de blasfemia también viola la caridad1.
Blasfemia Contumeliosa
Consiste simplemente en el desprecio o la indignación hacia Dios, como la famosa blasfemia de Juliano el Apóstata: «Has vencido, oh Galileo»1.
Además, la blasfemia puede ser:
Directa: Cuando la persona que blasfema tiene la intención formal de deshonrar a la Divinidad1.
Indirecta: Cuando, sin tal intención, se usan palabras blasfemas con conocimiento de su significado ofensivo1. Aunque estas dos formas difieren en el grado de malicia, son específicamente iguales1.
La Malicia de la Blasfemia
La blasfemia es un pecado contra la virtud de la religión, la cual nos exige rendir a Dios el honor que le corresponde como nuestro origen y fin último1. Santo Tomás de Aquino sostiene que debe considerarse también un pecado contra la fe, ya que por ella se atribuye a Dios lo que no le pertenece o se le niega lo que es suyo1,5. En sí misma, la blasfemia es un pecado mortal por su propia naturaleza (ex toto genere suo), siendo el más grave que puede cometerse contra la religión2,1,3,5. La seriedad de una afrenta es proporcional a la dignidad de la persona a quien se dirige; dado que el insulto en la blasfemia se ofrece a la inefable majestad de Dios, su enormidad es evidente1.
No obstante, la blasfemia puede ser un pecado venial o incluso no ser pecado si hay poca o ninguna advertencia o deliberación1,5. Por ejemplo, muchas expresiones proferidas en un arrebato de ira pueden no alcanzar la enormidad de un pecado grave, a menos que la ira se dirija directamente a Dios1. Del mismo modo, si las palabras blasfemas se pronuncian inadvertidamente, por fuerza de la costumbre, no se comete un pecado grave mientras se resista seriamente el hábito1. Sin embargo, si no se realiza tal esfuerzo, puede haber culpa grave, aunque no un pecado mortal en cada arrebato blasfemo1.
Cuando la blasfemia se produce de forma inconsciente o sin deliberación, por no advertir la naturaleza blasfema de las palabras debido a una súbita pasión que provoca una expresión impulsiva sin atender al significado, se considera un pecado venial y no una blasfemia en sentido propio5.
Penalidades Históricas por Blasfemia
Desde la antigüedad, la blasfemia ha sido considerada una ofensa grave con severas consecuencias:
Antiguo Testamento y Ley Mosaica
En la Antigua Ley, el blasfemo era castigado con la muerte. Dios mismo decretó, tras la blasfemia del hijo de Salomith: «El que maldiga a su Dios, llevará su pecado; y el que blasfeme el nombre de Yahvé, ciertamente morirá; toda la asamblea lo apedreará, sea nativo o extranjero. El que blasfeme el nombre de Yahvé, morirá» (Levítico 24, 15-16)1. Los judíos solían rasgarse las vestiduras al oír una blasfemia, en señal de detestación del crimen1.
Ley Canónica Medieval y Eclesiástica
El derecho canónico medieval imponía castigos muy severos a los blasfemos1. Un decreto del siglo XIII establecía que quien fuera condenado por blasfemia debía permanecer a la puerta de la iglesia durante las solemnidades de la Misa durante siete domingos, y en el último de ellos, despojado de capa y zapatos, debía aparecer con una soga al cuello1. También se imponían obligaciones de ayuno y limosna bajo las penas más duras1.
El Papa Pío V, en su Constitución «Cum primum apostolatus», insistió en los rigores de la antigua disciplina1,6. Según la ley establecida en ella:
Un laico culpable de blasfemia era multado. La multa aumentaba en la segunda ofensa, y en la tercera era exiliado1.
Si no podía pagar la multa, en la primera condena era obligado a permanecer ante la puerta de la iglesia con las manos atadas a la espalda1. Por la segunda ofensa era azotado, y por la tercera se le perforaba la lengua y se le sentenciaba a las galeras1.
Un clérigo blasfemo, si poseía un beneficio, perdía los ingresos de un año en la primera ofensa; en la segunda era privado de su beneficio y exiliado1. Si no tenía beneficio, era primero sometido a una multa y castigo corporal; al repetir la ofensa, era encarcelado, y si persistía, era degradado y condenado a galeras1.
El Quinto Concilio de Letrán (1512-1517 AD) también estableció penas para los blasfemos. Un laico noble era multado y podía perder su estatus nobiliario en la tercera falta. Un plebeyo sin rango era encarcelado, y si reincidía públicamente, podía ser condenado a prisión perpetua o a galeras7. Además, los jueces seculares que no actuaran contra los blasfemos convictos podían ser sujetos a las mismas penas7. Quienes escucharan una blasfemia estaban obligados a reprender al blasfemo y a denunciarlo a un juez eclesiástico o secular en un plazo de tres días, si se podía hacer sin peligro7.
Derecho Civil
Históricamente, la blasfemia también era punible en el derecho civil1. En la época de Justiniano, se impusieron severas leyes contra este pecado, incluso con la pena de muerte para quienes persistieran en la ofensa1. Entre los visigodos, blasfemar el nombre de Cristo o despreciar la Trinidad implicaba la confiscación de la cabeza, cien azotes y prisión perpetua encadenado1. Entre los francos, era un delito capital1.
En la common law, Blackstone definió la blasfemia como «negar el ser o la providencia de Dios, reproches contumeliosos a nuestro Salvador Jesucristo, burlas profanas de la Sagrada Escritura, o exponerla al desprecio o al ridículo»1. Estados Unidos tuvo muchas leyes penales contra la blasfemia, declaradas constitucionales1. Se consideraba un delito público punible por la common law pronunciar palabras como «Jesucristo era un bastardo y su madre era una ramera»1.
Blasfemia y el Segundo Mandamiento
El segundo mandamiento de la Ley de Dios es «No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano»5. La blasfemia se opone directamente a este mandamiento2. Es una de las formas más graves de «usar el nombre de Dios en vano», ya que implica decir algo falso o despectivo sobre Dios5. El Catecismo de la Iglesia Católica resume claramente que «el segundo mandamiento prohíbe todo uso impropio del nombre de Dios. La blasfemia consiste en usar de forma ofensiva el nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos»4.
Conclusión
La blasfemia es, por tanto, un pecado de profunda gravedad en la enseñanza católica, considerado una ofensa directa y un acto de desprecio contra la infinita majestad de Dios. Su prohibición abarca no solo el nombre divino, sino también todo lo que se relaciona con Dios, como la Iglesia, la Virgen María y los santos. Aunque su gravedad puede variar según la deliberación y la intención, la blasfemia consciente y voluntaria es siempre un pecado mortal. La historia, tanto eclesiástica como civil, ha reflejado la seriedad con la que se ha tomado este pecado, imponiendo penas severas en el pasado para salvaguardar la reverencia debida a lo sagrado. La doctrina católica actual sigue enfatizando la necesidad de respetar el nombre de Dios y de evitar cualquier forma de blasfemia, como un acto fundamental de la virtud de la religión.
Citas
Blasfemia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Blasfemia. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34 ↩35 ↩36 ↩37 ↩38 ↩39
I. El nombre del Señor es santo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2148 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Gula o «foodies» modernos, Basil Cole, O.P. Una valoración tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los vicios capitales, § 14. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
En síntesis, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2162 (1992). ↩ ↩2
Segunda parte de la segunda parte - Del pecado de blasfemia, en general - ¿Es siempre la blasfemia un pecado mortal? , Tomás de Aquino. Summa Theologiae, § II-II, Q. 13, A. 2 (1274). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Los diez mandamientos - El segundo mandamiento - Blasfemia, Papa Pío V. Catecismo del Concilio de Trento, §Los Diez Mandamientos - El Segundo Mandamiento (1566). ↩
Sesión 9 - 5 de mayo de 1514 - Reformas de la curia y de otras cosas, Documento del Concilio. Quinto Concilio de Letrán (1512-1517 d.C.) (1517). ↩ ↩2 ↩3