Buen Samaritano

La parábola del Buen Samaritano, relatada por Jesús en el Evangelio de Lucas (Lc 10:25-37)1, es una de las enseñanzas más profundas y universalmente reconocidas de la tradición cristiana. Esta parábola no solo define el concepto de «prójimo», sino que también ilustra el mandamiento del amor a Dios y al prójimo2,3,4, y es una llamada a la compasión y la acción misericordiosa hacia cualquier persona necesitada, sin importar su origen, religión o condición5,6,7. A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica ha interpretado esta parábola como un modelo de conducta cristiana, identificando a Cristo mismo como el Buen Samaritano por excelencia5,8,9.
Tabla de contenido
El Contexto de la Parábola
La parábola surge de un diálogo entre Jesús y un doctor de la Ley que busca probarlo9,1. La conversación comienza con la pregunta del legista sobre cómo heredar la vida eterna9,1. Jesús le pide que responda a su propia pregunta, y el legista recita correctamente el Gran Mandamiento: amar a Dios con todo el corazón, alma, fuerzas y mente, y al prójimo como a uno mismo9,2,1. Jesús le dice: «Haz esto y vivirás»9,1.
Insatisfecho, el legista formula una segunda pregunta crucial: «¿Y quién es mi prójimo?»5,6,9,1. Esta pregunta revela un deseo de establecer límites claros sobre a quién se debía extender la obligación de amar, quizás buscando justificar una exclusión de ciertos grupos9,10. En respuesta, Jesús no ofrece una definición abstracta, sino que relata una historia que invierte la perspectiva del legista9.
La Narrativa de la Parábola
La parábola narra la historia de un hombre que desciende de Jerusalén a Jericó y cae en manos de ladrones, quienes lo despojan, lo hieren y lo dejan medio muerto en el camino6,7,1.
El Sacerdote y el Levita: Dos figuras religiosas, un sacerdote y un levita, pasan por el mismo camino6,9,11,1. Ambos lo ven, pero cada uno «pasa de largo» por el otro lado6,9,11,1. Posiblemente, sus ocupaciones religiosas, el miedo a la impureza ritual o simplemente la prisa, los llevaron a la indiferencia9. La Escritura nos advierte sobre el peligro de la «anestesia espiritual» que nos insensibiliza ante el sufrimiento de los demás11.
El Buen Samaritano: Luego, un samaritano que viajaba por el camino lo ve y, movido a compasión, se acerca a él6,9,7,1. Los samaritanos eran considerados «extranjeros», «cismáticos» o «herejes» por los judíos de la época, y existía una enemistad tradicional entre ambos grupos9,12,7,10. A pesar de esta animosidad cultural, el samaritano demuestra una misericordia radical9,7. Él:
Al final de la parábola, Jesús invierte la pregunta inicial del doctor de la Ley y le pregunta: «¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?»9,1. La respuesta es clara: «El que practicó la misericordia con él»9,1. Jesús concluye con la exhortación: «Ve y haz tú lo mismo»9,1,10.
Interpretaciones Católicas de la Parábola
La parábola del Buen Samaritano ha sido objeto de ricas interpretaciones en la tradición católica, tanto a nivel moral como teológico.
El Samaritano como Modelo Moral y Ético
La interpretación más directa es la moral y ética. La parábola nos enseña que debemos ser «prójimos» para cualquier persona necesitada que encontremos, sin hacer distinciones basadas en raza, religión, nacionalidad o cualquier otra categoría5,9,12,7.
Compasión Activa: El Buen Samaritano no solo siente pena, sino que actúa con misericordia concreta6,9. Su compasión no es un «sentimiento vago», sino que implica tomar cuidado del otro, incluso comprometiéndose y pagando por él9.
Superar Prejuicios: El hecho de que el héroe de la historia sea un samaritano, un «extranjero» y «hereje» para la audiencia judía de Jesús, subraya que la caridad no debe tener límites12,7. El amor al prójimo trasciende las barreras sociales y religiosas12.
Identificación con el Sufrimiento: La parábola nos desafía a vernos no solo como el Samaritano, sino también como el hombre herido, reconociendo nuestra propia fragilidad y las dificultades que enfrentamos debido al pecado y a las tribulaciones de la vida8.
La «Revolución del Amor»: Papa Leo XIV ha hablado de la necesidad de una «revolución del amor» hoy, viendo en el camino de Jerusalén a Jericó el camino recorrido por todos los que descienden al pecado, al sufrimiento y a la pobreza12.
Cristo como el Buen Samaritano
Una interpretación más profunda, frecuente en la tradición patrística y magisterial, identifica a Jesús mismo como el Buen Samaritano por excelencia5,8,9,12.
Salvador de la Humanidad: Como el Samaritano detiene su camino para curar al hombre medio muerto, Cristo, el Hijo de Dios, se detuvo para curar a la humanidad herida por el pecado5,8,9. A través de su muerte en la cruz, reveló la «tierna misericordia de nuestro Dios» (Lc 1,78) y por su Resurrección, nos restauró a la vida y a la salud espiritual5.
Modelo de Amor: Jesús se «inclinó» hacia nosotros, se hizo nuestro servidor y nos salvó, invitándonos a amar como Él nos ha amado9. Su Sagrado Corazón es el modelo de verdadera humanidad, y se nos pide que nuestros corazones se asemejen cada vez más al suyo8,12.
Sanación y Esperanza: Así como el Samaritano cura las heridas del hombre, Cristo cura nuestras heridas y restaura nuestra esperanza8. Una vez sanados y amados por Cristo, estamos llamados a ser testigos de su amor y compasión en el mundo12.
Crítica a la Indiferencia y el Egocentrismo
La parábola también sirve como una fuerte crítica a la indiferencia y al egocentrismo13.
Los Transeúntes: El sacerdote y el levita representan aquellos que, a pesar de su posición religiosa, «pasan de largo» y se acostumbran a «mirar para otro lado», inmersos en sus propios intereses o distracciones9,13,11. Su prisa o sus normas rituales no justifican su falta de caridad9.
El Egoísmo Moderno: Papa Francisco ha reflexionado sobre cómo nos identificamos con los transeúntes, evitando problemas al retirarnos hacia el interior, inmersos en distracciones o escondiéndonos detrás de una indiferencia cultivada13.
Los «Ladrones»: En una lectura más amplia, los «ladrones» pueden representar las fuerzas globales que despojan a las personas de su dignidad: sistemas políticos tiránicos, economías que empobrecen, guerras que destruyen vidas, y la polarización que debilita el tejido social13,12. Quienes pasan de largo, en cierto sentido, se convierten en aliados silenciosos de los ladrones al abnegar su responsabilidad13.
El Mandamiento del Amor al Prójimo
La parábola es una ilustración vívida del mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo9,2,3,4. Jesús no ofrece alternativas, sino que confía en lo mejor del espíritu humano, animándonos a perseverar en el amor, a restaurar la dignidad de los que sufren y a construir una sociedad digna de ese nombre14.
El amor al prójimo no es un sentimiento vago, sino una disposición interior del corazón que se expresa en la disponibilidad para detenerse, preocuparse y ayudar al que lo necesita6,9. Significa «sufrir con el otro» y tomar todas las medidas necesarias para «acercarse» a él hasta el punto de identificarse9.
Conclusión
La parábola del Buen Samaritano es un llamado perenne a la acción para todos los cristianos. Nos desafía a examinar nuestros corazones y a preguntarnos con quién nos identificamos en la historia13. ¿Somos como el sacerdote o el levita, que miran y pasan de largo? ¿O somos como el samaritano, que permite que el sufrimiento del otro le «abra el corazón» y lo impulse a la acción misericordiosa?12
En la figura del Buen Samaritano, la Iglesia ve tanto un modelo ético a imitar como una prefiguración de Cristo mismo, quien se hizo nuestro prójimo para sanar nuestras heridas y ofrecernos la vida eterna5,8,9. La lección de esta parábola sigue siendo tan relevante hoy como lo fue en los tiempos de Jesús: el camino hacia la vida eterna está en la misericordia activa y universal, sin límites ni excepciones8,7. Como nos dice Jesús: «Ve y haz tú lo mismo»9,1.
Citas
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Lucas 10. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2052 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo segundo amarás a tu prójimo como a ti mismo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2196 (1992). ↩ ↩2
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2055 (1992). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 13 octubre 1989: Celebración eucarística en Tuntungan, Indonesia - Homilía, § 3 (1989). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
VII. El buen samaritano, Papa Juan Pablo II. Salvifici Doloris: Sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, § 28 (1982). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
Papa Juan Pablo II. Visita a un Campo de Refugiados en Morong (21 febrero 1981) - Discurso, § 4 (1981). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
Resumen de las palabras del Santo Padre: Papa León XIV. Audiencia General del 28 mayo 2025 Ciclo de Catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo nuestra Esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas 7. «Jesucristo nuestra esperanza. El Samaritano. Cuando lo vio, sintió compasión» (Lc 10:33b) (2025). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
B16. Ve y haz tú lo mismo (cf. Lc 10, 25-37), Papa Francisco. Audiencia General del 27 abril 2016: 16. Ve y haz tú lo mismo (cf. Lc 10, 25-37) (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30
Clemente de Alejandría. ¿Quién es el rico que se salvará? , § XXVIII (200). ↩ ↩2 ↩3
B1. «preocupémonos unos por otros»: Responsabilidad hacia nuestros hermanos y hermanas, Papa Benedicto XVI. Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI para la Cuaresma 2012, § 1 (2012). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Palabras del Santo Padre al final de la Santa Misa, Papa León XIV. Santa Misa (Castel Gandolfo, 13 julio 2025) - Homilía, § 1. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
Sheryl Overmyer. Una parábola, dos interpretaciones: Papa Francisco y William Langland sobre el Buen Samaritano, § 3. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Sheryl Overmyer. Una parábola, dos interpretaciones: Papa Francisco y William Langland sobre el Buen Samaritano, § 13. ↩