Canonización

La canonización en la Iglesia Católica es el acto por el cual el Papa declara solemnemente que una persona difunta está en el cielo y ha practicado heroicamente la virtud, convirtiéndose así en un modelo de santidad y en intercesor ante Dios para los fieles. Este proceso es el reconocimiento oficial de la santidad y permite que la persona sea venerada públicamente en toda la Iglesia, se le dediquen iglesias, altares, y se le celebre con una fiesta litúrgica. Es el paso final en un largo y riguroso procedimiento que comienza con la beatificación y que ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia de la Iglesia.
Tabla de contenido
Historia de la Canonización
La veneración de los santos en la Iglesia Católica tiene sus raíces en los mártires de los primeros siglos, cuya memoria era honrada localmente en el aniversario de su muerte, que se consideraba su «nacimiento para el cielo» (dies natalis)1. Se les rendía culto público y se construían altares sobre sus tumbas1.
Con el fin de las persecuciones, la Iglesia comenzó a venerar también a aquellos que habían vivido una vida de santidad ejemplar y ascetismo, los confesores de la fe1. Estos santos eran reconocidos por la voz del pueblo (fama sanctitatis) y por los milagros atribuidos a su intercesión1.
Inicialmente, el reconocimiento de la santidad era un asunto local y recaía en los obispos diocesanos1. El obispo, tras examinar la vida de la persona y los testimonios de milagros, permitía su veneración. Sin embargo, esta práctica llevó a abusos y a la veneración de personas cuya santidad era dudosa1.
Para remediar esta situación, a partir del siglo X, la Sede Apostólica comenzó a intervenir más en los procesos de canonización1. El Papa Juan XV fue el primero en emitir una decretal de canonización para San Ulrico en 9931. Más tarde, el Papa Alejandro III, en 1170, se reservó el derecho de canonizar, estableciendo que ninguna persona podía ser venerada como santa sin la aprobación de la Santa Sede1. Este paso marcó la centralización del proceso en Roma.
Durante el pontificado de Urbano VIII, en 1634, se publicaron dos bulas, Caelestis Hierusalem Cives y Immensis Aeterni Dei, que normatizaron y reservaron exclusivamente al Papa la facultad de declarar la santidad y permitir el culto público1. Este fue un momento crucial en la historia de la canonización, ya que se formalizó el procedimiento y se establecieron normas más estrictas.
Finalmente, el Papa Benedicto XIV (1740-1758) fue el gran legislador de los procesos de canonización. Su obra De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum Canonizatione se convirtió en la base del derecho canónico sobre la materia, consolidando el proceso que la Iglesia sigue hasta hoy1.
El Proceso de Canonización
El proceso de canonización es largo y minucioso, dividido en varias etapas2:
1. Fase Diocesana (Causa del Siervo de Dios)
El proceso se inicia en la diócesis donde falleció la persona, o donde se recabaron la mayoría de las pruebas de su santidad2.
a. Nombramiento de un Postulador
El primer paso es la elección de un postulador, quien es el responsable de promover la causa, recopilar información sobre la vida del candidato y presentar la solicitud formal a la diócesis2.
b. Aprobación del Obispo Diocesano
El obispo diocesano, al recibir la solicitud y verificar que existe una reputación de santidad (fama sanctitatis) o martirio, puede abrir la investigación. Se emite un edicto para que los fieles presenten información útil sobre la vida del candidato2.
c. Recopilación de Pruebas
Se nombra un tribunal diocesano que recopila documentos, testimonios de testigos (oculares o de oídas) sobre la vida del candidato, sus virtudes, escritos y cualquier otra evidencia relevante2.
d. Cierre de la Fase Diocesana
Una vez finalizada la investigación, los documentos se sellan y se envían a la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano2.
2. Fase Romana
En Roma, la Congregación para las Causas de los Santos examina toda la documentación.
a. Título de «Siervo de Dios»
Con la apertura de la causa, el candidato recibe el título de Siervo de Dios2.
b. Estudio de la Positio
La Congregación nombra un relator que, junto con un equipo de expertos, estudia la positio, un resumen exhaustivo de todas las pruebas recogidas en la fase diocesana2. La positio debe demostrar que el Siervo de Dios practicó las virtudes cristianas en grado heroico (para confesores) o que sufrió el martirio (para mártires)2.
c. Voto de Teólogos e Historiadores
La positio es examinada por una comisión de teólogos e historiadores2. Si sus votos son favorables, la causa avanza.
d. Voto de Cardenales y Obispos
Posteriormente, la causa es presentada a una comisión de cardenales y obispos miembros de la Congregación, quienes también votan sobre la heroicidad de las virtudes o el martirio2.
e. Decreto de Virtudes Heroicas o Martirio
Si los votos son positivos, el Prefecto de la Congregación presenta el caso al Papa. Si el Papa aprueba, se emite un decreto reconociendo las virtudes heroicas del Siervo de Dios, quien entonces recibe el título de Venerable. En caso de martirio, se emite un decreto de martirio2.
3. Beatificación
La beatificación es el paso previo a la canonización y permite la veneración pública limitada del beato, generalmente en su diócesis o en su congregación religiosa2.
a. Milagro para Confesores
Para que un Venerable (que no fue mártir) sea beatificado, se requiere la atribución de un milagro verificado a su intercesión2. El milagro debe ser inexplicable científicamente y ser atribuido directamente a la intercesión del Venerable. Un consejo médico y teológico evalúa el milagro2.
b. Martirio
Para los mártires, no se requiere un milagro para la beatificación2. El reconocimiento del martirio es suficiente.
c. Celebración de la Beatificación
Una vez aprobado el milagro (o el martirio), el Papa autoriza la beatificación, y el candidato recibe el título de Beato. La ceremonia es celebrada por el Papa o su delegado2.
4. Canonización
La canonización es la declaración final y solemne de santidad, que permite el culto público universal en toda la Iglesia Católica2.
a. Segundo Milagro
Para la canonización de un Beato (que no fue mártir), se requiere la verificación de un segundo milagro, ocurrido después de su beatificación y atribuido a su intercesión2. Este milagro pasa por el mismo riguroso proceso de verificación que el primero. Para los mártires, si ya fueron beatificados por martirio, se requiere un milagro para su canonización, salvo excepciones expresas del Papa.
b. Celebración de la Canonización
Una vez que el segundo milagro es aprobado, el Papa convoca un consistorio de cardenales para discutir la canonización. Si el voto es favorable, el Papa celebra la misa solemne de canonización, en la que declara al beato Santo y lo inscribe en el Catálogo de los Santos2.
Los Milagros en la Canonización
Los milagros juegan un papel crucial en los procesos de canonización, especialmente para aquellos que no fueron mártires. Son considerados una prueba de la intervención divina y un signo de que la persona intercede ante Dios en el cielo2. La Iglesia investiga los milagros con la máxima rigurosidad, buscando explicaciones naturales y científicas antes de aceptar uno como sobrenatural.
Los milagros suelen ser curaciones inexplicables de enfermedades graves, donde no hay explicación médica y la recuperación es instantánea, completa y duradera2. Estos casos son examinados por juntas médicas que no tienen fe, para asegurar la imparcialidad en la evaluación2.
Implicaciones de la Canonización
Cuando una persona es canonizada, la Iglesia Católica declara solemnemente que2:
Ha practicado las virtudes cristianas en grado heroico (o sufrió martirio).
Es un modelo e intercesor para todos los fieles.
Se le puede dedicar iglesias y altares, y se le asigna una fiesta litúrgica.
La canonización es un acto infalible del Magisterio de la Iglesia, lo que significa que es una verdad de fe que el Papa, ejerciendo su autoridad apostólica, no puede errar al declarar a alguien como santo2.
La Canonización y la Santidad
La canonización no hace a alguien santo, sino que reconoce públicamente la santidad que ya ha sido alcanzada por la gracia de Dios y el esfuerzo humano2. La Iglesia, a través de este proceso, presenta a los fieles modelos de vida cristiana que han vivido el Evangelio de manera radical y que ahora gozan de la visión beatífica de Dios.
La santidad es la vocación universal de todo cristiano, como lo recordó el Concilio Vaticano II3. Los santos canonizados nos muestran que es posible vivir el Evangelio en diferentes épocas y circunstancias, y nos inspiran a buscar nuestra propia santidad en la vida cotidiana.
Conclusión
La canonización es un testimonio de la fe y la tradición de la Iglesia Católica, un proceso cuidadosamente diseñado para discernir la santidad de vida y presentar a los fieles ejemplos de virtud y fe inquebrantable. Desde sus humildes orígenes en la veneración de mártires locales hasta el riguroso procedimiento papal actual, la canonización subraya la creencia en la comunión de los santos y la esperanza de la vida eterna. A través de este acto solemne, la Iglesia no solo honra a aquellos que han alcanzado la gloria celestial, sino que también ofrece a los fieles modelos e intercesores, inspirándolos a seguir el camino de la santidad en sus propias vidas.
Citas
El credo de los apóstoles, Tercer Concilio Plenario de Baltimore. Un Catecismo de Doctrina Cristiana (El Catecismo de Baltimore No. 3), § 79 (1954). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11
Beatificación y canonización, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Beatificación y Canonización. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26
John P. Joy. Cuestiones Disputadas sobre la Infalibilidad Papal, § 26. ↩