Carta a los Filipenses

La Carta a los Filipenses es una de las epístolas del Nuevo Testamento atribuidas al apóstol san Pablo, dirigida a la comunidad cristiana de Filipos, una colonia romana en Macedonia (actual Grecia). Escrita durante su cautiverio en Roma alrededor del año 62-64 d.C., esta carta destaca por su tono de alegría y gratitud, a pesar de las circunstancias adversas de Pablo. En ella, el apóstol exhorta a la unidad, la humildad y la imitación de Cristo, incluyendo un célebre himno cristológico que resume el misterio de la encarnación, la kenosis y la exaltación de Jesús. Teológicamente, enfatiza la salvación por la fe, la vida en comunidad y la esperanza en la resurrección, influyendo profundamente en la doctrina católica sobre la cristología y la ética cristiana.
Tabla de contenido
Autenticidad y datación
La autenticidad de la Carta a los Filipenses como obra de san Pablo ha sido afirmada por la tradición eclesial desde los primeros siglos del cristianismo. San Policarpo de Esmirna, alrededor del año 120 d.C., la menciona explícitamente en su propia carta a los filipenses, refiriéndose a las «epístolas» de Pablo.1 Posteriormente, el Canon Muratoriano, san Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría y Tertuliano la atribuyen sin reservas al apóstol. La unanimidad patrística y la inclusión en el canon neotestamentario confirman su origen paulino, sin excepciones notables hasta el siglo XIX, cuando algunos críticos racionalistas cuestionaron su unidad, pero estas teorías han sido ampliamente rechazadas por la exégesis católica.1
Desde el punto de vista interno, el lenguaje y el estilo reflejan el carácter paulino: presenta unos cuarenta hapax legomena (palabras usadas solo una vez en el corpus paulino), pero en proporción similar a otras epístolas auténticas, junto con expresiones idiomáticas típicas de Pablo, como repeticiones enfáticas y figuras retóricas.1 Doctrinalmente, su cristología —que describe a Cristo preexistente en forma de Dios y encarnado— armoniza con textos como Gálatas 4:4 o Romanos 8:3, y su enseñanza sobre la justificación por la fe (Filipenses 3:6-9) no contradice las epístolas a los Romanos y Gálatas, sino que las complementa al rechazar la justicia legalista.1
La datación sitúa la redacción en el cautiverio romano de Pablo, entre los años 62 y 64 d.C., como indican referencias a su prisión (Filipenses 1:7, 13-14) y al «pretorio» (1:13), interpretado como la guardia pretoriana en Roma.1 Aunque algunos eruditos han propuesto Cesarea o Éfeso como posibles lugares, la mayoría de los comentadores católicos, incluyendo la Comisión Bíblica de 1913, favorecen Roma, alineándose con la tradición de una doble cautividad paulina.2 Esta fecha la ubica entre las epístolas de la cautividad, junto a las de Efesios, Colosenses y Filemón.
Contexto histórico
La ciudad de Filipos
Filipos era una próspera colonia romana fundada en el siglo IV a.C. por Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, y rebautizada como Colonia Augusta Julia Philippensis tras la batalla de Filipos en el 42 a.C., donde Octavio y Antonio derrotaron a Bruto y Casio.3 Situada en el noreste de Grecia, a orillas del mar Egeo, era un centro comercial y militar clave, con una población mixta de griegos, romanos y veteranos legionarios. Su estatus de colonia romana implicaba privilegios jurídicos y una fuerte influencia latina, lo que se refleja en la carta, donde Pablo alude a la ciudadanía celestial en contraste con la terrena (Filipenses 3:20).3
La comunidad cristiana de Filipos se caracterizaba por su fidelidad y generosidad hacia Pablo, enviándole ayuda material en varias ocasiones: en Tesalónica (Filipenses 4:15-16), Corinto (2 Corintios 11:9) y Roma (Filipenses 4:10-18).3 Sin embargo, enfrentaba tensiones internas, como rivalidades entre miembros (Evodia y Síntique en 4:2) y amenazas externas de judaizantes que promovían prácticas legales judías.1
Fundación de la comunidad cristiana
Pablo fundó la iglesia de Filipos durante su segundo viaje misionario, alrededor del año 50 d.C., como relata Hechos 16:12-40. Acompañado por Silas, Timoteo y Lucas, Pablo llegó desde Troas, guiado por una visión del «macedonio» que le pedía ayuda (Hechos 16:9). Esta fue la primera comunidad cristiana en Europa, marcando el inicio de la evangelización del continente.4 En Filipos, Pablo convirtió a Lidia, una comerciante de Púrpura, y liberó a un esclavo poseído, lo que provocó su arresto y azotes por las autoridades romanas.3
Tras su liberación, Pablo visitó nuevamente Filipos en su tercer viaje (Hechos 20:1-6, circa 58 d.C.), posiblemente redactando allí la Segunda Carta a los Corintios.3 La carta refleja un vínculo afectivo profundo: Pablo llama a los filipenses «mis amados» (4:1) y expresa su deseo de regresar (1:26; 2:24). Epafrodito, un filipense, llevó dones a Pablo en Roma y regresó con esta epístola (2:25-30).1
Estructura y contenido
La Carta a los Filipenses no sigue un esquema rígido, sino un flujo espontáneo de exhortaciones, gracias y reflexiones, propio de su carácter epistolar íntimo.1 Se divide en introducción, cuerpo y epílogo, con un total de cuatro capítulos y 104 versículos.
Introducción (1:1-11)
Pablo y Timoteo se presentan como «siervos de Jesucristo» (1:1), dirigidos a «todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos».5 Esta salutación incluye a laicos, presbíteros (denotados por «obispos» en plural, según la tradición primitiva) y diáconos, enfatizando la estructura eclesial.5 Pablo agradece a Dios por la comunidad, recordando su «comunión en el Evangelio» desde el primer día (1:5), y ora por su crecimiento en amor y discernimiento (1:9-11).6
Cuerpo de la carta (1:12-3:21)
El núcleo relata la situación de Pablo en prisión, que paradójicamente avanza el Evangelio (1:12-18): algunos predican por envidia, pero Pablo se alegra si Cristo es anunciado (1:18). Reflexiona sobre la vida y la muerte —"vivir es Cristo, y morir es ganancia» (1:21)— y exhorta a una conducta digna del Evangelio, con unidad frente a opositores (1:27-30).6
En el capítulo 2, un preámbulo apela a la consolación en Cristo, el amor fraternal y la comunión del Espíritu para completar la alegría de Pablo mediante la concordia (2:1-4).7 Sigue el himno cristológico (2:5-11), que detalla la encarnación y exaltación de Jesús. Pablo urge a la obediencia y el trabajo por la salvación «con temor y temblor» (2:12), prometiendo enviar a Timoteo y Epafrodito (2:19-30).6
El capítulo 3 advierte contra los judaizantes, a quienes Pablo compara con «perros» y «mutilados» (3:2), contrastando su propia justicia farisaica —descartada como «estiércol» (3:8)— con la fe en Cristo (3:9). Exhorta a imitarlo y a anhelar la resurrección (3:10-21), describiendo a los enemigos de la cruz como aquellos cuyo dios es el vientre (3:19).6
Conclusión (4:1-23)
Pablo insta a la reconciliación entre Evodia y Síntique (4:2-3) y a la alegría constante (4:4-7). Agradece los dones de los filipenses, interpretándolos como «ofrenda de sufragio» (4:18), y asegura que Dios suplirá sus necesidades (4:19). Termina con saludos y bendición (4:21-23).8
Temas principales
La alegría en Cristo
A pesar de su cautiverio, la carta rebosa de gozo: Pablo se regocija 16 veces, usando verbos como chairó (alegrarse) en contextos de sufrimiento.1 Esta alegría radica en Cristo, no en circunstancias externas (1:18; 4:4), y se extiende a la comunidad por su fidelidad (1:3-5). San Tomás de Aquino comenta que esta «consolación en Cristo» (2:1) invita a los fieles a consolar al apóstol mediante su unidad.7
El himno cristológico (Filipenses 2:6-11)
Este pasaje, posiblemente un himno litúrgico primitivo, es un pilar de la cristología católica. Describe a Cristo, «siendo en forma de Dios», que no retuvo su igualdad con Dios, sino que se vació (kenosis), asumiendo la forma de siervo hasta la muerte en cruz (2:6-8). Dios lo exaltó, dándole el nombre sobre todo nombre (2:9-11).6 Benedicto XVI lo ve como culminación de la obediencia sacrificial, invitando a tener «los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (2:5).9 Juan Pablo II resalta su conexión con la Semana Santa, desde la humillación hasta la gloria.10
Exhortaciones a la unidad y humildad
Pablo urge a la humildad, considerando a los demás superiores (2:3), y a la unidad en amor (2:2; 4:2). Imitar a Cristo y a Pablo (3:17) contrasta con el egoísmo de los «enemigos de la cruz» (3:18). San Ignacio de Antioquía, en una epístola espuria pero ilustrativa, exhorta a la sumisión a obispos y diáconos, eco de la estructura filipense.11
Importancia teológica
La carta afirma la preexistencia y divinidad de Cristo, rechazando herejías arianas al enfatizar su igualdad con Dios.12 Su doctrina sobre la salvación —por fe, no obras de la ley (3:9)— integra la gracia divina que obra en los fieles (2:13). En ética, promueve la caridad fraterna y la perseverancia, influyendo en el magisterio: Pío XII la cita en Mystici Corporis sobre la unidad eclesial, y Francisco en exhortaciones sobre la humildad.4
La Comisión Bíblica de 1913 reafirma su canonicidad y paulina autenticidad contra hipótesis fragmentarias.13,14 En la liturgia, el himno se lee en la Fiesta de Cristo Rey y la Cuaresma, simbolizando la pasión-exaltación.10
Influencia en la tradición católica
La Carta a los Filipenses ha inspirado a santos y papas. San Tomás de Aquino la comenta extensamente, destacando su llamada a la humildad como remedio contra la vanagloria (1:17).15 Hildegardo de Bingen la vincula a la justicia apostólica en sus visiones.16 En homilías, Juan Pablo II la relaciona con la dignidad humana redimida por la cruz (Filipenses 3:20-21).17
En el arte y la devoción, el himno inspira composiciones litúrgicas, como el responsorio de la Semana Santa. Su énfasis en la alegría ha motivado encíclicas sobre la esperanza cristiana, y su estructura comunitaria guía la pastoral parroquial.18 Hoy, en un mundo dividido, recuerda la llamada a la unidad en la diversidad, fiel a la enseñanza de la Iglesia.
Citas
Epístola a los Filipenses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Epístola a los Filipenses. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
El autor, la integridad y el tiempo de composición de las cartas pastorales de Pablo Apóstol - Respuesta de la comisión bíblica, 12 de junio de 1913, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3590. ↩
Filipos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Filipos. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Dicasterio para las Causas de los Santos. Francesco Paleari: Angelus (17 settembre 2011) (2011). ↩ ↩2
Capítulo 1, Tomás de Aquino. Comentario a los Filipenses, § 1:1. ↩ ↩2
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Filipenses 2. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo 2, Tomás de Aquino. Comentario a los Filipenses, § 2:1. ↩ ↩2
Capítulo 4, Tomás de Aquino. Comentario a los Filipenses, § 4:10. ↩
Carta a los Filipenses 2: 6-11 - ¡Jesucristo es el Señor! , Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 26 de octubre de 2005: Carta a los Filipenses 2: 6-11 - ¡Jesucristo es el Señor! , § 4 (2005). ↩
Papa Juan Pablo II. 23 de marzo de 1997, Domingo de Ramos, § 2 (1997). ↩ ↩2
Epístola a los Filipenses - Capítulo 13. Diversas exhortaciones y directrices, Ignacio de Antioquía. Epístolas Apócrifas de San Ignacio de Antioquía, §Epístola a los Filipenses Capítulo 13 (100). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 17 de febrero de 1988, § 8 (1988). ↩
El autor, la integridad y el tiempo de composición de las cartas pastorales de Pablo Apóstol - Respuesta de la comisión bíblica, 12 de junio de 1913, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3588. ↩
El autor, la integridad y el tiempo de composición de las cartas pastorales de Pablo Apóstol - Respuesta de la comisión bíblica, 12 de junio de 1913, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3587. ↩
Capítulo 1, Tomás de Aquino. Comentario a los Filipenses, § 1:17. ↩
Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 114. ↩
Papa Juan Pablo II. 2 de marzo de 1980: Visita pastorale alla parrocchia di San Roberto Bellarmino - Homilía (1980). ↩
Papa Pablo VI. A los Párrocos de Roma (9 de febrero de 1970) - Discurso (1970). ↩
