Carta Iuvenescit Ecclesiae
La Carta Iuvenescit Ecclesiae es una carta apostólica emitida en 2016 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida a todos los obispos de la Iglesia Católica. Su objetivo principal es esclarecer la relación entre los dones jerárquicos y los dones carismáticos dentro de la vida y la misión eclesial, resaltando la necesidad de una colaboración armónica entre ambos para responder eficazmente al llamado del Evangelio en el contexto contemporáneo. El documento aborda la importancia de los carismas como respuesta providencial del Espíritu Santo, subraya la atracción del Evangelio mediante la caridad y la misión, y reafirma la plena inserción de los grupos eclesiales carismáticos en la comunión con los pastores locales1.
Tabla de contenido
Contexto histórico
El impulso del Nuevo Evangelio
El Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, denunció la carencia de «fuerza, luz y consuelo» en la vida de muchos cristianos, señalando la urgencia de una Iglesia que «vaya adelante» y que re‑evalúe su misión evangelizadora1. Esta preocupación se inserta en el amplio movimiento del nuevo evangelio, que busca revitalizar la presencia cristiana en una cultura cada vez más secularizada.
El papel de los movimientos carismáticos
Desde el Concilio Vaticano II, los movimientos carismáticos y las comunidades de nueva forma han experimentado un crecimiento notable, ofreciendo respuestas carismáticas a los desafíos pastorales contemporáneos. La carta reconoce que estos grupos aportan «una nueva frescura inesperada, a veces incluso disruptiva» a la vida eclesial2, y que su madurez eclesial requiere una inserción plena y respetuosa dentro de las estructuras locales.
Autor y origen
La carta fue redactada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la autoridad del Papa Francisco, y se dirige a la totalidad de los obispos del mundo. Su redacción se fundamenta en la tradición magisterial, citando a San Juan Pablo II y al magisterio del Concilio, para legitimar la visión de una Iglesia que integra jerarquía y carisma en una sola misión evangelizadora2,1.
Estructura y contenido
1. Introducción – Los dones del Espíritu Santo en la misión
Se plantea la necesidad de reconocer los dones carismáticos como recursos esenciales para la «nueva evangelización», enfatizando que la misión de la Iglesia abarca tanto la pastoral ordinaria como la proclamación a los que se han alejado de la fe1.
2. Los grupos eclesiales multiformes
El documento describe la riqueza de los grupos eclesiales que, según sus diversos carismas, permiten a laicos, religiosos y clérigos compartir la vida cristiana en distintas etapas y estados de vida. Esta pluralidad constituye una «prueba de la riqueza multiforme de la comunión eclesial»2.
3. Atracción versus prosélitismo
Se subraya que la Iglesia crece «no por prosélitismo, sino por atracción», y que los movimientos carismáticos son instrumentos de esa atracción, ofreciendo una respuesta providencial del Espíritu Santo a la necesidad de comunicar el Evangelio de manera persuasiva2.
4. Madurez eclesial y comunión con los pastores
Se declara que los grupos carismáticos han alcanzado una madurez eclesial que los hace plenamente inseridos en las Iglesias locales, siempre en comunión y obediencia a los obispos, respetando sus direcciones pastorales2.
Principales enseñanzas
Valor de los carismas: Los dones carismáticos son esenciales para revitalizar la vida de fe y la evangelización, ofreciendo «luz y consuelo» a los fieles1.
Complementariedad jerarquía‑carisma: La jerarquía episcopal y los carismas deben trabajar en sinergia, evitando rivalidades y fomentando una misión conjunta.
Comunión y obediencia: Los grupos carismáticos deben permanecer en comunión con los obispos locales, respetando la autoridad pastoral y contribuyendo al «corazón de la Iglesia» con alegría y gratitud2.
Atractivo del Evangelio: La atracción, más que la imposición, es el método eficaz para que el Evangelio sea recibido en una cultura secularizada2.
Relación entre los dones jerárquicos y carismáticos
La carta establece que los dones jerárquicos (ordinación, magisterio) y los dones carismáticos (profecía, sanación, enseñanza) son «diferentes manifestaciones del mismo Espíritu Santo» al servicio de la misión universal de la Iglesia1. Cada uno posee una función específica, pero su colaboración es indispensable para:
Enriquecer la vida sacramental mediante la participación activa de los laicos y movimientos carismáticos.
Responder a los retos culturales mediante la creatividad y el dinamismo que los carismas aportan al apostolado.
Impacto y recepción
Desde su publicación, la Carta Iuvenescit Ecclesiae ha sido citada en documentos episcopales, jornadas de formación pastoral y encuentros de movimientos carismáticos. Su llamado a la cooperación ha impulsado la creación de comités de coordinación entre obispos y líderes carismáticos en diversas diócesis, favoreciendo una mayor integración de los carismas en la vida parroquial y diocesan.
Citas
Introducción - Los dones del Espíritu Santo en la Iglesia en misión, Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta Iuvenescit Ecclesia a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos en la vida y la misión de la Iglesia, § 1 (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Introducción - Los grupos eclesiales multiformes, Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta Iuvenescit Ecclesia a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos en la vida y la misión de la Iglesia, § 2 (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7