Castidad

La castidad, en la enseñanza católica, es la virtud moral que integra exitosamente la sexualidad dentro de la persona, garantizando así la unidad interior del ser humano en su dimensión corporal y espiritual. Es una forma de la virtud cardinal de la templanza, que modera el deseo y el uso de los placeres sexuales según la recta razón y la fe. La castidad se aplica a todas las personas en todos los estados de vida—casados, solteros, prometidos y aquellos en vida consagrada—aunque se manifiesta de diferentes maneras según la vocación de cada uno. Implica autodominio y una entrega desinteresada, viendo a los demás como un don y nunca como un objeto de uso, y es fundamental para el amor auténtico y el florecimiento humano.
Tabla de contenido
Fundamentos Teológicos de la Castidad
La comprensión católica de la castidad se arraiga en la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios1. Nuestros cuerpos, que comunican nuestro propio ser, deben ser tratados con el mayor respeto, ya que no están destinados a ser usados, sino amados1. San Juan Pablo II enseñó que lo opuesto al amor no es el odio, sino el uso de una persona como si fuera un objeto1. La castidad, por lo tanto, es esencial para reconocer a los demás como un don y buscar siempre su verdadero bien, sin objetivarlos1.
El Catecismo de la Iglesia Católica define la castidad como la «integración lograda de la sexualidad en la persona y, por ello, la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual»2. La sexualidad humana se convierte en verdaderamente personal y humana cuando se integra en una relación de persona a persona, en la entrega mutua completa y de por vida de un hombre y una mujer2.
Cristo es el modelo de castidad, y todo bautizado está llamado a llevar una vida casta según su estado de vida particular3,4. Al momento del Bautismo, el cristiano se compromete a vivir su vida afectiva en castidad4. Esta virtud no es una actitud represiva, sino una energía espiritual que protege el amor del egoísmo y la agresividad, dirigiéndolo hacia su plena realización5.
Los motivos para vivir la castidad, desde una perspectiva sobrenatural, se encuentran en la luz de la fe, particularmente en las palabras y el ejemplo de Jesucristo. También se basan en la reverencia debida al cuerpo humano como templo del Espíritu Santo, como parte del Cuerpo Místico de Cristo, como recipiente de la Santísima Eucaristía, y como destinado a compartir una vida de gloria eterna con el alma6.
La Castidad en los Diferentes Estados de Vida
La castidad es una vocación universal para todos los bautizados, pero se cultiva de una manera adaptada al propio estado de vida7,4. La Iglesia reconoce tres formas principales de la virtud de la castidad: la de los cónyuges, la de las viudas y la de las vírgenes7. No se elogia una forma excluyendo a las otras, lo que demuestra la riqueza de la disciplina de la Iglesia7.
Castidad Conyugal
Los esposos están llamados a vivir la castidad conyugal7. Esto implica una «amor permanente, fiel y fecundo», que incluye la expresión física y sexual íntima del amor1. El placer sexual encuentra su lugar adecuado dentro del abrazo del marido y la mujer1. El amor conyugal es una entrega total de sí mismos, abierta a la nueva vida, y es una analogía del amor fiel de Dios1.
La actividad sexual en el matrimonio, que transmite la vida humana, es «noble y digna»8. No deja de ser legítima incluso si, por razones independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevé que sea infértil, ya que su adaptación natural a la expresión y fortalecimiento de la unión no se suprime8. La Iglesia enseña que todo acto conyugal debe necesariamente mantener su intrínseca relación con la procreación de la vida humana8.
En casos de razones bien fundadas para espaciar los nacimientos (debido a la condición física o psicológica de los cónyuges, o circunstancias externas), la Iglesia permite que las parejas casadas se beneficien de los ciclos naturales de fertilidad, practicando la continencia periódica9. Esta práctica de autocontrol es un testimonio brillante de la castidad de los cónyuges y, lejos de obstaculizar su amor, lo transforma dándole un carácter más humano10.
Lo que la Iglesia condena son los métodos de control de la natalidad que interrumpen directamente el proceso generativo o que buscan impedir la procreación, como el aborto y la esterilización directa11. El uso de métodos anticonceptivos no se considera una castidad, ya que niega la relación intrínseca del acto conyugal con la procreación, y atenta contra el designio de Dios para la vida humana12,11.
Castidad para los Solteros y Comprometidos
Aquellos que no están casados, incluidos los prometidos, están llamados a vivir la castidad en la continencia7. Para los prometidos, este período de compromiso es un tiempo de prueba, un descubrimiento del respeto mutuo, un aprendizaje de la fidelidad y la esperanza de recibirse el uno al otro de Dios13. Deben reservar para el matrimonio las expresiones de afecto que pertenecen al amor conyugal y ayudarse mutuamente a crecer en castidad13.
La castidad absoluta, que excluye todo placer carnal voluntario, es la que se impone a los solteros6. El impulso deliberado hacia el placer sexual fuera del matrimonio, así como todo pensamiento impuro voluntario, es una ofensa grave por su propia naturaleza6.
Castidad en la Vida Consagrada
Algunos profesan la virginidad o el celibato consagrado, lo que les permite entregarse a Dios solo con un corazón indiviso de una manera notable7. Esta castidad perfecta es la virtud de aquellos que resuelven abstenerse perpetuamente incluso de los placeres lícitos del estado matrimonial para dedicarse más plenamente a Dios y a sus intereses espirituales6. Cuando esta resolución la toma alguien que nunca ha conocido la gratificación conyugal, la castidad perfecta se convierte en virginidad6.
Esta forma de castidad es un voto en el estado religioso y es requerida a los clérigos en órdenes mayores en la Iglesia Latina14. También florece entre muchos laicos que, mediante una promesa o voto privado, se abstienen completamente del matrimonio y los placeres sexuales para servir al prójimo más libremente y unirse a Dios más fácilmente y más estrechamente14. La castidad es central para la vocación sacerdotal y religiosa, y los candidatos a estas vocaciones deben integrar saludablemente su sexualidad con su vida interior15.
La Castidad como Virtud y Camino al Florecimiento Humano
La castidad es una forma de la virtud de la templanza, que controla, según la recta razón, el deseo y el uso de las cosas que proporcionan los mayores placeres sensuales6. Se opone a la lujuria, que es un deseo desordenado de placer sexual aparte del verdadero significado de la sexualidad y el amor conyugal1. Mientras que la lujuria usa a otra persona como un medio para la gratificación sexual, la castidad afirma a la persona entera, cuerpo y alma, por encima de sus cualidades sexuales1. Ayuda a reconocer la gran bondad y el profundo significado de la sexualidad humana y el deseo sexual auténtico, ordenado al amor del hombre y la mujer en el matrimonio1.
La persona casta también busca cultivar la virtud de la modestia, que inspira las elecciones de vestimenta y comportamiento por reverencia a la dignidad, incluso al misterio, de uno mismo y de los demás, incluyendo la apreciación y el respeto por el cuerpo humano1. Vivir una vida casta es un «trabajo largo y exigente», pero es un camino hacia el florecimiento humano1. La castidad nos llama a confiar en la gracia de Dios y a perseverar con fortaleza para resistir la tentación y tomar la decisión correcta en circunstancias desafiantes1.
La castidad no daña el desarrollo normal del hombre o la mujer; por el contrario, los dota de la más alta nobleza moral16. Para adquirir este dominio perfecto del espíritu sobre los sentidos, no basta con abstenerse de actos directamente contrarios a la castidad, sino que es necesario renunciar generosamente a todo lo que pueda ofender esta virtud de forma cercana o remota16. Solo así el alma podrá reinar plenamente sobre el cuerpo y llevar una vida espiritual en paz y libertad16.
Desafíos y Gracia
La observancia de la ley de Dios referente a la castidad puede parecer difícil o incluso imposible para muchos17. Sin embargo, como todas las cosas buenas que sobresalen por su nobleza y los beneficios que confieren a los hombres, esta ley exige un propósito resuelto y una gran perseverancia17. No se puede observar a menos que Dios venga en ayuda de los individuos con la gracia que sostiene y fortalece la buena voluntad de los hombres17.
La autodominio en la castidad permite a los cónyuges desarrollar sus personalidades y enriquecerse con bendiciones espirituales10. La castidad, junto con la humildad, permite a una persona vivir más allá de una existencia superficial, hacia una vida centrada en el otro y abierta a lo trascendente15. Capacita para mirar más allá de la superficie, más allá de lo físico, a la vida interior del otro, y permite vivir estos bienes humanos profundos de maneras muy concretas, en el cuerpo15.
En resumen, la castidad es una virtud integral que moldea la sexualidad humana según el plan de Dios, promoviendo el respeto, la dignidad y el amor verdadero en todas las relaciones humanas. Es un camino hacia la verdadera libertad y el florecimiento de la persona.
Citas
II. La belleza y vocación de la persona humana en Cristo, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Crea en Mí un Corazón Puro: Una Respuesta Pastoral a la Pornografía, § II. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13
II. La vocación a la castidad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2337 (1992). ↩ ↩2
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2394 (1992). ↩
II. La vocación a la castidad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2348 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Introducción - La situación y el problema, El Pontificio Consejo para la Familia. La Verdad y el Significado de la Sexualidad Humana: Orientaciones para la Educación en Familia, § 4 (1995). ↩
Castidad, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Castidad. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
II. La vocación a la castidad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2349 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Observancia de la ley natural, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 11 (1968). ↩ ↩2 ↩3
Recurso a los períodos infecundos, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 16 (1968). ↩
Valor de la autodisciplina, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 21 (1968). ↩ ↩2
Métodos ilícitos de control de la natalidad, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 14 (1968). ↩ ↩2
Fidelidad al designio de Dios, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 13 (1968). ↩
II. La vocación a la castidad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2350 (1992). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 6 (1954). ↩ ↩2
Arzobispo Salvatore Cordileone. Los Tres Pilares de la Educación Católica, § 10. ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Sacra Virginitas, § 36 (1954). ↩ ↩2 ↩3
III. Directrices pastorales, Papa Pablo VI. Humanae Vitae, § 20 (1968). ↩ ↩2 ↩3