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Cruz

Cisma de Occidente

Cisma de Occidente
Iluminación que simboliza el Cisma de 1130. Dominio Público.

El Cisma de Occidente, un período tumultuoso en la historia de la Iglesia Católica que abarcó aproximadamente cuarenta años (1378-1417), fue una compleja división dentro de la jerarquía eclesiástica que vio a múltiples pretendientes al papado. A diferencia del Cisma de Oriente, que fue una ruptura doctrinal fundamental, el Cisma de Occidente fue principalmente un malentendido histórico sobre la validez de las elecciones papales, impulsado por factores políticos y pasiones humanas. Este período de confusión, que afectó a dos generaciones de cristianos, finalmente concluyó con el Concilio de Constanza y la elección de un papa universalmente reconocido.

Tabla de contenido

Orígenes del Cisma

El Cisma de Occidente tuvo sus raíces en el regreso del Papa Gregorio XI a Roma desde Aviñón, donde los pontífices habían residido desde principios del siglo XIV1. Gregorio XI murió en Roma el 27 de marzo de 1378. La elección de su sucesor fue de suma importancia, ya que determinaría si la sede pontificia permanecería en Roma o regresaría a Aviñón1. Los romanos, deseosos de un papa italiano o romano, influyeron en el cónclave.

El 8 de abril de 1378, los cardenales eligieron a Bartolommeo Prignano, Arzobispo de Bari, quien tomó el nombre de Urbano VI1. Sin embargo, el comportamiento de Urbano VI resultó ser problemático desde el inicio de su pontificado2. Insatisfechos con su elección, y bajo el pretexto de escapar del calor de Roma, los cardenales franceses se retiraron primero a Anagni en mayo y luego a Fondi en julio, bajo la protección de la Reina Juana de Nápoles1.

El Doble Papado y la División de la Cristiandad

El 20 de septiembre de 1378, trece miembros del Colegio Cardenalicio en Fondi procedieron a una segunda elección, eligiendo a Roberto de Ginebra, quien asumió el nombre de Clemente VII1. Esta elección marcó el comienzo del Cisma de Occidente2. Clemente VII, emparentado con las principales familias reales de Europa, era una figura influyente y políticamente hábil1.

La cristiandad se dividió rápidamente en dos partidos casi iguales1. La cuestión apremiante para los fieles era determinar quién era el verdadero papa. Incluso los santos se vieron divididos en sus lealtades: Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer, por ejemplo, apoyaron a diferentes contendientes1. La mayoría de los juristas de la época se inclinaron por el papa de Roma, mientras que los teólogos estaban divididos1.

La Perplejidad de los Fieles

La situación generó una inmensa perplejidad entre obispos, príncipes, teólogos y canonistas debido a los testimonios contradictorios de los cardenales que habían participado en ambas elecciones1. Los mismos individuos que habían testificado a favor de Urbano VI en abril, actuaron y hablaron de manera contradictoria en septiembre1. Esta incertidumbre hizo casi imposible que los fieles comunes llegaran a una opinión moralmente segura, y muchos siguieron a sus líderes naturales, que a su vez se guiaban por intereses o pasiones1.

Este problema duró cuarenta años y afligió a dos generaciones de cristianos1. Es importante destacar que, para la gran mayoría, no hubo una intención cismática formal. La gente estaba ignorante o mal informada, pero no culpable1. La buena fe predominó entre el clero y el pueblo, quienes enfrentaron una casi imposibilidad de discernir la verdad1.

Las Obediencias

Las lealtades geográficas se definieron entre septiembre de 1378 y junio de 13792. La mayoría de los estados italianos y alemanes, Inglaterra y Flandes, apoyaron al papa de Roma (Urbano VI y sus sucesores)1. Por otro lado, Francia, España, Escocia y otras naciones en la órbita francesa apoyaron al papa de Aviñón (Clemente VII y sus sucesores)1. La obediencia a Urbano era más numerosa, mientras que la de Clemente era considerada más imponente2.

Los papas rivales se excomulgaron mutuamente, crearon numerosos cardenales y enviaron emisarios por toda la cristiandad para defender su causa1. A Urbano VI le sucedió Bonifacio IX en Roma, y a Clemente VII le sucedió Benedicto XIII en Aviñón1.

Intentos de Solución y el Concilio de Pisa

A medida que el cisma persistía, surgieron numerosos intentos de resolver la división. Varias asambleas eclesiásticas se reunieron en Francia y otros lugares, pero sin resultados definitivos1. La obstinación del papa Benedicto XIII de Aviñón, quien frustraba todos los planes de unión, llevó al rey Carlos VI de Francia a liberar a su pueblo de la obediencia a Benedicto en 13981.

En un esfuerzo por poner fin a la división, un concilio se reunió en Pisa en 14091. Este concilio declaró a ambos papas rivales, Gregorio XII (de Roma) y Benedicto XIII (de Aviñón), como indignos y los depuso, eligiendo a un tercer papa, Pedro Philargi, quien tomó el nombre de Alejandro V3. Sin embargo, dado que el Concilio de Pisa no había sido convocado por un papa legítimo, su autoridad era cuestionable, y su acción solo empeoró la confusión al añadir un tercer pretendiente al trono papal3. A Alejandro V le sucedió Juan XXIII en Pisa3.

El Fin del Cisma: El Concilio de Constanza

La solución definitiva al Cisma de Occidente llegó con el Concilio de Constanza, que comenzó en 14141. Este concilio, aunque inicialmente también de naturaleza irregular como el de Pisa, logró un éxito significativo3.

Las acciones clave del Concilio de Constanza incluyeron:

Finalmente, el 11 de noviembre de 1417, el Concilio de Constanza eligió a Otón Colonna, quien asumió el nombre de Martín V1. Su elección fue universalmente reconocida, poniendo fin al Gran Cisma de Occidente3.

Naturaleza del Cisma de Occidente

El Cisma de Occidente se diferencia notablemente de otros cismas en la historia de la Iglesia, como el Cisma de Oriente. No fue una rebelión contra la autoridad papal en general, ni un desprecio del poder soberano del sucesor de San Pedro1. La fe en la unidad necesaria de la Iglesia nunca vaciló; nadie deseaba voluntariamente separarse de la cabeza de la Iglesia1. La característica distintiva del espíritu cismático, que implica una intención de separarse voluntariamente de la unidad de la Iglesia, estuvo ausente en la mayoría de los casos1.

Los teólogos y canonistas modernos, como Bouix, han argumentado que esta disensión fue llamada «cisma» incorrectamente, ya que nadie se apartó del verdadero pontífice romano considerado como tal. Más bien, cada uno obedeció a quien consideraba el verdadero papa, sometiéndose a él bajo la condición de que fuera el legítimo sucesor de Pedro1. La división fue, en esencia, un lamentable malentendido sobre una cuestión de hecho histórico, una complicación que duró cuarenta años1.

Consecuencias y Legado

Aunque el Cisma de Occidente no fue un cisma en el sentido estricto teológico, el daño causado a la Iglesia fue inmenso3. Disminuyó el respeto por el papado y sentó un precedente peligroso que futuras generaciones de perturbadores de la Iglesia podrían citar3. Esta disminución de la reverencia hacia la autoridad papal contribuyó a crear un clima propicio para el surgimiento del Protestantismo en el siglo siguiente3.

Sin embargo, desde una perspectiva católica, la Iglesia mantuvo su apostolicidad a través de la línea legítima de sucesión, aunque durante un tiempo esta línea no fuera clara para todos. Los estudiosos modernos, tras siglos de análisis imparcial, generalmente concuerdan en que los papas de Roma (Urbano VI, Bonifacio IX, Inocencio VII y Gregorio XII) eran los legítimos pontífices durante el Cisma1,2,3.

Conclusión

El Cisma de Occidente fue un período de gran confusión y división dentro de la Iglesia Católica, caracterizado por la existencia de múltiples pretendientes al papado. Surgió de factores políticos, la ambición de los cardenales y un profundo malentendido sobre la legitimidad de las elecciones papales. A pesar de la profunda crisis, la fe en la unidad de la Iglesia nunca se perdió, y la mayoría de los fieles actuaron de buena fe. Finalmente, gracias a los esfuerzos del Concilio de Constanza, la unidad fue restaurada con la elección del Papa Martín V, cerrando un capítulo difícil en la historia del cristianismo occidental y reforzando la necesidad de la unidad bajo un único Pastor.

Citas

  1. Cisma de Occidente, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Cisma de Occidente. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

  2. Papa Urbano VI, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Papa Urbano VI. 2 3 4 5

  3. Unión de la Cristiandad, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Unión de la Cristiandad. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13