Cistercienses
La Orden de Císter, conocida como los Cistercienses, es una reforma benedictina fundada en 1098 por San Roberto de Molesme en Císter, Francia. Su objetivo principal fue restaurar la observancia literal de la Regla de San Benito, reaccionando contra la laxitud que se había introducido en otros monasterios benedictinos, como Cluny. Caracterizados por una vida de mayor austeridad, trabajo manual y sencillez en sus iglesias y ceremonias, los cistercienses no solo revitalizaron la vida monástica sino que también desarrollaron una profunda espiritualidad y una estructura organizativa única que les permitió expandirse rápidamente por toda Europa.
Tabla de contenido
Orígenes y Fundación
La Orden Cisterciense fue establecida en 1098 por San Roberto de Molesme, quien era abad del monasterio de Molesme, dependiente de Cluny1. Preocupado por la relajación de la disciplina en Molesme y otros monasterios, San Roberto intentó varias reformas sin éxito1,2. Con la autorización de Hugo, legado de la Santa Sede y Arzobispo de Lyon, San Roberto, junto con seis religiosos —entre ellos Alberico y Esteban—, decidió fundar una nueva comunidad1.
El 21 de marzo de 1098, día de la fiesta de San Benito, que ese año coincidió con el Domingo de Ramos, veintiún religiosos se retiraron a la soledad de Císter (en la Diócesis de Châlons, hoy Diócesis de Dijon, Francia), un lugar cedido por Raynald, Vizconde de Beaune1,3. En este «Nuevo Monasterio» (Novum Monasterium), comenzaron la observancia estricta de la Regla de San Benito1,3. El Duque Eudes I de Borgoña apoyó la obra, asumiendo los gastos3.
Poco después de la fundación, los monjes de Molesme pidieron al Papa Urbano II que San Roberto regresara, lo cual sucedió en 10991,2,4. Alberico fue elegido para sucederle como prior en Císter1. Bajo Alberico y, posteriormente, bajo San Esteban Harding, se consolidaron los principios de la nueva observancia. Los monjes de Císter adoptaron el hábito blanco en lugar del negro benedictino y establecieron la figura de los hermanos legos (conversos), quienes se encargarían principalmente de los trabajos manuales y asuntos materiales de la orden, permitiendo a los monjes dedicarse más plenamente al Oficio Divino día y noche1.
Desarrollo y Expansión
El verdadero impulso para el extraordinario desarrollo de la Orden Cisterciense llegó con la entrada de San Bernardo de Claraval en 1112, acompañado por treinta jóvenes nobles de Borgoña1. En los años siguientes, la afluencia de vocaciones fue tal que Císter pudo fundar sus primeras filiaciones: La Ferté (1113), Pontigny (1114), Claraval (1115) y Morimond (1115)1. De estas, Claraval se convirtió en la más influyente, fundando sesenta y ocho monasterios durante la vida de San Bernardo1.
San Esteban Harding fue crucial en la legislación de la nueva institución1. Introdujo la Carta de Caridad (Carta Caritatis), un conjunto de estatutos que establecía un sistema de capítulos generales anuales para todos los abades y visitas regulares a cada casa, asegurando así una uniformidad total en la observancia y una supervisión mutua1,5. Este sistema permitió la unidad perfecta entre los monasterios y sus miembros, una novedad organizativa en el monacato occidental que difería del modelo cluniacense de una familia dispersa1,5. La Carta de Caridad, junto con el libro de usos y costumbres (Usus) y las definiciones de los primeros capítulos generales, recibió la aprobación del Papa Calixto II1.
A la muerte de San Esteban en 1134, la orden contaba ya con 70 monasterios1. Durante su «Edad de Oro» (1134-1342), la orden creció exponencialmente, llegando a tener 350 abadías en 11521. Los cistercienses también influyeron en la creación de órdenes militares como los Templarios, a quienes proporcionaron constituciones y leyes1.
Cistercienses Femeninas
El primer monasterio cisterciense para mujeres fue fundado en Tart (hoy Diócesis de Dijon) en 1125, con la cooperación de San Esteban Harding6. Las Cistercienses de Tart fundaron sucesivamente otros monasterios en Francia, y en España, el monasterio de Tulebras (1134) fue el primero, seguido por otros importantes como Las Huelgas de Burgos (1187)6.
Espiritualidad y Contribución Cultural
El carisma de Císter tuvo un impacto significativo en la historia de la espiritualidad y la cultura occidental7. La observancia fiel de la Regla de San Benito, con su énfasis en la pureza y el rigor, llevó a una nueva forma de vida monástica dedicada a la experiencia de Dios a través de la sencillez, la pobreza y la vida fraterna8. La vida cisterciense promovía la búsqueda de Dios en la humildad, la obediencia y el celo santo, a través de la soledad y el trabajo laborioso8.
Los cistercienses desarrollaron una profunda espiritualidad basada en una sólida antropología teológica, centrada en la imagen y semejanza del hombre con Dios7. Profundizaron en aspectos de la vida espiritual como el autoconocimiento, la doctrina del amor y la contemplación mística, tomando como base las enseñanzas de San Benito y extrayendo directamente del Evangelio y de los Padres de la Iglesia7. La schola servitii dominici (escuela del servicio del Señor) se convirtió también en una schola caritatis (escuela de la caridad), promoviendo una comprensión más profunda del hombre en su capacidad de amar y responder libremente al amor, guiado por la razón y la gracia divina7.
Entre los discípulos y figuras destacadas de la orden, además de San Bernardo de Claraval, se encuentran Guillermo de Saint-Thierry, Guerrico de Igny, Aelredo de Rievaulx, Isaac de Stella, y otros, quienes enriquecieron la tradición espiritual cisterciense7.
Declive y Restauración
La historia de la orden se divide en cuatro periodos: Formación (1098-1134), Edad de Oro (1134-1342), Declive (1342-1790) y Restauración (después de 1790)1. Tras su edad de oro, la orden experimentó un período de declive, pero fue restaurada después de 1790, continuando su legado hasta la actualidad1.
En el acercamiento al tercer milenio, la Iglesia recordó la obra profética de San Roberto de Molesme y sus compañeros, quienes establecieron el «nuevo monasterio» en 1098 con el ardiente deseo de adherirse más perfecta y estrechamente a la Regla de San Benito, reinterpretarla a la luz de la tradición espiritual anterior y adaptarla a los signos de los tiempos8.
Citas
Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cistercienses. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20
Notre-Dame de Molesme, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Notre-Dame de Molesme. ↩ ↩2
Abadía de Cîteaux, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Abadía de Cîteaux. ↩ ↩2 ↩3
San Roberto de Molesme, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Roberto de Molesme. ↩
Monacato occidental, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Monacato occidental. ↩ ↩2
Hermanas cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Hermanas cistercienses. ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con ocasión del IX Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 3 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con ocasión del IX Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 2 (1998). ↩ ↩2 ↩3