Cláusula Filioque

La cláusula Filioque (del latín, «y del Hijo») es una expresión teológica fundamental en la doctrina católica sobre la Santísima Trinidad, que se añade al Credo Niceno-Constantinopolitano para afirmar que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de un único principio. Esta adición, introducida en la tradición litúrgica occidental, subraya la igualdad y la consustancialidad entre el Padre y el Hijo en la procesión del Espíritu, y ha sido un punto de controversia histórica con las Iglesias orientales, contribuyendo al cisma entre Oriente y Occidente. En la enseñanza católica, el Filioque no altera la fe trinitaria original, sino que la aclara contra herejías como el arrianismo, y ha sido ratificado por concilios ecuménicos como el de Florencia. Hoy, en el contexto del diálogo ecuménico, se busca una comprensión mutua que preserve la unidad de la fe apostólica.
Tabla de contenido
Significado dogmático
La cláusula Filioque forma parte esencial de la doctrina católica sobre la procesión del Espíritu Santo en el seno de la Trinidad. Según la fe católica, el Espíritu Santo no procede únicamente del Padre, como se formula en el Credo original de Constantinopla (381), sino del Padre y del Hijo como de un principio único y consustancial. Esta enseñanza se opone a cualquier noción que subordinara al Hijo o al Espíritu, preservando la igualdad de las tres Personas divinas.1
La procesión del Espíritu Santo
En la teología trinitaria católica, la procesión del Espíritu Santo se entiende como una relación eterna e intradivina de origen. El Padre es el principio sin principio, del cual el Hijo es engendrado eternamente, y del cual —junto con el Hijo— procede el Espíritu Santo. El término «procede» (del latín procedere) abarca tanto el origen principal del Padre como la participación del Hijo en esa procesión, sin implicar dos principios separados. Esta doctrina, desarrollada por Padres de la Iglesia como San Agustín de Hipona, describe al Espíritu como el vínculo de amor mutuo entre el Padre y el Hijo, un don común que manifiesta su unidad.2
La distinción entre las Personas divinas se basa en relaciones de oposición relativa: el Padre engendra al Hijo, y ambos espiran al Espíritu. Sin el Filioque, argumenta la tradición católica, no se salvaguardaría la distinción real entre el Hijo y el Espíritu, ni la plena igualdad del Hijo con el Padre en la divinidad.3 Esta comprensión no es una innovación racionalista, sino una profundización en la Revelación, inspirada en pasajes bíblicos como Juan 15:26 («el Espíritu de verdad, que procede del Padre») y Juan 16:14-15, donde el Espíritu recibe del Hijo lo que este tiene del Padre.1
Base bíblica y patrística
La base bíblica del Filioque se encuentra en el Evangelio de San Juan, donde Jesús promete el Espíritu como procedente del Padre, pero también como enviado por el Hijo (Jn 14:26; 15:26; 16:7). Estos textos no usan explícitamente «y del Hijo», pero la tradición patrística los interpreta en ese sentido para combatir herejías como el macedonianismo, que negaba la divinidad del Espíritu.1 San Hilario de Poitiers (siglo IV) y San Ambrosio de Milán enfatizaron que el Espíritu es don del Padre y del Hijo, mientras que San Agustín, en su obra De Trinitate, lo presenta como el amor subsistente entre ambos.2
En Oriente, figuras como San Máximo el Confesor (siglo VII) defendieron una posición compatible, distinguiendo términos griegos: ekporeusis (procedencia exclusiva del Padre) y proienai (procedencia del Padre a través del Hijo). Esta distinción permite una reconciliación teológica, donde el Filioque aclara la fe sin contradecirla.3 La Iglesia Católica sostiene que el Filioque es fiel a la Tradición apostólica, ratificado por concilios como el de Toledo (589), que lo introdujo contra el arrianismo visigodo.1
Historia de la cláusula
La historia del Filioque refleja la evolución litúrgica y teológica en la Iglesia primitiva, marcada por controversias que culminaron en el Gran Cisma de 1054. Originado en el contexto de la lucha contra herejías, su adición al Credo se extendió gradualmente en Occidente, mientras que Oriente la rechazó por motivos tanto doctrinales como eclesiológicos.1
Orígenes en el Credo de Constantinopla
El Credo Niceno-Constantinopolitano, promulgado en el Concilio de Constantinopla I (381), afirma: «Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre procedit» («Y en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre»). Esta fórmula respondía al macedonianismo, que negaba la procesión del Espíritu del Padre, pero no mencionaba al Hijo porque el foco era afirmar la divinidad del Espíritu contra los pneumatómacos.1 Los concilios de Éfeso (431) y Calcedonia (451) prohibieron alterar el Credo, pero permitieron explicaciones para aclarar la fe, no para introducir innovaciones.2
En los primeros siglos, no hubo disputas significativas sobre la doble procesión. Textos ambiguos de algunos Padres orientales se interpretan como dirigidos contra la creación del Espíritu por el Hijo, no contra su procesión eterna.1
Adición en Occidente
La cláusula Filioque surgió en Hispania tras la conversión de los visigodos al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589), para afirmar la consustancialidad del Hijo contra residuos arrianos. Se cantó en la liturgia española y se extendió a Galia y Italia: el Sínodo de Friuli (796) y el de Aquisgrán (809) lo adoptaron.1 El papa León III aprobó la doctrina en 809, pero recomendó no añadirla al Credo para evitar escándalos en Oriente; sin embargo, se introdujo en Roma alrededor del año 1014, bajo Benedicto VIII.1
En el siglo IX, el monje griego Juan de Sabas acusó a monjes latinos de herejía por usarlo, pero la controversia estalló con Focio, patriarca de Constantinopla (858-886), quien lo vio como una alteración unilateral del Credo y un pretexto para afirmar la supremacía romana.1 Esto contribuyó al cisma fotiano.
Controversias y cismas
El Filioque fue un factor clave en el cisma Oriente-Occidente. En el siglo XI, Miguel Cerulario lo usó para romper con Roma. Concilios como Letrán IV (1215), Lyon II (1274) y Florencia (1439) lo definieron como dogma, declarando que su adición era lícita para aclarar la verdad contra errores.4,5 En Florencia, los delegados griegos aceptaron temporalmente la doctrina, pero no la cláusula litúrgica, reconociendo que el Espíritu procede del Padre principaliter (principalmente) y del Hijo.2
La brecha persiste: las Iglesias ortodoxas rechazan el Filioque como adición no conciliar, viéndolo como subordinación del Espíritu. Sin embargo, teólogos ortodoxos como Sergio Bulgakov lo consideraron un theologoumenon (opinión teológica legítima), no herejía.2
Enseñanza de la Iglesia Católica
La Iglesia Católica profesa el Filioque como dogma de fe, integrado en el Catecismo (n. 246-248), que lo explica como expresión de la comunión trinitaria. No se trata de dos procesiones separadas, sino de una sola del Padre y del Hijo como principio único.3
Concilios ecuménicos
El IV Concilio de Letrán (1215) lo declaró dogma contra herejías albigenses. Lyon II (1274) afirmó: «El Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, no como de dos principios, sino como de un solo principio». Florencia (1439) precisó que la adición era «lícita y razonable» para declarar la verdad, y que «dia tou Uiou» (a través del Hijo) es equivalente al Filioque en sentido coordinativo.5 Estos concilios no exigieron su inserción litúrgica en Oriente, solo la aceptación doctrinal.1
Magisterio reciente
Pío XII en Mystici Corporis Christi (1943) describe al Espíritu como procedente del Padre y del Hijo, fuente de gracia en la Iglesia.6 Juan Pablo II, en audiencias y homilías (1990-1995), promovió el diálogo, afirmando que el Filioque no es obstáculo esencial si se entiende como armonía con el Credo original: el Padre como fuente única, pero el Hijo participando plenamente.7,8 El Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos (1995) distinguió términos griegos para reconciliación, reconociendo al Espíritu como don de amor entre Padre e Hijo.3
El Catecismo de la Iglesia Católica integra el Filioque en la oración litúrgica latina, pero permite su omisión en contextos ecuménicos para fomentar la unidad.2
Diálogo ecuménico
Desde el Concilio Vaticano II, el Filioque ha sido objeto de diálogo con las Iglesias ortodoxas. La Comisión Mixta Internacional (establecida en 1980) explora su significado común, reconociendo que expresiones como «per Filium» (a través del Hijo) en Oriente equivalen doctrinalmente al Filioque occidental.8 Juan Pablo II enfatizó que ninguna tradición litúrgica puede contradecir la fe trinitaria común.8
Teólogos como Matthew Levering argumentan que el Filioque, lejos de ser racionalismo agustiniano, es necesario para la distinción personal en la Trinidad, compatible con San Gregorio Palamás.3 Avances como el documento de 1995 sugieren que el Espíritu ekporeúetai del Padre solo, pero proéisi del Padre y del Hijo, permitiendo una fórmula unificada: «ex Patre Filioque procedit». Este enfoque preserva la paternidad única del Padre y la igualdad del Hijo.2
En el contexto actual, bajo el papa León XIV, el diálogo continúa, con énfasis en la eclesiología y la primacía petrina como complementos a la cuestión trinitaria.
Implicaciones litúrgicas y pastorales
Litúrgicamente, el Filioque se recita en la versión latina del Credo durante la Misa, reforzando la fe en la Trinidad. En ritos orientales católicos, se omite para respetar tradiciones, como en la Basílica de San Pedro en celebraciones ecuménicas.7 Pastoralmente, educa sobre la Trinidad como misterio de amor, invitando a los fieles a vivir la comunión eclesial inspirada en el Espíritu.
En la formación catequética, se explica como antídoto contra visiones unitarias o modalistas, fomentando la adoración trinitaria. Su estudio enriquece la espiritualidad, recordando que el Espíritu es el alma de la Iglesia, procedente del amor paterno-filial.6
Citas
Filioque, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Filioque. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11
Filioque, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Filioque (2015). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Matthew Levering, John Baptist Kuu, et al. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 18, No. 1), § 4. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Profesión de fe prescrita para los griegos - De los actos relativos a la unión de la Iglesia greco-rusa, 1575, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1986. ↩
Eugenio IV 1431-1447: Concilio de Florencia 1438-1445 - Ecumenical XVII (unión con los griegos, armenios, jacobitas) - Decreto para los griegos - De la bula «laetentur coeli», 6 de julio de 1439, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1302. ↩ ↩2
Papa Pío XII. Mystici Corporis Christi, § 56 (1943). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 7 de noviembre de 1990, § 9 (1990). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 29 de junio de 1995: Celebración Eucarística en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo - Homilía (1995). ↩ ↩2 ↩3
