Codex Alexandrinus (Alejandrino)
El Códice Alejandrino, conocido también como Codex Alexandrinus, es uno de los manuscritos bíblicos griegos más antiguos y valiosos que se conservan, datado en el siglo V d. C. y originario de Egipto. Este códice contiene una versión casi completa de la Biblia según el canon católico, incluyendo los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, así como adiciones apócrifas y textos extracanónicos del Nuevo Testamento. Su importancia radica en su contribución a la crítica textual de la Septuaginta y del Nuevo Testamento, ofreciendo un testimonio clave de las tradiciones textuales alejandrinas y sirias. Actualmente se custodia en la Biblioteca Británica de Londres, donde ha sido estudiado exhaustivamente por eruditos católicos y protestantes por igual, destacando su rol en la preservación de la tradición bíblica cristiana primitiva.
Tabla de contenido
Historia y origen
Descubrimiento y traslado desde Egipto
El Códice Alejandrino debe su nombre a su probable origen en Alejandría, la antigua metrópoli intelectual del mundo helenístico y centro de la erudición cristiana en Egipto. Aunque no se conoce con exactitud la fecha ni el lugar preciso de su creación, los expertos lo sitúan en el siglo V, posiblemente en la primera o segunda mitad, basándose en el estilo de su caligrafía uncial y en elementos como la ausencia de divisiones eutilianas, que no se popularizaron hasta más tarde.1 Una tradición, registrada en una nota árabe en el manuscrito, atribuye su redacción a Tecla, una supuesta mártir egipcia noble que lo habría escrito poco después del Concilio de Nicea en 325. Sin embargo, esta atribución es legendaria y carece de base histórica sólida, ya que contradice evidencias como la inclusión de los Cánones Eusebianos (elaborados por Eusebio de Cesarea, fallecido en 340) y una carta de Atanasio (muerto en 373).1
El manuscrito permaneció en Egipto durante siglos, probablemente en posesión de la Iglesia patriarcal de Alejandría. Su traslado a Europa se vincula con Cirilo Lucaris, patriarca de Alejandría desde 1601 y luego de Constantinopla desde 1621. Se cree que Cirilo llevó el códice consigo al mudarse a la capital bizantina, donde lo utilizó como instrumento para promover la reforma protestante en Oriente, influido por sus contactos con teólogos calvinistas.1 En 1627, Cirilo lo envió como regalo al rey Carlos I de Inglaterra, un gesto diplomático para fortalecer lazos con la Iglesia anglicana, aunque el monarca original, Jacobo I, había fallecido antes de recibirlo. Este traslado marcó el fin de su etapa en el mundo oriental y su integración en las colecciones europeas.
Llegada a Inglaterra y conservación actual
Al llegar a Inglaterra, el Códice Alejandrino fue aceptado por Carlos I y se convirtió en una joya de la Biblioteca Real. Tras la ejecución del rey en 1649 durante la Guerra Civil Inglesa, el manuscrito pasó a formar parte de las colecciones de la Biblioteca Cotton, nombrada en honor a sir Robert Cotton, un coleccionista apasionado por los textos antiguos. Permaneció allí hasta el siglo XIX, cuando un incendio en 1731 dañó parte de la biblioteca, aunque el códice se salvó con mínimas afectaciones.1
En 1757, el Parlamento británico transfirió las colecciones reales a la Biblioteca Británica (entonces parte del Museo Británico), donde el manuscrito se exhibe desde entonces. Hoy, tras la separación de la British Library en 1973, se conserva en esta institución londinense como uno de sus tesoros principales. Su accesibilidad ha facilitado estudios modernos, incluyendo facsímiles fotográficos editados por sir Edward Maunde Thompson en 1879-1883, que han permitido a generaciones de biblistas analizar su contenido sin dañar el original.1 En el contexto católico, el códice ha sido valorado por su fidelidad al canon bíblico de la Iglesia, que incluye los deuterocanónicos, en contraste con tradiciones protestantes que los rechazan.
Descripción física
Material y dimensiones
El Códice Alejandrino está escrito sobre vellón delgado, un material común en los manuscritos de lujo de la Antigüedad Tardía, lo que le confiere una durabilidad notable pese a su antigüedad. Originalmente constaba de 822 hojas, de las cuales sobreviven 773, organizadas en cuatro volúmenes encuadernados con los escudos de armas de Carlos I.1 Cada hoja mide aproximadamente 32,4 cm de alto por 25,4 cm de ancho, con dos columnas por página que contienen entre 49 y 51 líneas de texto. Esta disposición, típica de los códices unciales, facilitaba la lectura en contextos litúrgicos o eruditos, aunque el formato en hojas (en oposición a rollos) era una innovación del siglo IV que revolucionó la preservación de textos extensos.2
El estado de conservación es generalmente bueno, aunque presenta algunas lagunas menores. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento faltan partes de Génesis (14:14-17; 15:1-5, 16-19; 16:6-9), 1 Samuel (12:20-14:9) y un bloque significativo de los Salmos (desde 5:20 hasta 80:11). En el Nuevo Testamento, se han perdido las primeras 25 hojas de Mateo (hasta 25:6), dos hojas de Juan (6:50-8:52, omitiendo el episodio de la mujer adúltera) y tres hojas de 2 Corintios (4:13-12:6). Además, una hoja falta en la Primera Epístola de Clemente y posiblemente dos al final de la Segunda.1 Estas ausencias no comprometen su valor global, pero ilustran los riesgos de la transmisión manuscrita.
Escritura y estructura
La caligrafía del códice es uncial, un script mayúscula elegante, firme y simple, característico de la producción egipcia del siglo V. Los expertos distinguen posibles múltiples manos: la mayor parte del volumen III se atribuye a un escriba diferente, y en el Nuevo Testamento se han identificado hasta tres manos por estudiosos como Woide y Kenyon.1 Los nuevos párrafos se indican con una inicial mayúscula grande en el margen, a veces acompañada de espacios en blanco, aunque no siempre alineada con el inicio exacto del párrafo, lo que refleja prácticas variables de la época.
Estructuralmente, el códice es pionero en incluir divisiones mayores con títulos de capítulos, las Secciones Amonianas y los Cánones Eusebianos completos, herramientas inventadas por Eusebio para armonizar los Evangelios.1 No presenta las divisiones eutilianas, ausentes en manuscritos anteriores a 450, lo que apoya su datación temprana. Una lista prefija al Nuevo Testamento enumera sus libros, incluyendo adiciones como las Epístolas de Clemente, consideradas parte del canon por el escriba. En el Salterio, se inserta una «Epístola a Marcelino» atribuida a San Atanasio, junto con un resumen de Eusebio de los Salmos, el Salmo 151 y cánticos seleccionados, con indicaciones litúrgicas para su uso en la oración.1 Esta riqueza estructural lo convierte en un puente entre la tradición textual y la práctica devocional cristiana primitiva.
Contenido
Antiguo Testamento
El Códice Alejandrino reproduce la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento realizada en Alejandría entre los siglos III y II a. C., que fue la versión principal de las Escrituras para los cristianos primitivos y la Iglesia católica.3 Incluye el canon completo católico, con los libros deuterocanónicos como Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y 1-2 Macabeos, junto con adiciones a Daniel y Ester. Adicionalmente, incorpora los apócrifos 3 y 4 Macabeos, de origen tardío, que no forman parte del canon pero reflejan la literatura judía helenística.1
El orden de los libros es peculiar: sigue una secuencia que difiere de la estándar, agrupando los profetas menores y mayores de manera no convencional. El texto muestra afinidades con la Hexapla de Orígenes, habiendo sido corregido en numerosos pasajes según el hebreo masorético, lo que lo hace un testigo valioso pero no puro de la Septuaginta original.1 En libros como Jueces, diverge significativamente de otros códices como el Vaticano (B), destacando variantes textuales que han enriquecido los debates sobre la transmisión de la Vulgata latina.4
Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento del códice abarca los Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Epístolas Católicas, Epístolas Paulinas (con Hebreos antes de las Pastorales) y el Apocalipsis. Su texto es mixto: en los Evangelios predomina el tipo sirio, ancestro del textus receptus tradicional pero considerado menos puro por la mayoría de los eruditos, quienes prefieren el tipo neutral representado por el Códice Vaticano.1 En Hechos, Epístolas Católicas, Paulinas y Apocalipsis, se acerca más al tipo neutral, sugiriendo que el arquetipo del códice se compiló de múltiples manuscritos de orígenes diversos.5
Notables son sus posturas en pasajes controvertidos: apoya la conclusión larga de Marcos y Juan 5:4, alineándose con la Vulgata Sixtina, pero omite el comma johanneum (1 Juan 5:7) como todos los manuscritos griegos anteriores al siglo XIV.1 Errores de copia son frecuentes, pero su integridad general lo posiciona como un recurso esencial para la crítica textual católica, que enfatiza la armonía con la tradición patrística.
Libros adicionales y extracanónicos
Más allá del canon, el códice incluye la Epístola de San Clemente de Roma y la homilía conocida como Segunda Epístola de Clemente, las únicas copias conocidas en su época, listadas como parte del Nuevo Testamento por el escriba.1 Originalmente contenía también los Salmos de Salomón, ahora perdidos, separados en la lista para indicar su estatus no canónico. Estos elementos reflejan la fluidez de la colección neotestamentaria en la Iglesia primitiva, donde textos como los de Clemente se usaban en la liturgia antes de la fijación definitiva del canon en el siglo IV.1
Importancia textual
En la Septuaginta y el Antiguo Testamento
Como testigo principal de la Septuaginta, el Códice Alejandrino es invaluable para reconstruir la versión griega de las Escrituras hebreas, especialmente en los deuterocanónicos donde el hebreo original es escaso o inexistente.3 Su afinidad con la recensión hexaplar de Orígenes y correcciones hebreas lo distinguen de códices más «puros» como el Vaticano, pero su origen egipcio lo vincula a la tradición hesiquiana, una revisión del siglo III usada en Egipto.4 En la erudición católica, ha influido en ediciones de la Biblia como la Complutense (siglo XVI), contribuyendo a la defensa del canon amplio frente a la Reforma.3
En el Nuevo Testamento y la crítica textual
En el Nuevo Testamento, su mezcla de tipos textuales (sirio en Evangelios, neutral en epístolas) ilustra la diversidad de la transmisión primitiva, agrupada por Westcott y Hort en familias alejandrina, siria y occidental.5 Aunque no es el más puro (el Vaticano lo supera), su proximidad al neutral en gran parte lo hace preferible al sirio «contaminado». Ha jugado un rol clave en ediciones críticas, desde la Polyglota de Walton (1657) hasta modernas como la Nestle-Aland, y en debates católicos sobre la inerrancia bíblica, confirmando la estabilidad del texto evangélico.1
Ediciones y estudios
El Códice Alejandrino ha sido editado múltiples veces: Grabe publicó el Antiguo Testamento en Oxford (1707-1720), Woide el Nuevo en 1786, y facsímiles como el de Baber (1816-1828) y Thompson (1879-1883) han democratizado su acceso.1 En el siglo XX, Kenyon y Gregory lo analizaron en profundidad, confirmando su datación y origen egipcio. Estudios católicos, como los de la Enciclopedia Católica, lo destacan por su contribución a la exégesis patrística y litúrgica.1 Hoy, digitalizaciones de la British Library permiten investigaciones globales, reforzando su legado en la teología católica.
Citas
Códice Alejandrino, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Códice Alejandrino. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19
Códice, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Códice. ↩
Septuaginta, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Septuaginta. ↩ ↩2 ↩3
Manuscritos de la Biblia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Manuscritos de la Biblia. ↩ ↩2
El Nuevo Testamento, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §El Nuevo Testamento. ↩ ↩2
