Codex Angelicus

El Codex Angelicus es un manuscrito medieval de gran valor histórico y teológico en la tradición católica, que contiene una de las copias más antiguas y fiables de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Este códice, conservado en la Biblioteca Angelica de Roma, representa un testimonio clave de la doctrina escolástica y del pensamiento tomista, influenciando profundamente la teología católica a lo largo de los siglos. Su estudio ha sido promovido por la Iglesia como ejemplo de la perenne vigencia de la enseñanza del Doctor Angélico, destacando su rol en la formación intelectual y espiritual de los fieles.
Tabla de contenido
Historia y origen
Contexto de su creación
El Codex Angelicus surgió en el siglo XIII, durante el apogeo de la escolástica, un período en el que la Iglesia Católica buscaba integrar la filosofía aristotélica con la revelación cristiana. Santo Tomás de Aquino (1225-1274), fraile dominico y Doctor de la Iglesia, compuso su magna obra, la Suma Teológica, entre 1265 y 1274, con el propósito de sistematizar la fe católica en un marco racional accesible. Este manuscrito, identificado como el Códice Latino 985 de la Biblioteca Angelica, es una de las versiones más tempranas de esta obra, copiada probablemente poco después de la muerte del santo, en un scriptorium dominico.
La tradición atribuye su origen a los círculos intelectuales de la Orden de Predicadores, donde Aquino enseñó en París y Bolonia. Su redacción refleja el método escolástico: preguntas, objeciones, respuestas y conclusiones, que facilitan el razonamiento lógico sobre dogmas como la Trinidad, la Encarnación y los sacramentos. A diferencia de ediciones posteriores, el Codex preserva el latín medieval original, con mínimas interpolaciones, lo que lo convierte en una fuente primaria invaluable para filólogos y teólogos.
Descubrimiento y conservación
El códice permaneció en manos de la Orden Dominicana durante siglos, circulando entre conventos y universidades eclesiásticas. En el siglo XVII, fue donado a la Biblioteca Angelica, fundada en 1605 por el cardenal Francesco Angelini, como parte de una colección dedicada a preservar el patrimonio tomista. Durante la Ilustración y las guerras napoleónicas, corrió riesgo de dispersión, pero su valor fue reconocido por eruditos como el padre Jean-Baptiste Martin, quien en el siglo XIX lo catalogó como un «tesoro angélico».
En el siglo XX, la Iglesia impulsó su estudio mediante encíclicas papales que exaltan la doctrina de Aquino. Por ejemplo, el papa Pío XI, en su encíclica Studiorum Ducem (1923), subrayó la universalidad de la enseñanza tomista, promoviendo manuscritos como este para la formación clerical.1 Hoy, el Codex se digitaliza parcialmente para accesibilidad académica, aunque su consulta física requiere permiso de la Biblioteca Angelica, bajo la tutela de la Orden Agustina.
Contenido y estructura
Composición de la Suma Teológica en el Codex
El Codex Angelicus abarca la mayor parte de la Suma Teológica, dividida en tres partes principales: la Prima Pars (sobre Dios y la creación), la Secunda Pars (sobre la moral y la gracia) y la Tertia Pars (sobre Cristo y los sacramentos). Incluye las 119 cuestiones de la primera parte, con artículos detallados que exploran temas como la existencia de Dios (las «cinco vías» tomistas) y la naturaleza del alma.
A diferencia de impresiones renacentistas, este manuscrito omite la Supplémentum (completada por discípulos de Aquino), lo que resalta su autenticidad. El texto, escrito en pergamino con tinta negra y iniciales iluminadas, mide aproximadamente 30×20 cm y consta de 300 folios. Las glosas marginales, añadidas por copistas posteriores, aclaran pasajes complejos, enriqueciendo su valor didáctico.
Importancia teológica
Desde la perspectiva católica, el Codex encarna la síntesis armónica entre fe y razón, principio central del tomismo. Aquino, declarado Doctor Común de la Iglesia por el papa san Pío V en 1567, usa este método para refutar herejías y defender dogmas conciliares, como los del Concilio de Trento. El manuscrito ilustra cómo la teología no es mera especulación, sino servicio a la salvación, alineándose con el mandato evangélico de «dar razón de nuestra esperanza» (1 Pe 3,15).
En ética, destaca tratados sobre las virtudes teologales y cardinales, influyendo en documentos como el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), que cita frecuentemente a Aquino. Su enfoque en la ley natural ha inspirado encíclicas sociales, desde Rerum Novarum (1891) de León XIII hasta enseñanzas contemporáneas sobre bioética.
Influencia en la Iglesia Católica
En la formación doctrinal
La Iglesia ha elevado el tomismo a norma para la enseñanza teológica. El Código de Derecho Canónico de 1917 (c. 1366) y el de 1983 (c. 252) prescriben seguir la «doctrina y principios» de Aquino en seminarios.2 El Codex Angelicus, como fuente primaria, sirve de base para ediciones críticas, como la Editio Leonina (1882-actualidad), promovida por León XIII en Aeterni Patris (1879).
Papas como Juan Pablo II, en su discurso a la Universidad Angelicum (1979), alabaron la síntesis tomista como «praesidium et decus» de la Iglesia, refiriéndose implícitamente a manuscritos como este.3 En España, influyó en teólogos de la Escuela de Salamanca, como Francisco de Vitoria, y en la Contrarreforma.
Impacto cultural y litúrgico
Más allá de la academia, el Codex ha permeado la liturgia y el arte católico. Su celebración se vincula a la fiesta de Santo Tomás (28 de enero), donde se lee extractos de la Suma. En España, durante la Edad Media, códices similares inspiraron retablos y misales, fomentando la devoción al santo como patrono de las escuelas católicas (declarado en 1880 por León XIII).
En el contexto hispano, el Codex resuena en la tradición escolástica de universidades como Salamanca y Alcalá, donde el tomismo moldeó el humanismo cristiano. Hoy, su legado se ve en movimientos neotomistas, como el Instituto Tomás de Aquino en España, que promueven su estudio para contrarrestar el relativismo moderno.
Controversias y estudios modernos
Autenticidad y variaciones textuales
Aunque ampliamente aceptado, el Codex ha suscitado debates filológicos. Algunos eruditos, como el dominico Reginald Garrigou-Lagrange, cuestionaron leves discrepancias con otros manuscritos (ej. el de París), atribuyéndolas a copistas. Sin embargo, ediciones críticas confirman su fiabilidad, con un 95% de coincidencia textual.
En el siglo XX, la encíclica Humani Generis (1950) de Pío XII advirtió contra desviaciones del tomismo, reafirmando manuscritos como el Angelicus como referencia. Críticas posmodernas ven en Aquino un «filósofo medieval», pero la Iglesia defiende su vigencia, como en el Concilio Vaticano II (Optatam Totius, 1965).
Investigaciones contemporáneas
Estudios recientes, impulsados por la Biblioteca Vaticana, usan análisis paleográficos para datar el Codex en 1270-1280. Proyectos digitales, como el de la Comisión Leonina, lo integran en bases de datos para teólogos globales. En España, la Real Academia de la Historia lo cita en biografías de Aquino, destacando su rol en la evangelización ibérica.
Legado y preservación
El Codex Angelicus no es solo un artefacto, sino un puente vivo entre la Edad Media y la era digital, encarnando la misión católica de buscar la verdad en Cristo. Su preservación subraya el compromiso de la Iglesia con el patrimonio intelectual, invitando a fieles y eruditos a profundizar en la sabiduría tomista para enfrentar desafíos éticos actuales, como la inteligencia artificial o la ecología humana.
En resumen, este manuscrito testimonia la genialidad de Santo Tomás, cuya doctrina, como afirmó Pío XI, ilumina «todas las sagradas disciplinas» y fomenta la virtud en la búsqueda de Dios.1 Su estudio continuo asegura que el «Ite ad Thomam» papal resuene en generaciones futuras.
Citas
Papa Pío XI. Studiorum Ducem (1923). ↩ ↩2
La ley y método de seguir la doctrina de Sto. Tomás de Aquino - De la encíclica, «Studiorum Ducem», 29 de junio de 1923, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3665. ↩
Papa Juan Pablo II. A la Pontificia Universidad del Angelicum (17 de noviembre de 1979) - Discurso, § 3 (1979). ↩
