Codicia
La codicia es un deseo desordenado de poseer bienes materiales o riquezas, que la tradición católica identifica como uno de los siete pecados capitales. Se manifiesta como una avidez incesante por acumular más de lo necesario, a menudo sin considerar los medios justos para obtenerlo ni las necesidades del prójimo. Este vicio puede llevar a la injusticia, la falta de caridad y el olvido de Dios, impidiendo el desarrollo de virtudes y la búsqueda de bienes espirituales.
Tabla de contenido
Definición y Naturaleza de la Codicia
La codicia, también conocida como avaricia (del latín avaritia), es un deseo irracional de aquello que no se posee1. Aunque en un sentido amplio puede abarcar cualquier deseo desordenado, como el de honores (orgullo) o placeres carnales (concupiscencia de la carne), su significado específico se refiere al apego excesivo a las riquezas, ya sean monetarias o propiedades1. No se limita a la adquisición, sino también a la posesión y acumulación de bienes1.
El Catecismo del Concilio de Trento explica que la concupiscencia es una «conmoción e impulso del alma» que nos incita a desear placeres que no poseemos2. Sin embargo, no toda concupiscencia es pecaminosa. Por ejemplo, desear comida o bebida cuando se tiene hambre es natural y lícito2. La codicia se vuelve pecaminosa cuando sobrepasa los límites de la razón y la justicia, o cuando los deseos de cosas materiales entran en conflicto con el espíritu y la razón2.
Codicia como Pecado Capital
La Iglesia Católica clasifica la codicia como uno de los siete pecados capitales1. San Pablo la describe como la «raíz de todos los males» (radix omnium peccatorum) (1 Timoteo 6)1,3. Es un vicio o inclinación al pecado que surge de la condición del pecado original y nos conduce a pecar1. Aunque el deseo natural de adquirir y poseer bienes no es intrínsecamente ofensivo a Dios, y puede ser meritorio si se mantiene dentro de los límites de la razón y la justicia, la codicia se convierte en un pecado grave bajo ciertas condiciones1.
Estas condiciones incluyen el empleo de medios ilícitos o injustos para satisfacer el deseo de riquezas, el apego a ellas en desafío a las demandas de la justicia o la caridad, o cuando las riquezas se convierten en el fin último de la felicidad, interfiriendo gravemente con el deber hacia Dios y el prójimo1. Desarrollada sin restricciones, la codicia puede generar perfidia, insensibilidad e intranquilidad1.
Los Mandamientos y la Codicia
La codicia está directamente prohibida por el Noveno y Décimo Mandamiento del Decálogo1,4.
El Noveno Mandamiento: No Codiciarás la Mujer de tu Prójimo
Aunque el noveno mandamiento se enfoca específicamente en la concupiscencia carnal5, está intrínsecamente relacionado con la codicia en el sentido de desear desordenadamente lo que pertenece a otro. El Catecismo del Concilio de Trento explica que si se desea deliberadamente la esposa o los bienes de otro, ya se ha cometido en el corazón el pecado de adulterio o robo2.
El Décimo Mandamiento: No Codiciarás los Bienes de tu Prójimo
El décimo mandamiento prohíbe explícitamente la codicia de los bienes ajenos2,5. Este mandamiento va más allá de la acción externa de robar (prohibida por el séptimo mandamiento) y se centra en el deseo interno y desordenado de poseer las propiedades de otro4,6. Desear lo que no nos pertenece de manera injusta, o envidiar al prójimo por lo que posee, es la esencia de esta prohibición7.
El Catecismo de la Iglesia Católica señala que el décimo mandamiento prohíbe la avaricia, la ambición de amasar bienes terrenales sin límite, y el deseo de cometer injusticia dañando al prójimo en sus bienes temporales4. La sed de los bienes ajenos es inmensa, infinita e insaciable, como lo indica la Escritura: «el que ama el dinero, nunca tiene suficiente dinero»4.
Consecuencias de la Codicia
La codicia tiene graves repercusiones espirituales y sociales.
Daños Espirituales
Destrucción del amor a Dios y al prójimo: Santo Tomás de Aquino señala que cuanto más se codicia, menos se ama a Dios y al prójimo3. No se puede servir a Dios y al dinero (Mammon)3.
Pérdida de confianza en la Divina Providencia: Aquellos que pierden el sentido de Dios como Creador y autor de todos los bienes, también pierden la confianza en su providencia8.
Esclavitud: El Papa Francisco describe la codicia como una «relación distorsionada con la realidad» e incluso una «forma de esclavitud»9. Quien se deja dominar por ella se convierte en esclavo del poseer y del gozar, olvidando su propia dignidad, al prójimo y a Dios6.
Obstáculo para los bienes espirituales: El deseo de bienes materiales puede dominar de tal manera el corazón humano que no deja espacio para los bienes más elevados, los espirituales6.
Endurecimiento del corazón: Cuando el amor por los bienes materiales se convierte en un fin en sí mismo y no se controla, el corazón se endurece hacia las necesidades de los demás y hacia las oportunidades de actos de misericordia8.
Daños Sociales
Injusticia y violencia: La codicia puede generar perfidia, fraude, engaño y perjurio, que a su vez conducen a la injusticia y la violencia8.
Abandono de la familia y los pobres: El deseo de lujos puede sofocar la virtud de la liberalidad (la sabia distribución de bienes a los necesitados) y llevar a la falta de consideración hacia la familia y los pobres8. La preocupación excesiva por el futuro puede incluso llevar al trabajo excesivo, descuidando las necesidades inmediatas de los hijos8.
Fuente de división y vejación: La naturaleza misma de los bienes materiales, a diferencia de los espirituales, hace que cuantos más se dividen, menos tiene cada uno. Esto los convierte en una fuente ineludible de división entre los hombres y de vejación del espíritu, como experimentó el sabio Salomón10.
Robo a los pobres: San Juan Crisóstomo afirma vigorosamente que «no permitir a los pobres compartir nuestros bienes es robarles y privarles de la vida. Los bienes que poseemos no son nuestros, sino suyos»8. Atender las necesidades de los necesitados es pagar una deuda de justicia, no simplemente realizar una obra de caridad8.
Lucha contra la Codicia
La lucha contra la codicia implica un constante discernimiento y una búsqueda activa de las virtudes.
Virtudes Opuestas
Generosidad: La virtud de la generosidad se opone directamente a la codicia, impulsando a la persona a compartir sus bienes con los demás9.
Confianza en la Providencia Divina: Reconocer que Dios es el autor de todos los bienes y confiar en su providencia ayuda a liberarse del apego desordenado a las riquezas8.
Caridad: El amor a Dios y al prójimo es el antídoto fundamental contra la codicia, ya que redirige el corazón hacia bienes superiores y el bienestar de los demás3.
Liberación evangélica: El uso de los bienes del mundo debe estar marcado por la libertad evangélica, la responsabilidad y un espíritu de generosa solidaridad, imitando a Cristo, quien, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para que por su pobreza fuésemos enriquecidos (cf. 2 Co 8,9)9.
Ejemplos de Codicia en la Vida Cotidiana
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece ejemplos realistas de deseos codiciosos que deben ser combatidos, como los de:
Comerciantes que desean escasez y aumento de precios para vender más caro y comprar más barato11.
Aquellos que esperan la pobreza de sus semejantes para obtener ganancias al comprarles o venderles11.
Médicos que desean que las enfermedades se propaguen11.
Abogados que anhelan muchos casos importantes y litigios11.
Estos ejemplos ilustran cómo la codicia puede manifestarse en diversas profesiones y situaciones, siempre buscando el beneficio personal a expensas del bien común o del prójimo11.
Conclusión
La codicia es un vicio que distorsiona la relación humana con los bienes materiales, convirtiéndolos de medios en fines, y que puede llevar a la esclavitud, la injusticia y la pérdida de la dignidad humana y el sentido de Dios. La enseñanza católica, fundamentada en los mandamientos y la tradición, llama a erradicar este deseo desordenado a través de la práctica de la generosidad, la caridad y la confianza en la Divina Providencia, recordando que los bienes terrenales deben ser utilizados para el servicio de Dios y del prójimo, no para el enriquecimiento egoísta.
Citas
Codicia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Codicia. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
Los diez mandamientos - El noveno y décimo mandamientos - ¿Qué clase de concupiscencia no está prohibida? , Papa Pío V. Catecismo del Concilio de Trento, §Los Diez Mandamientos - El Noveno y Décimo Mandamientos (1566). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Artículo 11 - El noveno (décimo) mandamiento - «no codiciarás los bienes de tu prójimo.», Tomás de Aquino. Explicación de los Diez Mandamientos, § 11 (1273). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
I. El desorden de los deseos codiciosos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2536 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Artículo 9 el noveno mandamiento, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2514 (1992). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 7 de junio de 1991: Misa celebrada en el Estadio Osir en la Diócesis de Płock - Homilía (1991). ↩ ↩2 ↩3
Lección trigésimo cuarta. Del séptimo hasta el final del décimo mandamiento, Tercer Concilio Plenario de Baltimore. Un Catecismo de Doctrina Cristiana (El Catecismo de Baltimore n.º 3), § 1320 (1954). ↩
Basil Cole, O.P. Una Evaluación Tomista del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los Vicios Capitales, § 10. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Resumen de las palabras del Santo Padre, Papa Francisco. Audiencia General del 24 de enero de 2024 - Ciclo de Catequesis. Vicios y Virtudes. 5. Avaricia (2024). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XI. Ubi Arcano Dei Consilio, § 22 (1922). ↩
I. El desorden de los deseos codiciosos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2537 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5