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Cruz

Concilio de Clermont

Concilio de Clermont
Miniatura: El Papa Urbano II predicando en el Concilio de Clermont. Sébastien Mamerot, Les passages d’outremer. Dominio público.

El Concilio de Clermont fue un sínodo eclesiástico de gran trascendencia histórica, convocado por el Papa Urbano II en noviembre de 1095 en Clermont-Ferrand, Auvernia, Francia1,2. Este concilio es célebre por el llamado a la Primera Cruzada, un evento que marcó profundamente la Edad Media y la relación entre la Iglesia Católica y las expediciones militares3,4. Además de la proclamación de la Cruzada, el concilio reiteró importantes decretos gregorianos contra la simonía, la investidura laica y el matrimonio clerical, y excomulgó al rey Felipe de Francia por adulterio1. La elocuencia del Papa Urbano II en su discurso inspiró una respuesta masiva y entusiasta, movilizando a miles de nobles y caballeros a tomar la cruz para liberar Jerusalén y las Iglesias de Asia de los sarracenos1,4.

Tabla de contenido

Antecedentes

El Papa Urbano II, cuyo pontificado se extendió desde 1088 hasta 1099, fue un pontífice reformista que continuó la labor de sus predecesores en la promoción del celibato clerical y la lucha contra la simonía3,5. Su papado estuvo marcado por la compleja situación política y religiosa de la época, incluyendo la presencia de un antipapa, Guiberto («Clemente III»), que controlaba Roma durante parte de su pontificado5.

Unos meses antes del Concilio de Clermont, en la primavera de 1095, Urbano II celebró un sínodo en Piacenza5. En este sínodo, además de abordar casos matrimoniales reales y promulgar decretos gregorianos, el Papa ya había abordado por primera vez el tema de una cruzada en respuesta a una solicitud de ayuda del emperador bizantino Alejo I Comneno5. Alejo I había enviado una embajada al Papa pidiendo asistencia contra los turcos selyúcidas, quienes representaban una seria amenaza para el Imperio de Constantinopla y habían invadido ciudades y tierras cristianas en Asia Menor1,5,6.

Contexto Histórico

La Europa de finales del siglo XI se encontraba en un período de cambios significativos. El poder papal, fortalecido por las reformas gregorianas, buscaba afirmar su autoridad tanto en asuntos eclesiásticos como seculares3. La amenaza de los turcos selyúcidas en Oriente era palpable, con la invasión y profanación de la Ciudad Santa de Jerusalén y otras iglesias en Asia1,7. Los cristianos en estas regiones sufrían persecución, viéndose obligados a renunciar a su fe o enfrentando martirio, y las mujeres cristianas eran sometidas a atrocidades7. En el oeste, los sarracenos también habían ocupado gran parte de Italia y amenazaban otras provincias europeas, como España y Aquitania7.

La idea de una cruzada, aunque impulsada por el Papa Urbano II, también se ha atribuido a figuras como Pedro el Ermitaño, quien, tras una peregrinación a Jerusalén y una visión, fue comisionado por el Papa para predicar la cruzada2. Sin embargo, la iniciativa principal y la articulación de los motivos para la cruzada se atribuyen a Urbano II, quien, movido por la compasión y el amor de Dios ante el «enorme daño» causado a la fe cristiana por los turcos, viajó a la Galia2.

El Concilio

La Convocatoria

El Papa Urbano II convocó el Concilio de Clermont en Auvernia, Francia, para noviembre de 10951. La elección de Francia no fue casual; la recepción de Urbano en el país había sido muy entusiasta, y el fervor por la cruzada se había extendido a medida que el Papa viajaba desde Italia1.

La Audiencia

El concilio se reunió en la Iglesia de Notre-Dame du Port1,8. Asistieron trece arzobispos, doscientos veinticinco obispos y más de noventa abades1. Además, una gran cantidad de caballeros y personas de todas las condiciones acamparon en la llanura de Chantoin, al este de Clermont, entre el 18 y el 28 de noviembre de 10952. Miles de nobles y caballeros se congregaron para el concilio, lo que demostraba la magnitud del interés y la expectativa1.

Las Decisiones y Decretos

El sínodo comenzó reiterando los Decretos Gregorianos contra la simonía (la compra o venta de cargos eclesiásticos), la investidura laica (la injerencia de laicos en el nombramiento de clérigos) y el matrimonio clerical1. Estas medidas eran fundamentales para la reforma de la Iglesia que Urbano II, siguiendo los pasos de Gregorio VII, se había propuesto5.

Un acto significativo fue la excomunión del rey Felipe de Francia por adulterio1. Esta sentencia, que había estado pendiente durante meses, fue finalmente pronunciada en el concilio, lo que subraya la autoridad moral y disciplinaria que el papado ejercía sobre los monarcas seculares1,4.

La Proclamación de la Cruzada

Después de tratar los asuntos internos de la Iglesia, se abordó la «candente cuestión de Oriente»1. El Papa Urbano II se dirigió a la inmensa multitud congregada fuera de la iglesia1. Usó sus «maravillosos dones de elocuencia» para describir la cautividad de la Ciudad Santa de Jerusalén, donde Cristo había sufrido y muerto, y la profanación del Santo Sepulcro y las iglesias cristianas por los sarracenos1,7.

En su discurso, Urbano II instó a los presentes a volver sus armas, que antes habían usado contra sus hermanos, contra los enemigos de la fe cristiana1. Hizo un llamado a aquellos que eran «opresores de huérfanos y viudas, asesinos y violadores de iglesias, ladrones de la propiedad ajena, buitres atraídos por el olor de la batalla», a que se apresuraran, «si amaban sus almas, bajo su capitán Cristo al rescate de Sion»1. También destacó la situación de los cristianos en Oriente, que vivían bajo la opresión de los infieles, pagando tributos y anhelando la libertad6.

Cuando el Papa terminó de hablar, un poderoso grito de «¡Deus lo volt!» (¡Dios lo quiere!) se levantó de la multitud1,4. El entusiasmo superó las expectativas más optimistas del Papa1. Se decidió que un ejército de caballería e infantería marcharía para «rescatar Jerusalén y las Iglesias de Asia de los sarracenos»1.

La Participación de los Participantes

Muchos de los presentes prometieron ayudar al emperador Alejo I contra los turcos, y un gran número «tomó la cruz» en ese mismo momento1,4. El Papa Urbano II fue instado repetidamente a liderar la Cruzada en persona, pero nombró a Ademar, obispo de Le Puy, en su lugar1. Durante los siguientes nueve meses, el propio Papa predicó la cruzada por toda Francia, y su llamado tuvo un efecto movilizador masivo4. Se enviaron cartas a los obispos que no pudieron asistir al concilio y se designaron predicadores por toda Europa para despertar el entusiasmo1.

El Papa Urbano II alentó de todas las maneras posibles a la gente a tomar la cruz y no dispensó fácilmente de sus obligaciones a quienes se habían comprometido a emprender la expedición1. La respuesta fue tan grande que «el galés dejó su caza, el escocés su camaradería con los piojos, el danés sus compañeros de bebida, el noruego su pescado crudo. Las tierras fueron abandonadas por sus labradores, las casas por quienes las habitaban; incluso ciudades enteras se pusieron en movimiento»4.

Indulgencia y Protección

A todos los que emprendieran el viaje pro sola devotione (solo por devoción) se les concedió una indulgencia plenaria por sus pecados1,9,10. Esta indulgencia se consideraba una «completa penitencia» para aquellos que partían para liberar la Iglesia de Dios en Jerusalén, no por honor o dinero9,10.

Para apoyar el movimiento, la Tregua de Dios fue extendida, y la propiedad de quienes habían tomado la cruz fue considerada sagrada1. Aquellos que no estaban aptos para la expedición tenían prohibido emprenderla, y los fieles fueron exhortados a buscar el consejo de sus obispos y sacerdotes antes de partir1. Además, aquellos que asumieran el trabajo de esta peregrinación bajo la defensa de la Iglesia y la protección de los apóstoles Pedro y Pablo serían recibidos como «hijos de verdadera obediencia» y permanecerían seguros de toda perturbación en sus bienes y personas11. Si alguien se atrevía a molestarlos, sería excomulgado por el obispo local hasta que se restituyera lo robado y se satisficiera adecuadamente por los daños causados11.

Repercusión y Legado

El Concilio de Clermont y el subsiguiente llamado a la Cruzada tuvieron profundas implicaciones para la Iglesia medieval y la sociedad europea3. La movilización masiva de caballeros y gente común que siguió al concilio fue sin precedentes3. En la primavera de 1097, los cuatro ejércitos oficiales de la Primera Cruzada se reunieron en Constantinopla4. Unos quince días antes de la muerte de Urbano II en julio de 1099, Jerusalén fue tomada por los cruzados4.

Aunque las Cruzadas, en su conjunto, tuvieron resultados mixtos y algunos efectos negativos que persisten hasta el día de hoy, la Primera Cruzada, iniciada por Urbano II, fue un evento de inmensa magnitud4. Contribuyó a fortalecer la autoridad del papado y a fomentar una cierta unidad entre los estados cristianos, aunque también generó tensiones, especialmente con el Imperio Bizantino3,2.

El Concilio de Clermont es recordado como el catalizador de un movimiento que redefinió la relación entre la cristiandad occidental y el Oriente, y que dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia y del mundo3.

Historiografía

La idea de la cruzada se atribuye principalmente al Papa Urbano II, y los motivos que lo impulsaron están claramente expuestos por sus contemporáneos2. Aunque Pedro el Ermitaño también predicó la cruzada, los testigos presenciales no le atribuyen el papel tan crucial que le asignaron cronistas posteriores2.

Fuentes

Las principales fuentes para el estudio del Concilio de Clermont incluyen los sermones del Papa Urbano II, donde se detallan sus exhortaciones y las justificaciones teológicas para la cruzada7,12,6,11. Además, crónicas contemporáneas y registros de los concilios eclesiásticos proporcionan información valiosa sobre los decretos y el desarrollo de los eventos1,2,9.

Citas

  1. Papa bto. Urbano II, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa Bto. Urbano II. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29

  2. Cruzadas, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cruzadas. 2 3 4 5 6 7 8

  3. Papa n.º 159: Bto. Urbano II, Magisterium AI. Breve Historia de los Papas de la Iglesia Católica, §Papa 159: Bto. Urbano II (2024). 2 3 4 5 6 7

  4. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 215. 2 3 4 5 6 7 8 9 10

  5. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 214. 2 3 4 5 6

  6. orationes in concilio claromontano habitae de expeditione hierosolymitana, Papa Urbano II. Sermones (Papa Urbano II), § III.III. 2 3

  7. orationes in concilio claromontano habitae de expeditione hierosolymitana, Papa Urbano II. Sermones (Papa Urbano II), § III.VIII. 2 3 4 5

  8. Diócesis de Clermont, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Diócesis de Clermont.

  9. Sobre la preparación para el Año Santo - Responsabilidades de los que van de peregrinación, Papa Benedicto XIV. Apostolica Constitutio, § 7 (1749). 2 3

  10. Papa León XII. Charitate Christi (1825). 2

  11. orationes in concilio claromontano habitae de expeditione hierosolymitana, Papa Urbano II. Sermones (Papa Urbano II), § III.II. 2 3

  12. orationes in concilio claromontano habitae de expeditione hierosolymitana, Papa Urbano II. Sermones (Papa Urbano II), § III.V.