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Concilio de Constantinopla III

Concilio de Constantinopla III
Miniatura 45 de la Constantine Manasses Chronicle, siglo XIV: Sexto Concilio Ecuménico. Dominio Público.

El Tercer Concilio de Constantinopla, también conocido como el Sexto Concilio Ecuménico, fue un sínodo crucial en la historia de la Iglesia que se celebró del 7 de noviembre de 680 al 16 de septiembre de 681. Convocado por el emperador Constantino IV Pogonato, su objetivo principal fue resolver las controversias cristológicas generadas por el monoenergetismo y el monotelismo, herejías que afirmaban que Cristo tenía una sola operación o una sola voluntad, respectivamente. El concilio condenó estas doctrinas, reafirmando la enseñanza calcedoniana de las dos naturalezas en Cristo, cada una con su propia voluntad y operación, pero unidas en una sola persona. Las decisiones del concilio, especialmente la Carta del Papa Agatón, fueron fundamentales para la consolidación de la fe calcedoniana y tuvieron un impacto duradero en la cristología católica y ortodoxa.

Tabla de contenido

Contexto Histórico y Causas del Concilio

Después del Concilio de Calcedonia (451), que definió a Cristo como una persona con dos naturalezas, divina y humana, la controversia cristológica continuó con el surgimiento del monofisismo, que sostenía que Cristo tenía una sola naturaleza. Los intentos por lograr la paz entre los calcedonianos y los monofisitas, como el Segundo Concilio de Constantinopla (553), resultaron infructuosos a pesar de sus esfuerzos por interpretar Calcedonia a través de la lente de San Cirilo de Alejandría1,2.

En el siglo VII, el emperador Heraclio (r. 610-641), tras recuperar territorios de los persas que eran bastiones monofisitas, vio la necesidad de una unión religiosa dentro del ampliado Imperio Bizantino1. Con su apoyo, el Patriarca Sergio de Constantinopla (r. 610-638) propuso una fórmula de compromiso: «una operación, una voluntad» (monoenergetismo y monotelismo). El Papa Honorio (r. 625-638), al recibir la propuesta de Sergio, rechazó hablar de «operaciones» pero avaló la fórmula de «solo una voluntad»1. San Máximo el Confesor explicó que Honorio se oponía a la fórmula de las dos voluntades no porque creyera que Cristo tenía una naturaleza humana incompleta, sino porque las entendía como «dos voluntades contrarias»1.

Esta estrategia inicial de imponer el silencio sobre el tema no logró la unidad deseada. Sergio, tras la respuesta papal, abandonó el monoenergetismo y vinculó la unidad de actividad en Cristo a su persona. En el Psephus de 633, Sergio prohibió hablar de una o dos «energías» (operaciones) o de dos voluntades en Cristo, proponiendo que era el mismo Señor Jesucristo quien realizaba acciones divinas y humanas, y que toda actividad humana procedía del Verbo encarnado sin división ni confusión1. Sin embargo, esta fórmula encontró la fuerte oposición del Patriarca San Sofronio de Jerusalén (r. 634-638) y de San Máximo el Confesor (m. 662)1.

Tras la muerte de Honorio en 638, el Ecthesis (una «Exposición de fe») prohibió cualquier discusión sobre una sola energía en Cristo, pero confesó una sola voluntad en Él, lo que supuso un cambio en la discusión de la unidad de operaciones a la unidad de la voluntad, imponiendo así el monotelismo1. Esta nueva estrategia imperial también fracasó ante la oposición ortodoxa1.

El emperador Constante II (r. 642-668), sucesor de Heraclio, en un intento de poner fin a la disputa, publicó el Typus en 648, que prohibía cualquier discusión sobre el tema1,3. En respuesta, el Sínodo de Letrán de 649, con la participación del Papa San Martín I (r. 649-655) y San Máximo el Confesor, condenó la fórmula de una sola voluntad en Cristo como herejía, oponiéndose a los intentos del emperador de resolver cuestiones teológicas por su cuenta1.

Con el avance del Islam y la pérdida de territorios bizantinos, la necesidad de consolidar la unidad política se volvió primordial1. El fracaso de las diversas fórmulas de compromiso y la creciente impopularidad de Constante II llevaron a su asesinato en 6681. En este contexto, el emperador Constantino IV Pogonato (r. 668-685) decidió convocar un nuevo concilio para establecer la doctrina correcta1.

Convocatoria y Sesiones

El emperador Constantino IV Pogonato solicitó al Papa Dono (r. 676-678) que enviara representantes a una asamblea en Constantinopla1. El sucesor de Dono, San Agatón (r. 678-681), celebró primero un sínodo en Roma que condenó el monotelismo, y luego envió una delegación a la capital oriental1,3. El concilio se inauguró el 7 de noviembre de 680 en una sala abovedada (trullus, de donde a veces se le llama Trullano I) del palacio imperial de Constantinopla, con unos 100 obispos inicialmente, y luego 1741,3. Estuvo presidido por los legados papales, y el propio emperador asistió a las primeras once sesiones y a la decimoctava1.

La delegación papal trajo consigo una extensa Carta dogmática del Papa Agatón y otra carta de similar importancia de un sínodo romano celebrado en la primavera de 6803. Ambas cartas, especialmente la del Papa, enfatizaban la fe de la Sede Apostólica como la tradición viva e inmaculada de los Apóstoles de Cristo, garantizada por las promesas de Cristo y atestiguada por todos los Papas como sucesores del privilegio petrino de confirmar a los hermanos, y por lo tanto, finalmente autoritativa para la Iglesia Universal3.

Las dieciocho sesiones del concilio se dedicaron en gran parte al examen de pasajes escriturísticos y patrísticos relacionados con la cuestión de una o dos voluntades, una o dos operaciones en Cristo3. Después de intensos debates, el Patriarca Macario de Antioquía, un ardiente monotelita, y el abad Esteban, admitieron haber manipulado textos y fueron depuestos1.

Decisiones y Doctrina del Concilio

La Carta del Papa Agatón resultó ser decisiva1. Siguiendo a San Máximo el Confesor, Agatón enunció el principio de que la voluntad y la inteligencia son atributos de la naturaleza, no de la persona; por lo tanto, cada naturaleza tiene una voluntad y una inteligencia, y consecuentemente, las dos naturalezas de Cristo implican dos voluntades y dos inteligencias1.

El Concilio de Constantinopla III condenó el monoenergetismo («solo una operación») y el monotelismo («solo una voluntad») en Cristo1. Se afirmó que Cristo, poseyendo dos naturalezas completas –divina y humana– posee también dos voluntades naturales y dos operaciones naturales, una divina y una humana, operando en perfecta armonía dentro de la única persona del Verbo encarnado. La voluntad humana de Cristo no se opone a su voluntad divina, sino que está sujeta a ella, no por coerción, sino libremente.

Las principales figuras condenadas por el monotelismo fueron:

El credo del concilio se basó en la Carta del Papa San Agatón y fue recibido por los padres conciliares con aclamaciones jubilantes: «¡Pedro ha hablado por Agatón!»1. El concilio terminó el 16 de septiembre de 681, siendo firmado por 170 obispos1. El Papa León II (r. 682-683) aprobó los decretos del concilio al año siguiente (682) sin protestar por la condena de Honorio1.

Importancia y Repercusiones

El Tercer Concilio de Constantinopla fue de vital importancia para la clarificación y consolidación de la cristología ortodoxa. Al condenar el monoenergetismo y el monotelismo, el concilio reafirmó la plenitud de la naturaleza humana de Cristo, incluyendo su voluntad y operación, sin menoscabo de su divinidad1,2. Esta doctrina fue crucial para la comprensión de la obra salvífica de Cristo, ya que una naturaleza humana sin voluntad propia no sería una humanidad completa y, por tanto, no podría redimir plenamente a la humanidad.

El concilio no promulgó cánones sobre disciplina eclesiástica, una tarea que se reservaría para el Segundo Concilio de Trullo (691-692)1. Las decisiones dogmáticas del Concilio de Constantinopla III son reconocidas como infalibles por la Iglesia Ortodoxa Oriental4. Este concilio, basado en las enseñanzas de figuras como San Sofronio de Jerusalén y San Máximo el Confesor, proclamó que cada naturaleza inevitablemente tiene una voluntad, por lo que las dos naturalezas de Cristo requerían dos voluntades2.

En resumen, el Concilio de Constantinopla III marcó el fin de una larga serie de controversias cristológicas, consolidando la enseñanza calcedoniana y proporcionando una base sólida para la doctrina de las dos voluntades y operaciones en Cristo, esenciales para la teología católica y ortodoxa.

Citas

  1. Constantinopla III, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Constantinopla III (2015). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32

  2. Siete Concilios, Iglesia de la, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Siete Concilios, Iglesia de la (2015). 2 3

  3. Tercer Concilio de Constantinopla, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Tercer Concilio de Constantinopla. 2 3 4 5 6

  4. Emmett O’Regan. Santo Tomás de Aquino y los Orígenes de la Doctrina de la Infalibilidad Papal, § 53.