Concilio de Jerusalén

El Concilio de Jerusalén, celebrado alrededor del año 50 o 51 d.C., fue un evento crucial en la historia temprana de la Iglesia Católica, abordando la cuestión fundamental de si los gentiles convertidos al cristianismo debían o no cumplir con la Ley de Moisés, especialmente la circuncisión. Este concilio, documentado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, estableció un precedente importante para la evangelización universal y la autonomía del cristianismo frente al judaísmo, al declarar que la salvación se obtiene por la gracia de Jesucristo mediante la fe, y no por las obras de la Ley. Sus decisiones moldearon la identidad de la Iglesia naciente y sentaron las bases para su expansión más allá de las fronteras judías.
Tabla de contenido
Antecedentes y Contexto
La Iglesia primitiva se enfrentaba a un desafío significativo a medida que el Evangelio se extendía más allá de las comunidades judías. Mientras los apóstoles predicaban principalmente a los judíos, los gentiles también comenzaron a convertirse en gran número1. Esta afluencia de gentiles planteó una pregunta fundamental: ¿debían los conversos gentiles adherirse a las costumbres judías, como la circuncisión y las leyes dietéticas, para ser considerados verdaderos cristianos y alcanzar la salvación?2,3.
Algunos creyentes de Judea, que pertenecían a la secta de los fariseos, insistían en que la circuncisión según la costumbre de Moisés era necesaria para la salvación2. Esta postura creaba una controversia considerable, especialmente en lugares como Antioquía, donde se había establecido una floreciente comunidad cristiana con una gran proporción de gentiles3. La misión de apóstoles como Pablo y Bernabé entre los gentiles había llevado a un aumento de conversiones, lo que alarmó a los zelotes de la Ley judía, quienes buscaban mantener la observancia de la Torá dentro de la Iglesia3.
La Controversia en Antioquía
La disputa sobre la necesidad de la circuncisión para los gentiles convertidos surgió con fuerza en Antioquía, donde Pablo y Bernabé estaban predicando. Ciertos individuos llegados de Judea enseñaban a los hermanos que «si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos»2. Esta afirmación generó una fuerte discusión y debate entre Pablo y Bernabé y estos maestros2.
Ante la gravedad de la cuestión, que afectaba la esencia misma del cristianismo y su independencia del judaísmo, se decidió que Pablo, Bernabé y otros de su grupo subieran a Jerusalén para consultar a los apóstoles y a los ancianos sobre este asunto2,4,1. Este viaje a Jerusalén fue un paso crucial para buscar una resolución autorizada a esta «delicada cuestión teológica, espiritual y disciplinaria», es decir, la relación entre la fe en Cristo y la observancia de la Ley de Moisés1.
El Concilio de Jerusalén
Al llegar a Jerusalén, Pablo y Bernabé fueron recibidos por la Iglesia, los apóstoles y los ancianos, y relataron todo lo que Dios había hecho con ellos2. Sin embargo, algunos creyentes que anteriormente habían sido fariseos reiteraron la necesidad de que los gentiles se circuncidaran y observaran la Ley de Moisés2.
Los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto2. Después de un intenso debate, Pedro tomó la palabra y recordó cómo Dios, en los primeros días, había elegido que los gentiles escucharan el mensaje del Evangelio por su boca y creyeran. Testificó que Dios les había dado el Espíritu Santo, así como a los judíos, sin hacer distinción alguna, purificando sus corazones por la fe2,4. Pedro argumentó vehementemente contra imponer a los discípulos gentiles un yugo que ni sus antepasados ni ellos mismos habían podido soportar, afirmando que la salvación se obtiene por la gracia del Señor Jesús2.
Después de Pedro, Bernabé y Pablo relataron las señales y prodigios que Dios había realizado entre los gentiles a través de ellos2. Finalmente, Santiago, una de las «columnas» de la Iglesia madre, intervino. Apoyó el testimonio de Pedro, citando a los profetas para mostrar que Dios había previsto tomar un pueblo de entre los gentiles para su nombre2,1.
La Decisión del Concilio
La decisión de Santiago fue determinante. Propuso que no se molestara a los gentiles que se convertían a Dios, sino que se les escribiera para que se abstuvieran de cuatro cosas principales:
Estas prohibiciones, aunque no eran la Ley mosaica completa, fueron impuestas por motivos de caridad y unión. Eran prácticas consideradas especialmente abominables por los judíos, y su observancia era necesaria para evitar escandalizar a los hermanos judíos y facilitar la interacción entre ambos grupos de cristianos3. La razón aducida por Santiago era que «desde generaciones pasadas, Moisés ha tenido en cada ciudad a quienes lo proclaman, pues se le lee en las sinagogas cada sábado»2. Las cuatro cosas prohibidas están severamente reguladas en Levítico 17-18, tanto para israelitas como para gentiles que viven entre ellos, lo que significaba que los cristianos judíos se escandalizarían si los gentiles convertidos no las observaban3.
La asamblea, incluidos los apóstoles y los ancianos, con el consentimiento de toda la Iglesia, acordó esta resolución. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, líderes entre los hermanos, para que acompañaran a Pablo y Bernabé a Antioquía con una carta apostólica2,1. La carta declaraba que había parecido bien al Espíritu Santo y a ellos no imponer ninguna otra carga a los gentiles que estas cosas necesarias3.
Importancia y Legado
El Concilio de Jerusalén es considerado el primer concilio en la historia de la Iglesia1 y marcó un punto de inflexión decisivo en el desarrollo del cristianismo4. Su importancia radica en varios aspectos:
Evangelización de los Gentiles: El concilio afirmó que la salvación no dependía de la observancia de la Ley mosaica ni de la circuncisión, abriendo de par en par las puertas de la Iglesia a los gentiles sin exigirles que se judaizaran primero1,3. Esto sentó las bases para la misión universal de la Iglesia.
Autoridad Eclesial: El método utilizado para resolver el conflicto, basado en el diálogo, la escucha paciente y el discernimiento a la luz del Espíritu Santo, establece un modelo para enfrentar diferencias dentro de la Iglesia1. La decisión final fue ratificada por los apóstoles y los ancianos, con el consentimiento de toda la Iglesia, mostrando la autoridad colegial bajo la guía del Espíritu Santo2,1.
Clarificación Doctrinal: El concilio articuló que la salvación se obtiene por la gracia del Señor Jesús a través de la fe, y no por las obras de la Ley2,4. Esto fue fundamental para la comprensión de la soteriología cristiana y su distinción del judaísmo4.
Unidad en la Diversidad: Aunque se estableció la libertad de los gentiles de la Ley, las prohibiciones sobre cosas contaminadas por ídolos, fornicación, lo estrangulado y la sangre buscaban fomentar la comunión y evitar el escándalo entre los cristianos de origen judío y gentil2,3. Fue un esfuerzo por encontrar la «verdad en el amor» (Efesios 4:15) y superar las tensiones1.
Transición de la Antigua a la Nueva Alianza: El concilio reflejó la transición de un período en el que los cristianos judíos aún vivían según la Torá, especialmente en Jerusalén, hacia una comprensión más plena de la nueva alianza en Cristo5. Pablo mismo enseñaba que no estaban bajo la Ley y que nadie es salvado por las obras de la Ley, y que la circuncisión ya no era un signo de salvación5.
En resumen, el Concilio de Jerusalén fue una asamblea fundamental que, bajo la acción del Espíritu Santo, resolvió una crisis existencial para la Iglesia primitiva. Al afirmar la libertad del Evangelio frente a las exigencias de la Ley mosaica para los gentiles, aseguró la universalidad del mensaje cristiano y la cohesión de la comunidad naciente. La «carta sinodal» resultante se convirtió en un documento de referencia para las iglesias de Siria y Cilicia2,6.
Citas
Pablo y Bernabé Llegan Primero a Antioquía, Siria, Papa Francisco. Audiencia General del 23 de octubre de 2019 (2019). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hechos 15. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22
Judaizantes, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Judaizantes. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 13 de diciembre de 1989, § 5 (1989). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 93 - De los Obispos de Palestina a Teófilo (408). ↩