Concilio de Letrán II
El Segundo Concilio de Letrán, celebrado en Roma en abril de 1139, fue el décimo concilio ecuménico de la Iglesia Católica. Convocado por el Papa Inocencio II, tuvo como objetivo principal consolidar la unidad de la Iglesia tras el cisma provocado por el antipapa Anacleto II. El concilio abordó también la condena de diversas herejías, como las de los petrobrusianos y henricianos, y promulgó veintiocho cánones destinados a la reforma de la moral y la disciplina eclesiástica, que se habían relajado durante el período cismático. Estos cánones abarcaron desde la prohibición del matrimonio y el concubinato clerical hasta regulaciones sobre las investiduras laicas y la observancia de la Tregua de Dios.
Tabla de contenido
Contexto Histórico y Convocatoria
El Segundo Concilio de Letrán se celebró en un período de significativa turbulencia para la Iglesia. Tras el fallecimiento del Papa Honorio II en febrero de 1130, surgió un cisma con la elección de dos papas: Inocencio II, el papa legítimo, y Petrus Leonis, quien adoptó el nombre de Anacleto II1. Este cisma dividió a la Iglesia durante varios años. Inocencio II contó con el firme apoyo de figuras prominentes como San Bernardo de Claraval y San Norberto, quienes trabajaron incansablemente para asegurar su reconocimiento1.
La causa de Inocencio II progresó constantemente. En 1135, celebró un concilio en Pisa, que contribuyó a fortalecer su posición1. La muerte de Anacleto II en enero de 1138 fue un factor decisivo para la resolución del cisma1. Sin embargo, para erradicar los últimos vestigios de esta división y para abordar una serie de errores doctrinales y abusos disciplinarios que se habían infiltrado en el clero y el pueblo durante el cisma, el Papa Inocencio II decidió convocar un concilio ecuménico. Así, en abril de 1139, cerca de mil prelados de diversas naciones cristianas se congregaron en la Basílica de Letrán en Roma1.
Objetivos y Desarrollo del Concilio
El Papa Inocencio II inauguró el concilio con un discurso, estableciendo los objetivos principales. Un propósito inmediato fue la deposición de aquellos clérigos que habían sido ordenados e instituidos por el antipapa Anacleto II y sus principales seguidores, como Egidio de Tusculum y Gerardo de Angulema1. Esta medida buscaba restaurar la legitimidad y el orden jerárquico dentro de la Iglesia.
Además de abordar las consecuencias directas del cisma, el concilio se propuso condenar diversas herejías que estaban ganando adeptos en la época. Entre ellas, se destacaron los errores de los petrobrusianos y los henricianos, seguidores de los influyentes y peligrosos herejes Pedro de Bruys y Arnoldo de Brescia, respectivamente1. El concilio emitió el canon veintitrés contra estos herejes, que era una reiteración del tercer canon del Concilio de Toulouse (1119) dirigido contra los maniqueos1. Roger, Rey de Sicilia, quien había sido partidario de Anacleto II y, a pesar de haberse reconciliado con Inocencio II, persistía en su actitud cismática en el sur de Italia, fue excomulgado1.
Finalmente, el concilio se centró en la enmienda de la moral y la disciplina eclesiástica, las cuales se habían relajado considerablemente durante el período cismático1. Para ello, se elaboraron y promulgaron un conjunto de cánones que buscaban reformar diversos aspectos de la vida clerical y la relación de la Iglesia con la sociedad laica.
Cánones Promulgados
El Segundo Concilio de Letrán promulgó veintiocho cánones que en gran parte reproducían decretos de concilios anteriores, como los de Reims (1131) y Clermont (1130), otorgándoles así una mayor autoridad1. Estos cánones cubrieron una amplia gama de temas disciplinarios y morales:
Disciplina Clerical y Vida Religiosa
Canon 4: Se instó a los obispos y eclesiásticos a no escandalizar a nadie con los colores, la forma o la extravagancia de sus vestimentas, sino a vestirse de manera modesta y regulada1.
Cánones 6, 7 y 11: Condenaron y reprimieron el matrimonio y el concubinato entre sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas1. Estas disposiciones reflejan un esfuerzo continuo por imponer el celibato clerical. En el Concilio de Tours (1163), también se abordó la cuestión de obispos, presbíteros, diáconos y subdiáconos que no cesaban de su oficio si estaban en unión carnal con una mujer2. El Papa Pascual II ya había decretado en el Concilio de Troyes que los presbíteros casados o concubinarios debían ser completamente apartados del ministerio del altar y privados de los bienes eclesiásticos3.
Canon 25: Prohibió a cualquier persona aceptar un beneficio de manos de un laico1. Esta norma buscaba eliminar la injerencia laica en los asuntos eclesiásticos, en línea con las reformas gregorianas contra la investidura laica3.
Canon 27: Prohibió a las monjas cantar el Oficio Divino en el mismo coro con monjes o canónigos1.
Canon 28: Estipuló que ninguna iglesia debía permanecer vacante por más de tres años desde la muerte del obispo. Se pronunció anatema contra los canónigos (seculares) que excluyeran de la elección episcopal a «personas de piedad», es decir, canónigos regulares o monjes1.
Relaciones entre la Iglesia y los Laicos
Canon 10: Excomulgó a los laicos que no pagaran los diezmos debidos a los obispos, o que no entregaran a estos las iglesias de las que conservaban la posesión, ya fueran recibidas de obispos o obtenidas de príncipes u otras personas1. Este canon reafirmaba los derechos de la Iglesia sobre sus propiedades y rentas.
Canon 20: Estableció que los reyes y príncipes debían dispensar justicia en consulta con los obispos1. Esta disposición subraya la importancia de la colaboración entre el poder temporal y espiritual para la administración de la justicia.
Aspectos Sociales y Penales
Canon 12: Fijó los períodos y la duración de la Tregua de Dios, una institución medieval que buscaba limitar la violencia feudal en ciertos días o temporadas1.
Canon 14: Prohibió, bajo pena de privación de sepultura cristiana, las justas y los torneos que pusieran en peligro la vida1. Esta prohibición reflejaba la preocupación de la Iglesia por la santidad de la vida y la condena de actividades inherentemente peligrosas.
Relevancia y Legado
El Segundo Concilio de Letrán fue un hito importante en la historia de la Iglesia medieval. Su principal logro fue la consolidación de la autoridad papal tras un período de cisma, reafirmando la primacía de Inocencio II y desmantelando las estructuras del antipapado1.
Los cánones del concilio tuvieron un impacto duradero en la disciplina eclesiástica, especialmente en la promoción del celibato clerical y la lucha contra la simonía y la investidura laica. Al reiterar y reforzar decretos de concilios anteriores, el Concilio de Letrán II contribuyó a la uniformidad y el fortalecimiento de la legislación canónica en Occidente1.
Aunque no introdujo doctrinas dogmáticas radicalmente nuevas, su énfasis en la reforma moral y disciplinaria sentó precedentes para futuros esfuerzos conciliares y papales en la búsqueda de una Iglesia más pura y efectiva. La condena de herejías como el petrobrusianismo y el henricianismo también muestra la preocupación constante de la Iglesia por preservar la ortodoxia y la unidad de la fe.
El legado del Concilio de Letrán II se ve reflejado en la continuidad de sus principios en la legislación eclesiástica posterior y en su contribución a la reafirmación del papel central del papado como garante de la unidad y la disciplina en la Iglesia.
Citas
Segundo Concilio de Letrán (1139), The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Segundo Concilio de Letrán (1139). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22
Los Concilios de Tours. Acta (Los Concilios de Tours), §Tituli Capitulorum. (1163). ↩
Papa Pascual II. Concilia de investituris praelatorum (Papa Pascual II), § 1. ↩ ↩2