Concilio de Nicea I

El Primer Concilio de Nicea, convocado en el año 325 d.C. por el emperador Constantino el Grande, fue el primer concilio ecuménico de la Iglesia Católica. Su objetivo principal fue abordar la herejía arriana, que negaba la plena divinidad de Jesucristo, y resolver diversas cuestiones disciplinarias. Este concilio sentó un precedente crucial para la teología y la disciplina de la Iglesia, resultando en la formulación del Credo Niceno, la condena del arrianismo y el establecimiento de normas para la celebración de la Pascua y la organización eclesiástica.
Tabla de contenido
Antecedentes y Convocatoria
Tras la promulgación del Edicto de Milán en el 313 d.C., que otorgó libertad religiosa a los cristianos, surgieron una serie de problemas que amenazaron la paz del Imperio y la unidad de la Iglesia1. Entre estos, la controversia arriana fue la más significativa2.
La Herejía Arriana
La herejía arriana se originó con Arrio, un presbítero de Alejandría, quien sostenía que el Logos (Jesús, el Verbo de Dios) no era coeterno con el Padre, sino una criatura, aunque la primera y más perfecta de todas. Según Arrio, «hubo un tiempo en que él (el Logos) no existía», lo que implicaba que Jesús no era Dios por naturaleza, sino solo por gracia1. Esta enseñanza contradecía la creencia tradicional en la divinidad de Cristo y el monoteísmo cristiano1.
San Alejandro, obispo de Alejandría, convocó un concilio en Alejandría alrededor del 320 o 321 d.C., donde más de cien obispos de Egipto y Libia anatematizaron a Arrio2. Sin embargo, Arrio continuó difundiendo sus ideas, lo que llevó a un conflicto que se volvió incontrolable2.
Intervención Imperial
El emperador Constantino el Grande, después de unificar el Imperio en el 324 d.C., buscó restablecer la paz religiosa y el orden civil2. Inicialmente, el emperador no comprendía la magnitud de la controversia arriana y envió cartas a San Alejandro y a Arrio, instándolos a resolver sus disputas2. Sin embargo, los esfuerzos de su consejero religioso, Osio de Córdoba, para mediar en Alejandría fracasaron2.
Al darse cuenta de la gravedad de la situación, Constantino decidió convocar un concilio ecuménico, el primero de su tipo, para resolver los problemas que afligían a la Iglesia oriental1,2. El emperador invitó a obispos de todas las regiones a asistir a Nicea, en Bitinia (actual Iznik, Turquía)1,3.
Participantes y Fecha
El concilio se celebró en Nicea, cerca de la residencia imperial de Nicomedia1. Aunque existen variaciones en las fechas exactas, se cree que tuvo lugar desde junio hasta el 25 de julio del 325 d.C., con una fecha tradicional de inicio el 20 de mayo, atribuida a un error del historiador Sócrates1. La fecha del 19 de junio se menciona como el día en que se formuló el símbolo2.
El número de obispos presentes ha sido objeto de discusión, pero las estimaciones varían entre 230 y 2501, con algunas fuentes mencionando 318 obispos4,5,6. La mayoría de los asistentes provenían de Oriente1. El obispo de Roma, San Silvestre, no pudo asistir debido a su avanzada edad, pero estuvo representado por dos presbíteros, Vito y Vicente1,7,6.
Entre los miembros más destacados se encontraban San Alejandro de Alejandría, Eustacio de Antioquía, Macario de Jerusalén, Eusebio de Nicomedia, Eusebio de Cesarea, y Nicolás de Mira2. Un joven diácono de Alejandría, Atanasio, quien más tarde se convertiría en una figura central en la defensa de la ortodoxia nicena, también estuvo presente2,6. Muchos de los obispos habían sufrido persecución y llevaban en sus cuerpos las marcas de Cristo5.
El emperador Constantino inauguró el concilio con gran solemnidad, vestido de oro y piedras preciosas2. Exhortó a los obispos a buscar la unidad y la paz religiosa2.
Principales Logros y Decisiones
El Concilio de Nicea I abordó principalmente tres cuestiones: la cuestión dogmática del arrianismo, el Cisma Meleciano y la fecha de la Pascua1,2.
El Credo Niceno y la Condena del Arrianismo
El logro más significativo del concilio fue la elaboración de un credo, conocido como el Credo Niceno, que afirmaba la plena divinidad de Jesucristo1. Aunque Eusebio de Cesarea afirmó que era una modificación de su propio credo bautismal, parece ser que se basó en el credo de Jerusalén, con adiciones cruciales1.
El Credo Niceno estableció que Jesús es «de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial con el Padre (homoousios to patri)»2,4. La palabra griega homoousios (consubstancial) fue impuesta por voluntad imperial y se convirtió en el punto central de la ortodoxia nicena, aunque su terminología aún era fluida en ese momento1.
El concilio anatematizó a quienes afirmaban que «hubo un tiempo en que él no existía» o que «fue hecho de la nada», o que el Hijo de Dios era creado, mutable o sujeto a cambio2,4. La adhesión al credo fue general y entusiasta, con la mayoría de los obispos firmando la fórmula2. Solo cinco obispos inicialmente se negaron, pero finalmente solo Teonas de Marmarica y Segundo de Ptolemaida persistieron en su rechazo, siendo exiliados y anatematizados2,4. Arrio y sus escritos también fueron condenados, sus libros quemados y él fue exiliado2.
Cisma Meleciano
El Cisma Meleciano se originó con Melecio de Licópolis, quien había ordenado obispos mientras San Pedro I, el legítimo obispo de Alejandría, estaba refugiado durante la persecución de Diocleciano1. El concilio permitió a Melecio permanecer como obispo en su ciudad, siempre que no ordenara a nadie más. Aquellos ordenados por él conservarían su estatus, aunque con una precedencia secundaria respecto a otros clérigos1.
La Fecha de la Pascua
Otra cuestión importante fue el establecimiento de una fecha común para la celebración de la Pascua1. El concilio buscó unificar la práctica en Oriente y Occidente, adoptando la costumbre romana de seguir el cálculo alejandrino para determinar la fecha1.
Cánones Disciplinarios
El Concilio de Nicea I también promulgó veinte cánones que abordaban diversas cuestiones de disciplina eclesiástica1,2. Aunque no han sobrevivido las actas completas del concilio, estos veinte cánones son los únicos fragmentos oficiales que han llegado hasta nosotros, junto con el credo y el decreto sinodal2.
Entre los cánones más destacados se incluyen:
Canon 1, 2 y 10: Negaban la admisión al estado clerical a eunucos (si la mutilación era voluntaria), neófitos y aquellos que habían caído durante las persecuciones1,2.
Canon 3: Prohibía a los clérigos cohabitar con cualquier mujer que no fuera su madre, hermana o tía2.
Canon 4: Establecía reglas para las elecciones episcopales2.
Canon 5: Trataba sobre la excomunión y la recepción de los excomulgados2.
Canon 6: Reafirmaba la primacía de las sedes de Roma, Alejandría y Antioquía, en orden descendente de importancia1,2.
Canon 7: Reconocía un lugar de honor para el obispo de Aelia (Jerusalén), sin menoscabo de los derechos metropolitanos de Cesarea1,2.
Canon 15 y 16: Prohibían a obispos y clérigos abandonar la iglesia en la que habían sido ordenados y transferirse de una diócesis a otra1,2.
Canon 17: Prohibía a los clérigos prestar dinero con interés2.
Canon 18: Recordaba a los diáconos su posición subordinada con respecto a los presbíteros2.
Canon 20: Establecía que las oraciones debían recitarse de pie los domingos y durante el tiempo pascual2.
Legado e Impacto
El Concilio de Nicea I fue un evento monumental en la historia del cristianismo. La formulación del Credo Niceno proporcionó una declaración dogmática clara sobre la divinidad de Cristo, que se convirtió en la base de la ortodoxia cristiana y en un punto de referencia para los concilios posteriores1,2. Aunque la terminología homoousios generó controversia en los años siguientes, finalmente prevaleció y consolidó la doctrina trinitaria1.
La intervención del emperador Constantino en la convocatoria y el desarrollo del concilio sentó un precedente para la relación entre el poder imperial y la Iglesia, una dinámica que marcaría la historia eclesiástica durante siglos6. El concilio también demostró la capacidad de la Iglesia para resolver disputas doctrinales y disciplinarias a través de la reunión de sus obispos, estableciendo el modelo de los concilios ecuménicos.
Las decisiones de Nicea, aunque no sin desafíos posteriores por parte de los arrianos y sus partidarios1, fueron fundamentales para la unidad y la identidad de la Iglesia Católica, sentando las bases para el desarrollo teológico posterior. El emperador Constantino celebró el vigésimo aniversario de su ascenso al imperio invitando a los obispos a un espléndido banquete y ofreciéndoles ricos presentes, antes de exhortarlos a mantener la paz y regresar a sus diócesis2.
Conclusión
El Primer Concilio de Nicea no solo resolvió la crisis arriana y unificó la fecha de la Pascua, sino que también consolidó la estructura eclesiástica y la autoridad doctrinal de la Iglesia primitiva. Su legado perdura en el Credo Niceno, recitado hasta hoy en la liturgia, y en el modelo de gobierno conciliar que ha guiado a la Iglesia a lo largo de los siglos. Fue un paso crucial en la definición de la fe católica y en la afirmación de la divinidad de Jesucristo.
Citas
Nicea I, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Nicea I (2015). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26
El primer concilio de Nicea, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §El Primer Concilio de Nicea. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32
Nicea, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Nicea. ↩
Libro I - Capítulo 8. Del sínodo que se celebró en Nicea de Bitinia, y el credo allí promulgado, Sócrates Escolástico. Historia Eclesiástica - Sócrates Escolástico, §Libro I - Capítulo 8 (439). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo 6. Concilio general de Nicea, Teodoreto de Ciro. Historia Eclesiástica, §Libro I, Capítulo 6 (440). ↩ ↩2
Arrianismo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Arrianismo. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo 17. Del concilio convocado en Nicea a causa de Arrio, Salamanes Hermias Sozomenos (Sozomen). Historia Eclesiástica - Rufino de Aquilea, §Libro I - Capítulo 17 (402). ↩