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Concilio de Pisa I

El Concilio de Pisa I, celebrado en 1409, fue un intento significativo, aunque finalmente fallido, de resolver el Cisma de Occidente que había dividido a la Iglesia Católica durante décadas. Convocado por un grupo de cardenales insatisfechos con los papas rivales de Roma y Aviñón, el concilio se propuso restaurar la unidad papal mediante la deposición de ambos pontífices existentes y la elección de uno nuevo. A pesar de la buena intención de sus promotores, sus decisiones no fueron universalmente aceptadas, lo que paradójicamente llevó a la existencia de tres papas simultáneos, exacerbando aún más la crisis de la Iglesia y sentando las bases para futuros concilios que buscarían una solución definitiva.

Tabla de contenido

Antecedentes Históricos: El Cisma de Occidente

El Concilio de Pisa I no puede entenderse sin comprender la profunda crisis que fue el Cisma de Occidente, un período de la historia de la Iglesia que se extendió desde 1378 hasta 14171.

Orígenes del Cisma

El cisma comenzó tras la muerte del Papa Gregorio XI en 1378, quien había logrado devolver el papado a Roma después de casi 70 años de residencia en Aviñón, un período conocido como el Papado de Aviñón1. La elección de su sucesor, Urbano VI, fue controvertida. Aunque fue elegido por los cardenales en Roma, la legitimidad de su elección fue cuestionada por algunos cardenales franceses, quienes alegaron haber sido coaccionados por la multitud romana1. Estos cardenales, poco después, se reunieron y eligieron a un antipapa, Clemente VII, quien estableció su corte en Aviñón1.

La Doble Obediencia

Esta doble elección resultó en la división de la cristiandad occidental en dos «obediencias»: una que reconocía al Papa de Roma y otra que apoyaba al antipapa de Aviñón1. Reyes, príncipes y reinos europeos se alinearon con uno u otro bando por razones políticas y religiosas, creando una compleja red de lealtades que dividió profundamente a la Iglesia y a la sociedad1. La existencia de dos papas, cada uno con su propio colegio cardenalicio y administración, generó una inestabilidad doctrinal y una confusión generalizada entre los fieles1.

La Necesidad de una Solución

A medida que el cisma se prolongaba, la necesidad de una solución se hizo cada vez más apremiante. Los intentos de negociación entre los papas rivales fracasaron repetidamente, y la idea de un concilio general como la única vía para restaurar la unidad comenzó a ganar fuerza1. Sin embargo, la cuestión de quién tenía la autoridad para convocar un concilio que pudiera deponer a un papa legítimo era un tema de intenso debate teológico y canónico.

Convocatoria y Participación del Concilio

El Concilio de Pisa fue una iniciativa de un grupo de cardenales descontentos de ambas obediencias, quienes, frustrados por la falta de progreso en la resolución del cisma, decidieron actuar por su cuenta.

La Iniciativa de los Cardenales

En 1408, varios cardenales de la obediencia romana y de la aviñonesa se reunieron en Livorno y emitieron una declaración conjunta, invitando a un concilio general en Pisa1. Su objetivo era poner fin al escándalo del cisma y restaurar la paz en la Iglesia. Esta convocatoria fue un acto audaz, ya que desafiaba la autoridad de ambos papas, quienes se negaron a reconocer la legitimidad del concilio1.

Asistencia y Representación

El Concilio de Pisa se inauguró el 25 de marzo de 14091. A pesar de la oposición de los papas reinantes, la asistencia fue notable. Se congregaron alrededor de 200 obispos y abades, junto con representantes de más de 100 capítulos catedralicios, delegados de numerosas universidades (como París, Oxford y Bolonia), y embajadores de varios reinos europeos1. Esta amplia representación reflejaba el deseo generalizado de unidad y la desesperación ante la prolongación del cisma.

Decisiones y Decretos

Las decisiones tomadas en Pisa fueron drásticas y tuvieron consecuencias significativas para la Iglesia.

Declaración de Nulidad y Depósito de los Papas

Tras varias sesiones, el concilio procedió a juzgar a los dos papas existentes en ese momento: Gregorio XII (de la obediencia romana) y Benedicto XIII (de la obediencia aviñonesa)1. El 5 de junio de 1409, el Concilio de Pisa declaró que ambos papas eran cismáticos, herejes y perjuros, y por lo tanto, los depuso de sus cargos1. Esta declaración se basó en la teoría conciliarista, que sostenía que un concilio general tenía autoridad superior a la del papa en ciertas circunstancias, especialmente en tiempos de cisma.

Elección de un Nuevo Papa

Con la sede papal declarada vacante, el concilio procedió a la elección de un nuevo pontífice. El 26 de junio de 1409, los cardenales presentes eligieron a Pedro Philarges, quien tomó el nombre de Alejandro V1. La esperanza era que esta elección unificara a la Iglesia bajo un único pastor.

Consecuencias y Legado

Lejos de resolver el cisma, el Concilio de Pisa I tuvo un efecto imprevisto y adverso, complicando aún más la situación de la Iglesia.

El Triple Cisma

La elección de Alejandro V no logró la unidad deseada1. Ni Gregorio XII ni Benedicto XIII reconocieron su deposición, ni la legitimidad del concilio o del nuevo papa1. Como resultado, en lugar de dos papas, la Iglesia ahora tenía tres papas simultáneos: Gregorio XII en Roma, Benedicto XIII en Aviñón y Alejandro V (y su sucesor, Juan XXIII) en Pisa1. Esta situación, conocida como el Triple Cisma, fue aún más confusa y escandalosa para la cristiandad.

La Crisis de la Autoridad Eclesiástica

El fracaso de Pisa profundizó la crisis de autoridad en la Iglesia. La teoría conciliarista, aunque bien intencionada, había demostrado ser un arma de doble filo, y la capacidad de un concilio para resolver el cisma por sí solo fue seriamente cuestionada. La legitimidad de los papas y la autoridad de los concilios se convirtieron en temas de intenso debate y conflicto.

Un Precedente para el Concilio de Constanza

A pesar de su fracaso inmediato, el Concilio de Pisa I sentó un precedente importante. Demostró que la comunidad eclesiástica estaba dispuesta a tomar medidas extraordinarias para resolver el cisma y que la idea de un concilio general era vista como la vía más viable1. Las lecciones aprendidas de Pisa, especialmente la necesidad de un apoyo más amplio y de una estrategia más efectiva, serían cruciales para el éxito del posterior Concilio de Constanza (1414-1418), que finalmente logró poner fin al Cisma de Occidente y restaurar la unidad papal bajo Martín V1.

El Concilio de Pisa I, aunque un fracaso en sus objetivos inmediatos, fue un capítulo crucial en la historia de la Iglesia, reflejando tanto la desesperación de la época como la perseverancia en la búsqueda de la unidad en medio de la adversidad.

Citas

  1. Historia de la Iglesia Católica, vol. 3, Editorial Católica, 2008. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20