Concilio de Pisa II
El Concilio de Pisa de 1409 fue un intento de los cardenales de ambas obediencias papales, la romana y la aviñonense, de poner fin al Cisma de Occidente, que había dividido a la Iglesia durante décadas. Convocado por los cardenales sin la autoridad de un papa reconocido, el concilio declaró depuestos a los dos papas existentes, Gregorio XII y Benedicto XIII, y eligió a un tercer pontífice, Alejandro V. Sin embargo, esta acción, en lugar de resolver el cisma, lo complicó aún más al crear tres papas rivales, lo que llevó a un período de mayor confusión y desunión en la Iglesia. A pesar de sus intenciones de restaurar la unidad, el Concilio de Pisa es considerado ilegítimo por la Iglesia Católica y no es reconocido como un concilio ecuménico.
Tabla de contenido
Antecedentes del Cisma de Occidente
El Gran Cisma de Occidente, que comenzó en 1378, había dividido a la cristiandad durante treinta años, con dos líneas de papas reclamando la legitimidad: una en Roma y otra en Aviñón1. Los intentos de resolver el cisma a través de compromisos, acuerdos arbitrales o la renuncia de los papas rivales habían fracasado debido a la obstinación de los pontífices, cada uno convencido de la validez de sus derechos1. Durante este período, Urbano VI, Bonifacio IX, Inocencio VII y Gregorio XII ocuparon sucesivamente la Sede de Roma, mientras que Clemente VII y Benedicto XIII fueron los papas de Aviñón1.
La insatisfacción con la situación era generalizada entre los cardenales de ambos lados. Se criticaba la pusilanimidad y el nepotismo de Gregorio XII, así como la obstinación de Benedicto XIII1,2. Esto llevó a la resolución de buscar un medio más eficaz para la unidad: un concilio general1. La idea de un concilio había sido sugerida por el rey francés Carlos V al inicio del cisma y expresada nuevamente en su lecho de muerte en 13801.
Convocatoria del Concilio de Pisa
En 1408, un grupo de cardenales de la obediencia de Aviñón se reunió en Livorno con cardenales de la obediencia romana. Ambos grupos estaban decididos a buscar la unión de la Iglesia a toda costa y a no adherirse a ninguno de los papas rivales1. El 2 y 5 de julio de 1408, enviaron una carta encíclica a príncipes y prelados, convocándolos a un concilio general en Pisa el 25 de marzo de 14091.
Para oponerse a este proyecto, Benedicto XIII convocó un concilio en Perpiñán, mientras que Gregorio XII convocó otro en Aquilea1,2,3. Sin embargo, estas asambleas tuvieron poco éxito, y la atención, la inquietud y las esperanzas del mundo católico se centraron en el Concilio de Pisa1. Universidades de prestigio como las de París, Oxford y Colonia, junto con muchos prelados y distinguidos doctores como Pierre d’Ailly y Jean Gerson, aprobaron abiertamente la acción de los cardenales rebeldes1.
Desarrollo y decisiones del Concilio
El Concilio de Pisa se inauguró el 25 de marzo de 1409. Los cardenales argumentaron que tenían el derecho de convocar un concilio general para poner fin al cisma, basándose en el principio de que la seguridad de la Iglesia y la preservación de su unidad eran la ley suprema (Salus populi suprema lex esto)1. Consideraban que las tergiversaciones y perjurios de los dos pretendientes papales justificaban su acción. Afirmaron que, dado que no había un papa indiscutible para convocar un concilio general y que la Sede Apostólica debía considerarse vacante, ellos tenían el mandato legítimo para elegir un papa que fuera universalmente reconocido y para convocar a la Iglesia universal para que su adhesión fortaleciera su decisión1.
En la decimoquinta sesión, el 5 de junio de 1409, el concilio declaró depuestos a Gregorio XII y Benedicto XIII2. La sentencia fue recibida con aplausos, se cantó el Te Deum y se ordenó una procesión solemne al día siguiente1. Todos los miembros firmaron el decreto del concilio, creyendo que el cisma había terminado para siempre1.
El 15 de junio, los cardenales se reunieron en el palacio arzobispal de Pisa para proceder a la elección de un nuevo papa. El cónclave duró once días. A pesar de algunas intrigas para elegir un papa francés, bajo la influencia del Cardenal Cossa, los votos fueron unánimemente emitidos a favor del Cardenal Peter Philarghi el 26 de junio de 1409, quien tomó el nombre de Alejandro V1,4,2. Su elección fue esperada y deseada, lo que se manifestó en la alegría universal1.
Alejandro V anunció su elección a los soberanos de la cristiandad y recibió expresiones de simpatía1. Presidió las últimas cuatro sesiones del concilio, confirmó todas las ordenanzas hechas por los cardenales después de su negativa de obediencia a los antipapas, unió los dos colegios cardenalicios y declaró que trabajaría enérgicamente por la reforma1.
Consecuencias y juicio histórico
Contrario a las expectativas, el Concilio de Pisa no puso fin al cisma, sino que lo agravó. En lugar de dos papas, ahora había tres: Gregorio XII, Benedicto XIII y el recién elegido Alejandro V5,6. La Iglesia se encontró en una posición aún más precaria1.
Desde un punto de vista teológico y judicial, el razonamiento de los cardenales de Pisa fue considerado falso, peligroso y revolucionario1. Si Gregorio XII y Benedicto XIII eran dudosos, también lo eran los cardenales que ellos habían creado1. Por lo tanto, su competencia para convocar a la Iglesia universal y elegir un papa era incierta1. La elección de Alejandro V, por consiguiente, carecía de derechos indiscutibles para el reconocimiento de toda la cristiandad1.
A pesar de que Alejandro V fue reconocido por la mayoría de la Iglesia (Francia, Inglaterra, Portugal, Bohemia, Prusia, algunas regiones de Alemania e Italia), Nápoles, Polonia, Baviera y parte de Alemania continuaron obedeciendo a Gregorio XII, y España y Escocia a Benedicto XIII1,4.
El Concilio de Pisa no es considerado un concilio ecuménico por la Iglesia Católica1. Su principal efecto fue aumentar la confusión al iniciar una tercera línea de papas5. El fin del cisma no llegó hasta 1417 con el Concilio de Constanza5,6. En Constanza, Juan XXIII (sucesor de Alejandro V) fue depuesto, Gregorio XII renunció después de legitimar el concilio, y Benedicto XIII perdió casi todo su apoyo5. Finalmente, el Concilio de Constanza eligió a Martín V, quien fue universalmente reconocido, poniendo fin al Gran Cisma de Occidente5,6.
El Concilio de Pisa, aunque bien intencionado, sirvió como un precedente peligroso y contribuyó a disminuir la reverencia hacia el papado, lo que a su vez sentó las bases para el estallido del protestantismo en el siglo siguiente5.
Citas
Concilio de Pisa, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Concilio de Pisa. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26
Papa Gregorio XII, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa Gregorio XII. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Pedro de Luna, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Pedro de Luna. ↩
Alejandro V, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Alejandro V. ↩ ↩2
Unión de la Cristiandad, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Unión de la Cristiandad. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Cisma de Occidente, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cisma de Occidente. ↩ ↩2 ↩3