Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Concordismo bíblico

Concordismo bíblico
Folio de Papyrus 46, que contiene 2 Corintios 11:33‑12:9 Transcripción con los espacios restituidos (las porciones entre corchetes son ilegibles, abreviadas o faltantes y no están necesariamente atestiguadas por P46): En una cesta fui dejade caer por una ventana en el muro y escapé de sus manos. Es necesario gloriarse, aunque no sea provechoso; pero acudiré a visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años —si estuvo en el cuerpo, no lo sé, o fuera del cuerpo, no lo sé—, Dios lo sabe; tal hombre fue arrebatado al tercer cielo y sé que ese mismo hombre, ya sea en el cuerpo o sin él, no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras innombrables que a un hombre no le está permitido pronunciar. Me glorificaré por tal hombre; pero sobre mí mismo no me gloriaré, salvo en mis debilidades. Si, por voluntad, quisiera gloriarme, no sería necio, porque diré la verdad; pero me abstengo, para que nadie me atribuya más de lo que ve en mí o oye de mí. A causa de la abundancia de las revelaciones, para que no me exalte, me fue dada una espina en la carne, un ángel de Satanás que me turbe, para que no me exalte. Sobre esto imploré al Señor tres veces que se apartara de mí. Y él me dijo: «Mi gracia te basta, pues el poder se perfecciona en la debilidad». La Nueva Versión Estándar Americana (que sigue a P46 en todas menos siete instancias, dos de las cuales son errores ortográficos en P46) traduce el texto como sigue: …[y fui dejado caer] en una cesta [a través de una ventana] en el muro, y así escapé de sus manos. Es necesario gloriarse, aunque no sea provechoso; pero pasaré a visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años —si estaba en el cuerpo, no lo sé, o fuera del cuerpo, no lo sé—, Dios lo sabe; tal hombre fue arrebatado al tercer cielo. Y sé cómo ese hombre —si estaba en el cuerpo o fuera de él, no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras inefables, que a un hombre no le está permitido pronunciar. En nombre de ese hombre me glorificaré; pero en mi propio nombre no me gloriaré, salvo en lo referente a mis debilidades. Pues si deseo glorificarme, no seré necio, porque estaré hablando la verdad; pero me abstengo de ello, para que nadie me atribuya más de lo que ve en mí o oye de mí. Debido a la inmensa grandeza de las revelaciones, por eso, para impedir que me exalte, se me dio una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me atormente —¡para impedir que me exalte! Sobre esto le imploré al Señor tres veces que se apartara de mí. Y Él me ha dicho: «Mi gracia es suficiente para ti, porque el poder [se perfecciona en la debilidad]». Por lo tanto, con mucho gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo habite en mí. En la Versión King James de la Biblia esto se traduce como: Y a través de una ventana, en una cesta, fui dejado caer por el muro y escapé de sus manos. No es conveniente que, sin duda, me gloríe. Iré a visiones y revelaciones del Señor. Conocí a un hombre en Cristo hace más de catorce años (si estaba en el cuerpo, no lo sé; o si estaba fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe); tal hombre fue arrebatado al tercer cielo. Y conocí a tal hombre (si estaba en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe); cómo fue arrebatado al paraíso y oyó palabras innombrables, que a un hombre no le está permitido pronunciar. De tal uno me glorificaré; sin embargo, de mí mismo no me glorificaré, sino en mis debilidades. Porque aunque deseara glorificarme, no será necio; pues diré la verdad; pero ahora me abstengo, para que nadie piense de mí más allá de lo que ve que soy, o de lo que oye de mí. Y para que no sea exaltado desmedidamente por la abundancia de las revelaciones, se me dio una espina en la carne, el mensajero de Satanás para golpearme, para que no sea exaltado desmedidamente. Por esta razón rogué al Señor tres veces que se apartara de mí. Y él me dijo: «Mi gracia es suficiente para ti; porque mi fortaleza se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, con mucho gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose sobre mí. Dominio Público.

El concordismo bíblico es una perspectiva hermenéutica propia de la tradición católica que afirma la unidad profunda y armónica de toda la Escritura Sagrada, considerando que no existen contradicciones reales entre sus libros ni con la doctrina de la Iglesia. Esta aproximación, arraigada en la fe en la inspiración divina de la Biblia, subraya que el Magisterio eclesiástico tiene la autoridad para interpretar auténticamente el texto sagrado, resolviendo aparentes conflictos mediante los sentidos literal y espirituales. Desarrollada desde los Padres de la Iglesia hasta los concilios modernos, promueve una lectura integral que ilumina la Revelación como un plan unitario centrado en Cristo, rechazando tanto el literalismo rígido como el subjetivismo racionalista.1,2,3

Tabla de contenido

Definición y principios fundamentales

El concordismo bíblico se basa en la convicción de que la Escritura es una unidad orgánica, fruto del único plan divino de salvación. Según la enseñanza católica, los libros bíblicos, aunque diversos en género literario y época, forman un todo coherente donde Cristo Jesús es el centro y el corazón.2 Esta armonía no es mera coincidencia humana, sino garantía de la inspiración divina, que evita cualquier disonancia interna o con la Tradición apostólica.

Un principio clave es el rechazo de contradicciones aparentes: lo que parece conflictivo a una lectura superficial se resuelve mediante una exégesis guiada por la fe. Los intérpretes católicos deben demostrar la concordancia perfecta entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Ley y los Profetas, o entre los Evangelios y las Epístolas.4 Así, el concordismo no busca forzar coincidencias científicas o históricas modernas —lo que sería un error anacrónico—, sino preservar la verdad teológica y moral inherente al texto.

Orígenes en la tradición patrística

Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia defendieron el concordismo como pilar de la fe. Orígenes de Alejandría (siglo III), en su Comentario a Mateo, describió la Escritura como un conjunto armónico comparable a las cuerdas de un salterio: aparentan discordancia a oídos inexpertos, pero emiten una sinfonía perfecta bajo la guía del Verbo, el único Pastor.4 Para él, el peacemaker espiritual ve la «abundancia de paz» en textos aparentemente opuestos, reconciliando el Antiguo con el Nuevo Testamento.

Esta visión se extendió en la Antigüedad tardía. San Jerónimo y otros Padres, formados en la «escuela del Divino Maestro», insistían en que Jesús citaba la Escritura con autoridad absoluta («Está escrito»), confirmando su inerrancia y unidad.5 Los Padres reconciliaban pasajes difíciles con reverencia, profesando que Dios, autor de toda la Biblia, no podía contradecirse.6

Enseñanza del Magisterio de la Iglesia

La Iglesia Católica ha elevado el concordismo a dogma mediante concilios y documentos magisteriales, enfatizando el rol único del Magisterio en la interpretación auténtica.

Concilio de Trento y encíclicas del siglo XIX

El Concilio de Trento (1545-1563) decretó que, en materias de fe y moral, el sentido verdadero de la Escritura es el que la Iglesia ha sostenido históricamente, prohibiendo interpretaciones contrarias al consenso patrístico.7,8 Esta norma previene disyunciones entre Biblia y doctrina, asegurando la acordancia esencial.7

La encíclica Providentissimus Deus (1893) de León XIII profundizó esta enseñanza: el comentador católico debe seguir la analogía de la fe y la doctrina eclesial como ley suprema, rechazando interpretaciones que opongan a los autores sagrados entre sí o a la Iglesia.9 Los Padres, unánimes en su interpretación, poseen la máxima autoridad.10

Concilios Vaticanos I y II

Vaticano I (1870) renovó Trento, declarando que el Magisterio juzga el «verdadero sentido» de la Escritura en fe y moral.7,8 Vaticano II, en Dei Verbum (1965), refinó esta doctrina: el Magisterio interpreta auténticamente la Palabra de Dios, sirviéndola sin superponerla, preservando su unidad.11 Aquí se enfatiza la coinherencia de Escritura y Tradición, rechazando tanto sola scriptura desnuda como tradiciones paralelas.12

Benedicto XV, en Spiritus Paraclitus (1920), exhortó a evitar «libertades insanas» en la interpretación, recordando la escuela de Jesús y los Padres.5

Los sentidos de la Escritura y la armonía

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) articula el concordismo mediante los cuatro sentidos: literal (lo que el autor quiso decir) y espirituales (alegórico, moral y anagógico). Su «profunda concordancia» enriquece la lectura eclesial.1 La unidad de los Testamentos ilumina mutuamente: el Antiguo prepara al Nuevo, que lo cumple.3

«Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras» (1 Cor 15,3) ejemplifica cómo la tipología concordista une historia y profecía.13 El principio de «lo claro ilumina lo oscuro» resuelve opacidades: doctrina clara aclara textos bíblicos ambiguos, y viceversa.14

Ejemplos de aplicación concordista

Estos casos ilustran cómo el concordismo evita reduccionismos, integrando historia, teología y moral.

Críticas y controversias

El concordismo ha enfrentado objeciones: modernistas lo acusan de antihistórico; fundamentalistas, de insuficientemente literal. Trento y Dei Verbum responden equilibrando libertad exegética con autoridad magisterial.7,11 En ecumenismo, católicos y evangélicos comparten el principio de acordancia Iglesia-Escritura, divergiendo en su garantía.14,12

Rechaza el nuda scriptura (Escritura desnuda) y tradiciones independientes, promoviendo diálogo.12

Concordismo en la exégesis contemporánea

Hoy, teólogos como R. R. Reno defienden una exégesis teológica que presume la armonía, usando doctrina para iluminar textos oscuros.14 En España y Europa, responde a desafíos seculares, fomentando lectio divina guiada por el Magisterio. Publicaciones como Nova et Vetera exploran su vitalidad ecuménica.12

El Papa actual, León XIV, hereda esta tradición, enfatizando la Revelación integral en un mundo fragmentado.

Citas

  1. Sección uno «yo creo» – «nosotros creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 115. 2

  2. Sección uno «yo creo» – «nosotros creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 112. 2

  3. Sección uno «yo creo» – «nosotros creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 140. 2

  4. Fragmento del libro II – Comentario sobre el fragmento del libro II de Mateo, Orígenes de Alejandría. Comentario sobre Mateo, §Comentario sobre el fragmento del libro II de Mateo (250). 2

  5. Papa Benedicto XV. Spiritus Paraclitus, § 28 (1920). 2

  6. El estudio de la Sagrada Escritura – De la encíclica «Providentissimus Deus», nov., 1893, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3293.

  7. R. R. Reno. ¿Qué hace que la exégesis sea teológica? , § 3. 2 3 4

  8. El estudio de la Sagrada Escritura – De la encíclica «Providentissimus Deus», nov., 1893, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3281. 2

  9. Sagrada Escritura y teología; interpretación; los padres, Papa León XIII. Providentissimus Deus, § 14.

  10. El estudio de la Sagrada Escritura – De la encíclica «Providentissimus Deus», nov., 1893, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3284.

  11. R. R. Reno. ¿Qué hace que la exégesis sea teológica? , § 4. 2

  12. Varios autores. Reseñas de libros: Nova et Vetera, edición en inglés, vol. 1, n.º 2, § 39. 2 3 4 5

  13. Sección dos i. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 619.

  14. R. R. Reno. ¿Qué hace que la exégesis sea teológica? , § 5. 2 3 4

  15. Capítulo XII, Roberto Bellarmino. Controversias de la fe cristiana (Disputationes de Controversiis), § 499.