Constancia
La constancia, en la tradición católica, es una virtud moral fundamental que se manifiesta como la firmeza inquebrantable en la búsqueda del bien y la perseverancia frente a las dificultades. Asociada intrínsecamente a la virtud cardinal de la fortaleza, la constancia permite a los fieles mantener el rumbo en su vida cristiana, superando obstáculos externos y resistiendo tentaciones. Esta cualidad es esencial para una vida de fe coherente, se refleja en la fidelidad a Dios, a los compromisos sacramentales como el matrimonio, y en la perseverancia en la oración y las buenas obras. La constancia es un don de la gracia divina que capacita al ser humano para alcanzar la perfección cristiana y la unión con Dios a lo largo de su peregrinación terrenal.
Tabla de contenido
La Constancia como Virtud Moral
La constancia es una virtud moral que asegura la firmeza en las dificultades y la perseverancia en la búsqueda del bien1. Fortalece la decisión de resistir las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral2. Esta virtud permite vencer el miedo, incluso el miedo a la muerte, y afrontar pruebas y persecuciones, disponiendo a la persona a renunciar y sacrificar su vida por una causa justa2,3. Se enmarca dentro de la virtud cardinal de la fortaleza4,2,3.
San Juan Pablo II destacó que la constancia es una de las virtudes necesarias para una vida cristiana coherente. La describió como la capacidad de persistir en el bien frente a todos los obstáculos externos, diferenciándola de la perseverancia, que es la continuidad en la práctica de las buenas obras superando la dificultad de la larga duración del camino5. Ambas son fruto de la gracia que permite al ser humano llegar al final de su vida en el camino del bien5.
La virtud, en la tradición católica, es una cualidad estable de la mente, un «hábito» del alma, por el cual uno tiene una disposición fija para actuar correctamente y llevar una buena vida. La persona virtuosa es constante y fiable6.
La Constancia en la Vida Cristiana
La constancia es un pilar en la vida del cristiano, manifestándose en diversas dimensiones de la fe y la práctica.
Fidelidad a Dios y a la Fe
La constancia en la fe implica un arraigo sólido en Dios, quien ama y sostiene al creyente. Esta fuente de fuerza interior permite perseverar en medio de los altibajos de la vida y soportar la hostilidad, la traición y los fracasos de los demás7. Como señala el Papa Francisco, esta fuerza interior posibilita dar testimonio de santidad a través de la paciencia y la constancia en el bien, siendo un signo de la fidelidad nacida del amor7. Quienes confían en Dios pueden ser fieles a los demás, acompañándolos en la ansiedad y la angustia, incluso si no trae una satisfacción inmediata7.
San Agustín de Hipona exhorta a asociarse con aquellos que aman a Dios, ya que Él es inquebrantable y hará inconquistables a quienes le aman. Advierte que no se debe poner la esperanza en los hombres, sino en Dios, quien es inmutable8.
Constancia en la Oración
La oración constante es una condición necesaria para la vida espiritual6. El Hijo de Dios mismo ejemplificó la gran eficacia de la perseverancia en la oración. No se debe caer en el cansancio si, después de orar una o dos veces, no se obtiene lo deseado9. La Iglesia enseña que se debe orar sin cesar10. Este fervor incansable solo puede provenir del amor, y la batalla de la oración contra la pereza y la apatía es una batalla de amor humilde, confiado y perseverante10.
El Papa Francisco, en su catequesis sobre la oración, destacó la importancia de la perseverancia, haciendo referencia al aliento de San Pablo a orar sin cesar (1 Tes 5,17)11. La tradición ascética rusa desarrolló la «oración del corazón», repitiendo la oración de Jesús hasta que se convierte en el aire que se respira11. El monje griego Evagrio comparó la oración con una llama que arde perpetuamente en el corazón mientras se realizan las tareas diarias11.
Constancia en el Matrimonio
La fidelidad en el matrimonio expresa la constancia en mantener la palabra dada12. Dios es fiel, y el sacramento del Matrimonio permite al hombre y a la mujer participar de la fidelidad de Cristo a su Iglesia12. A través de la castidad conyugal, los esposos dan testimonio de este misterio ante el mundo12. El pacto matrimonial libremente contraído implica un amor fiel e impone la obligación de mantener el matrimonio indisoluble13.
Constancia en las Virtudes y Buenas Obras
La constancia en la persecución del bien es un aspecto clave de la vida virtuosa4,2. Los cristianos contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y su vida moral14. La Iglesia crece y se desarrolla a través de la santidad de sus fieles14.
San Francisco de Sales subraya que la perseverancia es el mejor don que se puede desear en esta vida, un don que solo se puede pedir a Dios1. Para obtenerla, se deben usar los medios que Dios ha dispuesto: la oración, el ayuno, la limosna, los Sacramentos, la compañía de buenas personas y la lectura de la Palabra de Dios1. La gracia de Dios es necesaria para una voluntad perseverante, pero esa gracia nunca falla cuando la voluntad actúa según su poder1.
San Juan Casiano también enfatiza que se debe perseverar en el cuidado de los pensamientos y aferrarse al Señor con una voluntad mortificada y los deseos mundanos eliminados15.
Constancia en la Iglesia y su Magisterio
La Iglesia Católica misma es un ejemplo de constancia. Cristo confirió unidad a su Iglesia desde el principio, una unidad que subsiste en la Iglesia Católica y que no puede perder16. La Iglesia siempre debe orar y trabajar para mantener y perfeccionar la unidad que Cristo desea para ella16.
El Magisterio de la Iglesia también muestra una enseñanza constante. Un ejemplo de la estabilidad de la fe católica se encuentra en la concordancia de las enseñanzas de los Concilios Ecuménicos (Letrán, Constanza, Florencia y Trento) sobre el misterio de la conversión eucarística, tanto en sus explicaciones doctrinales como en sus condenas de errores17.
Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a la Iglesia una participación en su propia infalibilidad para preservar la pureza de la fe transmitida por los apóstoles18. El Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia, «se adhiere infaliblemente a esta fe»18.
Dios como Modelo de Constancia
Dios mismo es el modelo supremo de constancia. Santo Tomás de Aquino afirma que una perfección primordial de Dios es que Él nunca cambia19. Él mismo lo declara por el profeta: «Yo soy Dios y no cambio» (Mal. 3,6), y por Santiago: «Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de alteración» (Sant. 1,17)19. Aunque las criaturas experimenten cambios, la inmutabilidad de Dios permanece19. La constancia de sus decretos se confirmará en el último día, cuando recompense a los buenos y castigue a los malos19.
Por ello, los fieles deben esforzarse por adquirir estabilidad de espíritu para no apartarse del camino recto, ni por la adversidad ni por la prosperidad19.
Medios para Cultivar la Constancia
Para cultivar la constancia en la vida cristiana, se recomiendan varios medios:
Gracia Divina: La constancia es fruto de la gracia que Dios concede para perseverar en el bien5.
Oración Perseverante: Orar constantemente y pedir a Dios la fuerza para perseverar9,10.
Vida Sacramental: La participación en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión, fortalece al alma1.
Compañía de los Buenos: Asociarse con personas que aman a Dios y que están unidas en la fe8,1.
Estudio de la Palabra de Dios: Escuchar y leer la Palabra de Dios nutre la fe y la determinación1.
Mortificación y Ascesis: La práctica de la ascesis, el autoconocimiento y la obediencia a los mandamientos de Dios ayudan a permanecer fiel a las promesas bautismales y a resistir las tentaciones20.
Humildad: Ser humilde ante Dios para que Él no permita ser tentado más allá de las propias fuerzas8.
En resumen, la constancia es una virtud vital para el católico, que le permite mantenerse firme en la fe y en la práctica del bien, imitando la inmutabilidad de Dios y confiando en su gracia para alcanzar la salvación.
Citas
Francisco de Sales. Del amor de Dios - Libro III, § 11. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
I. Las virtudes humanas, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1808 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Tercera parte - La vida en Cristo. Capítulo primero - La dignidad de la persona humana. La vida en Cristo, Promulgado por el Papa Benedicto XVI. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, § 382 (2005). ↩ ↩2
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1837 (1992). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 26 de junio de 1991 (1991). ↩ ↩2 ↩3
Romanus Cessario, O.P, Craig Steven Titus, et al. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 14, Nº 1), § 30. ↩ ↩2
Capítulo cuarto - Perseverancia, paciencia y mansedumbre, Papa Francisco. Gaudete et exsultate, § 112 (2018). ↩ ↩2 ↩3
De la constancia en la fe de la resurrección, Agustín de Hipona. Sobre la catequesis a los no instruidos, §Capítulo 25. 49 (420). ↩ ↩2 ↩3
La oración del Señor - Introducción: Sobre la oración - Debemos orar con perseverancia, Papa Pío V. Catecismo del Concilio de Trento, §La oración del Señor - Introducción: Sobre la oración (1566). ↩ ↩2
IV. Perseverancia en el amor, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2742 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Papa Francisco. Audiencia General del 9 de junio de 2021 - Catequesis sobre la oración: 37. Perseverancia en el amor (2021). ↩ ↩2 ↩3
III. El amor de los esposos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2365 (1992). ↩ ↩2 ↩3
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2397 (1992). ↩
III. Vida moral y testimonio misionero, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2045 (1992). ↩ ↩2
De la perseverancia en el cuidado de los pensamientos, Juan Casiano. Conferencia 7. Primera Conferencia del Abad Sereno. Sobre la inconstancia de la mente y la maldad espiritual, §Capítulo 6 (429). ↩
Párrafo 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica, Catecismo de la Iglesia Católica, § 820 (1992). ↩ ↩2
Enseñanza constante de los papas y los concilios, Papa Pablo VI. Mysterium Fidei, § 53 (1965). ↩
Párrafo 4. Los fieles de Cristo - Jerarquía, laicos, vida consagrada, Catecismo de la Iglesia Católica, § 889 (1992). ↩ ↩2
Dios es inmutable, Tomás de Aquino. Las vías de Dios (De Divinis Moribus) (1272). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
II. La vocación a la castidad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2340 (1992). ↩