Constitución Dei Verbum
La Constitución Dogmática Dei Verbum, promulgada por el Concilio Vaticano II el 18 de noviembre de 1965, representa un documento fundamental en la teología católica moderna. Aborda la naturaleza de la revelación divina, cómo se transmite a través de la Escritura y la Tradición, y el papel del Magisterio de la Iglesia en su interpretación. Este texto conciliar buscó clarificar y profundizar la comprensión de la Iglesia sobre la Palabra de Dios, promoviendo un renovado aprecio por las Sagradas Escrituras y su estudio, al tiempo que reafirmaba la interconexión esencial entre la Escritura, la Tradición y el Magisterio.
Tabla de contenido
Contexto Histórico y Orígenes
Antes del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica había abordado la cuestión de la revelación y la inspiración bíblica en concilios anteriores, como el de Trento y el Vaticano I, y en encíclicas papales como Providentissimus Deus y Divino Afflante Spiritu1. Sin embargo, el siglo XX trajo consigo nuevos desafíos y desarrollos en la crítica bíblica y la teología. Existía un debate sobre la relación entre la Escritura y la Tradición, y la necesidad de una comprensión más profunda de la inspiración divina y la inerrancia bíblica en el contexto de los métodos de estudio modernos2.
El proceso de redacción de Dei Verbum fue complejo y estuvo marcado por debates significativos entre las alas conservadora y progresista del Concilio3. Inicialmente, un borrador titulado «Sobre las dos fuentes de la revelación» buscaba definir la relación entre Escritura y Tradición de una manera más tradicionalista, presentándolas como entidades distintas4. Sin embargo, este enfoque generó críticas y, tras la intervención del Papa Juan XXIII, el proyecto fue retirado de la agenda3.
Posteriormente, bajo el pontificado de Pablo VI, se reanudó el trabajo, y una nueva subcomisión se encargó de redactar una Constitución Dogmática sobre la revelación. El nuevo título, De Revelatione, permitió integrar la inspiración, la inerrancia y la interpretación de la Escritura en el contexto más amplio de la revelación divina3. Este cambio de perspectiva fue crucial, ya que la inspiración bíblica comenzó a verse como un instrumento utilizado por Dios para establecer registros escritos al servicio de su auto-revelación, en el marco de la «Economía de la Salvación» o «Historia de la Salvación»3.
La Doctrina de la Revelación Divina
Dei Verbum comienza afirmando que la Iglesia escucha la Palabra de Dios con reverencia y la proclama con fe, siguiendo las palabras de San Juan5. El Concilio se propuso exponer la doctrina auténtica sobre la revelación divina y su transmisión, para que el mundo entero pudiera creer, esperar y amar al escuchar el mensaje de salvación5.
La Revelación como Acto Divino
La Constitución enseña que Dios, en su bondad y sabiduría, decidió revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad5. Esta revelación no es meramente la comunicación de verdades abstractas, sino una auto-revelación de Dios que se realiza mediante obras y palabras intrínsecamente ligadas, de modo que las obras manifiestan la doctrina y los hechos significados por las palabras5. El punto culminante de esta revelación es Jesucristo, quien, con su presencia y manifestación, sus palabras y obras, sus signos y milagros, y especialmente su muerte y gloriosa resurrección, completa la revelación5.
La Transmisión de la Revelación
La revelación divina se perpetúa en la Iglesia mediante la Tradición Apostólica6. Cristo mandó a los Apóstoles predicar el Evangelio, y ellos, a su vez, lo transmitieron oralmente y por escrito6. Esta Tradición incluye todo lo que contribuye a la santidad de vida y al aumento de la fe del Pueblo de Dios, y la Iglesia, en su doctrina, vida y culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que cree6.
La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo, mientras que la Sagrada Tradición transmite íntegramente la Palabra de Dios, confiada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, a sus sucesores7. Ambas, la Tradición y la Escritura, están estrechamente unidas y compenetradas, procediendo de la misma fuente divina y tendiendo al mismo fin7.
Inspiración e Interpretación de la Escritura
El capítulo III de Dei Verbum se dedica a la inspiración divina y la interpretación de la Sagrada Escritura8. La Iglesia sostiene que los libros del Antiguo y Nuevo Testamento son sagrados y canónicos en su totalidad, porque fueron escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, teniendo a Dios como su autor8. Dios eligió a hombres para escribir, y estos, al ser empleados por Él, usaron sus facultades y capacidades, de modo que, actuando Dios en ellos y por medio de ellos, consignaron por escrito todo y solo lo que Él quería8.
Inerrancia y Verdad Salvífica
Un punto crucial en la redacción de Dei Verbum fue la cuestión de la inerrancia bíblica. Se debatió si la inerrancia se extendía a todas las verdades contenidas en la Escritura o si se limitaba a la «verdad salvífica»9. Finalmente, el Concilio adoptó una formulación que establece que los libros sagrados enseñan firmemente, fielmente y sin error «aquella verdad que Dios quiso consignar en las Sagradas Letras para nuestra salvación»9. Esta solución, aunque no resolvió todas las cuestiones sobre la inerrancia, eliminó la oscuridad y corrigió el error que habría implicado una limitación material de la inspiración y la «autoría divina»9.
Principios de Interpretación
Para una correcta interpretación de la Sagrada Escritura, Dei Verbum subraya que debe leerse y entenderse en el mismo espíritu en que fue escrita10. Los intérpretes deben investigar cuidadosamente lo que los hagiógrafos realmente pretendieron expresar y lo que Dios quiso manifestar por medio de sus palabras10. Esto implica prestar atención a las formas literarias empleadas por los autores sagrados, así como a las condiciones de su tiempo y cultura10.
Además, la interpretación debe considerar el contenido y la unidad de toda la Escritura, así como la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe10. La tarea de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, ya sea escrita o transmitida, ha sido confiada exclusivamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo7. El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solo lo que ha sido transmitido7.
La Sagrada Escritura en la Vida de la Iglesia
Dei Verbum enfatiza la importancia de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. La Iglesia siempre ha venerado las divinas Escrituras como venera el Cuerpo del Señor, recibiendo y ofreciendo a los fieles el pan de vida de la mesa tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo11. La Escritura es la regla suprema de la fe, el alimento del alma y la fuente pura y perenne de vida espiritual11.
Acceso y Estudio
La Constitución promueve que se facilite el acceso a la Sagrada Escritura para todos los fieles cristianos1. Por ello, la Iglesia ha fomentado la traducción de los textos sagrados a diferentes idiomas, especialmente a partir de los textos originales, y aprueba que estas traducciones se realicen en cooperación con los hermanos separados1.
Se anima a los exegetas católicos y a otros estudiantes de teología sagrada a dedicar sus energías a la exploración y exposición de los escritos divinos, bajo la supervisión del Magisterio, para que muchos ministros de la Palabra puedan proporcionar el alimento de las Escrituras al Pueblo de Dios12. La teología sagrada se apoya en la Palabra de Dios escrita, junto con la sagrada Tradición, como su fundamento primario y perpetuo, siendo el estudio de la sagrada página como el alma de la teología13.
Fomento de la Lectura y la Oración
Todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y catequistas, deben aferrarse a las Sagradas Escrituras mediante la lectura asidua y el estudio diligente14. Asimismo, se exhorta encarecidamente a todos los fieles cristianos, especialmente a los religiosos, a adquirir el «excelente conocimiento de Jesucristo» mediante la lectura frecuente de las divinas Escrituras, recordando que «la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo»14. Se subraya que la oración debe acompañar la lectura de la Sagrada Escritura, para que Dios y el hombre puedan dialogar14.
Críticas y Legado
Aunque Dei Verbum fue un logro significativo, Joseph Ratzinger (más tarde Papa Benedicto XVI) señaló que, incluso después del Concilio, no se había llegado a una conclusión madura sobre la relación entre la exégesis crítica y la exégesis eclesiástica, la investigación histórica y la tradición dogmática4. El documento no ofreció soluciones positivas para muchos de los problemas que subyacían a la cuestión de la inerrancia9.
Sin embargo, el legado de Dei Verbum es inmenso. Marcó un cambio significativo en la actitud de la Iglesia hacia la Biblia, promoviendo un mayor compromiso de los fieles con la Palabra de Dios y un estudio más riguroso y contextualizado de las Escrituras. Su énfasis en la unidad de la Escritura y la Tradición, y en el papel del Magisterio como servidor de la Palabra, ha sido fundamental para la teología católica postconciliar y ha impulsado el desarrollo de la exégesis católica contemporánea.
Conclusión
La Constitución Dogmática Dei Verbum es un pilar del Concilio Vaticano II que redefinió y profundizó la comprensión católica de la revelación divina. Al afirmar la inspiración divina de las Escrituras y su inerrancia para la salvación, al tiempo que proporcionaba principios para su interpretación contextual y teológica, el documento abrió nuevas vías para el estudio bíblico y la vida espiritual de los fieles. Su llamado a un acceso más fácil a la Palabra de Dios y a una lectura orante de las Escrituras sigue resonando como un fundamento esencial para la fe y la teología en la Iglesia Católica.
Citas
Capítulo VI - La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 22 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Mark Reasoner. Dei Verbum y el drama del siglo XX del sentido literal de la Escritura, § 24. ↩
Denis Farkasfalvy, O.Cist. ¿Cómo renovar la Teología de la Inspiración Bíblica? , § 6. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
B. La doctrina de la inspiración en Dei Verbum, Denis Farkasfalvy, O.Cist. ¿Cómo renovar la Teología de la Inspiración Bíblica? , § 5. ↩ ↩2
Prefacio, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 1 (1965). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Bruno M. Shah, O.P. La promesa de una Teología Sagrada unitaria: Relectura de Aeterni Patris y Fides et Ratio, § 15. ↩ ↩2 ↩3
Capítulo II - La transmisión de la revelación divina, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 10 (1965). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo III - La Sagrada Escritura, su inspiración divina e interpretación, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 11 (1965). ↩ ↩2 ↩3
Denis Farkasfalvy, O.Cist. ¿Cómo renovar la Teología de la Inspiración Bíblica? , § 15. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo III - La Sagrada Escritura, su inspiración divina e interpretación, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 12 (1965). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo VI - La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 21 (1965). ↩ ↩2
Capítulo VI - La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 23 (1965). ↩
Capítulo VI - La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 24 (1965). ↩
Capítulo VI - La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Dei Verbum, § 25 (1965). ↩ ↩2 ↩3