Cordero de Dios

El título «Cordero de Dios» (Agnus Dei) es una denominación profundamente arraigada en la teología y liturgia católica, que identifica a Jesucristo como el sacrificio perfecto que quita el pecado del mundo. Este concepto se entrelaza con las profecías del Antiguo Testamento, especialmente la figura del Siervo Sufriente de Isaías y el cordero pascual, y encuentra su cumplimiento en la inmolación de Jesús en la cruz. La expresión es central en la Misa romana, en la liturgia de la Comunión y en diversas oraciones, simbolizando la pureza inmaculada de Cristo, su mansedumbre y su papel redentor universal.
Tabla de contenido
Origen Bíblico y Simbolismo
El simbolismo del Cordero de Dios se remonta a diversas fuentes bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que prefiguran y revelan la identidad de Jesús como el sacrificio definitivo1.
Antiguo Testamento: Prefiguraciones del Cordero
En el Antiguo Testamento, varias figuras y eventos anticipan el papel de Cristo como el Cordero de Dios:
El Cordero Pascual El pasaje del Éxodo 12:5 describe el cordero pascual que los israelitas debían sacrificar: «sin defecto, macho, de un año»1. La sangre de este cordero, untada en los dinteles de las puertas, protegía a los primogénitos de Israel del ángel exterminador1. Este acto prefiguraba la sangre inmaculada de Cristo, el Cordero sin mancha, que vencería la muerte y abriría el camino a la verdadera Tierra Prometida1.
El Siervo Sufriente de Isaías El capítulo 53 de Isaías describe a un siervo que es «llevado como oveja al matadero; y como cordero mudo delante de sus trasquiladores, así no abrió su boca» (Isaías 53:7)1. Esta profecía mesiánica es fundamental, ya que compara a Jesús con un cordero que sufre y lleva los pecados1,2. Los Padres de la Iglesia vieron en este pasaje una clara alusión a Jesús, quien cargó con la cruz, símbolo de su Pasión, para expiar los pecados de la humanidad2.
El Sacrificio Perpetuo El ofrecimiento diario de un cordero por la mañana y por la noche (Éxodo 29:38-39) simbolizaba el sacrificio perpetuo del altar en la Nueva Dispensación1.
Nuevo Testamento: La Revelación de Juan el Bautista y el Apocalipsis
El Nuevo Testamento consolida el simbolismo del Cordero de Dios, especialmente a través de Juan el Bautista y las visiones del Apocalipsis1.
Juan el Bautista Juan el Bautista fue el primero en llamar a Jesús «Cordero de Dios» (Ecce Agnus Dei) al decir: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29)1. Esta declaración no solo lo identificaba con las figuras sacrificiales del Antiguo Testamento, sino que también enfatizaba la universalidad de su propósito: quitar los pecados no solo de Israel, sino del mundo entero1. Orígenes de Alejandría interpreta que este «cordero» se refiere a la naturaleza humana de Jesús, quien fue «llevado como oveja al matadero» para la purificación del mundo3.
El Apocalipsis El libro del Apocalipsis contiene más de treinta referencias a «el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apocalipsis 12:8)1. El Cordero es presentado como aquel cuya sangre redime (Apocalipsis 12:11), en cuyo libro de la vida están escritos los nombres de los salvados (Apocalipsis 21:27), y que está de pie como si hubiera sido inmolado (Apocalipsis 5:6)1,4. Estas visiones místicas prefiguran la magnificencia de la Misa Solemne, con el Cordero sobre el altar como en un trono, rodeado por los ancianos vestidos de blanco, el canto del Sanctus, el incienso y la música1.
El Agnus Dei en la Liturgia Romana
La fórmula del Agnus Dei es una parte integral de la Misa en el rito romano, recitada por el sacerdote y cantada por la asamblea en un momento crucial de la liturgia1.
Ubicación y Forma en la Misa
El Agnus Dei se recita hacia el final del Canon de la Misa, después de la oración «Haec commixtio»1. El sacerdote, con las manos juntas, inclina la cabeza y dice en voz alta la siguiente fórmula tres veces1:
«Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis» (Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros)1.
La tercera vez, se sustituye «miserere nobis» por «dona nobis pacem» (danos la paz)1.
Durante esta oración, el sacerdote golpea su pecho tres veces, una por cada invocación1. En las Misas de Requiem, la fórmula cambia para pedir «dona eis requiem» (dales el descanso) y «dona eis requiem sempiternam» (dales el descanso eterno), y el sacerdote no se golpea el pecho1.
Origen y Desarrollo Litúrgico
La fórmula del Agnus Dei tiene sus raíces en el antiguo himno del Gloria in excelsis y la declaración de Juan el Bautista, complementada por la súplica de los ciegos a Jesús: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David» (Mateo 9:27)1.
Su uso en la liturgia romana se remonta a los primeros siglos. Apareció por primera vez en Roma en la primera Misa de la Natividad, y el Papa San Símaco (498-514) extendió su uso a las Misas episcopales1. Sin embargo, la fórmula tal como la conocemos hoy no fue introducida en la Misa hasta el año 687, cuando el Papa Sergio I decretó que tanto el clero como el pueblo debían cantar el Agnus Dei durante la fracción de la Hostia1. Algunos estudiosos sugieren que este decreto pudo haber sido una protesta contra el canon 82 del Concilio in Trullo, que prohibía la representación simbólica de Cristo en forma de cordero1.
Significado durante la Fracción del Pan
Aunque la liturgia romana no tiene un canto específico para la fracción de la Hostia como otras liturgias, el Agnus Dei cumple esta función de manera simbólica y apropiada1. En otras liturgias, como la de Santiago, el sacerdote dice: «He aquí el Cordero de Dios, el Hijo del Padre, que quita el pecado del mundo, sacrificado para la vida y la salvación del mundo»1. En la liturgia de San Juan Crisóstomo, el sacerdote divide el Pan Santo diciendo: «El Cordero de Dios es partido y distribuido; Él que es partido y no dividido; siempre comido y nunca consumido, pero santificando a los comulgantes»1. En la liturgia romana, el Agnus Dei expresa la misma profunda verdad del sacrificio eucarístico.
Otros Usos del Agnus Dei
Además de su lugar en la Misa, la invocación «Cordero de Dios» aparece en otros contextos litúrgicos y devocionales1.
Antes de la Sagrada Comunión
Antes de distribuir la Sagrada Comunión, el sacerdote eleva la Hostia y dice: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor,» a lo que los fieles responden: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme»1. Esta práctica, aunque de fecha más reciente en su formulación actual, conecta directamente la Comunión con el sacrificio del Cordero.
En las Letanías
El Agnus Dei también se encuentra al final de varias letanías, como las Letanías de los Santos y las Letanías de Loreto, con las siguientes invocaciones1:
«Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, Parce nobis, Domine» (Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor)1.
«Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, Exaudi nos, Domine» (Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor)1.
«Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis» (Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros)1.
En la Letanía del Santísimo Nombre de Jesús, se añade el nombre de Jesús a las invocaciones1.
Conclusión
El «Cordero de Dios» es un título cristológico esencial que encapsula la pureza inmaculada de Jesucristo, su mansedumbre al aceptar el sacrificio y su misión redentora universal. Desde las profecías del Antiguo Testamento hasta la declaración de Juan el Bautista y las visiones apocalípticas, este simbolismo culmina en la Eucaristía, donde Cristo, el Cordero inmolado, se hace presente para quitar los pecados del mundo y conceder la paz. Su presencia continua en la liturgia católica reafirma la fe en Jesús como el sacrificio perfecto que reconcilia a la humanidad con Dios.
Citas
Agnus Dei (en la liturgia), The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Agnus Dei (en la liturgia). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34
El Evangelio de Juan, Jeremy Holmes. El peso sobre el Señor: El pecado como carga en el Nuevo Testamento y más allá, § 3. ↩ ↩2
Libro VI - 35. Jesús es un cordero en cuanto a su naturaleza humana, Orígenes de Alejandría. Comentario sobre el Evangelio de Juan, § 35 (230). ↩
Pablo T. Gadenz. Jesús el Nuevo Templo en el Pensamiento del Papa Benedicto XVI, § 20. ↩