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Creación del mundo

La creación del mundo representa un pilar fundamental en la doctrina católica, que afirma que Dios, en su infinita sabiduría y amor, originó el universo ex nihilo, es decir, de la nada, como se describe en el libro del Génesis. Esta enseñanza, arraigada en la Biblia, el Magisterio de la Iglesia y las interpretaciones de los Padres de la Iglesia, subraya la bondad intrínseca de toda la creación, su orden progresivo y su propósito último: glorificar a Dios y servir a la salvación del ser humano. A lo largo de la historia, el Catecismo de la Iglesia Católica y los pontífices como Juan Pablo II y Benedicto XVI han profundizado en esta verdad, reconciliándola con el conocimiento científico sin menoscabar su dimensión teológica, invitando a los fieles a contemplar el mundo como un testimonio vivo de la providencia divina.

Tabla de contenido

Orígenes bíblicos

La revelación bíblica sobre la creación del mundo se encuentra principalmente en el Antiguo Testamento, donde se presenta como un acto soberano de Dios que establece el orden cósmico y la dignidad de las criaturas. Estos relatos no buscan ofrecer una explicación científica literal, sino transmitir verdades espirituales profundas sobre la relación entre el Creador y lo creado.

El relato de Génesis 1

El primer capítulo del Génesis describe la creación en una secuencia de seis días, culminando en el reposo del séptimo, que simboliza la perfección y el modelo para el sábado. Dios inicia su obra con la palabra creadora: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1,1)1. Cada etapa revela una progresión ordenada: la separación de la luz de las tinieblas, la formación del firmamento, la aparición de la tierra fértil, los astros, las criaturas acuáticas y aéreas, los animales terrestres, y finalmente, el ser humano como coronación de la creación2. Esta estructura poética enfatiza que todo surge por la voluntad divina, y al final de cada día se repite la afirmación de su bondad: «Y vio Dios que era bueno» (Gn 1,4.10.12.18.21.25), hasta el «era cosa muy buena» tras la creación del hombre (Gn 1,31)3. El relato no pretende detallar procesos naturales, sino resaltar el origen divino y el valor de lo creado para la alabanza de Dios1.

El concepto de ex nihilo

La doctrina de la creación ex nihilo, o «de la nada», es central en la fe católica y se infiere del texto bíblico, aunque no se exprese explícitamente en el Génesis. Implica que Dios no utilizó materia preexistente, sino que su poder omnipotente dio existencia a todo lo que no era4. El Concilio Lateranense IV lo definió claramente: Dios «por su bondad y omnipotente virtud […] de la nada creó […] cada criatura»4. Esta verdad, desarrollada en la tradición, rechaza cualquier idea de un universo eterno o autónomo, afirmando que el mundo depende totalmente de la voluntad libre de Dios5. Como explica el Papa Juan Pablo II, esta creación no contradice la teoría de la evolución si se entiende como instrumento de la causalidad divina, preservando la primacía de Dios como causa primera2.

La enseñanza de la Iglesia

La Iglesia católica ha elaborado la doctrina de la creación del mundo a lo largo de los siglos, integrando la Escritura con la tradición y la razón. El Magisterio la presenta como un acto trinitario de amor, no un mito cosmogónico, sino una revelación salvífica que orienta la vida del creyente.

El Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) resume esta enseñanza en su sección sobre los credos, destacando que Dios creó el mundo visible «en toda su riqueza, diversidad y orden» de manera simbólica en seis días de obra divina, seguidos del reposo1. En el CCC 337, se subraya que estos relatos bíblicos transmiten verdades reveladas para la salvación, permitiendo reconocer «la naturaleza íntima, el valor y la ordenación de toda la creación para la alabanza de Dios»1. Asimismo, el CCC 338 afirma que «nada existe que no deba su existencia a Dios Creador», y que el mundo surgió de la nada por la palabra divina, radicando en este evento primordial toda la naturaleza y la historia humana6. El sabbat, recordado en el CCC 2169, vincula el descanso divino con la creación en seis días, bendiciendo el séptimo como día santo7.

El Magisterio y los Papas

Los concilios y pontífices han defendido esta doctrina contra errores como el panteísmo o el materialismo. La constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I proclama que Dios, «distinto realmente y en esencia del mundo», lo creó «de la nada» por un plan libre, gobernándolo con providencia que abarca incluso las acciones libres de las criaturas8. El Papa Juan Pablo II, en su audiencia del 29 de enero de 1986, describió cómo la palabra creadora transforma el caos en un mundo ordenado, lleno de vida, culminando en el hombre a imagen de Dios, y enfatizó la creación como acto de voluntad divina sin coacción2. Por su parte, el Papa Benedicto XVI, en la audiencia del 6 de febrero de 2013, interpretó el Génesis como un himno al Logos divino, origen de la realidad, donde todo es «bueno» porque refleja la sabiduría y el amor de Dios; el mundo no es un caos de fuerzas, sino sostenido por la Razón eterna3. En Dies Domini (1998), Juan Pablo II lo presenta como un poema de adoración al Creador, destacando la bondad de la creación pese al pecado, y su regeneración por la gracia9.

La interpretación de los Padres de la Iglesia

Los Padres de la Iglesia ofrecieron lecturas alegóricas y teológicas del Génesis, enriqueciendo la comprensión de la creación. San Agustín, en su De Genesi ad litteram, veía los «días» como etapas lógicas en la mente divina, no cronológicas, y la creación ex nihilo como un acto de la voluntad eterna de Dios6. Hildegarda de Bingen, en su Libro de las obras divinas, describe la creación como una manifestación de la Trinidad: el cielo como materia luminosa y la tierra como turbulenta, emergiendo simultáneamente de la eternidad divina, con el hombre exaltado por el dominio sobre lo creado10,11,12,13,14. Ella interpreta el caos inicial como la materia informe iluminada progresivamente por la luz de Dios, simbolizando la ordenación del universo para la gloria del Creador y la salvación humana13. Estas visiones patrísticas, como las de San Buenaventura, defienden la imposibilidad intrínseca de una creación eterna, anclándola en la fe5.

La naturaleza de la creación

La doctrina católica describe la creación como un todo interconectado, material e inmaterial, ordenado con belleza y propósito. No es un proceso aleatorio, sino una obra armónica que refleja la perfección divina.

La creación de los cielos y la tierra

Los «cielos y la tierra» abarcan lo espiritual (ángeles) y lo corporal (mundo visible), creados simultáneamente de la nada15. El Génesis narra la separación de elementos: luz de tinieblas, aguas superiores e inferiores, tierra seca2. Según la Comisión Bíblica Pontificia, los seis días no son literales, sino una estructura para mostrar el orden y la finalidad, con el tiempo como «espacio de vida» para el hombre16. El Papa Juan Pablo II en Dies Domini lo ve como un himno a la inmensidad creadora, donde Dios infunde armonía y belleza, contrarrestando tentaciones de idolatrar el mundo9. La creación incluye lo invisible, como los ángeles, que preceden al mundo material y participan en la alabanza divina10.

La creación de la vida y la humanidad

La vida emerge como don divino: vegetación, animales y, en el clímax, el ser humano «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,26-27)2. El CCC destaca que el hombre, compuesto de espíritu y cuerpo, recibe la capacidad de conocer, amar y obedecer a Dios, con dignidad única y responsabilidad sobre la creación1. Hildegarda de Bingen enfatiza cómo el cuerpo humano refleja la potencia y sabiduría del Creador, y la creación de la vida transforma el caos en plenitud ordenada11. Esta visión rechaza el dualismo, afirmando la bondad de lo material, aunque marcado por el pecado original, que requiere redención9.

El significado teológico

La creación del mundo no es un evento aislado, sino el fundamento de la fe, revelando a Dios como Padre providente y llamando a la criatura a la comunión eterna.

El fin y el propósito

El propósito supremo es la gloria de Dios y la salvación humana, como enseña el Compendio del Catecismo: toda cosa existe para alabar a Dios y servir al hombre, recibiendo de Él su bondad y leyes17. La creación es un testimonio de la perfección divina, manifestada en su orden y belleza, y un medio para que el hombre alcance la felicidad eterna1. El Papa Benedicto XVI subraya que el mundo, sostenido por el Verbo, invita a reconocer su origen en el amor divino, no en fuerzas ciegas3. Contra el optimismo exagerado, la Iglesia afirma que el mundo es relativamente perfecto, el mejor para el plan redentor de Dios5.

La relación entre el creador y la criatura

La creación establece una dependencia filial: la criatura existe por Dios y le debe obediencia, reflejando su imagen en la libertad y el amor8. El Enchiridion Symbolorum lo resume: Dios crea para manifestar su perfección mediante bienes dados a las criaturas4. Esta relación se vive en la oración y la moral, donde el hombre, como administrador, cuida la creación. Hildegarda ve en ella una jerarquía armónica, con el hombre exaltado pero llamado a la humildad ante el Creador12. La Encarnación completa este plan, uniendo lo creado al Verbo divino5.

Conclusión

La creación del mundo en la doctrina católica invita a una contemplación reverente de su orden y bondad, recordando que todo procede del amor trinitario de Dios. Desde el Génesis hasta el Magisterio contemporáneo, esta verdad contrarresta visiones materialistas y anima a los fieles a vivir en armonía con el Creador, custodiando la creación como camino hacia la salvación eterna. En un mundo de avances científicos, la fe reafirma que el universo es un himno vivo a la gloria divina, llamando a cada persona a participar en su regeneración por Cristo.

Citas

  1. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 337. 2 3 4 5 6

  2. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 29 de enero de 1986 (1986). 2 3 4 5

  3. Audiencia general del 6 de febrero de 2013, Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 6 de febrero de 2013 (2013). 2 3

  4. Cap. 1. Dios, creador de todas las cosas, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 3002. 2 3

  5. Creación, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Creación. 2 3 4

  6. Sección segunda I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 338. 2

  7. Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2169.

  8. Caput II de revelatione, Anónimo. Dei FiliusConstitución Dogmática sobre la Fe Católica, § 6. 2

  9. Capítulo I - Dies Domini - La celebración de la obra del creador - «al principio, Dios creó los cielos y la tierra» (Gn 1,1), Papa Juan Pablo II. Dies Domini, § 9 (1998). 2 3

  10. Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 93. 2

  11. Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 393. 2

  12. Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 97. 2

  13. Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 387. 2

  14. Hildegarda de Bingen. Libro de las obras divinas, § 445.

  15. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 12 de marzo de 1986 (1986).

  16. Segunda parte el testimonio dado por los escritos bíblicos a su propia verdad, Comisión Bíblica Pontificia. La Inspiración y la Verdad de la Sagrada Escritura, § 67 (2014).

  17. Primera parte - La profesión de fe. Capítulo uno - Creo en Dios Padre. Cielo y tierra, Promulgado por el Papa Benedicto XVI. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, § 62 (2005).