Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Credo Niceno-Constantinopolitano

Credo Niceno-Constantinopolitano
Symbolum Nicaeno-Constantinopolitanum. Icono que representa el Primer Concilio de Nicea con diez hombres y un texto del Credo Niceno en griego. Dominio Público.

El Credo Niceno-Constantinopolitano es una profesión de fe fundamental y universalmente reconocida en el cristianismo, que articula las creencias centrales sobre Dios Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo y la Iglesia. Desarrollado a partir de los concilios ecuménicos de Nicea (325 d.C.) y Constantinopla (381 d.C.), este credo ha sido adoptado por la Iglesia Católica, las Iglesias Orientales separadas de Roma y la mayoría de las denominaciones protestantes. Sirve como un pilar doctrinal, resumiendo verdades esenciales sobre la Trinidad, la encarnación, la redención y la esperanza de la vida eterna, y es recitado en las liturgias como una afirmación de la fe común.

Tabla de contenido

Orígenes y Desarrollo Histórico

El Credo Niceno-Constantinopolitano tiene sus raíces en el Símbolo de Nicea, formulado en el Primer Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325 d.C. Este concilio fue convocado para abordar la herejía arriana, que negaba la divinidad plena de Jesucristo1. El Símbolo de Nicea original afirmaba que Jesús es «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre» (homoousios)2. Esta formulación fue crucial para establecer la divinidad de Cristo y su coeternidad con el Padre2.

Casi cincuenta años después, el Primer Concilio de Constantinopla en el año 381 d.C. amplió y clarificó el credo niceno. Esta expansión se realizó principalmente para combatir la herejía de los Pneumatomachoi (enemigos del Espíritu), quienes negaban la divinidad del Espíritu Santo1. Aunque el Concilio de Constantinopla no produjo un nuevo credo en el sentido de desechar el de Nicea, el texto que hoy conocemos como Credo Niceno-Constantinopolitano es la forma amplificada que se atribuye a este concilio3,1. La primera documentación de este símbolo ampliado se encuentra en el Concilio de Calcedonia (451 d.C.), donde fue leído dos veces e insertado en sus Actas, siendo designado como «El Credo del Concilio de Constantinopla de 381»4,3.

Algunos historiadores, como Hort, Caspari y Harnack, han cuestionado si la forma constantinopolitana se originó directamente en el Concilio de Constantinopla, señalando que no aparece en las Actas del concilio de 381 y que Padres como Gregorio Nacianceno, presente en el concilio, solo mencionan la fórmula nicena original, lamentando su incompletitud respecto al Espíritu Santo3. Sin embargo, la tradición eclesial ha reconocido este credo como la expresión auténtica y preservada de la fe nicena, con adiciones significativas en el tercer artículo para especificar la divinidad del Espíritu Santo1.

Contenido Teológico del Credo

El Credo Niceno-Constantinopolitano se estructura en tres partes principales, reflejando la fe en la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo5.

Dios Padre y la Creación

La primera parte del credo proclama la fe en «un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible»6,7. Esta afirmación subraya la unidad de Dios, su omnipotencia y su papel como origen de toda la creación, tanto material como espiritual7.

Jesucristo, el Hijo de Dios

La segunda y más extensa parte se centra en Jesucristo, el Hijo de Dios. Se le describe como «un solo Señor, Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho»6,7. Estas frases son cruciales para afirmar la divinidad de Cristo y su relación eterna con el Padre, refutando las enseñanzas arrianas que lo consideraban una criatura3.

El credo continúa detallando la obra salvífica de Jesús: «que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin»6,7. Esta sección abarca la Encarnación, la Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión y la segunda venida de Cristo, así como su juicio final y el carácter eterno de su Reino5,7.

El Espíritu Santo, la Iglesia y la Vida Eterna

La tercera parte del credo se dedica al Espíritu Santo, afirmando: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas»7. Esta formulación establece la divinidad del Espíritu Santo y su papel en la inspiración profética6.

Una adición significativa en las versiones occidentales de este credo, que ha sido un punto de controversia entre Oriente y Occidente, es la cláusula del Filioque («y del Hijo») para describir la procesión del Espíritu Santo. Esta adición fue oficializada por el Papa Benedicto VIII en 1014 en Occidente, pero no forma parte del texto original del Credo Niceno-Constantinopolitano y sigue siendo un tema de diálogo ecuménico4,1.

Finalmente, el credo concluye con la fe en «una Iglesia santa, católica y apostólica. Confieso un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén»6,7. Estas líneas resumen las propiedades esenciales de la Iglesia, la eficacia del bautismo para la remisión de los pecados y la esperanza cristiana en la resurrección y la vida eterna7.

Importancia y Uso Litúrgico

El Credo Niceno-Constantinopolitano goza de la máxima autoridad entre los símbolos antiguos de fe y ha sido adoptado por prácticamente todas las Iglesias cristianas4. Su aceptación universal se debe en parte a que antecede a las separaciones más antiguas de la Iglesia principal, lo que permite a diversos grupos cristianos verlo como parte integral de su patrimonio común4.

En la Iglesia Católica, el Credo Niceno-Constantinopolitano es recitado regularmente en la liturgia de la Misa, especialmente los domingos y solemnidades, como una solemne profesión de fe por parte de la asamblea7. También es parte de la profesión de fe requerida para quienes asumen un oficio en nombre de la Iglesia7. Su permanencia a lo largo de los siglos subraya su papel como un «palabra de Dios que permanece para siempre», garantizando la fe de la Iglesia en todas las épocas1.

Conclusión

El Credo Niceno-Constantinopolitano es más que una simple declaración de creencias; es un testimonio vivo de la continuidad de la fe cristiana a través de los siglos. Su cuidadosa formulación, forjada en medio de debates teológicos cruciales, ha servido para definir y preservar las verdades esenciales sobre la Santísima Trinidad, la persona de Jesucristo y la naturaleza de la Iglesia. Como un vínculo que une a los cristianos de diversas tradiciones, sigue siendo una expresión poderosa y unificadora de la fe católica.

Citas

  1. Introducción: Doxología, teología y proclamación, Comisión Teológica Internacional. Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador: 1700.º Aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea (325-2025) (2025), § 4 (2025). 2 3 4 5 6

  2. Eusebio de Cesarea. Carta sobre el Concilio de Nicea, § 4 (325). 2

  3. El Credo Niceno, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §El Credo Niceno. 2 3 4

  4. Símbolo Niceno-constantinopolitano, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Símbolo Niceno-constantinopolitano (2015). 2 3 4

  5. Apéndice: La estructura del Credo Niceno-constantinopolitano en de fide orthodoxa y el breviloquium, Corey J. Stephan. Catecismos, Comunión y Recepción Escolástica Latina del Pensamiento Bizantino: De fide orthodoxa de San Juan Damasceno en el Breviloquium de San Buenaventura, § 20. 2

  6. El «Credo Niceno-constantinopolitano», Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 150 (1854). 2 3 4 5

  7. Congregación para la Doctrina de la Fe. Fórmula para la profesión de fe y para el juramento de fidelidad para asumir un oficio que se ha de ejercer en nombre de la Iglesia con la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de «Professio fidei» (1998). 2 3 4 5 6 7 8 9 10