Cristianismo primitivo
El cristianismo primitivo se refiere al período formativo de la Iglesia cristiana, abarcando desde la ascensión de Jesucristo hasta aproximadamente el final del siglo I o principios del siglo II. Este período es fundamental para comprender la identidad y el desarrollo de la Iglesia Católica, ya que en él se establecieron las bases doctrinales, litúrgicas y organizativas bajo la guía de los Apóstoles y la acción del Espíritu Santo. Las comunidades cristianas originales se caracterizaban por una profunda unidad, la práctica de la caridad y la predicación valiente del Evangelio, a pesar de las persecuciones y los desafíos internos y externos.
Tabla de contenido
Origen y Establecimiento
El cristianismo tuvo su origen en Palestina durante el reinado del emperador romano Tiberio, con la enseñanza de Jesucristo1. Tras su muerte, la misión de difundir sus enseñanzas por todo el mundo fue encomendada a hombres escogidos entre sus seguidores1. Esta misión comenzó el día de Pentecostés, alrededor del año 29 d.C., fecha que se considera el nacimiento de la Iglesia cristiana1.
Los orígenes del cristianismo y de la Iglesia Católica son hechos históricos que están probados y determinados en el tiempo y el espacio, de los cuales la Iglesia tiene plena conciencia2. La historia del pueblo judío, tal como se narra en el Antiguo Testamento, es vista como una preparación gradual y clara para la predicación del cristianismo1. En Israel se preservaron verdades fundamentales como la existencia y unidad de Dios, su providencia y la responsabilidad de las criaturas hacia Él1. Los profetas, con creciente claridad, anunciaron una revelación más plena y universal, un tiempo y un hombre a través de quien Dios bendeciría a todas las naciones1.
Aunque los fundadores y discípulos de Jesús eran judíos ortodoxos y mantuvieron prácticas judías por un tiempo después de Pentecostés, el cristianismo fue una religión nueva y distinta del judaísmo de la época1. Era nuevo en su Fundador, en gran parte de su credo, en su actitud hacia Dios y el hombre, y en el espíritu de su código moral1. San Pablo enfatizó esta novedad, afirmando que «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17)1.
Características de las Primeras Comunidades Cristianas
Las primeras comunidades cristianas, descritas en los Hechos de los Apóstoles, se distinguían por varias características esenciales:
Unidad y Comunión Fraterna
La multitud de creyentes tenía «un solo corazón y una sola alma»3. Compartían todo en común, y no había necesitados entre ellos3. Este sentido de comunión era tan intenso que los bienes materiales de cada uno se ponían al servicio de las necesidades de todos4. Esto no implicaba un rechazo de la propiedad personal, sino una gran sensibilidad fraterna ante las necesidades ajenas4. Esta unidad y solidaridad fraterna eran cruciales para el desarrollo del cristianismo naciente3.
Adhesión a la Enseñanza Apostólica y la Eucaristía
Los Apóstoles «daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran eficacia»3. La predicación del Evangelio se realizaba con gran valentía, persuasión y seguridad frente a judíos hostiles y gentiles indiferentes, con el Señor obrando con ellos y confirmando sus palabras con señales1. La celebración de la Eucaristía se llevaba a cabo «en casa», unida a una gozosa comida comunitaria4.
Vida de Oración y Piedad Personal
En la era apostólica y subapostólica, existía una profunda fusión entre las expresiones cultuales que hoy se conocen como Liturgia y piedad popular5. Para las comunidades cristianas más antiguas, lo único que importaba era Cristo, sus palabras de vida, su mandamiento de amor recíproco y las acciones rituales que mandó realizar en su memoria5. Se pueden identificar signos de piedad personal, provenientes de la tradición judía, como seguir las recomendaciones y el ejemplo de Jesús y San Pablo sobre la oración incesante y el dar gracias por todo5.
Organización Eclesiástica Incipiente
En los tiempos apostólicos, la autoridad suprema en materia de fe y moral recaía en los doce representantes de Cristo, cada uno comisionado para proclamar e interpretar infaliblemente su Evangelio1. La jerarquía estaba en una condición incipiente1. Aunque la Iglesia estaba en proceso de organización, y las diversas comunidades cristianas estaban unidas por un fuerte vínculo de caridad y por la conciencia de tener un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo, eran en gran medida independientes entre sí en cuanto a gobierno1. Sin embargo, el episcopado ya era una institución plenamente reconocida en tiempos de Ignacio (c. 110 d.C.)1.
Relación con el Judaísmo y Otras Religiones
El cristianismo tomó sus raíces en el judaísmo, y su fundador y discípulos eran judíos ortodoxos1. Sin embargo, la nueva religión fue, desde el principio, distinta del judaísmo1. La Iglesia primitiva pronto enfatizó su distinción del judaísmo al abandonar ritos esencialmente judíos como la circuncisión, el culto en el Templo y la observancia del Sábado1.
A pesar de las similitudes externas con algunas comunidades como la de los esenios, el cristianismo no adoptó sus características antisocíales o ultra-judías1. Las teorías racionalistas que intentan explicar el cristianismo como una mera evolución natural del judaísmo o de otras religiones orientales no se ajustan a los hechos narrados en el Nuevo Testamento, que indican que las doctrinas de Cristo eran nuevas y su espíritu, extraño1. La intervención divina fue necesaria para el surgimiento del cristianismo, que se presenta como la culminación de la revelación progresiva de Dios a la humanidad1.
La Continuidad de la Fe
La Iglesia Católica afirma que los elementos esenciales del cristianismo son los mismos hoy que en los tiempos apostólicos1. Aunque la Iglesia ha cambiado en sus apariencias externas a lo largo de los siglos, la sustancia de la fe permanece inalterada1. El Espíritu de Cristo ha permanecido con la Iglesia para inspirar y regular sus elementos humanos, asegurando la permanencia y eficiencia del cristianismo1. La fe que profesamos hoy es la de Cristo y sus Apóstoles, y la Iglesia Apostólica ha trabajado continuamente para expresar más claramente los tesoros doctrinales que le fueron confiados originalmente1.
Los cristianos de hoy, ya sean teólogos profundamente versados en la revelación o personas con un conocimiento más básico de la fe, poseen igualmente la integridad de la fe al conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, creyendo en la Encarnación, la Expiación y la Iglesia1.
Citas
Cristianismo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cristianismo. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25
Papa Pío XII. Discurso Vous avez voulu a los participantes en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas (7 de septiembre de 1955), § 10 (1955). ↩
Papa Juan Pablo II. 31 de marzo de 1984: Jubileo de las comunidades con personas con discapacidad - Homilía, § 1 (1984). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 5 de febrero de 1992, § 2 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Introducción - En la antigüedad cristiana, Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (9 de abril de 2002), § 23 (2002). ↩ ↩2 ↩3