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Cristología

Cristología
Paolo Veronese, La Resurrección de Cristo, hacia 1560. . Original, Didier Descouens, CC BY-SA 4.0 📄

La Cristología es la rama de la teología que se dedica al estudio de la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, y de su obra redentora. Esta disciplina central de la fe cristiana explora la naturaleza divina y humana de Cristo, su papel como Salvador y Señor, y cómo estas verdades han sido comprendidas y articuladas a lo largo de la historia de la Iglesia, especialmente a través de los concilios ecuménicos.

Tabla de contenido

Orígenes y Desarrollo de la Cristología

La Cristología, como campo de estudio, tiene sus raíces en el Nuevo Testamento, donde ya se encuentran diversas aproximaciones a la persona de Cristo1,2. Mientras que el Evangelio de San Juan parte de la divinidad de Jesús como el Verbo de Dios que se hizo carne (Jn 1:1, 1:14), los Evangelios Sinópticos y los Hechos de los Apóstoles enfatizan las experiencias de los discípulos con Jesús antes y después de la Pascua para llegar a la misma conclusión sobre su divinidad1.

En los primeros siglos de la Iglesia, la comprensión de la persona de Cristo evolucionó a través de himnos y fórmulas cristológicas presentes en las Escrituras, como Romanos 1:3-4, Filipenses 2:5-11, Colosenses 1:15-20, 2 Corintios 4:4 y Hebreos 1:31. Estas expresiones populares a menudo se referían a Cristo como «espíritu» o «ángel» para resaltar su estatus único en relación con los seres humanos y toda la creación1.

Los Primeros Concilios Ecuménicos

El desarrollo dogmático de la Cristología estuvo fuertemente influenciado por los primeros concilios ecuménicos, que abordaron las herejías trinitarias y cristológicas3.

Concilio de Nicea I (325 d.C.)

El Primer Concilio de Nicea (325 d.C.) se centró principalmente en la divinidad del Logos1. Este concilio fue crucial para establecer la consustancialidad del Hijo con el Padre, afirmando que Jesús es verdadero Dios4.

Concilio de Constantinopla I (381 d.C.)

El Concilio de Constantinopla I (381 d.C.) continuó el trabajo de Nicea, enfocándose en la divinidad del Espíritu Santo como la tercera persona de la Trinidad1. También fue significativo por su término clave enanthropeö («hacerse hombre»), que atestigua la plena humanidad de Cristo5. Este concilio respondió a la herejía del apolinarismo, que negaba la existencia de un alma racional en Cristo, sosteniendo que el Logos divino ocupaba el lugar de la mente humana de Cristo5. La importancia de este concilio se subraya litúrgicamente por el gesto de inclinarse al pronunciar la frase «se hizo hombre» durante el Credo Niceno-Constantinopolitano5.

Un principio soteriológico crucial en este período fue la formulación clásica de que «lo que no fue asumido no fue sanado o salvado»5. Este principio, basado en la comprensión de que el propósito de la encarnación de Dios era la salvación humana, afirma que el hombre no habría sido salvado completamente si Cristo no se hubiera revestido completamente de la humanidad5.

Concilio de Éfeso (431 d.C.)

El Concilio de Éfeso (431 d.C.) aprobó el uso de la expresión «unión hipostática» de San Cirilo de Alejandría, afirmando que la divinidad y la humanidad en Cristo forman una sola hipóstasis o persona6. En este concilio se condenó la idea de que Cristo consistía en dos personas o hijos, el Hijo de Dios y una persona humana autónoma6.

Concilio de Calcedonia (451 d.C.)

El Concilio de Calcedonia (451 d.C.) es un hito fundamental en la Cristología, ya que buscó reconciliar las perspectivas de las escuelas de Antioquía y Alejandría, que a menudo tenían dificultades para conciliar la trascendencia (distinción de las dos naturalezas) con la inmanencia (unión hipostática)7. Calcedonia distinguió claramente dos naturalezas en la única hipóstasis o prosopon de Jesucristo6. La fórmula «dos naturalezas en una hipóstasis/persona» se convirtió en la expresión ortodoxa estándar6.

El concilio utilizó las expresiones «sin confusión» (asygchytos) y «sin división» (adiairetos) para describir la unión de las dos naturalezas en Cristo7. «Sin confusión» afirma que la humanidad de Jesús es auténtica, mientras que «sin división» proclama la unión profunda e irreversible de Dios y el hombre en la persona de Cristo7. Esta unión no es moral o accidental, ni tampoco una mezcla de naturalezas8,3. La humanidad de Jesús es una humanidad verdadera, y Dios permanece Dios, sin ningún estado intermedio entre la divinidad y la humanidad7.

Calcedonia respondió a la herejía del monofisismo (o eutiquianismo), que comprometía la plena humanidad de Cristo al postular en Él no dos naturalezas, sino una naturaleza mezclada o fusionada5.

Concilios de Constantinopla II y III (553 d.C. y 680-681 d.C.)

Los Concilios de Constantinopla II (553 d.C.) y III (680-681 d.C.) confirmaron y desarrollaron las enseñanzas de Calcedonia9. Constantinopla II condenó a Teodoro de Mopsuestia por afirmar que la unión de Dios Verbo con Cristo era similar a la de un hombre y una mujer, y aclaró que la unión hipostática no es una unión accidental, sino por síntesis, es decir, según la hipóstasis9.

Constantinopla III, siguiendo la enseñanza de la unión hipostática, expuso la doctrina sobre las voluntades y operaciones de Cristo, afirmando que la diferencia de naturalezas en la misma y única hipóstasis se reconoce en el hecho de que cada naturaleza quiere y realiza lo que le es propio en comunión con la otra9. Así, se proclaman dos voluntades y acciones naturales que concurren para la salvación del género humano9.

La Unión Hipostática

La unión hipostática es el término teológico que expresa la verdad revelada de que en Cristo una sola persona subsiste en dos naturalezas, la divina y la humana8. Hipóstasis significa, literalmente, aquello que subyace como base o fundamento8.

Cristo no es una persona humana, sino una persona divina que subsiste en dos naturalezas9. En su naturaleza divina, es consustancial con el Padre, y en su naturaleza humana, es consustancial con nosotros9,4. Estas naturalezas están unidas en la persona del Verbo Eterno9.

La unión hipostática no es una unión moral o accidental, ni una mezcla (como en el eutiquianismo)8. Las dos naturalezas, cada una conservando sus propias propiedades, están unidas sustancialmente en una sola subsistencia y una sola persona8. Esta unión es la base de toda discusión cristológica, ya que la acción sigue al ser, y la unión hipostática (una persona divina que subsiste en dos naturalezas) forma el telón de fondo para comprender las acciones de Cristo9.

La Iglesia ha afirmado consistentemente que Dios se hizo hombre, asumiendo sustancialmente una «verdadera carne humana» y un «alma racional», y por lo tanto una naturaleza humana integral5. Esto se opone a las tendencias que negaban o minimizaban la plena humanidad de Cristo, como el docetismo, que alegaba que Cristo solo parecía haber venido en carne5.

Aspectos Clave de la Cristología Católica

Cristo como Verbo Encarnado

La Cristología subraya que Jesús Cristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo o el Verbo del Padre, quien «se encarnó por obra del Espíritu Santo de la Virgen María y se hizo hombre»2. Este misterio, aunque prefigurado en el Antiguo Testamento, fue plenamente revelado en el Nuevo y desarrollado en la Tradición y teología cristianas2.

La encarnación del Verbo es la máxima unión pensable y posible entre la criatura y el Creador, en el ser humano y en todo el universo10. La catequesis cristológica debe resaltar la preexistencia eterna del Verbo, el misterio de su kenosis (Fil 2,7), su predestinación y exaltación, que es el verdadero fin de toda la economía de la salvación10.

La Doble Consustancialidad de Cristo

Jesús Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre4. Es consustancial al Padre (y al Espíritu Santo) en cuanto a su divinidad, y consustancial a nosotros en cuanto a su humanidad4. Este es el dogma central de la fe cristiana, que expresa el misterio de Cristo4.

La Trascendencia Cristológica

El Concilio de Calcedonia alcanzó un nuevo nivel en la percepción de la trascendencia, que ya no es solo «teológica» sino también «Cristológica»7. Esto significa que no solo Dios trasciende infinitamente al hombre, sino que Cristo, siendo Dios y hombre, trasciende infinitamente a toda la humanidad y a toda la historia7. El carácter absoluto y universal de la fe cristiana reside en este segundo modo de trascendencia, que es tanto escatológico como ontológico7.

La Centralidad de Cristo en la Fe

Cristo es el fundamento y el centro, o el principio, de la fe cristiana3. Por lo tanto, la fe cristiana debe conservar la impronta de su Principio3. La verdad profunda sobre Dios y la salvación de los hombres resplandece en Cristo11.

La Cristología y la Salvación

La obra de la redención, aunque pertenece a Dios Uno y Trino, fue realizada en el tiempo por Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre para salvarnos12. En el ámbito del misterio de la redención, la Cristología se ubica en el terreno de la antropología y la historia12. El Hijo, consustancial al Padre, se hace hombre naciendo de la Virgen María, entrando así en la historia de la humanidad y en el contexto de todo el cosmos creado, «por nosotros los hombres y por nuestra salvación»12.

Desafíos y Errores en la Cristología

A lo largo de la historia, han surgido diversas interpretaciones y errores que han puesto en cuestión la verdadera naturaleza de Cristo. La Iglesia ha tenido que defender la integridad de la doctrina cristológica frente a herejías que buscaban reducir a Cristo a una condición meramente humana o que comprometían su divinidad.

Algunos errores han tendido a un «humanismo cristológico» que reduce a Cristo a la condición de un hombre ordinario que, en cierto punto, adquirió conciencia de su divinidad como Hijo de Dios13. En estas interpretaciones, el nacimiento virginal, los milagros y la resurrección misma se admiten solo como conceptos, reducidos a un orden puramente natural13. La Iglesia, a través de su Magisterio, ha mantenido la verdad integral de Cristo como Hijo y Verbo de Dios en las alturas de la Trinidad, que se encarna para nuestra salvación10.

Conclusión

La Cristología es una disciplina rica y compleja que busca comprender el misterio de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. A través de los concilios ecuménicos y el constante estudio teológico, la Iglesia ha articulado una doctrina que afirma la unidad de la persona de Cristo en sus dos naturalezas, divina y humana, sin confusión ni división. Este dogma central es fundamental para la fe cristiana, ya que en Cristo se revela la verdad sobre Dios y la salvación de la humanidad, siendo Él el fundamento y centro de nuestra fe.

Citas

  1. Cristología, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Cristología (2015). 2 3 4 5 6

  2. Cristología, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cristología. 2 3

  3. Mauro Gagliardi. Cómo devolver a la teología su unidad, § 5. 2 3 4

  4. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 20 de abril de 1988, § 1 (1988). 2 3 4 5

  5. Paul Gondreau. La sexualidad masculina de Cristo y el actuar In Persona Christi: un nuevo argumento a favor del sacerdocio exclusivamente masculino, § 23. 2 3 4 5 6 7 8

  6. Hipóstasis, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §hipóstasis (2015). 2 3 4

  7. II. La fe cristológica de los primeros concilios - B. El Concilio de Calcedonia, Comisión Teológica Internacional. Cuestiones selectas de Cristología, § 5 (1979). 2 3 4 5 6 7

  8. Unión hipostática, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Unión Hipostática. 2 3 4 5

  9. Una unión en la persona, no una unión accidental, Pachomius Walker, O.P. La controversia De Auxiliis, el molinismo y la premoción física: las implicaciones cristológicas, § 7. 2 3 4 5 6 7 8

  10. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 13 de abril de 1988, § 6 (1988). 2 3

  11. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Congreso Internacional promovido por la Pontificia Universidad Gregoriana en honor al 25º aniversario de la Constitución Dogmática Dei Filius (30 de septiembre de 1995) - Discurso, § 2 (1995).

  12. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 27 de agosto de 1986 (1986). 2 3

  13. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta Circular a los Presidentes de las Conferencias Episcopales sobre algunas sentencias y errores derivados de la interpretación de los decretos del Concilio Vaticano II – Cum oecumenicum concilium, § 5 (1966). 2