Cuestión del Mal menor
La cuestión del mal menor constituye uno de los enigmas teológicos centrales en la tradición católica, que busca reconciliar la existencia del mal —moral, físico o metafísico— con la bondad, omnipotencia y providencia de Dios. Según la doctrina de la Iglesia, el mal no posee una existencia positiva propia, sino que es una privación del bien debida al abuso de la libertad creada. Dios lo permite no por impotencia, sino por un bien mayor: la preservación de la libertad humana y angélica, que contribuye a la plenitud de la creación. Esta perspectiva, desarrollada en el Magisterio conciliar, las catequesis de Juan Pablo II y la escolástica de Francisco Suárez, encuentra su culminación en la Cruz de Cristo, que transforma el mal en vía de salvación.1,2,3
Tabla de contenido
Planteamiento del problema teológico
La interrogante sobre el mal ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes, expresada en la Escritura como el misterio del sufrimiento inocente y la rebelión contra Dios. En el contexto contemporáneo, el Concilio Vaticano II describe el mundo como un escenario marcado por los esfuerzos humanos, sus derrotas y victorias, pero también por la esclavitud del pecado, del que Cristo libera a la creación.2
Este problema se agudiza al considerar la condición del hombre moderno: enviado por Dios a dominar el creado, pero obstaculizado por el mal moral, que cierra el progreso y el desarrollo pleno.1 La cuestión del mal menor no niega la realidad opresiva del mal —a veces abrumadora en la historia—, sino que la enmarca en el designio providencial: Dios permite males puntuales para un bien superior, evitando que la creación sea un mecanismo determinista carente de libertad.3
Naturaleza metafísica del mal
El mal como privación del bien
En la teología católica, el mal no es una res (cosa) positiva ni una pura negación, sino una privación de la perfección debida en un sujeto que, por naturaleza, es bueno. Francisco Suárez, en sus Disputationes metaphysicae, afirma que «malum, quatenus malum est, habet materialem causam, quae semper est aliquod bonum», es decir, el mal existe solo en un bien como en su sujeto.4
Esta doctrina, arraigada en San Agustín y Santo Tomás de Aquino, sostiene que un mal puro se autodestruiría, pues carecería de sustancia. Así, «non posse esse malum nisi in bono»: el mal moral o natural deprava un bien preexistente, como la voluntad racional privada de su orden a Dios.4 Los Padres de la Iglesia, desde San Juan Damasceno («Nihil est malum nisi boni privatio») hasta San Agustín («Mali nulla natura est, sed amissio boni mali nomen accepit»), coinciden en esta visión: el mal es corrupción o carencia, no creación divina.5
Diferencia entre mal moral y mal físico
El mal moral —pecado— es radicalmente contrario a la voluntad divina, originado en la libre elección de criaturas racionales.3 El mal físico (sufrimiento, muerte) deriva de este, afectando la creación entera bajo la schiavitù del peccato.2 Suárez distingue: ambos son privaciones, pero el primero implica reproche, el segundo orden natural alterado.5
La providencia divina y el permiso del mal
Dios, como Padre amoroso y Providente, no causa el mal, pero lo tolera por un designio superior. Juan Pablo II explica que «il male morale è radicalmente contrario alla volontà di Dio», pero su presencia en la historia se debe a la libertad creada, indispensable para la plenitud de la creación.3
La divina Provvidenza valora más la existencia de seres libres —aunque abusen de su don— que una creación sin riesgo de mal. «L’esistenza della libertà creata […] è indispensabile per quella pienezza della creazione», afirma el Papa, pues el bien de la libertad supera el mal derivado de su mal uso.3 Esta tolerancia no es indiferencia: es ordenada a un bene più grande, iluminado plenamente por la Cruz.3
El Concilio Vaticano II, en Gaudium et spes, integra esta visión antropológica: el hombre, imagen de Dios, domina la naturaleza pero se ve limitado por el pecado, que frena el progreso mundial.1
La libertad humana como bien superior
La libertad es el núcleo de la explicación católica del mal menor. Dios crea ángeles y hombres libres para que respondan amorosamente a su amor, no por coerción. Suárez y los escolásticos subrayan que la perfectio debida a la voluntad racional solo existe en un sujeto bueno, pero su privación (pecado) no anula su bondad ontológica.4
Juan Pablo II precisa: el abuso de la libertad genera mal moral, pero Dios lo permite porque «l’esistenza degli esseri liberi è per lui un valore più importante e fondamentale» que evitar todo mal.3 En la Gaudium et spes (n. 13), se evidencia cómo el pecado cierra al hombre al amor creador, pero la providencia lo transforma en oportunidad de redención.1
Cristo y la victoria sobre el mal
La respuesta definitiva al mal es Cristo crucificado y resucitado. El mundo, «posto sotto la schiavitù del peccato», es liberado por la derrota del Maligno.2 La Cruz revela la providencia: Dios permite el mal supremo (muerte del Inocente) para el bien máximo (salvación universal). Juan Pablo II concluye que «la luce definitiva […] ci può venire soltanto dalla croce vittoriosa di Cristo».3
Esta teodicea cristológica integra el mal en el plan divino: no lo suprime mágicamente, sino que lo asume y vence, invitando al hombre a la conversión.
En el Magisterio contemporáneo
Las catequesis de Juan Pablo II sobre el mal (1986) sintetizan la tradición: desde el Concilio hasta la escolástica, enfatizando la antropología del hombre pecador pero redimido.1,2,3 Gaudium et spes (nn. 2 y 13) marca el marco: un mundo en tensión entre creación buena y pecado, destinado a su cumplimiento en Cristo.2
Influencia en la teología moral y pastoral
La cuestión del mal menor informa la ética católica: en dilemas, se elige el mal menor preservando el bien mayor (ej. doctrina del doble efecto), siempre subordinado a la providencia. Pastoralmente, invita a la esperanza: el mal no es el fin, sino pedagogía divina hacia la libertad madura.
En resumen, la doctrina católica resuelve la cuestión del mal menor afirmando su carácter privativo, su permiso providencial por la libertad y su derrota en Cristo. Esta visión, fiel a la Revelación y la Razón, ofrece luz al hombre contemporáneo ante el sufrimiento y el pecado.
Citas
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 25 de junio de 1986. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 10 de diciembre de 1986. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 4 de junio de 1986 (1986). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Disputatio XI - Sectio III - Ubi et unde sit malum, seu quas causas habeat - Mali causa subiectiva quae, Francisco Suárez. Disputationes metaphysicae, §Discusión XI, Sección III.6 (1597). ↩ ↩2 ↩3
Disputatio XI - Sectio I - Utrum malum sit aliquid in rebus, et quotuplex sit - Quid malum sit definitur, Francisco Suárez. Disputationes metaphysicae, §Discusión XI, Sección I.3 (1597). ↩ ↩2
