Democracia y doctrina social
La relación entre la democracia y la doctrina social católica es un tema complejo y en evolución, caracterizado por una valoración positiva del sistema democrático, siempre y cuando este se fundamente en valores éticos y en una correcta concepción de la persona humana. La Iglesia Católica, si bien no prescribe una forma de gobierno específica, ha expresado su aprecio por la democracia como un sistema que permite la participación ciudadana y garantiza ciertos derechos fundamentales, al tiempo que advierte sobre los peligros de una democracia desprovista de valores morales o que se convierte en un totalitarismo encubierto.
Tabla de contenido
Evolución Histórica de la Perspectiva Católica sobre la Democracia
La postura de la Iglesia Católica hacia la democracia ha experimentado un desarrollo significativo a lo largo de los siglos. Inicialmente, y particularmente en el siglo XIX, hubo una cautela y en ocasiones una oposición a las estructuras democráticas, debido a su asociación con el liberalismo político y el nacionalismo que a menudo buscaban la separación del trono y el altar. Los papas de este período, desde Gregorio XVI hasta Pío XI, rechazaron las estructuras democráticas cuando estas se fundamentaban en la idea de que la autoridad política reside únicamente en la voluntad del pueblo y no en una ley eterna, o cuando se consideraba que un sistema de pesos y contrapesos era suficiente para limitar el poder sin apelar a la ley natural1.
Sin embargo, bajo la influencia de pensadores tomistas defensores de la democracia, como Jacques Maritain y John A. Ryan, la Iglesia comenzó a otorgar una aprobación cualificada pero positiva a los regímenes democráticos1. El Papa Pío XII, en su discurso de Navidad de 1944, reconoció que la dignidad de la persona humana requiere que esta tenga voz en su gobierno para moderar los abusos y dirigirlo hacia el bien común1.
El Concilio Vaticano II, a través de documentos como Dignitatis Humanae, reiteró esta valoración, incluyendo la aprobación de los principios cívicos de la libertad religiosa basados en la dignidad humana1. Posteriormente, el Papa Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, profundizó en esta apreciación, especialmente tras el colapso de los totalitarismos comunistas2.
Principios Fundamentales de la Doctrina Social sobre la Democracia
La doctrina social de la Iglesia valora el sistema democrático en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y responsabilizar a quienes los gobiernan, así como de reemplazarlos por medios pacíficos3. Sin embargo, esta valoración está condicionada a ciertos principios esenciales:
La Democracia como Estado de Derecho y Fundamento en la Persona Humana
Una auténtica democracia solo es posible en un Estado de derecho y se basa en una correcta concepción de la persona humana4,3. Esto implica el reconocimiento explícito de los derechos humanos fundamentales2. El Estado debe garantizar la seguridad, la libertad individual y la propiedad privada, así como servicios públicos eficientes, para que quienes trabajan puedan disfrutar de los frutos de su labor5. La ley debe ser soberana, no la voluntad arbitraria de los individuos6.
Democracia y Valores Morales
La Iglesia advierte que una democracia sin valores puede convertirse fácilmente en un totalitarismo abierto o encubierto7,3. Los principios de verdad y los criterios morales objetivos son indispensables para el florecimiento de un Estado de derecho, una democracia genuina y una economía bien ordenada8. Si no hay una verdad última que guíe la actividad política, las ideas y convicciones pueden ser manipuladas por razones de poder3. La promoción incansable de la verdad sobre la persona es lo único que puede infundir los valores correctos en la democracia9.
La Dignidad Trascendente de la Persona Humana
La doctrina social de la Iglesia condena todas las formas de totalitarismo porque niegan la dignidad trascendente de la persona humana10. La persona humana es el fundamento y el fin de toda organización social11. Los derechos fundamentales, como el derecho a la vida en todas sus etapas, los derechos de la familia, la justicia en las relaciones laborales, y la libertad religiosa, son inalienables y no pueden ser vulnerados por una verdadera democracia12,2. La Iglesia, al reafirmar la dignidad trascendente de la persona, siempre actúa con respeto por la libertad3.
Participación y Subsidiariedad
La democracia implica la participación de los ciudadanos y el reconocimiento del papel esencial de las personas, las familias y los diversos grupos que componen la sociedad civil, de acuerdo con el principio de subsidiariedad10,13. Este principio establece que las decisiones deben tomarse al nivel más bajo posible, más cercano a los ciudadanos, reservando al Estado solo aquellas funciones que los individuos o grupos más pequeños no pueden realizar eficazmente por sí mismos.
Libertad y Verdad
La libertad alcanza su pleno desarrollo solo al aceptar la verdad3. En un mundo sin verdad, la libertad pierde su fundamento y el ser humano queda expuesto a la violencia de la pasión y a la manipulación3. La Iglesia defiende la libertad y la sirve, ofreciendo la verdad que ha conocido a los demás, en consonancia con su vocación misionera3. Esto no es una imposición, sino una propuesta en diálogo, reconociendo que la vida humana se realiza en la historia en condiciones diversas e imperfectas3.
Desafíos y Advertencias de la Doctrina Social
La doctrina social católica no solo valora la democracia, sino que también señala sus desafíos y peligros:
Relativismo y Agnosticismo
Existe una tendencia a sostener que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud básica que corresponden a las formas democráticas de vida política3. Sin embargo, la Iglesia advierte que quienes están convencidos de conocer la verdad y se adhieren firmemente a ella no deben ser considerados poco fiables desde un punto de vista democrático3. El relativismo es un enemigo insidioso de la democracia8.
Totalitarismos Encubiertos
Una democracia sin valores se transforma fácilmente en un totalitarismo abierto o sutil14,3. Esto ocurre cuando las decisiones no se examinan según criterios de justicia y moralidad, sino en función del poder electoral o financiero de los grupos que las promueven2. Tales distorsiones pueden generar desconfianza y apatía, disminuyendo la participación política y el espíritu cívico2.
La Promoción del Bien Común
La democracia debe estar al servicio del bien común, que no es simplemente la suma de intereses particulares, sino una evaluación e integración de esos intereses con base en una jerarquía equilibrada de valores2. La Iglesia no se involucra en opciones partidistas, pero no puede renunciar a proponer con claridad la doctrina social cristiana8. Los católicos deben tener el coraje de hacer propuestas de justicia y paz en el debate público, sin conformarse con una fe marginal o privada15.
El Riesgo del Falso Pluralismo
Los católicos corren el riesgo de cooperar con un falso pluralismo que permite a los creyentes cualquier convicción moral, siempre que la mantengan en la esfera privada y fuera del foro público9. Sin embargo, el verdadero pluralismo depende de que las personas con convicciones luchen vigorosamente para promover sus creencias por todos los medios éticos y legales a su disposición9.
Conclusión
La doctrina social católica ofrece una visión matizada y profunda de la democracia, reconociendo su potencial para el desarrollo humano y la participación ciudadana, pero insistiendo en la necesidad de que esté arraigada en principios morales y en una correcta comprensión de la dignidad de la persona. La Iglesia, a través de sus enseñanzas, insta a los católicos a ser «levadura» en la sociedad, promoviendo la verdad y la justicia en el ámbito público, y defendiendo los valores que hacen posible una democracia auténtica y verdaderamente humana9,16,17.
Citas
Mark S. Kinzer, Gavin D’Costa, James Keating, et al. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 15, Núm. 3), § 24. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
V. El Estado y la cultura, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 47 (1991). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
V. El Estado y la cultura, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 46 (1991). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
Papa Juan Pablo II. A los Obispos de la Conferencia Episcopal Portuguesa en su visita ad limina (27 de noviembre de 1992) - Discurso (1992). ↩
V. El Estado y la cultura, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 48 (1991). ↩
V. El Estado y la cultura, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 44 (1991). ↩
Papa Juan Pablo II. A los Obispos de la Conferencia Episcopal Polaca en su visita ad limina (15 de enero de 1993) - Discurso, § 7 (1993). ↩
Papa Juan Pablo II. 31 de diciembre de 1995: Te Deum y primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios - Homilía (1995). ↩ ↩2 ↩3
Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Viviendo el Evangelio de la Vida SPN, § 21. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio Justicia y Paz (8 de noviembre de 1994) - Discurso (1996). ↩ ↩2
Parte I - La Iglesia y la vocación del hombre - Capítulo II - La comunidad humana, Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, § 26 (1965). ↩
Papa Juan Pablo II. Encuentro con los constructores de la sociedad en el Palacio Nacional de Deportes de Asunción, en Paraguay (17 de mayo de 1988) - Discurso (1988). ↩
II. Hacia las «cosas nuevas» de hoy, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 13 (1991). ↩
Papa Juan Pablo II. A los representantes del mundo académico y cultural en la Universidad de Riga (9 de septiembre de 1993) - Discurso, § 5 (1993). ↩
Papa Francisco. Visita Pastoral a Trieste: Discurso del Santo Padre (7 de julio de 2024) (2024). ↩
III. El año 1989, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 25 (1991). ↩
VI. El hombre, camino de la Iglesia, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 56 (1991). ↩