Diligencia
La diligencia en la tradición católica es una virtud fundamental que abarca la atención, el cuidado y el esfuerzo constante en el cumplimiento de los deberes y responsabilidades, tanto en la vida espiritual como en las actividades temporales. No se limita a la mera laboriosidad, sino que implica una disposición interior de la voluntad para actuar con prontitud y esmero, evitando la pereza y la negligencia. Esta virtud es esencial para el crecimiento en la fe, la santificación personal y la contribución al bien común, reflejando el amor a Dios y al prójimo a través de acciones concretas y bien ejecutadas.
Tabla de contenido
Origen y Significado Teológico de la Diligencia
La diligencia es un concepto profundamente arraigado en la teología y la espiritualidad católica, si bien no es una de las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza)1,2,3, ni teologales (fe, esperanza, caridad). Se la considera una virtud moral que acompaña y perfecciona la práctica de otras virtudes. En su esencia, la diligencia implica una solicitud activa y una constancia en la realización de las obras buenas.
Santo Tomás de Aquino, al hablar de las virtudes, subraya la importancia de la firmeza y la estabilidad de la voluntad en el bien4. La diligencia se opone directamente a la acedia o pereza, que es la negligencia en el cumplimiento de los deberes espirituales y materiales5. La Escritura misma exhorta a la diligencia, como se ve en el proverbio «Ve a la hormiga, perezoso, mira sus caminos, y sé sabio»6.
La Diligencia como Expresión del Amor a Dios
Para la tradición católica, la diligencia no es simplemente una cuestión de eficiencia, sino una manifestación del amor. Cuando una persona se esfuerza diligentemente en sus tareas, ya sean grandes o pequeñas, lo hace con una intención que puede trascender lo puramente humano. Como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, el trabajo humano procede directamente de las personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar la obra de la creación7. Al realizar el trabajo con diligencia, se honran los dones y talentos recibidos del Creador7.
La diligencia en la vida espiritual, como la oración, el estudio de la fe y la práctica de los sacramentos, demuestra un deseo sincero de crecer en la relación con Dios. San Juan Pablo II enfatizó que el estudio y el trabajo más importante es el esfuerzo por no obstaculizar la acción de la gracia en el alma, sino de ser humildes «colaboradores» de ella8.
Manifestaciones de la Diligencia en la Vida Cristiana
La virtud de la diligencia se extiende a múltiples aspectos de la vida del creyente, abarcando tanto el ámbito personal como el comunitario, y permeando las dimensiones espiritual y temporal.
Diligencia en el Trabajo y las Responsabilidades Temporales
El trabajo es una parte integral de la vida humana y, desde una perspectiva católica, tiene una dignidad intrínseca. El Catecismo enseña que el trabajo es un deber y que «si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma»7. La diligencia en el trabajo implica no solo cumplir con las tareas asignadas, sino hacerlo con esmero y responsabilidad. San Pablo, en sus cartas, exhorta a los cristianos a trabajar con sus propias manos para no ser una carga para nadie y para tener algo que compartir con los necesitados9.
La diligencia laboral también se traduce en una búsqueda de la excelencia y la mejora continua. San Francisco de Sales advierte contra la ansiedad y la precipitación en el trabajo, promoviendo en cambio un cuidado y una diligencia serenos10. La idea es hacer las cosas bien, sin impetuosidad, pues «ningún trabajo hecho con impetuosidad y excitación fue bien hecho»10.
El trabajo, con sus fatigas y desafíos, puede convertirse en un camino de santificación, requiriendo virtudes como el coraje y la paciencia11. Un trabajo consciente, perseverante y honesto conduce a un auténtico progreso y se convierte en un signo de unidad y solidaridad12.
Diligencia en la Vida Espiritual y la Oración
La vida espiritual requiere una atención constante y un esfuerzo deliberado. La diligencia en este ámbito se manifiesta en la perseverancia en la oración, el estudio de la doctrina, la participación en los sacramentos y la lucha contra el pecado. Santo Tomás de Aquino señala que Dios exige mayor gratitud y actos de alabanza más frecuentes y fervientes de aquellos a quienes concede dones espirituales superiores13.
La diligencia en la oración implica dedicar tiempo y atención a la comunicación con Dios, evitando la distracción y la superficialidad14. Del mismo modo, la diligencia en el estudio teológico es crucial para aquellos que buscan profundizar en el conocimiento de la fe y transmitirlo a otros15.
La imitación de Cristo subraya que «sin cuidado y diligencia nunca obtendrás la virtud»16. La negligencia en las pequeñas faltas puede llevar gradualmente a caídas mayores, mientras que el celo y la diligencia conducen a la paz y al aligeramiento del esfuerzo por la gracia de Dios y el amor a la virtud16.
Diligencia en el Servicio al Prójimo y el Bien Común
La caridad, el amor a Dios y al prójimo, es la virtud principal que anima todas las demás17. La diligencia en el servicio al prójimo es una expresión concreta de esta caridad. Implica estar atento a las necesidades de los demás y actuar con prontitud para ayudar. Los Padres de la Iglesia, como Atanasio de Alejandría, exhortan a estudiar la diligencia de aquellos cuyas virtudes admiramos y a reconocer en nosotros mismos lo que alabamos en otros18.
La diligencia en la promoción del bien común se manifiesta en la participación activa en la vida de la Iglesia y la sociedad, buscando siempre el beneficio de todos. Esto incluye la administración responsable de los recursos, la promoción de buenas relaciones humanas y la evitación del despilfarro y el egoísmo19.
La Diligencia frente a la Pereza y la Negligencia
La contraparte de la diligencia es la pereza o acedia, un vicio que se opone al esfuerzo y al celo en el cumplimiento de los deberes. La pereza no es solo la inactividad, sino también la negligencia en hacer lo que se debe hacer, especialmente en las cosas de Dios. Las Escrituras y la tradición patrística condenan la pereza, calificándola como la «maestra de muchos males»5 y una «mancha del perezoso» que no se cura6.
San Juan Pablo II, en una de sus homilías, recordó que no es lícito para quien cree y espera «cruzarse de brazos en una suerte de espera pasiva del retorno del Señor»20. Por el contrario, se debe servir generosamente al Reino, aprovechando los dones recibidos con sabia creatividad20.
Conclusión
La diligencia es una virtud esencial en la vida católica, que impulsa al creyente a vivir con propósito y compromiso en todas sus acciones. Al cultivar la diligencia, el cristiano no solo cumple con sus deberes, sino que también crece en santidad, honra a Dios y contribuye al bienestar de la comunidad. Es un camino de esfuerzo constante y amor activo, que transforma las tareas cotidianas en oportunidades para la gracia y el servicio.
Citas
I. Las virtudes humanas, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1805 (1992). ↩
I. Las virtudes humanas, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1806 (1992). ↩
I. Las virtudes humanas, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1809 (1992). ↩
Capítulo 12 - Refutación del error contenido en el último capítulo, junto con una exposición de la verdad de que las buenas obras, hechas bajo voto, son más meritorias que las realizadas sin tal obligación, Tomás de Aquino. Contra la doctrina de aquellos que disuaden de la religión (Contra doctrinam retrahentium a religione), §Capítulo 12 (1270). ↩
Libro X - Distintos pasajes de los escritos de Salomón contra la acedia, Juan Casiano. Instituciones, §Libro X, Capítulo 21 (420). ↩ ↩2
Sobre la reunión en la iglesia - Que un cristiano que no quiera trabajar, no coma, así como Pedro y el resto de los apóstoles eran pescadores, pero Pablo y Áquila, fabricantes de tiendas, Judas, hijo de Santiago, un agricultor, Autor desconocido. Constituciones Apostólicas, §Libro II, Sección 7, LXIII. (380). ↩ ↩2
IV. Actividad económica y justicia social, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2427 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Congreso anual de UNIV (29 de marzo de 1983) - Discurso (1983). ↩
Libro III: Dios, fin de las criaturas - Capítulo 133 - De los diversos modos de vida adoptados por los devotos de la pobreza voluntaria, Tomás de Aquino. Suma Contra Gentiles, §Libro III, Capítulo 133 (1265). ↩
Parte III. Contiene consejos acerca de la práctica de la virtud. - Capítulo X. Debemos atender los asuntos de la vida con cuidado, pero sin avidez ni excesiva ansiedad, Francisco de Sales. Introducción a la Vida Devota, §Parte III, Capítulo X (1609). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 20 de abril de 1994, § 5 (1994). ↩
Papa Juan Pablo II. A los representantes de Solidarność (11 de noviembre de 1996) - Discurso (1996). ↩
La discreción de Dios, Tomás de Aquino. Las vías de Dios (De Divinis Moribus) (1272). ↩
Tomás de Aquino. Carta atribuida a Tomás de Aquino a Fray Juan sobre cómo estudiar (Epistola ad Fratrem Ioannem de Modis Studendi) (1270). ↩
Quodlibet I: La cuestión que se ha preguntado es sobre Dios, tanto en lo que respecta a la naturaleza divina como a la naturaleza humana asumida. - Cuestión 7: Luego se hicieron dos preguntas sobre estos asuntos que atañen a los clérigos: - Artículo 2: ¿Está alguien obligado a dejar el estudio de la teología, incluso si es apto para enseñar a otros, para dedicarse a la salvación de las almas? , Tomás de Aquino. Cuestiones Quodlibetales (Quaestiones quodlibetales), § I q. 7 a. 2 arg. 1 (1272). ↩
El primer libro: Amonestaciones provechosas para la vida espiritual - Capítulo I - De la vida interior, Tomás de Kempis. Imitación de Cristo, §El Primer Libro: Amonestaciones Provechosas Para La Vida Espiritual, Capítulo XXV, 10 (1427). ↩ ↩2
III. La nueva ley o la ley del Evangelio, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1971 (1992). ↩
Atanasio de Alejandría. Carta 63, § 97 (373). ↩
Juan Pablo II - Apéndice II - Carta apostólica Apostolica Sedes de Juan Pablo II sobre el significado del trabajo realizado para la Sede Apostólica, Papa Juan Pablo II. Pastor Bonus, §Carta Apostólica 3 (1988). ↩
Papa Juan Pablo II. 18 de noviembre de 1990: Visita pastoral a la Parroquia de «Santa María in Domnica alla Navicella» en Roma - Homilía (1990). ↩ ↩2