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Discípulo

En el contexto católico, el término discípulo se refiere fundamentalmente a una persona que sigue las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo, buscando conformar su vida a Él. Aunque el término tiene aplicaciones más amplias en el Nuevo Testamento, refiriéndose a seguidores de diversas figuras religiosas, su uso predominante en la tradición cristiana se centra en aquellos que se adhieren a Jesús. El discipulado implica una conversión profunda del corazón y la mente, una comunión de vida con Cristo, y la disposición a vivir según sus mandamientos, lo que a menudo conlleva sacrificios y una misión de proclamar el Evangelio. Los apóstoles son los discípulos por excelencia, elegidos para una misión especial, pero la llamada al discipulado se extiende a todos los fieles, quienes están llamados a ser maestros de la fe y testigos del Evangelio.

Tabla de contenido

Origen y Significado del Término

El término «discípulo» proviene del latín discipulus, que significa «alumno» o «aprendiz»1. En el idioma inglés, su significado es algo más restringido que en latín, donde discipulus abarca tanto al discípulo como al erudito, mientras que en inglés «discípulo» se opone a «maestro» y «erudito» a «profesor»1. Aunque la palabra «discípulo» aparece solo una vez en el Antiguo Testamento (Isaías 8:16), la idea de un seguidor o aprendiz se encuentra en pasajes que hablan de los «hijos» de los Profetas (2 Reyes 2:7) o en los libros sapienciales (Proverbios 4:1, 10)1.

En el Nuevo Testamento, el término se usa con mucha más frecuencia, principalmente en el sentido de alumno o adherente, alguien que permanece en la palabra del Maestro (Juan 8:31)1. Se menciona a discípulos de Moisés (Juan 9:28), de los fariseos (Mateo 22:16), y de Juan el Bautista (Mateo 9:14)1. Sin embargo, estas son aplicaciones incidentales, ya que la palabra se utiliza casi exclusivamente para referirse a los discípulos de Jesús1.

Los Discípulos de Jesús en los Evangelios

En los Evangelios, el término «discípulo» se aplica de manera más especial a los Apóstoles, a veces llamados los «doce discípulos» (Mateo 10:1; 11:1; 20:17; 26:20)1. Después de la Pasión de Cristo, se menciona a los «once discípulos» (Mateo 28:16)1. Frecuentemente, la expresión «sus discípulos» se refiere a este mismo grupo1.

Ocasionalmente, los evangelistas emplean la palabra en un sentido más amplio, como sinónimo de creyente (Mateo 10:42; 27:57; Juan 4:1; 9:27, 28)1.

San Lucas también presenta un tercer significado, al narrar que Jesús «llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos (a quienes también llamó apóstoles)» (Lucas 6:13)1. En este contexto, los discípulos no son las multitudes de creyentes, sino un grupo más reducido de seguidores. Comúnmente se les identifica con los setenta y dos (o setenta, según algunos manuscritos griegos) que Jesús envió (Lucas 10:1)1. Aunque existen listas de estos discípulos, la mayoría son consideradas poco fiables por historiadores como Eusebio, quien solo menciona a Bernabé, Sóstenes, Cefas, Matías, Tadeo y Santiago «hermano del Señor»1.

En los Hechos de los Apóstoles, el nombre «discípulo» se usa exclusivamente para designar a los conversos o creyentes, tanto hombres como mujeres (Hechos 6:1, 2, 7; 9:1, 10, 19; 9:36)1. Incluso se aplica a aquellos que estaban imperfectamente instruidos, como los que encontró San Pablo en Éfeso (Hechos 19:1-5)1.

La Naturaleza del Discipulado Cristiano

El encuentro con Cristo transforma radicalmente la vida de una persona, impulsándola a la metanoia, una profunda conversión de la mente y el corazón, y estableciendo una comunión de vida que se convierte en discipulado2. El seguimiento de Cristo se expresa en dos actitudes: «ir con» Cristo (akolouthein) y «caminar detrás» de Aquel que guía, siguiendo sus pasos y dirección (erchesthai opiso)2.

El discipulado no es un camino fácil ni exento de dificultades. Puede incluir momentos de prueba, hasta el punto de que en una ocasión «muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él» (Juan 6:66)2. Jesús mismo tuvo que interpelar a los Doce con una pregunta crucial: «¿Queréis acaso iros también vosotros?» (Juan 6:67)2. Incluso Pedro, al rebelarse ante la perspectiva de la Cruz, fue reprendido por Jesús con palabras que lo invitaban a volver a ponerse «detrás» de Él: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Marcos 8:33)2. A pesar de los riesgos de traición, Pedro finalmente siguió a su Maestro con un amor generoso, profesándolo a orillas del Mar de Tiberíades, donde Jesús le dijo «con qué muerte había de glorificar a Dios», añadiendo dos veces: «¡Sígueme!» (Juan 21:17, 19, 22)2.

El discipulado también se manifiesta de manera especial en el discípulo amado, quien entra en intimidad con Cristo, recibe a su Madre como un don y lo reconoce después de su resurrección (Juan 13:23-26; 18:15-16; 19:26-27; 20:2-8; 21:2, 7, 20-24)2.

Características del Discipulado

El Discipulado y la Misión de la Iglesia

Jesús formó a sus discípulos para que difundieran su mensaje por todo el mundo, dedicando un tiempo considerable a inculcarles las verdades de su mensaje no solo con sus palabras, sino también con su ejemplo y contacto diario11. Les reveló los secretos de su Reino y los hizo entrar en el misterio de Dios11.

El discipulado tiene como objetivo último la gloria, y el camino es la «imitación de Cristo», quien vivió y murió por amor en la Cruz2. La Iglesia, a través de la catequesis sistemática, busca profundizar la comunión de los seguidores de Jesús con Él, para que no sean solo cristianos de nombre12.

Cuando Jesús envió a sus discípulos en misión, les dijo que bautizaran y enseñaran12. El bautismo por sí solo no es suficiente; la fe inicial y la nueva vida en el Espíritu Santo necesitan avanzar hacia la plenitud12. Los seguidores de Cristo deben desarrollar su comprensión del misterio de Cristo, conocer mejor a Jesús y el Reino que proclamó, descubrir las promesas de Dios en las Escrituras y aprender los requisitos y exigencias del Evangelio12.

En los Hechos de los Apóstoles, se nos dice que los miembros de la primera comunidad cristiana en Jerusalén «perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hechos 2:42)12. Este es un modelo de Iglesia que sirve como meta de toda catequesis, ya que la Iglesia necesita alimentarse continuamente de la palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, ser fiel a la oración regular y dar testimonio de Cristo en la vida ordinaria de la comunidad12.

El Discípulo como Maestro y Catequista

Jesús «hizo escuela» para el grupo de sus seguidores cualificados, los discípulos, reconociéndoles la prerrogativa de conocer los misterios del Reino de los Cielos13. Por el hecho de ser discípulos, serán elevados a la función de maestros, no de doctrina propia, sino de la que les fue revelada por Cristo13. Por lo tanto, en la medida en que somos discípulos, nuestra identidad sacerdotal implica una connotación de magisterio: somos discípulos y somos maestros; escuchamos la Palabra de Cristo y la anunciamos13.

El ministerio de catequista es antiguo en la Iglesia, con ejemplos ya presentes en los escritos del Nuevo Testamento, donde se mencionan «maestros» (1 Corintios 12:28-31)14. San Lucas, al iniciar su Evangelio, busca dar certeza a las enseñanzas recibidas (Lucas 1:3-4), y San Pablo habla de la comunión de vida como signo de la fecundidad de una catequesis auténtica (Gálatas 6:6)14.

La catequesis es la transmisión de la verdad de la fe cristiana de una manera que produce vida en quienes la reciben15. Es una iniciación ordenada y sistemática en la revelación que Dios ha dado de sí mismo a la humanidad en Cristo Jesús, una revelación custodiada en la memoria de la Iglesia y en la Sagrada Escritura, y comunicada de generación en generación por una tradición viva y activa12.

El magisterio de la Iglesia, vinculado a la naturaleza definitiva de la alianza establecida por Dios en Cristo, tiene la tarea de preservar al pueblo de Dios de desviaciones y de garantizar la posibilidad de profesar la verdadera fe sin error16. Para cumplir este servicio, Cristo dotó a los pastores de la Iglesia con el carisma de la infalibilidad en materia de fe y moral16.

La Llamada a la Perfección

Cristo propone los consejos evangélicos, en su gran variedad, a todo discípulo17. La perfección de la caridad, a la que todos los fieles están llamados, implica para aquellos que libremente siguen la llamada a la vida consagrada la obligación de practicar la castidad en celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia17. Esta profesión de los consejos, dentro de un estado de vida permanente reconocido por la Iglesia, caracteriza la vida consagrada a Dios17.

La primera misión de quienes profesan los consejos evangélicos es vivir su consagración18. Además, al dedicarse al servicio de la Iglesia, los miembros de los institutos de vida consagrada están obligados de manera especial a participar en la obra misionera, de acuerdo con el carácter de su instituto18.

Conclusión

El discipulado en la Iglesia Católica es una vocación universal a seguir a Jesucristo, el Maestro, configurando la propia vida a la suya a través de la obediencia a sus mandamientos y la participación en su misión4,2. Implica una conversión continua, una profunda comunión con Él y una vida de servicio y testimonio. Desde los Doce Apóstoles, quienes fueron los primeros y más cercanos discípulos, hasta cada creyente bautizado, la llamada a ser discípulo es una invitación a vivir la fe de manera activa, a escuchar la Palabra de Dios y a proclamar el Evangelio, contribuyendo a la construcción del Reino de Dios en el mundo1,7,10.

Citas

  1. Discípulo, Prensa Enciclopédica. Enciclopedia Católica, §Discípulo. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

  2. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 6 de septiembre de 2000 (2000). 2 3 4 5 6 7 8 9 10

  3. Párrafo 3. Los misterios de la vida de Cristo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 562 (1992).

  4. Párrafo 3. Los misterios de la vida de Cristo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 520 (1992). 2

  5. IV. La familia y el reino, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2233 (1992).

  6. Párrafo 2. La Iglesia - Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 787 (1992). 2

  7. Papa Juan Pablo II. 24 de febrero de 1991: Visita pastoral a la parroquia de la Santísima Trinidad en Roma - Homilía (1991). 2 3

  8. Papa Pablo VI. A los Superiores de la Sagrada Congregación para los Religiosos y para los Institutos Seculares (6 de noviembre de 1976) - Discurso (1976). 2

  9. Papa Juan Pablo II. 7 de abril de 1987: Liturgia de la Palabra con los fieles de Viedma, Argentina - Homilía, § 3 (1987).

  10. I. La vida del hombre - Conocer y amar a Dios, Catecismo de la Iglesia Católica, § 3 (1992). 2

  11. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 6 de marzo de 1985 (1985). 2

  12. Papa Juan Pablo II. 18 de septiembre de 1987, Misa en el Candlestick Park de San Francisco, § 6 (1987). 2 3 4 5 6 7

  13. Siamo i discepoli del maestro divino, Papa Pablo VI. Al Clero de Roma (16 de febrero de 1972) - Discurso (1972). 2 3

  14. Papa Francisco. Antiquum Ministerium, § 1 (2021). 2

  15. Catequesis y teología moral: Hacia una comprensión renovada de la experiencia cristiana*, John Grabowski. Catequesis y teología moral: Hacia una comprensión renovada de la experiencia cristiana, § 1.

  16. Párrafo 4. Los fieles de Cristo - Jerarquía, laicos, vida consagrada, Catecismo de la Iglesia Católica, § 890 (1992). 2

  17. Párrafo 4. Los fieles de Cristo - Jerarquía, laicos, vida consagrada, Catecismo de la Iglesia Católica, § 915 (1992). 2 3

  18. Párrafo 4. Los fieles de Cristo - Jerarquía, laicos, vida consagrada, Catecismo de la Iglesia Católica, § 931 (1992). 2