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Dogma de la propagación del pecado por generación

El dogma de la propagación del pecado por generación afirma que el pecado original, contraído por los primeros progenitores humanos, no es una culpa personal sino una deprivación de la santidad y justicia originales que se transmite a todos los descendientes no por imitación, sino por propagación. Esta doctrina, formulada y confirmada por la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, el Concilio de Trento y el Magisterio contemporáneo, explica la necesidad del bautismo, la presencia de la concupiscencia en la vida humana y la responsabilidad personal frente al pecado, aun cuando sus efectos se extiendan a la comunidad.

Tabla de contenido

Definición del dogma

Origen bíblico y patrístico

El relato de la caída en el Génesis y la exposición de San Pablo en la carta a los Romanos («por un hombre entró el pecado en el mundo… y a todos los hombres alcanzó») constituye la base bíblica del concepto de pecado original como herencia de la culpa y de la condición caída de la humanidad1. Los Padres de la Iglesia, siguiendo esta interpretación, comprendieron que la transgresión de Adán afectó a toda la familia humana, no como una culpa individual sino como una herida colectiva que se transmite a cada generación.

Desarrollo doctrinal en el Concilio de Trento

El Concilio de Trento confirmó de forma inequívoca que el bautismo es necesario para la remisión del pecado que cada ser humano contrae por generación de sus padres, aun cuando no haya cometido aún culpa propia2,3. La formulación «no por imitación, sino por propagación» quedó consagrada en los documentos conciliares y se repite en la Enchiridión del Dogma (Dz 102)4.

La transmisión del pecado original

Propagación y no imitación

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que el pecado original «no tiene el carácter de culpa personal en ninguno de los descendientes de Adán» y que se trata de una deprivación de la gracia original que se transmite por propagación a todos los seres humanos5. Esta transmisión es un misterio que la Iglesia reconoce como parte de la fe, sin que la naturaleza humana sea totalmente corrompida, aunque quede herida y sujeta a la muerte y al pecado (concupiscencia)6.

Consecuencias para la naturaleza humana

Como consecuencia de la transmisión, la naturaleza humana queda herida en sus poderes naturales, sujeta a la ignorancia, al sufrimiento y a la dominación de la muerte5. Además, el pecado original introduce la concupiscencia, una inclinación al mal que persiste aun después del bautismo, aunque la culpa sea remitida7.

Relación con el bautismo y la gracia

Eficacia del sacramento

El bautismo, al impartir la vida de gracia de Cristo, borra el pecado original y vuelve al hombre a la comunión con Dios, pero las consecuencias de la naturaleza herida permanecen, llamando al fiel a la batalla espiritual constante5. El Concilio de Trento subrayó que el bautismo es indispensable para la remisión del pecado que se ha contraído por generación, pues sin él no es posible entrar en el Reino de Dios2.

Concupiscencia y lucha espiritual

La concupiscencia es el resto del pecado original que incita al ser humano al error; la Iglesia la reconoce como no pecado en sí mismo, pero como una tendencia que debe ser vencida con la gracia divina y la práctica de la virtud7. La vida cristiana, por tanto, implica una lucha constante contra esta inclinación, apoyada por los sacramentos, la oración y la comunidad eclesial.

Dimensión personal y social del pecado

Pecado personal y su efecto social

El Magisterio insiste en que todo pecado es, ante todo, personal, pues es el acto libre del individuo8. Sin embargo, por la solidaridad humana, cada pecado tiene repercusión social, afectando a los demás y contribuyendo a la formación de estructuras de pecado colectivo9,10.

Responsabilidad individual y solidaridad humana

Aunque el pecado tenga consecuencias sociales, la responsabilidad moral recae siempre en la persona que actúa. La Iglesia rechaza la idea de que la culpa pueda ser atribuida a grupos o instituciones sin reconocer la libre voluntad individual que la origina9. Al mismo tiempo, la doctrina reconoce la interdependencia de los seres humanos, de modo que la conversión de uno puede beneficiar a muchos, como se expresa en la «vicariousness» del cuerpo místico de Cristo11.

Implicaciones pastorales y catequéticas

Enseñanza a los fieles

La catequesis debe explicar que el pecado original es una herencia real que afecta a todos, pero que no es una culpa personal; la gracia del bautismo la elimina y la Iglesia ofrece los medios para superar sus efectos residuales. Esta enseñanza se basa en el Catecismo, los documentos conciliares y la tradición patrística, y se presenta de forma accesible para los fieles de todas las edades.

Aplicación en la vida sacramental

En la práctica pastoral, el reconocimiento del dogma de la propagación justifica la importancia del bautismo infantil, la confesión regular y la participación en la Eucaristía como fuentes de gracia que fortalecen al creyente contra la concupiscencia. Asimismo, la solidaridad cristiana impulsa acciones sociales que busquen reparar los efectos del pecado colectivo, siguiendo el llamado a la conversión personal y comunitaria.

En síntesis, el dogma de la propagación del pecado por generación constituye una pieza central de la doctrina católica sobre la condición humana, la necesidad del bautismo y la responsabilidad moral individual, al tiempo que subraya la interconexión de todos los creyentes en la lucha contra el pecado y la búsqueda de la santidad.

Citas

  1. Profesión de fe - Ofensa original, Papa Pablo VI. Solemni Hac Liturgia (Credo del Pueblo de Dios) (30 de junio de 1968), § 16 (1968).

  2. El Concilio de Trento - La V Sesión - Decreto sobre el pecado original, Documento del Concilio. Concilio de Trento, §La V Sesión. 4 (1563). 2

  3. Concilio de Mileum II 416, aprobado por Inocencio y Concilio de Cartago (XVI) 418, aprobado por Zósimo - Pecado original y gracia, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 223 (1854).

  4. Sesión V (17 de junio de 1546) decreto sobre el pecado original, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1514 (1854).

  5. Sección II. I. Los Credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 405. 2 3

  6. Parte I - La profesión de fe. Capítulo I - Creo en Dios Padre. La caída, Promulgado por el Papa Benedicto XVI. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, § 76 (2005).

  7. Concupiscencia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Concupiscencia. 2

  8. Parte II - Capítulo I - El misterio del pecado - Pecado personal y pecado social, Papa Juan Pablo II. Reconciliatio et Paenitentia, § 16 (1984).

  9. B. La tragedia del pecado, Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, § 117 (2004). 2

  10. El sentido del pecado, personal y social, Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 25 de agosto de 1999, § 3 (1999).

  11. Papa Juan Pablo II. Incarnationis mysterium: Bula de indicción del Gran Jubileo del Año 2000, § 10 (1998).