Don de piedad
El don de piedad es uno de los siete dones del Espíritu Santo que la Iglesia Católica reconoce como una gracia sobrenatural destinada a perfeccionar la vida interior del cristiano. Se manifiesta como una filial confianza en Dios Padre, una reverencia profunda que impulsa la oración frecuente, la generosidad, la fortaleza ante el sufrimiento y una libertad espiritual que orienta al creyente hacia la santidad. El presente artículo explora su fundamento teológico, su desarrollo en la tradición tomista, su relación con la virtud de la religión, su expresión en la vida litúrgica y pastoral, y la enseñanza de los papas y santos al respecto.
Tabla de contenido
Definición y naturaleza del don
Concepto básico
El don de piedad se describe como la capacidad de amar a Dios como Padre y de obedecerle por ese amor («para hacernos amar a Dios como Padre y obedecerle porque lo amamos»).1 En la tradición patrística y magisterial se subraya que no se trata de mera compasión o piedad sentimental, sino de una relación viva y personal con el Señor que transforma la vida del fiel2.
Distinción entre virtud y don
Según Santo Tomás de Aquino, la piedad es a la vez virtud (una disposición moral adquirida) y don (una gracia infundida). La virtud de la piedad regula la relación con los padres terrenales, mientras que el don eleva esa reverencia a Dios como Padre celestial3. El don, por tanto, completa y perfecciona la virtud, haciendo al cristiano docil para obedecer las inspiraciones divinas4.
Fundamento teológico
Relación con la virtud de la religión
Aquinas sitúa el don de piedad cerca de la virtud de la religión, diferenciándolas: la virtud reverencia a Dios como creador y señor, mientras que el don dirige la reverencia a Dios como Padre revelado por Cristo5. Esta distinción muestra que la piedad supersede la mera religiosidad humana al ofrecer una relación de filiación divina5.
Servicio a la virtud de la justicia
En la Secunda Secundae de la Summa Theologiae, Aquino declara que el don de piedad está al servicio de la virtud de la justicia, pues implica «ofrecer servicio y honor a un padre» y, por extensión, a Dios como Padre6. Esta conexión subraya que la piedad no es solo devoción privada, sino una responsabilidad social que impulsa la justicia hacia los demás6.
Desarrollo histórico y patrístico
Comentarios tomistas y posteriores
Los comentaristas medievales, como el padre Meschler, señalaron que la piedad favorece la oración constante, la confianza en el amor paternal de Dios y la capacidad de soportar sufrimientos como parte del plan divino7. En la época postconciliar, teólogos como Father Pinckaers ampliaron la comprensión del don, enfatizando su papel en la perseverancia de la caridad7.
Enseñanza papal contemporánea
San Pablo VI y Benedicto XVI resaltaron que la piedad, al ser infundida, supera la mera razón humana y conduce a la verdadera adoración5.
San Juan Pablo II, en su Catequesis del Miércoles, vinculó la piedad con la reverencia al cuerpo humano como templo del Espíritu Santo, resaltando su importancia en la moral sexual y la vida conyugal3.
San Francisco describió el don como «el espíritu de adopción que nos lleva a clamar ‘¡Abba! ’» y lo relacionó con la gentileza y la capacidad de acompañar a los que sufren2.
Manifestaciones prácticas del don
Cinco motivos para cultivarlo
Meschler enumeró cinco razones por las cuales el don de piedad es esencial para la perfección cristiana:
Fomenta la oración frecuente, convirtiéndola en una conversación íntima entre hijo y Padre7.
Proporciona consuelo en momentos de dificultad al recordar el amor paternal de Dios7.
Despierta generosidad, pues el amor filial impulsa el sacrificio por los demás7.
Alivia el sufrimiento, al interpretarlo como la voluntad del Padre y no como azar7.
Otorga libertad de espíritu, permitiendo el self‑forgetfulness necesario para la santidad7.
Influencia en la vida sacramental
El don de piedad potencia la participación eucarística, pues la reverencia al sacrificio de Cristo se vive con mayor profundidad cuando el fiel reconoce a Dios como Padre amoroso8,9. Asimismo, la confesión y la reconciliación se convierten en oportunidades para experimentar la misericordia paternal10.
Aplicación en la vida matrimonial y consagrada
En la teología del cuerpo, la piedad se vincula con la reverencia al acto conyugal, considerándolo una expresión del amor divino y una fuente de temor salvador4. En la vida consagrada, la piedad se manifiesta en la devoción al Santísimo Sacramento y en la práctica de la oración del Oficio Divino, reforzando la unión con Cristo11.
Dimensión espiritual y psicológica
Relación con la caridad y la felicidad
Reinhard Hütter observa que la piedad y la caridad comparten una estructura similar, ambas orientadas a la relación filial con Dios y, por extensión, a los hermanos y hermanas12. La piedad, al ampliar el ámbito del culto a los santos y a la comunidad, contribuye al bienestar interior del creyente13.
Impacto en la psicología de la fe
La piedad genera una confianza interna que supera el miedo al abandono divino, favoreciendo una auto‑trascendencia que permite al cristiano vivir con alegría y generosidad2.
Enseñanza del Catecismo y documentos magisteriales
El Catecismo de la Iglesia Católica señala que la piedad es una forma de piedad popular que acompaña la vida sacramental, como el rosario y las peregrinaciones14.
En el Baltimore Catechism, se afirma que recibimos el don para «amar a Dios como Padre y obedecerle»1.
Conclusión
El don de piedad constituye una gracia esencial para la vida cristiana, al transformar la relación humana con Dios en una filialidad profunda que impulsa la oración, la justicia, la generosidad y la libertad espiritual. Su desarrollo teológico, desde Santo Tomás hasta los papas contemporáneos, muestra su relevancia en la liturgia, la moral, la vida familiar y la misión evangelizadora de la Iglesia. Cultivar este don es, por tanto, un paso fundamental hacia la santidad y la plena participación en el amor de Dios.
Citas
Lección Dieciseis. Sobre los dones y frutos del Espíritu Santo, Tercer Concilio Plenario de Baltimore. Un Catecismo de Doctrina Cristiana (El Catecismo de Baltimore n.º 3), § 701 (1954). ↩ ↩2
Audiencia general del 4 de junio de 2014, Papa Francisco. Audiencia General del 4 de Junio de 2014 (2014). ↩ ↩2 ↩3
Mary Shivanandan. Espiritualidad Conyugal y el Don de la Reverencia, § 3. ↩ ↩2
El don de la piedad o la reverencia, Mary Shivanandan. Espiritualidad Conyugal y el Don de la Reverencia, § 13. ↩ ↩2
Romanus Cessario, O.P. La Religión y los Dones del Espíritu Santo, § 13. ↩ ↩2 ↩3
Romanus Cessario, O.P. La Religión y los Dones del Espíritu Santo, § 12. ↩ ↩2
Romanus Cessario, O.P. La Religión y los Dones del Espíritu Santo, § 14. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
John Meinert. Alimentum Pacis: La Eucaristía y la Paz en Santo Tomás de Aquino, § 14. ↩
Matthew Levering. Juan Pablo II y Aquino sobre la Eucaristía, § 17. ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de la Congregación de los Hermanos Cristianos (12 de abril de 1984) - Discurso, § 3 (1984). ↩
I. La vocación y el testimonio del ordo virginum - La forma de vida - Siguiendo el evangelio y los carismas personales, Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Instrucción Ecclesiae Sponsae Imago sobre el «Ordo virginum» (8 de junio de 2018), § I. La Vocación y el Testimonio del Ordo Virginum (2018). ↩
Reinhard Hütter. Felicidad y Religión: Por qué la Virtud de la Religión es Indispensable para Alcanzar el Fin Último. Una Relectura de Tomás de Aquino con la Vista Puesta en su Relevancia Contemporánea, § 34. ↩
Reinhard Hütter. Felicidad y Religión: Por qué la Virtud de la Religión es Indispensable para Alcanzar el Fin Último. Una Relectura de Tomás de Aquino con la Vista Puesta en su Relevancia Contemporánea, § 33. ↩
Sección Segunda. Los siete sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1674. ↩