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Don de temor de Dios

El don de temor de Dios es uno de los siete dones del Espíritu Santo que concluye la serie de carismas espirituales. No se trata de un miedo aterrador, sino de una reverencia filial que nace del amor y que impulsa al cristiano a reconocer la grandeza de Dios, a someterse a su voluntad y a alejarse del pecado. Este don, profundamente arraigado en la tradición patrística y escolástica, se manifiesta en la vida de fe como una advertencia contra la obstinación del mal y como una fuente de humildad, obediencia y valentía espiritual. A lo largo del artículo se examinan sus bases bíblicas, su desarrollo teológico, su expresión en la vida sacramental y su relevancia pastoral contemporánea.

Tabla de contenido

Definición y naturaleza del don

Filialidad y reverencia

El temor de Dios es descrito por Santo Tomás de Aquino como temor filial, una forma de reverencia que surge del amor al Padre y que «hace que el hombre se someta a Dios y no le pelee»1. No es temor de castigo, sino temor de ofender al Señor, que se traduce en una actitud de respeto y servicio.

Distinción de otros temores

Se diferencia del temor terrorífico (miedo que paraliza) del temor chaste o filial, que «endurece el corazón y lo dirige a la humildad y a la obediencia»2. En la vida cristiana, este temor conduce a la confianza en la misericordia divina y a la alegría de servir al Padre.

Fundamento bíblico

Antiguo Testamento

Los Salmos y Proverbios presentan el temor de Dios como «el principio de la sabiduría» (Sal 111[110]: 10) y como «el temor del Señor, que deleita el corazón» (Eclesiástico 21)3. San Agustín subraya que este temor es chasto y perdurable, no una angustia bajo la ley2.

Nuevo Testamento

Jesús llama a sus discípulos a «temer a Dios» como parte del llamado a la obediencia y a la conversión (Mateo 10:28; Lucas 12:4). La advertencia del Espíritu Santo en la vida del creyente se refleja en la exhortación a «temer el castigo del pecado» (1 Cor 5:9‑13) y en la contrición imperfecta, que nace del «temor de la condenación eterna»4.

Desarrollo histórico‑teológico

Padres de la Iglesia

Los primeros padres, como San Juan Crisóstomo, describen el temor de Dios como asombro santo que impulsa al creyente a acercarse a la Eucaristía con reverencia y humildad5. Este temor santo es visto como una preparación para la adoración del misterio divino.

Escolástica

En la Suma Teológica (II‑II, q. 81, a. 1) Santo Tomás explica que el temor de Dios es una virtud que precede a los actos externos de la ley y que «se requiere del hombre tanto para que camine en el camino de Dios como para que lo ame»1. El don de temor se relaciona estrechamente con la virtud de la religión y con la filialidad del creyente hacia el Padre.

Tradición magisterial

El Catecismo de la Iglesia Católica menciona la temor de Dios como parte de la contrición y como un impulso moral que lleva al penitente a buscar la reconciliación sacramental4. Asimismo, la adoración (CCC 2628) se describe como la primera actitud del hombre ante la grandeza del Señor, una forma de temor reverente que se expresa en silencio y humildad6.

El don del Espíritu Santo

Enseñanzas de San Francisco

En su Audiencia General del 11 de junio de 2014, el Papa Francisco explica que el don de temor de Dios no es estar asustado de Dios, sino «una apertura del corazón que nos recuerda cuán pequeños somos ante el Padre y nos conduce a la humilde y confiada entrega»7. Además, este don «nos alerta contra la obstinación del pecado» y «nos impulsa a la obediencia con humildad, docilidad y valentía»8. La gracia del Espíritu nos abre a la misericordia divina y nos permite reconocer que «nuestra verdadera fuerza está en seguir a Jesús»9.

Dimensiones espirituales

Efectos morales y espirituales

Santificación del alma

Según San Liguori, el temor santo «hace al hombre santo» al destruir las inclinaciones carnales y al conducirlo a la confianza en la misericordia divina10. El temor de Dios genera gozo y alegría en el corazón del fiel, pues «el que teme al Señor no teme nada» (Eclesiástico 34)10.

Relación con la contrición

El temor de la condenación es la base de la contrición imperfecta, que «impulsa al pecador a buscar el sacramento de la Penitencia»4. Así, el don de temor de Dios abre la puerta a la reconciliación y al crecimiento en gracia.

Influencia en la vida sacramental

El temor reverente se manifiesta en la recepción digna de la Eucaristía; la adivinación del cuerpo de Cristo requiere una actitud de temor santo para evitar la profanación del sacramento11. La adoración del Santísimo también se nutre de este don, pues el creyente se postra ante la presencia real de Dios con reverencia y asombro.

Aplicación pastoral y litúrgica

En la catequesis

Los catequistas utilizan el temor de Dios como punto de partida para enseñar la obediencia y la humildad cristiana, resaltando que «temer a Dios es amar a Dios» (cf. Deuteronomio 10:12)1.

En la vida cotidiana

Relación con otras virtudes y dones

Virtud/DonoConexión con el temor de Dios
CaridadEl temor de ofender a Dios fortalece la caridad, pues amar al prójimo es amar a Dios (cf. CCC 2628).
ObedienciaLa filialidad del temor lleva a la obediencia a la voluntad del Padre.
HumildadReconocer la grandeza de Dios genera humildad interior.
ContriciónEl temor de la condenación alimenta la contrición imperfecta que precede al sacramento de la reconciliación.

Enseñanzas contemporáneas

Papa Benedicto XVI

En su reflexión sobre el Salmo 111[110], Benedicto XVI subraya que el temor del Señor es «un respeto serio y sincero, fruto del amor, que constituye el principio de la verdadera sabiduría»3.

Otros documentos magisteriales

Conclusión

El don de temor de Dios constituye una pieza esencial del carisma del Espíritu Santo, integrando la reverencia filial, la advertencia moral y la fuente de valentía espiritual. Desde la Sagrada Escritura hasta la enseñanza de los Padres, la teología escolástica y la reflexión magisterial contemporánea, este don invita al cristiano a vivir una fe humilde, obediente y valiente, siempre consciente de la grandeza de Dios y del amor que lo llama a la comunión plena. Su práctica diaria, alimentada por la oración, los sacramentos y la vida comunitaria, transforma el temor en una alegría que impulsa al creyente a crecer en santidad y a servir a los demás con amor.

Citas

  1. Marie I. George. Consideraciones Tomistas sobre si Debemos Venerar a los Seres Naturales No Racionales, § 3. 2 3

  2. Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 19, § 10 (420). 2

  3. Salmo 111[110] - Temer al Señor, Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 8 de junio de 2005: Salmo 111[110] - Temer al Señor, § 4 (2005). 2

  4. Sección Segunda Los Siete Sacramentos de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1453. 2 3 4

  5. Daria Spezzano. «Verdaderamente, Sobrecogedores Son los Misterios de la Iglesia»: Misterios Eucarísticos y Exhortación Moral en la Predicación de San Juan Crisóstomo, § 13.

  6. Sección Primera La Oración en la Vida Cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2628. 2

  7. Audiencia general del 11 de junio de 2014, Papa Francisco. Audiencia General del 11 de junio de 2014, § Introducción (2014).

  8. Audiencia general del 11 de junio de 2014, Papa Francisco. Audiencia General del 11 de junio de 2014, § 3 (2014). 2 3

  9. Audiencia general del 11 de junio de 2014, Papa Francisco. Audiencia General del 11 de junio de 2014, § 2 (2014).

  10. Alfonso María de Ligorio. Sermones sobre Diversos Temas, § 63. 2 3

  11. Cap. 7. La Preparación que Debe Emplearse para Recibir Dignamente la Sagrada Eucaristía, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1646 (1854).

  12. Daria Spezzano. Sed Imitadores de Dios (Ef 5,1): Aquino sobre la Caridad y la Satisfacción, § 30.