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Eclesiología

Eclesiología
Hortus Deliciarum, El edificio de la Iglesia con los fieles. Dominio Público.

La eclesiología es el estudio teológico de la Iglesia, una disciplina que explora su naturaleza, misión, estructura y misterio. Fundada por Jesucristo y guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia es vista no solo como una organización, sino como un organismo vivo que ofrece la vida divina. Este campo de estudio abarca desde sus orígenes bíblicos hasta su desarrollo doctrinal a lo largo de los siglos, incluyendo sus atributos esenciales de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad, y cómo estos se manifiestan en la Iglesia local y universal.

Tabla de contenido

Orígenes y Desarrollo de la Eclesiología

El término eclesiología proviene del griego ekklēsia (asamblea) y logos (estudio), y se refiere al estudio de la Iglesia, una institución sui generis1. Jesús Cristo la fundó a través de su vida, enseñanzas, muerte y resurrección, y el Espíritu Santo la guía, habiendo descendido sobre los Apóstoles y los Gentiles1. La Iglesia es más un organismo que una organización, ofreciendo vida divina antes de ser expresada en una síntesis doctrinal, y debe llevar a cabo su misión divina en un mundo a menudo indiferente u hostil1.

El término griego ekklēsia corresponde al hebreo qahal (asamblea) y aparece frecuentemente en la traducción de la Septuaginta del Antiguo Testamento1. En el Nuevo Testamento, el uso de ekklēsia es frecuente, aunque solo se encuentra en Mateo 16:18 y 18:17 en los Evangelios1. La reflexión sobre la naturaleza y misión de la Iglesia tiende a surgir más tarde en la vida de la comunidad, generalmente cuando su existencia o actividades son cuestionadas1.

Históricamente, los tratados distintivos sobre la Iglesia surgieron en el siglo XIV, impulsados por controversias con los protestantes, quienes introdujeron un dualismo eclesiológico entre la Iglesia visible e invisible2. En el siglo XX, estos tratados evolucionaron de un enfoque apologético a un nivel verdaderamente teológico, con contribuciones significativas de autores en la tradición tomista como Yves Congar y Charles Journet2. Hoy, la eclesiología busca construir una síntesis basada en las ideas del Concilio Vaticano II para recuperar la profundidad de la teología patrística2.

La Naturaleza de la Iglesia: Misterio y Sacramento

La Iglesia es una realidad compleja que integra elementos divinos y humanos, formando una unidad profunda e indivisa3. Esta unidad se compara con la del ser humano, que, aunque compuesto de cuerpo y alma, es una unidad3. Los elementos de la Iglesia son inseparables y coextensivos, de modo que uno nunca existe sin el otro, aunque no son idénticos3.

El Concilio Vaticano II resumió la multiplicidad de aspectos de la Iglesia bajo dos categorías generales: es a la vez humana y divina3. Mientras que antes del Concilio, algunos autores veían estos aspectos como una simple yuxtaposición (sociedad jerárquica y comunidad sobrenatural), después del Concilio, el tomismo, a través de pensadores como Journet y Congar, busca explicar la comunión a través y en la institución, sosteniendo ambos aspectos en una unidad real y profunda3.

La Iglesia, como misterio y sacramento, busca implementar estas realidades en estructuras, algunas de institución divina y otras de iniciativa de la propia Iglesia1. Todas estas estructuras deben llevar la impronta del Espíritu1.

Las Notas de la Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica

La expresión más famosa sobre la Iglesia es «la una, santa, católica y apostólica Iglesia» del Símbolo Niceno-Constantinopolitano1. Esta descripción condensada presupone siglos de experiencia eclesial en la liturgia, el ascetismo, el martirio y el intento de establecer normas para los sacramentos1. Estas cuatro características se consideran las notas o propiedades de la Iglesia4.

Una

La unidad de la Iglesia se inspira en la vida interna de la Trinidad, de la cual fluyen toda gracia, vida y unidad en la diferencia1. Esta unión permite un modelo de «iguales pero diferentes» entre las Iglesias locales y también explica el taxis (orden) o la unión gradual, en vista de la monarquía del Padre1. La Iglesia es una realidad que es a la vez visible e invisible, sin dualismos divisivos4.

Santa

La santidad es la primera cualificación asociada a la Iglesia en los credos1. La santidad apunta a la integridad tanto en el tiempo (apostolicidad, que se remonta sincrónicamente a los Apóstoles) como en el espacio (catolicidad, que crea unidad diacrónicamente entre las diversas Iglesias locales)1.

Católica

La catolicidad de la Iglesia se refiere a su universalidad. San Ignacio de Antioquía, por ejemplo, enfatizó que la Eucaristía no solo convierte a la comunidad local en Iglesia, sino que la convierte en la Iglesia católica, es decir, el cuerpo de Cristo pleno e integral5.

Existe una tensión teológica en la relación entre la Iglesia local y la universal6. Mientras que algunos, como John Zizioulas, insisten en que la Iglesia local es la única entidad que merece el título de «Iglesia» en el sentido pleno, ya que la Iglesia está intrínsecamente ligada a la asamblea eucarística concreta bajo un obispo, otros, como Joseph Ratzinger, enfatizan que la Iglesia universal es ontológica y temporalmente anterior a las Iglesias locales6. Para Ratzinger, cada Iglesia local recibe su ser de la Iglesia universal, y este elemento de recepción es fundamental, llamándolo «sacramento»6.

Apostólica

La apostolicidad de la Iglesia significa que se remonta a los Apóstoles como los primeros testigos de la verdad1. Escritos tempranos sobre la disciplina eclesiástica, como la Didaché y las Constituciones Apostólicas, reclaman apostolicidad para salvaguardar la integridad de la Iglesia1. Padres de la Iglesia como San Ireneo y Tertuliano se referían a la regla de fe o el criterio de verdad como la apostolicidad de la Iglesia, volviendo a los orígenes1. La mejor manera de asegurar que la verdad que se posee se remonta a lo que proclamaron los Apóstoles es seguir la sucesión de las sedes apostólicas, cuyo obispo es el sucesor directo de los Apóstoles1.

La Iglesia es la nueva asamblea sinaítica, una comunidad de acción de gracias por la alianza renovada entre Dios e Israel, un pueblo sacerdotal y real que comprende a judíos y gentiles bajo un solo Señor7. Participa en la alianza efectuada por la auto-ofrenda de Dios al hombre y del hombre a Dios en la persona de Jesucristo7. La Iglesia, al participar en esta ofrenda, es el cuerpo místico del cual Cristo es la cabeza y la familia de todos aquellos que, por adopción, comparten su relación filial con el Padre7.

La Iglesia como Comunión

Desde los textos litúrgicos de todas las Iglesias orientales, la Iglesia emerge como un icono de la Trinidad1. La comunión eclesial tiene como modelo la vida interna de la Trinidad, de la cual fluyen toda gracia, vida y unidad en la diferencia1. La idea de sobornost (conciliaridad), adaptada por Yves Congar como la colegialidad de los obispos con y bajo el Papa, se convirtió en parte integral de Lumen Gentium del Concilio Vaticano II1. Toda la discusión sobre la naturaleza de la Iglesia ha resaltado que la Iglesia es el icono de la Trinidad y que esto encuentra su mejor expresión en la Eucaristía1.

La noción eclesiológica de koinonia-communio expresa la comunidad divina en la medida en que el hombre participa en ella según una economía crística que conforma a los individuos con Cristo4. Esta koinonia-communio se caracteriza por la peregrinación en la Iglesia desde abajo, pero es perfecta en la Iglesia celestial desde arriba, sin que existan dos Iglesias, sino una Iglesia en diferentes estados4.

La Iglesia Visible e Invisible

La Iglesia es siempre una realidad que es a la vez visible e invisible, sin espacio para dualismos divisivos4. La pertenencia a la Iglesia incluye a los bautizados que pertenecen visiblemente, así como a aquellos que realizan obras visibles de amor y a quienes viven invisible y espiritualmente, en gracia, dentro de la Iglesia4.

Conclusión

La eclesiología, como estudio de la Iglesia, revela una realidad rica y multifacética, arraigada en la historia de la salvación y destinada a la comunión divina1,2. A través de sus notas de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad, la Iglesia manifiesta su naturaleza como misterio y sacramento, un organismo vivo que es a la vez humano y divino3,4,7. La reflexión continua sobre la Iglesia, especialmente a la luz del Concilio Vaticano II, busca profundizar la comprensión de su papel como icono de la Trinidad y sacramento universal de salvación en el mundo1,6.

Citas

  1. Eclesiología, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Eclesiología (2015). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24

  2. El misterio de la Iglesia*, Benoît-Dominique de La Soujeole, O.P. El Misterio de la Iglesia, § 1. 2 3 4

  3. La definición de la Iglesia, Benoît-Dominique de La Soujeole, O.P. El Misterio de la Iglesia, § 2. 2 3 4 5 6

  4. Mark S. Kinzer, Gavin D’Costa, James Keating, et al. Reseñas de Libros (Nova et Vetera, Vol. 15, Núm. 3), § 36. 2 3 4 5 6 7

  5. La plena cualidad eclesial de la Iglesia local, Richard DeClue. Eclesiologías Eucarísticas de Localidad y Universalidad en John Zizioulas y Joseph Ratzinger, § 4.

  6. Richard DeClue. Eclesiologías Eucarísticas de Localidad y Universalidad en John Zizioulas y Joseph Ratzinger, § 12. 2 3 4

  7. Apostolicidad como consumada Nota Ecclesiae: Siete tesis, Douglas Farrow. Apostolicidad como Consumada Nota Ecclesiae: Siete Tesis, § 1. 2 3 4