Egoísmo
El egoísmo se define como la tendencia a anteponer los propios intereses, deseos y necesidades a los de los demás, lo que a menudo se traduce en indiferencia, falta de solidaridad y, en ocasiones, en la explotación. Dentro de la tradición católica, el egoísmo se considera un pecado grave, ya que contradice el mandamiento de amar al prójimo y la visión cristiana del ser humano como instrumento de la voluntad divina. Este artículo explorará la concepción del egoísmo, su presencia en las Escrituras, su tratamiento en la doctrina católica y las estrategias para combatirlo en la vida cristiana y en la comunidad eclesial.
Tabla de contenido
Definición y origen bíblico
En la Biblia
Aunque la palabra «egoísmo» no se encuentra literalmente en la Biblia, el concepto subyacente de orgullo y autosuficiencia es recurrente. El Salmo 73:3, por ejemplo, expresa: «Yo era soberbio y orgulloso, y no me afligí por la injusticia», ilustrando cómo la arrogancia puede conducir al error y al sufrimiento. En el Nuevo Testamento, Jesús critica la vanidad y la autopromoción, como se observa en Mateo 23, donde condena la «falsa humildad» de los fariseos (Mateo 23, 27-28). La enseñanza de la Iglesia vincula el egoísmo con la ausencia de caridad y la negligencia hacia el prójimo. La encíclica Caritas in Veritate (2009) de Benedicto XVI describe la caridad como «amor recibido y dado», fundamentado en la gracia (charis), en contraste con la actitud egoísta de «tomar sin dar»1.
En la enseñanza de Jesús
Jesús exhorta a sus discípulos a «ser humildes y servir a los demás» (Mateo 20, 26-28). El Sermón del Monte (Mateo 5-7) enfatiza la importancia de «amar al prójimo» y de «dar sin esperar nada a cambio». Así, la vida cristiana se edifica sobre los pilares de la solidaridad, la generosidad y la entrega desinteresada, valores que se oponen directamente al egoísmo.
Egoísmo en la doctrina católica
En la encíclica Sollicitudo Rei Socialis
El Papa San Juan Pablo II, en Sollicitudo Rei Socialis (1987), identifica el egoísmo como «la raíz de la injusticia social y de la corrupción»2. El documento resalta la necesidad de una ética social que priorice el bien común y la dignidad humana sobre los intereses individuales, afirmando que el egoísmo «impide la cooperación y la solidaridad»3.
En la enseñanza de la Iglesia sobre caridad
La caridad es el principio que guía la vida cristiana. Deus Caritas Est (2005) de Benedicto XVI explica que la caridad es «el amor que se da y se recibe sin esperar nada a cambio»4. La Iglesia enseña que la caridad debe ser práctica, visible y orientada a los más necesitados5,6. Cuando el egoísmo obstaculiza la caridad, la comunidad pierde su fuerza y su misión de testimoniar la fe7. El Papa Pío XII también enfatizó que la caridad hacia el prójimo es un amor sobrenatural que nos une a Dios y sin el cual las organizaciones languidecen8. La caridad es un deber que los católicos deben sentir con fuerza, siendo miembros del Cuerpo Místico de Cristo9.
En la doctrina social de la Iglesia
La doctrina social católica sostiene que el egoísmo «corroe la justicia y la paz»10. La Iglesia promueve la solidaridad como un valor fundamental, instando a los fieles a defender a los más vulnerables y a rechazar la lógica individualista11. El egoísmo se considera un impedimento para el desarrollo de una sociedad justa y humana12. El Papa San Juan Pablo II, en su homilía en Cuzco, Perú (1985), destacó que el egoísmo es la causa de tráficos corruptos y de la explotación de personas, y que la Iglesia lucha contra estas raíces del egoísmo mediante su doctrina social y la promoción de la dignidad humana13.
Egoísmo y la vida cristiana
El fruto del Espíritu vs. el fruto del egoísmo
Según Gálatas 5, el fruto del Espíritu Santo incluye «amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, humildad» (Gálatas 5, 22-23). En contraste, el egoísmo engendra «orgullo, avaricia, ira, deseo de poder». La Iglesia enseña que la vida cristiana debe reflejar el fruto del Espíritu y no el egoísmo. Además, el egoísmo puede llevar a la filosofía del placer, el hedonismo, el libertinaje, el alcoholismo y la drogadicción, destruyendo la fuerza de la juventud y la capacidad de enfrentar reformas sociales14.
Prácticas de caridad y humildad
Para combatir el egoísmo, la Iglesia propone diversas prácticas:
Oración de humildad: Pedir a Dios la fortaleza para reconocer nuestras limitaciones y la necesidad de servir a los demás.
Ayuno y caridad: Compartir los recursos con los necesitados y vivir una vida de sencillez15.
Participación en la comunidad: Involucrarse en obras de caridad, parroquias y organizaciones de ayuda4.
Confesión: Reconocer el pecado del egoísmo y buscar la reconciliación con Dios y la comunidad.
Contra el egoísmo: la llamada a la comunidad
El modelo de la Iglesia como comunidad de amor
La Iglesia se presenta como «una comunidad de amor»1. Este modelo requiere que los fieles se traten como hermanos y hermanas, compartiendo recursos, tiempo y afecto. El egoísmo, al romper los lazos de solidaridad, socava la estructura comunitaria y la misión evangelizadora16. El Papa Benedicto XV lamentó cómo el egoísmo en la sociedad moderna desprecia los derechos del prójimo y de Dios, negando la hermandad y la dependencia de Dios como fuente de toda riqueza17.
La importancia del sacramento de la confesión
El sacramento de la confesión es un medio efectivo para superar el egoísmo. En Evangelium Vitae (1995), San Juan Pablo II recuerda que la confesión ayuda a «reconocer la culpa del egoísmo y a buscar la gracia para vivir en amor verdadero»18. Al confesarse, el creyente reconoce su falta de amor y recibe la gracia para cambiar su actitud.
Conclusión
El egoísmo es una actitud que contradice los valores cristianos de amor, solidaridad y servicio. La doctrina católica lo condena y propone una vida de caridad, humildad y comunidad como respuesta. Al reconocer el egoísmo y buscar la gracia de Dios, los fieles pueden vivir auténticamente su fe y contribuir a la construcción de un mundo más justo y humano.
Citas
Papa Benedicto XVI. Caritas in Veritate, § 5 (2009). ↩ ↩2
V. Una lectura teológica de los problemas modernos, Papa Juan Pablo II. Sollicitudo Rei Socialis, § 41 (1987). ↩
V. Una lectura teológica de los problemas modernos, Papa Juan Pablo II. Sollicitudo Rei Socialis, § 42 (1987). ↩
Parte II: «caritas la práctica del amor por la Iglesia como una “comunidad de amor”» - Justicia y caridad, Papa Benedicto XVI. Deus Caritas Est, § 30 (2005). ↩ ↩2
Papa León XIII. Graves de Communi Re, § 13 (1901). ↩
Papa León XIII. Graves de Communi Re, § 14 (1901). ↩
Papa Pablo VI. A las mujeres delegadas que participan en el 3.er Congreso Nacional de la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl (22 de octubre de 1966) - Discurso (1966). ↩
Papa Pío XII. A los peregrinos del Instituto Español de Beneficencia en su 50 aniversario (11 de septiembre de 1958) - Discurso (1958). ↩
III. Nuevos aspectos de la cuestión social - El Cuerpo Místico de Cristo, Papa Juan XXIII. Mater et Magistra, § 159 (1961). ↩
VI. El hombre es el camino de la Iglesia, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 54 (1991). ↩
Papa Juan Pablo II. Encuentro con el mundo del trabajo en el Parque El Tunal en Bogotá (3 de julio de 1986) - Discurso, § 3 (1986). ↩
Papa Juan Pablo II. Encuentro con los Constructores de la Sociedad en el Palacio Nacional de Deportes en Asunción, en Paraguay (17 de mayo de 1988) - Discurso (1988). ↩
Papa Juan Pablo II. 3 de febrero de 1985: Liturgia de la Palabra en Cuzco, Perú - Homilía, § 4 (1985). ↩
Papa Juan Pablo II. A los jóvenes de San José, Costa Rica (3 de marzo de 1983) - Discurso (1983). ↩
Papa Pío XII. Radiomensaje al pueblo de Argentina por la ayuda prestada a los países europeos durante la guerra (1 de febrero de 1948) (1948). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Congreso Internacional de Derecho Canónico en Friburgo (13 de octubre de 1980) - Discurso (1980). ↩
Papa Benedicto XV. Giuseppe Benedetto Cottolengo (1786-1842) - Homilía (1934). ↩
Capítulo I - La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra - Amenazas actuales a la vida humana - «y de tu rostro seré escondido» (Gn 4, 14): El eclipse del sentido de Dios y del hombre, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 25 (1995). ↩